capitulo 15

Taeyeon en mis pensamientos...
 

Nosotras nos tomamos el chocolate y las profesoras Stevenson y Widmer se pusieron una copa, pero aunque durante un instante pareció que seríamos capaces de hablar, no demostraron demasiado.

La profesora Widmer fue la primera en darse cuenta de que al final no nos había presentado, como había pedido la profesora Stevenson. Así que, cuando bajamos a la cocina, le ofrecí la mano a tae y dijo:

—Soy Katherine Widmer, como ya te habrá dicho tiff, y ella es Isabelle Stevenson.

—Ho… hola —tartamudeó taeyeon—. Yo soy taeyeon kim. Soy una… una amiga de tiff.

La profesora Widmer sonrió con ironía y dijo:

-No me digas.

Todas nos reimos.

Hubo risas de nuevo cuando taeyeon y yo explicamos, algo avergonzadas, lo de los yelmos-cacerola. Pero después de eso todas nos pusimos muy tensas; taeyeon y yo nos ocultamos tras las tazas de chocolate y las profesoras tras sus copas. La profesora Widmer y taeyeon intentaron hablar, pero la profesora Stevenson no decía ni una palabra: no es que nos fulminara con la mirada, pero tampoco tenía una expresión precisamente amable. Y yo tampoco era capaz de soltarme. Finalmente, después de unos diez minutos, la profesora Widmer dijo:

—Bueno, creo que estamos todas demasiado alteradas para hablar de esto esta noche. ¿Por qué no os vais a casa por ahora y volvéis mañana, a comer tal vez, o…?

La profesora Stevenson le arrojó una mirada siniestra, y la profesora Widmer se corrigió:

—O mejor después de comer. ¿Qué os parece sobre las dos?

taeyeon me miró y yo asentí, y después la profesora Widmer nos acompañó arriba, hasta la puerta principal.

—Hemos quitado las sábanas —dijo taeyeon tímidamente mientras volvía a ponerse la chaqueta de leñador—. Si quieren, podemos llevarlas a la lavandería también.

—Muchas gracias, no hace falta —dijo la profesora Widmer, algo sorprendida.

Nos sonrió como si quisiera decirnos que todo saldría bien, pero observé que le temblaba la mano al abrir la puerta. Hice que taeyeon se apresurara a salir delante de mí.

Acompañé a taeyeon hasta el metro, pero las dos estaban demasiado afectadas para hablar. taeyeon me abrazó rápidamente antes de cruzar el torno.

—Te quiero —susurró—. ¿Podrás al menos tenerlo presente?

 

—Lo intento —respondí. Ni siquiera estoy segura de haber respondido al «te quiero» de taeyeon, aunque sé que lo pensaba, y sé que lo pensé durante toda aquella noche que pasé en vela.

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Las profesoras Stevenson y Widmer parecían algo más tranquilas al día siguiente, por lo menos de puertas para fuera, pero taeyeon y yo estábamos muy nerviosas.

 

La profesora Stevenson nos abrió la puerta; llevaba unos vaqueros y una camisa manchada de pintura sobre un jersey de cuello vuelto, tenía el pelo recogido en una coleta y comprobé con alegría que sostenía un pincel en la mano.

—Hola —dijo, algo brusca pero con una sonrisa. Parecía más relajada y más ella misma, por lo menos hasta donde yo la conocía. Soltó el pincel—. Pasad. ¡Kat, hijo tiffany y taeyeon! —exclamó en dirección a las escaleras.

—Enseguida voy —respondió la profesora Widmer, y la profesora Stevenson nos llevó hasta el salón. El gato naranja, que estaba acostado sobre el montón de periódicos dominicales, se subió al regazo de taeyeon en cuanto ella se sentó, se enroscó allí y empezó a ronronear.

—Le gustas —comentó con torpeza la profesora Stevenson mientras se quitaba la camisa manchada y la arrojaba a la habitación frontal.

—A mí también me gusta él —dijo taeyeon, y acarició al gato.

La profesora Widmer bajó entonces, también en vaqueros. Volví a compararlas mentalmente con un par de zapatos viejos y cómodos y me preguntó si taeyeon y yo llegaríamos a ser así alguna vez.

—Bueno —dijo la profesora Widmer mientras se sentaba en el sofá—, supongo que ninguna sabemos por dónde empezar. —Sonrió—. Es curioso, pero lo primero que se me ocurre es preguntaros qué tal dormisteis anoche.

—Fatal —dijo taeyeon con una sonrisa también—. Tú igual, ¿no, tiff?

Asenti.

—Bueno —volvió a decir la profesora Widmer—, al menos todas empezamos igual de agotadas. ¿Qué tal si tomamos un café, un té o algo que nos mantengamos despiertos?

taeyeon y yo asentimos. La profesora Stevenson se mantuvo en silencio durante unos dolorosos segundos mientras la profesora Widmer bajaba a la cocina. Después, ella también bajó.

—Oh, Dios —dijo taeyeon cuando se marchó—. Esto va a ser horrible.

El gato negro entró en la habitación moviendo la cola suavemente e intentó echar a su hermano del regazo de taeyeon. Yo encontré el ratón de juguete bajo la mesita y estaba a punto de alcanzarlo cuando las profesoras Stevenson y Widmer volvieron a subir con un juego de té en una bandeja y un platazo de galletas que nadie tocó.

—¿Qué les habéis contado a vuestros padres? — preguntó bruscamente la profesora Stevenson tras servir el té.

—Nada —dijimos las dos al mismo tiempo.

—¿Vuestros padres saben lo… lo vuestro?

Nos miramos.

—La verdad es que no —dije—. No se lo hemos dicho ni nada.

—Alguna vez nos han regañado por llegar tarde a casa o no avisar —dijo taeyeon—. Y el padre de tiff ha hecho un par de comentarios sobre «amistades exclusivas» y cosas así, pero nada más.

—Se lo vais a tener que contar —dijo la profesora Widmer con delicadeza—. Por lo menos a los tuyos, tiff. La directora Poindexter no va a guardar silencio al respecto.

 

No habéis hecho nada bien en usar nuestra casa así —dijo la profesora Stevenson mientras dejaba la taza en la mesa—. Creo que eso lo sabéis. —Dirigió una mirada a la profesora Widmer—. Pero… bueno, una de las cosas que recordé anoche, con la ayuda de Kat, es lo difícil que es estar enamorada con diecisiete años, sobre todo si eres lesbiana. Anoche estaba demasiado enfadada para pensar con claridad, pero… En fin, debería contaros que, a pesar de todo lo que dije sobre la confianza, la profesora Widmer y yo habríamos hecho lo mismo cuando teníamos esa edad.

—Especialmente si hubiéramos tenido una casa a nuestra disposición —dijo la profesora Widmer—, cosa que no ocurrió.

taeyeon y yo cruzamos una mirada. Después ella miró a las profesoras Stevenson y Widmer y preguntó:

—Quiere… ¿quiere decir que ustedes se conocen desde entonces?

—Sí —dijo la profesora Stevenson—, pero eso es otra historia. Me temo que ahora mismo tenemos que hablar de lo que va a pasar.

Se palpó los bolsillos, buscando algo. La profesora Widmer le dijo un paquete de tabaco que había sobre la mesita; la profesora Stevenson lo cogió y se encendió un cigarro.

—Tal y como yo lo veo —dijo—, tenemos dos problemas. Uno es la acusación que se hará contra vosotras dos; lo cual solo quiere decir contra ti, tiffany, ya que taeyeon no es alumna de la Foster. Por eso deberíais decidir de inmediato qué decir a vuestros padres. Y luego también está la acusación que se hará contra Kat y contra mí.

 

Hablamos de ello durante casi una hora más. Intentamos anticipar lo que ocurriría y decidir cuál sería la mejor manera de gestionarlo. Supongo que nos ayudó; al menos nos hizo sentir algo mejor. No obstante, en realidad no sirvió de nada.

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Tras marcharnos de Cobble Hill, taeyeon y yo fuimos al Paseo y caminamos juntas hasta que llegó la hora de que ella se fuera a casa.

—Creo que deberías contárselo a tus padres, tiff — dijo.

—Ya lo sé —respondí, incómoda—. ¿Pero cómo? Es decir… ¿Qué les digo? ¿Qué Sally y la profesora Baxter nos pillaron haciendo el amor en casa de las profesoras Widmer y Stevenson, donde en teoría estábamos para cuidar a los gatos?

—Como sigas enterrando así las manos en los bolsillos, te vas a quedar sin ellos —dijo taeyeon con calma, mientras se plantaba delante de mí y me sacaba las manos—. Mira, yo no tengo derecho a decir nada —añadió, mirándome de frente—, porque no tengo ningún motivo real aún para decírselo a mis padres, y creo que no voy a hacerlo, a pesar de lo que te dije. Pero...

—¿Por qué no? —la interrumpi—. ¿eh? ¿Por qué no?

—Porque creo que les haría daño —dijo taeyeon—. Lo he pensado y creo que les haría daño.

—Les haría daño saber que me quieres —dije con amargura y ganas de arrojarle mi dolor a la cara.

—No —dijo taeyeon—. Puede que les haga daño enterarse de que soy lesbiana. Ya sabes que les caes genial, tiff. Mi nana te adora. Y saben muy bien lo que es querer a los amigos, pero no entenderían lo de no ser heteroual. No es parte de su mundo.

—Así que pasarás tu vida entera escondiéndote al final, ¿no? ¿Después de lo que dijiste en la casa cuando encontramos los libros? —Sabía que estaba siendo desagradable, pero no podía contenerme.

No sé si será mi vida entera —respondió, enfadada—, pero sé que ahora mismo no se lo voy a decir. Y no sé por qué te cuesta tanto entenderlo, porque no parece que tú tampoco vayas a decírselo a tus padres.

—¡Pero quieres que lo haga! —exclamé, intentando no gritar.

En el Paseo había más gente, como era habitual, y un anciano nos miró con curiosidad mientras se alejaba arrastrando los pies. Entonces dije, sorprendida ante mis propias palabras, pero solo por un momento:

—Mira, a lo mejor no quiero decírselo hasta estar totalmente segura. De que soy homoual, quiero decir.

taeyeon me miró fijamente durante un momento.

—A lo mejor esa es mi razón también —dijo—. A lo mejor yo tampoco estoy segura.

Nos quedamos totalmente paralizadas.

—tiff —dijo taeyeon—, solo te he dicho que deberías contárselo a tus padres porque se va a montar un follón inmenso en la Foster y alguien se lo contará de todas formas, así que sería mejor que fueras tú. Pero es un tema que a mí no me incumbe para nada, sobre todo si de repente ninguna de las dos estamos seguras —añadió. Se dio la vuelta y se alejó rápidamente en dirección a Clark Street, como si fuera de camino al metro.

Yo solo fui capaz de pensar que taeyeon se alejaba de mí enfadada, y que no podía soportarlo. Me di cuenta de que sería capaz de soportar cualquier cosa en el mundo menos que se fuera, así que corrí detrás de ella y la agarré del hombro para detenerla.

—Lo siento —dije—. Por favor, taeyeon perdóname. Eres mi amante, por el amor de Dios, claro que te incumbe. Todo lo mío te incumbe, taeyeon, te… te quiero. Es una locura, pero es la única cosa de la que estoy segura. Puede que… que necesite acostumbrarme a lo otro, a la etiqueta; pero taeyeon, te quiero.

taeyeon me sonrió con los ojos llenos de lágrimas y nos abrazamos en medio del Paseo.

—No estoy acostumbrada a tener amante —susurré mientras le acariciaba el pelo—. No estoy acostumbrada a que nadie forme parte de mí de esta forma.

—Ya lo sé; yo tampoco —dijo taeyeon. Sonrió y me apartó con delicadeza mientras me tocaba la nariz con el dedo—. Me has llamado amante dos veces en dos segundos, y tres en los últimos dos días. Me gusta.

—A mí también —dije.

—Debe de ser la prueba de algo —dijo taeyeon.

Paseamos un rato más con ganas de darnos la mano pero sin atrevernos, a pesar de que acabábamos de abrazarnos frente a lo que parecía la mitad de Brooklyn.

 

No llegamos a tomar ninguna decisión sobre lo de mis padres. Cuando llegué a casa me di cuenta de que no se lo podía o no se lo quería decir mientras leo estuviera allí, y él iba a estar presente toda la tarde. Cuando nos íbamos a ir a la cama, podría haberlo contado, pero me convencí a mí mismo de que también podría esperar al día siguiente, para ver lo que hacía la directora Poindexter.

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No tuve que esperar mucho. En cuanto crucé la puerta principal, la profesora Baxter me llamó desde la mesa de su despacho.

 

Intenté presentarme ante ella como si no tuviera ningún motivo del que avergonzarme, pero no tenía que haberme molestado: ni siquiera me miró.

La directora Poindexter quiere verte —dijo sombría, sin apartar la vista de los papeles de su escritorio.

—Gracias —dije. Ella no me respondió.

No me sorprendió para nada que la directora Poindexter quisiera verme, aunque tampoco me esperaba que fuera a suceder tan rápido. También se esperaría encontrarla presa de la ira, no lo que hallé al entrar en su espantoso despacho marrón.

Volvía a vestir de negro, aunque esta vez sin encaje. Estaba derrumbada en su silla; normalmente adoptaba posturas tan rígidas, tanto de pie como sentada, que leo y yo bromeábamos a menudo sobre que se había tragado el palo de una escoba cuando era pequeña. Aquel día, sin embargo, tenía los hombros hundidos y la cabeza enterrada en las manos, y no levantó la vista cuando entré.

Me quedé plantada de pie un momento, sin saber qué hacer. El único movimiento en la habitación provenía del minutero del reloj de la pared, y se movía tan lento que habría podido jurar que también estaba quieto.

Finalmente dije:

—Señora directora, ¿quería verme?

Sus hombros temblaron en un suspiro que parecía proceder desde lo más profundo de ella, y por fin levantó la vista.

Me quedé tan impactada que caí sobre una silla sin esperar que me invitera a sentarme. Tenía los ojos rojos como si hubiera llorado o como si no hubiera dormido nada, y todas las arrugas de su rostro me parecían mucho más profundas que antes, como si alguien las hubiera repasado con un lápiz.

—tiffany —dijo con voz muy débil—. tiffany, ¿cómo ha podido? Tus padres… ¡La hwang! Ay… ¿Cómo ha podido? —gimio.

Volvió a suspirar, esta vez de forma perfectamente audible; sacudió la cabeza y cogió la caja de pañuelos de su escritorio para sonarse la nariz.

—No sé por dónde empezar —dijo—. De verdad que no sé por dónde empezar. Este centro te ha educado desde que era una niña, una niña muy pequeña… No me explico cómo ha podido hacer… esto, cómo ha podido ser tan… ¡tan ingrata, tiffany! ¡No me lo explico!

—¿Ingrata? —dije, perpleja—. Directora Poindexter, yo no soy ninguna ingrata. La Foster ha hecho mucho por mí, y yo… yo siempre la he apreciado. No soy ninguna ingrata. No entiendo qué tiene eso que ver con nada.

La directora Poindexter volvió a enterrar la cabeza entre las manos y sus hombros volvió a temblar.

—Directora, ¿está usted bien?

—¡No, claro que no estoy bien! —exclamó, levantando la cabeza de golpe—. ¿Cómo voy a estar bien, cuando la Foster no lo está? Tú… y las profesoras… Justo cuando… —Apoyó las manos en la mesa, como para sujetarse, y volvió a bajar la voz hasta su registro normal—. tiffany, tienes diecisiete años, ¿no?

Yo asenti.

—Son los suficientes para distinguir lo que está bien de lo que está mal. De hecho, hasta ahora habías mostrado un sentido de la moralidad razonable, sin contar aquel estúpido incidente del otoño pasado. —Y con una sonrisa arrepentida, añadió—: Puede que esto te sorprenda, pero siempre te he admirado a mi pesar por tu postura ante el deber de informar. Por supuesto, por mi cargo no podía apoyarte en algo así, y por supuesto nunca he estado de acuerdo con tu postura, porque la experiencia me ha enseñado que no se puede confiar en los jóvenes. Pero admiraba tu idealismo. Y ahora… ahora…

 

«Oh, Dios», pensé. «¿Por qué no me grita sin más?».

—tiffany —dijo, y miró por la ventana—, yo conocí a Henry Poindexter, mi difunto marido, cuando tenía diecisiete años. Si no hubiera sido por nuestra firme educación religiosa, habríamos… sido lo suficientemente débiles para cometer un error muy grave solo unos meses después de conocernos. ¿Entiendes lo que quiero decir?

Volví a asentir con la cabeza, sorprendida, e intenté no sonreír nerviosamente ante la idea de que la directora Poindexter había sentido alguna vez algo cercano a la pasión. O ante la idea de que también había tenido diecisiete años. Entonces me di cuenta de que no me estaba mirando, así que dije:

—Sí.

—Comprendo la atracción que puede tener el… el o en la gente joven y poco experimentada. No entiendo la… la atracción por el… —Se volvió hacia mí y me miró fijamente—… por el o anormal, pero soy consciente de que los adolescentes tienen sus cosas y experimentan antes de llegar a la normalidad. En tu caso, si hubiera sabido un tiempo de tu intensa amistad fuera de la Foster…

Sentí que mi cuerpo entero se ponía en tensión. Dije:

—Señora directora, no ese trata de…

Ella me interrumpió. Su voz era casi amable.

—tiffany, voy a tener que expulsarte temporalmente, y quedarás pendiente de una vista sobre tu expulsión definitiva. Ya sabes que tengo la autoridad para actuar sin el consejo estudiantil en circunstancias extraordinarias como estas; seguro que, cuando te calmes, estarás de acuerdo en que lo son. Comprenderás que, de no ser por la campaña de recaudación de fondos, podríamos tratar este asunto con más delicadeza, pero si el más leve rumor de este escándalo cruza las puertas de la Foster… —La voz le tembló y cerró los ojos un instante; después se recompuso y prosiguió—: Un escándalo público no solo acabaría con la campaña, acabaría con la Foster por completo.

Me miró muy seria, pero yo no sabía qué decir.

—Y por supuesto, también debes recibir un castigo por usar la casa de alguien como… por usar la casa de alguien de esa forma, sin importar cuánto te hayan podido animar las propietarias…

—Pero… pero si las profesoras Stevenson y Widmer no… —empecé a decir, horrorizada.

Ella me ignoró. Cerró los ojos otra vez y habló rápido, como si recitara algo que hubiera escrito la noche anterior y se hubiera aprendido de memoria:

—Como comprenderás, tampoco podrás continuar siendo presidente del consejo estudiantil, y sería poco sensato tanto para ti como para los otros estudiantes que vuelvas a clase hasta que se haya resuelto este asunto —dijo mecánicamente, sin mostrar aunque sea su enfado a esas alturas—. Sally y Walt me ​​han pedido que cese toda tu participación en la campaña de recaudación de fondos…

Las palabras, el enfado y las lágrimas se me atragantaron. Ella levantó la mano; ahora tenia los ojos abiertos.

—Por lo tanto, te pido que vayas a tu taquilla de inmediato y recojas tus libros y el resto de tus pertenencias; le darás el texto de tu discurso a Sally, que lo revisará si es necesario y lo recitará el viernes en la asamblea, a la que no asistirás bajo ningún concepto. Habrá una vista con los administradores sobre tu expulsión permanente y sobre la información que aparecerá en tu expediente, para ser honestos con los profesores y los otros estudiantes del MIT y que conozcan tus… propensiones, en caso de que ocasiones definitivas, aunque dudo que lo sean en alguien tan joven. También hacemos esto por honestidad hacia ti, si me permites que lo digas, para animarte a buscar ayuda profesional. Te avisaremos de la vista con los administradores; podrá asistir y hacer declaraciones y, como se trata de un tema tan serio, podrá traer un abogado y, por supuesto, a tus padres. La junta de administración tomará una decisión llegada a ese punto específicamente sobre la notificación al MIT.

Como yo no decía nada, prosiguió:

—tiffany, esto es tanto por tu bien como por el de la Foster. No espero que lo comprendas ahora mismo, ni que comprendas que me cuesta mucho actuar con esta firmeza. Pero no tengo otra opción, y quizás algún día me lo agradezcas. Espero que lo hagas, no porque quiera tu agradecimiento, sino porque me gustaría pensar que te habrás… recuperado y que habrás recobrado tu sentido de la moralidad. Haré lo que sea necesario para que vuelvas a estar bien.

Cogió el teléfono y yo fui presa del pánico. «Oh, Dios, ¡debí contárselo anoche!», pensé.

—Ahora voy a llamar a tus padres, aunque me duela. Es mi deber, y rezo para que puedan ayudarte. Y para que comprendas que mi intención es ser completamente honesta. —Comenzó a marcar y dijo, de nuevo sin mirarme—: Puedes irte.

 

La profesora Baxter echó un vistazo en dirección a mí cuando salió del despacho de la directora y pasó por la oficina central. Cuando volvi a bajar la vista, fui medio consciente de que movia los labios, como si rezara.

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taeyeon, ¿qué significa ser honesto?

Creo que intentaron ayudarme en la Foster; hasta creo que la directora Poindexter piensa que me estaba ayudando, especialmente al hablar de moralidad. ¿Pero qué es la moralidad exactamente? ¿Y qué significa ayudar a alguien? ¿Ayudarles a ser como los demás, o ayudarlos a ser ellos mismos?

¿Y acaso la moralidad no tiene que ver sobre todo con hacerle daño a la gente? Si Sally hubiera perforado las orejas de las personas en contra de su voluntad, eso habría sido inmoral, creo yo, pero tal como lo hizo fue simplemente insensato. Usar la casa de las profesoras Stevenson y Widmer sin su permiso… Eso les causó daño y fue inmoral y furtivo, pero…

tiffany se levantó y arrugó lo que había escrito hasta entonces para taeyeon, pero luego lo volvió a aplanar y lo guardó bajo el papel secante de su escritorio.

«¿Pero fue inmoral también para lo que usamos la casa?», pensó, con la mirada perdida de nuevo en la nieve húmeda de fuera. «Me he dicho a mí misma que sí hasta ahora por el dolor que causó…».

Antes de volver a casa aquella mañana, bajé al sótano a vaciar mi taquilla. Afortunadamente, casi todo el mundo tenía clase a primera hora, aunque había un par de estudiantes por allí, entre ellos Walt. Intenté evitarle, pero me dedicó una sonrisa obscena, como si a pesar de no querer que siguiera en la campaña, ahora me considerara otro chico más. Casi me lo imaginaba preguntándome cómo era taeyeon en la cama. Entonces, cuando pensé que otros estudiantes también me miraban raro, me dije a mí misma que estaba siendo paranoica y que la sonrisa de Walt seguramente solo escondía vergüenza.

 

Pero al abrir mi taquilla, cayó de ella una nota que sin duda alguien había introducido por las rendijas. tiffany BOLLERA

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No llegué a casa hasta media mañana, después de haberme recorrido todo el Paseo para retrasar el momento de enfrentarme a mi madre.

En cuanto crucé la puerta, me di cuenta de que había llorado. Pero se portó genial conmigo, sin duda. Trató de recomponerse de inmediato y me abrazó en la misma puerta sin decir nada durante un largo rato. Después me llevé adentro, nos sentamos las dos en el sofá y me dijo:

—Cariño, cariño, todo va a salir bien. Algún día todo estará bien, créeme.

Le puse la cabeza en el regazo y durante un rato me acarició el pelo sin más. Pero después me puso la mano bajo la barbilla y me la levantó con delicadeza.

—tiffany, sé lo que no es tener amigos cercanos y que de repente apareció alguien. A mí también me pasó cuando era algo más joven que tú: se llamaba June, y era tan guapa que me tenía que obligar a mí mismo a no mirarla tanto. Nos queríamos muchísimo, como tú y taeyeon, puede que no de forma tan intensa ni tan… exclusiva, pero mucho. Una noche… —Mi madre desvió la mirada, sonrojándose un poco, y luego siguió con timidez—: Una noche, June y yo dormimos en la misma cama. Estábamos en su casa. Y nos… nos besamos. Y luego jugamos a que una de las dos era un chico, hasta que todo se volvió tan… tan ridículo que nos entró la risa y paramos. Cariño, muchas chicas hacen ese tipo de cosas. Los chicos también, puede que más que las chicas. No significa nada, a menos que… Bueno, no creo que te tenga que hacer un croquis, con lo mayor que eres. Pero… creo que lo que te quiero decir es que los sentimientos, el deseo ual, pueden ser confusos a tu edad. Eso es normal. Sí es normal experimentar…

No me pude aguantar; sabía que tenía que irme o soltaría algún impropio del que me arrepentiría después. Me iba a ser imposible, imposible contarle la verdad si continuaba diciéndome esas cosas. Ni siquiera estaba seguro de querer hacerlo, pero… ¿Cómo me lo iba a plantear siquiera en esas circunstancias?

Me aparté violentamente de ella y me metí en el baño, donde abrí el grifo del agua fría hasta que estuvo helada y luego me lavé la cara una y otra vez. Intentaba pensar; lo intentó con todas mis fuerzas, pero solo había una palabra en mi mente y esa era «taeyeon».

Cuando volví al salón, mi madre miró las hojas nuevas del árbol de los cuarenta escudos que había al otro lado de la ventana.

—Mira —me dijo, y dijo un pajarito gris que saltaba entre las ramas—. Creo que va a construir un nido. —Se volvió hacia mí y me puso las manos en los hombros—. tiffany, quiero que me digas la verdad, no porque me quiera inmiscuir, sino porque tengo que saberlo. —Me miró a los ojos—. Es posible que las cosas se pongan muy desagradables, ya lo sabes. No podemos enfrentarnos a esto con mentiras de por medio. A ver… ¿taeyeon y tú tienes…? ¿Habéis experimentado…? Ya, ya sé que es una palabra horrible, pero… ¿habéis experimentado más de lo… normal? Ya sabes lo que quiero decir. ¿Ha habido entre vosotras algo más de lo que te ha contado sobre June y yo?

Tenía una mirada sombría, repleta de miedo; había en ella tanto miedo y dolor, y tanto amor también, que le mentí. No estoy orgullosa de ello, y no tengo excusa.

—No, mamá —respondí, intentando devolverle la mirada con tranquilidad—. No lo ha habido.

El alivio se reflejó en su cara de una forma casi física. Cuando entré, no me había dado cuenta de que parecía haber envejecido, pero ahora volvió a ser ella misma. Hasta se puso algo contenta, al menos en comparación con los momentos anteriores, y me dio palmaditas en el hombro mientras decía:

—Bueno; en ese caso, intenta contarme lo que pasó de verdad y cómo pueden la profesora Baxter y Sally malinterpretar lo que vieron…

En cierto modo me alegré de que mi padre llegara no mucho después, porque no era capaz de concentrarme en las preguntas de mi madre. Solo era capaz de pensar que le habia dicho; había mentido a mi madre por primera vez en mi vida.

Cuando mi padre llegó (me enteré más tarde de que mi madre le había llamado a la oficina y de que él había cogido un taxi; no había querido esperar el metro), su rostro estaba gris. Yo no podía moverme. Mi madre se levantó del sofá de inmediato y dijo:

—Está todo bien, George. tiffany no sabe muy bien por qué la profesora Baxter y Sally se han confundido tanto, pero ha sido todo un terrible error. Creo que la directora Poindexter y la profesora Baxter se lo han tomado demasiado a pecho, sobre todo la directora: ya sabes que se está haciendo mayor, y con la campaña tan…

Pero me di cuenta enseguida de que mi padre no prestó atención a nada de eso; ni siquiera lo oía. Mi madre volvió a sentarse en el sofá junto a mí y mi padre me miró fijamente con sus sinceros ojos marrones y dijo:

-¿pelea?

Y, oh, Dios, yo respondí:

—Papá, ¿te traigo algo de beber?

—No, gracias —dijo él, y fue él mismo a la cocina a servir copas para él y para mi madre. Luego se sentó en su sillón y dijo con cuidado—: A ver, me cuesta decir esto. Ni siquiera sé cómo enfocarlo, pero… en primer lugar, quiero que sepas que estaré contigo con lo que decidas hacer; tiff, yo te apoyo, sea cual sea la verdad. Eres mi hija. No he dejado de repetirme eso en el taxi mientras venía: es mi hija, mi…

—George… —empezó a decir mi madre, pero él la ignoró.

—Eres mi hija —volvió a repetir—, y te quiero. Eso es lo más importante siempre. —Sonrió débilmente—. Con perforaciones de orejas y sin ellas. —Su sonrisa se desvaneció—. Pero debo decirte, tiff (y he hablado de esto con tu madre todavía menos que contigo, excepto cuando venías a casa tarde), que, a pesar de lo mucho que aprecio a tu amiga taeyeon y de lo mucho que admiro su forma de cantar ; a pesar del cariño que le tengo, no me ha pasado desapercibida la… intensidad con la que os relacionáis ambas… Me sentí como si se me congelara el estómago.

—George —volvió a decir mi madre. Solo había dado un sorbo a su copa; la sostenía como si se hubiera olvidado de ella y fuera a dejarla caer en cualquier momento—, George, las amistades adolescentes son así: intensas y hermosas. —Me rodeó con el brazo—. No se la estropees, por favor. Esto es terrible para tiff y para todos nosotros; seguro que para taeyeon tambien. Y piensa en las profesoras Stevenson y Widmer.

—Ya, ya; pensamos en las profesoras Stevenson y Widmer —repitió mi padre con voz sombría.

Mi madre fue la única que se sorprendió; la congelación se endureció de mi estómago al resto de mi cuerpo.

—Siempre he tenido la duda con esas dos —dijo mi padre. Después dejó un golpe la bebida en la mesa—. ¡Bueno! Y vamos a ver, ¿Qué más da si dos profesoras de la Foster son lesbianas? Son unas profesoras de la hostia y, hasta donde yo sé, también son buenas personas. Especialmente esa tal Widmer: mira los poemas que ha escrito ldo este año, mira cuánto ha mejorado tiffany en Lengua. Al diablo todo lo demás. No me importan sus vidas privadas, ni las de nadie. Al menos yo… —Volvió a coger su copa y bebió un gran trago de ella—. Maldita mar, tiff. Siempre había pensado que… que no tenía problema alguno con cosas como la homoualidad. Pero ahora, al enterarme de que puede que mi hija sea…

—¡Pero no lo es! Me ha dicho que ella y taeyeon son solo amigas —insistió mi madre.

Quise decírselo a mi padre en ese momento; lo deseé tanto que estuve a punto de pronunciar las palabras. Y si no le hubiera mentido a mi madre antes, si hubiéramos estado solos entonces, creo que se lo habría dicho.

—tiff —dijo mi padre—, te he dicho que te apoyaría y lo haré. Y ahora mismo estamos todos demasiado alterados para hablar más sobre esto, así que en un rato os voy a llevar a comer por ahí. Pero cariño, sé que no está de moda decir esto, pero… mira, quiero muchísimo a tu madre, y os quiero muchísimo a ti ya leo, y por eso tengo que decirte que nunca he creído que los homouales pueden ser felices del todo. No pueden tener hijos, para empezar, así que olvídate de tener una familia de verdad. Cariño, tú vas a ser una arquitecta brutal, tremenda…, pero también quiero que seas feliz en otros aspectos, como tu madre. Quiero que tengas un marido y niños. Sé que puedes hacer ambas cosas…

 

«¡Soy feliz!», intenté gritarle con la mirada. «¡Soy feliz con taeyeon! Ella y mi trabajo son lo único que necesitaré, y ella también es feliz. O lo éramos hasta que pasó todo esto…».

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Fuimos a comer durante un largo rato, mientras intentábamos mantenernos de buen humor y hablábamos de todo excepto de lo que había pasado. Después, mi madre me llevó de compras con el pretexto de aprovechar el tiempo libre para empezar a comprarme la ropa que necesitaría para ir al MIT. Creo que en realidad me sacó de casa para que mi padre fuera el único que estaba allí cuando Chad llegó de clase.

Cuando volviéramos al piso, mi madre y yo paramos en la pescadería. Compró pez espada, que me encanta, y aquella noche cocinó mis platos favoritos, como si fuera mi cumpleaños. No obstante, la cena fue algo tensa: leo solo habló cuando le preguntaban y no me miró a los ojos ni siquiera cuando cruzó unas palabras conmigo, aunque tampoco fueron muchas.

Después de cenar, llamé a Sally. No sabía muy bien lo que iba a decir, tal vez una disculpa por haber visto involucrada de aquella forma. Pero me colgó el teléfono.

Cuando taeyeon llamó, más tarde aquella misma noche, yo estaba tan nerviosa que lo único que fui capaz de hacer fue llorarle al teléfono. Volvió a llamar después y habló con mi madre, que le aseguró que se me pasaría, que todos superaríamos el bache y cosas así. Supongo que no resultó muy reconfortante.

A la mañana siguiente, cuando me levanté, el sol se colaba por entre las rendijas de mi persiana y, durante un segundo; un solo segundo, todo estuvo bien. Acababa de despertar de un sueño (un sueño maravilloso en el que vivía con taeyeon) y creo que esperaba de verdad encontrarmela a mi lado. Pero, por supuesto, no estaba allí. Y entonces todo volvió a mí con la intensidad de una tormenta: las caras de estupefacción de Sally, de leo, de mis padres… y fue como si el aire pesara, me ahogara y me impidiera respirar.

Intenté imaginar cómo sería que la gente siempre reaccionara de aquella forma ante mi relación con taeyeon: que se sintieran heridos o nos tuvieran lástima, que se preocuparan por nosotras o se sintieran amenazados; incluso que se rieran de nosotras. No tenía ningún sentido para mí. Era muy, muy injusto, pero también horrible.

 

Oí a mi madre caminar por el piso, pero no me apetecía verla, así que me quedé en la cama un rato mientras observaba cómo se colaba el sol por la persiana e intentaba no pensar en nada más. Pero entonces recordé que aún tenía que entregarle mi discurso a Sally, así que me levanté y me vestí, con ganas de zanjar el tema lo antes posible.

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Decidí esperar a Sally al salir de clase. Antes de encontrarme con ella, me crucé con dos estudiantes de primer año y escuché que uno de ellos decía algo como:

—Prefiero mil veces a la profesora Widmer antes que a esa sustituta reseca.

El otro respondió:

—Sí, pero la que han cogido para Arte no está tan mal. Al menos es joven.

No me enteré de mucho más; tal vez los bloqueé mentalmente o dejaron de hablar. Me dije a mí mismo que, del mismo modo que me habían expulsado también a mí, seguramente las profesoras Stevenson y Widmer también habrían recibido un castigo y que, si iba a haber una vista para tratar mi caso, seguramente ellas tendrían una.

Entonces vi a Sally. Es curioso; lo recuerdo como en contornos, más o menos. Sally y yo éramos como los perfiles de unas sombras que se miraban fijamente una a otra en las escaleras. Creo que la saludé con algún monosílabo, nada muy efusivo, pero Sally me miró sin decir nada, así que yo dije fríamente:

—Aquí tienes el discurso. Siento que se me olvide ayer. Te puedo ayudar a reescribirlo si quieres.

Fue como si no me oyera. Siguió mirándome mientras sacudía la cabeza e ignoró el discurso que yo le tendía.

—¿Cómo ha podido? —dijo con un hilo de voz—. ¿Cómo ha podido… con una chica? Es que no me lo puedo creer… Es decir, imagino que se hubiera enterado a alguien más, alguien de fuera. Walt dice que eso podría haber arruinado la campaña. La gente tiene que controlarse si… si siente esas cosas. Es asqueroso.

Había vuelto a pensar en pedirle disculpas por haberle causado un disgusto, pero entonces me enfadé de verdad.

—Sally, esto no tiene nada que ver contigo —me oí decir—. Tú no tienes por qué sentir asco de nada.

Pero ella seguía sacudiendo la cabeza.

—Claro que tiene que ver conmigo —dijo—. Todo lo que hacemos tiene efectos en los demás. Que hacer. Mira lo de las perforaciones de orejas.

Intenté explicarle que las dos cosas eran distintas, que perforar orejas no era lo mismo que querer a alguien y que lo estaba relacionando todo de una forma incorrecta; pero ella exclamó, mientras la obligaba a coger el discurso:

—¡Querer a alguien! Es lujuria, no amor. ¡Lee la Biblia, tiff! La profesora Baxter me enseñó que incluso se menciona ahí. Lee el Levitico; lee el 1:26 de los romanos.

No supe qué decir entonces; puede que no dijera nada. No estoy muy seguro de que sea capaz de pensar más.

 

Sí que recuerdo volver a casa, leer el Levítico y los Romanos y volver a echarme a llorar.

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