El inicio de todo.
Rivales (YunHa Ver.)Septiembre, Inicio de clases.
Choi Yuju tenía razones para estar nerviosa, era su primer día de clases. Después de las vacaciones familiares durante esos dos meses había olvidado completamente que tendría que volver al instituto. Ahora cursaba su primer año de secundaria. Esperaba que cualquier compañero de su escuela anterior estuviese en la misma clase que ella, aunque no serían muchos.
Echó su cabello oscuro hacia atrás como un acto nervioso, sentía las manos bañadas en sudor al entrar al salón. Habían muchos chicos y chicas que no reconocía, comenzaba a sentirse nerviosa, en verdad. Eso, hasta que logró vislumbrar una cabellera cobriza entre la multitud y prácticamente saltó, pegando gritos.
—¡Sowon!—la llamó, emocionada. Mientras se acercaba a la chica alta.
La mencionada pareció reconocerla y se lanzó a abrazarla. Su amiga era mucho más alta que ella y siempre andaba sonriendo, sus ojos eran marrones claros y su piel más oscura que la de Yuju.
Eran todo lo contrario. La piel de la ojiverde era blanca y su cabello oscuro, que le hacía resaltar sus ojos de un verde brillante.
—¡Choi Yuna, gracias a Dios! Pensaba que estaría sola—le sonrió y fueron juntas a sentarse, en el salón.
—¿Has visto a alguien más? Yo juraba que estaba sola, no muchos se matriculan en este instituto—comentó, cruzando las piernas. Yuju se recostó en la mesa.
—Hasta ahora sólo tú, pero es mejor así—confesó con una sonrisa juguetona.
Los estudiantes iban entrando al salón y la ojiverde no reconocía a nadie, parecían estar en mundos diferentes. Yuju era una chica relajada. Podría durar todo el día dibujando o escuchando música, también utilizaba ropa cómoda: unos vaqueros ajustados, camiseta blanca, zapatillas deportivas y una chamarra.
Ella no tenía muchos amigos pero en estos momentos se encontraba feliz con Sowon, desde casi siempre habían sido amigas y ahora no estarían solas. Se tenían la una a la otra.
Las chicas estuvieron un rato conversando sobre sus vacaciones, hasta que Yuju escuchó unas risas.
Por la puerta del salón entraron dos chicas, ambas eran castañas y parecían hermanas. Pero quien capturó la atención de la ojiverde fue la castaña más baja. Lograba emanar alegría mientras reía por uno de los chiste de la otra chica, quien era más alta y de cabello liso.
Sus miradas se encontraron por unos segundos. Yuju se perdió en unos ojos chocolates tan profundos como el océano. «Claro, un océano de chocolate, por supuesto».
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