Tiffany torció el gesto.

—Vaya..., no me refería a eso.

—Oh, ¿creíste que me había olvidado de lo horrible que fue para mí el instituto por tu culpa?

—Tampoco me refería a eso. Esperaba que me dejases darte una explicación.

Alguien chocó con Taeyeon, haciendo que le salpicase el ponche de la copa que tenía en la mano.Tiffany la sujetó por los brazos para que no cayese. La reprimenda murió en los labios de Taeyeon, interrumpida por la mirada asesina que Tiffany lanzó a la persona que la había empujado. A Taeyeon le pareció oír una dócil disculpa y Tiffany bajó la vista, más calmada. Se sorprendió al reparar en que aún seguía sujetándola por los brazos, pero tardó unos segundos en soltarla.

—Lo siento.

Taeyeon le habría preguntado «¿por qué?» si hubiese sido capaz de hablar. Se puso colorada de la cabeza a los pies. Aquello no tenía que ser así. Había pensado echarle en cara a Tiffany todas las cosas horribles que le había hecho. Quería demostrarle que no era la chica flacucha y blandengue de otro tiempo; y, sin embargo, se estaba comportando como una adolescente loca de amor. «No, no, nada de loca de amor. ¡Qué desafortunada combinación de palabras.»

—¿Podemos ir a algún lado y hablar unos minutos, por favor?

Taeyeon estudió a la mujer de aspecto serio que tenía delante y se le ocurrieron unos cuantos comentarios mordaces, ninguno de los cuales afloró a su boca.

Lo que más la impresionó fue el «por favor». Taeyeon jamás habría imaginado que oiría esa palabra en labios de Tiffany Hwang, y mucho menos dirigida a ella. Tiffany se mordió el labio inferior, un gesto insignificante e inocente que Taeyeon no habría notado si no estuviesen tan cerca la una de la otra para hacerse oír por encima de la estruendosa música.

En la mente de Taeyeon anidó una idea familiar: «Sus ojos son negros. Si no fuesen negros, serían del color castaño más oscuro que existe».

—Te concedo dos minutos —dijo Taeyeon con severidad—. Pero creo que pierdes el tiempo. Tiffany soltó un audible suspiro.

—¿Qué te parece allí? —preguntó.

Taeyeon siguió la mirada de Tiffany hasta una puerta que daba al vestuario de chicas y se le erizó el vello de los brazos. Debía de estar bromeando. ¿Acaso había olvidado que el vestuario era el último sitio en el que se habían visto antes de que se desatase la catástrofe? ¿Era otro tipo de asqueroso acoso entre adultos? ¿Fingir que no sabes que estás provocando que los malos recuerdos se agolpen en la cabeza de la otra persona?

Muy bien. Si quería jugar, jugarían. Taeyeon asintió con la cabeza y se dirigió rápidamente al vestuario. «No tienes ni jodida idea de con quien estás jugando.»

Taeyeon empujó las puertas de vaivén del vestuario, se volvió y esperó con los brazos cruzados y las piernas firmes. Tiffany entró y se detuvo bruscamente al verla a escasos metros de la entrada.

—Di lo que tengas que decir —apremió Taeyeon, encantada de parecer más segura de lo que se sentía.

—En primer lugar, quería decirte que estás estupenda.

Taeyeon se habría quedado boquiabierta si la sorpresa no la hubiese dejado sin expresión. ¿Qué demonios era aquello? ¿Un cumplido?

—¿Me has pedido que venga aquí para que te cuente mis trucos de belleza?

—No, yo... yo...

¿Otra vez el rubor? ¿Y el tartamudeo? Aquella mujer era buena, realmente buena.

—No creo que vinieses para algo así.

Taeyeon había pensado no asistir a la reunión al menos media docena de veces. En el último momento alquiló un coche y condujo tres horas desde Portland. Se le ofrecía una oportunidad de oro de demostrar a Tiffany Hwang cuánto se había equivocado. Era una mujer de éxito, no una «insignificante don nadie», como había oído que Mackenzie le decía a una de sus amigas.

Se fue de su ciudad y llegó a ser alguien. Ya no era la rarita aterrorizada que se escondía detrás de su melena, al fondo de la clase. Quería restregarle todo aquello a Tiffany por las narices, y si de paso podía sacarle algún trapo sucio, mejor que mejor.

Pero la mujer que tenía delante no se parecía nada a la muchacha que había conocido. Oh sí, existía una similitud, pero los espesos cabellos negros no estaban recogidos en una austera cola de caballo o en rastas, y el uniforme escolar de Tiffany, consistente en vaqueros flojos y sudaderas, resultaría incongruente en un cuerpo tan bien formado. No obstante, seguía siendo Tiffany Hwang, la chica que la había llevado a empujones hasta los vestuarios sin previo aviso y la había llamado flaca y fofa, endiñándole el dolorosamente acertado calificativo de flaca/fofa.

Tayeon sintió un escalofrío y se frotó los brazos para entrar en calor. Los ojos de Tiffany repararon en el gesto, se detuvieron brevemente en los pechos de Taeyeon y se posaron en su rostro. No era la primera vez que Taeyeon veía a una mujer heteroual admirando sus pechos. Pero la expresión que captó fugazmente en la cara de Tiffany no tenía nada que ver con la valoración de los supuestos atributos de su oponente.
Deseo. Antes había albergado ciertas dudas sobre la ualidad de Tiffany, pero se disiparon en aquel momento. Se le endurecieron los pezones, y tendría que quitarse las reducidas braguitas que llevaba si quería estar cómoda el resto de la velada. « ¿Es eso? ¿Me pongo como una moto porque una mala pécora del pasado me mira de reojo? Es increíble.»