Capitulo 10

Ajuste de cuentas (Adapt. Taeny)

—Ya está, me lo he quitado —dijo, tímidamente. Lo dejó caer al suelo y se reclinó contra el frío cuero de la silla.

Tiffany cogió los pechos entre las manos y, al sentir los duros pezones, imaginó las manos de Taeyeon tocándolos.

—Ojalá te hubiese besado los pechos —susurró Taeyeon, y Tiffany la vio detrás de ella, besándole los pechos—. Son perfectos.

Tiffany sonrió.

—¿Cómo sabes que son perfectos? Taeyeon se quedó callada.

—Me basta con mirarte. Quise tocarlos desde el instante en que te vi. Quise besarte el ombligo, deslizar la lengua sobre tu cuerpo hasta que me pidieses que parara.

Taeyeon estaba provocando semejante incendio en su cuerpo que Tiffany tuvo que cerrar las piernas para contenerse.

—Abre las piernas, Tiffany.

Tiffany obedeció al momento y apretó los ojos con fuerza, a pesar de que ya los tenía cerrados.

—Taeyeon, tenemos que ir más despacio. Estoy a punto...

—No pasa nada. Bájate los shorts. —La voz de Taeyeon sonaba apagada, tierna, excitada, acalorada, apasionada, todo lo que Tiffany estaba sintiendo—. Imagina que estoy dentro de ti y que te toco. — Tiffany comprendió que Taeyeon le había dado una orden, así que obedeció—. No presionaría demasiado, sino que sería muy delicada. ¿Puedes abrirte un poco más, Tiffany?

Tiffany asintió, recordó que Taeyeon no estaba allí y articuló un «sí» casi inaudible. La silla crujió cuando abrió las piernas todo lo que pudo. El aire acarició su humedad e imaginó a Taeyeon contemplando su pubis.

—No tienes ni idea de cuánto deseo tocarte. Si estuviese ahí, besaría tus preciosos muslos hasta que no aguantásemos más. Luego te besaría en los labios y te metería la lengua.

Tiffany  utilizó las yemas de los dedos para hacer lo que acababa de describir Taeyeon.

—Si la silla tiene brazos, ¿puedes poner las piernas sobre ellos?

—Tiffany así lo hizo, aunque perdió momentáneamente la capacidad de hablar. Taeyeon asumió que la había obedecido, porque poco después suspiró y dijo—: ¡Dios, qué bien estás! ¿Te gustaría que te besara?

—Sí, por favor.

—Te besaría ahí mismo. Deslizaría la lengua sobre tu clítoris. —Tiffany gimió mientras se perdía en el sonido de la voz de Taeyeon— Capturaría tu clítoris entre los labios y lo saborearía con la lengua—  Tffany apartó la boca del teléfono. Estaba jadeando. Recordó la expresión del rostro de Taeyeon cuando la condujo hasta el o en la fiesta.

—Apuesto a que estás muy mojada, Tiffany. Si quisiera introducir un dedo, podría hacerlo sin problema, ¿verdad?

—Sí.

—Me encantaría hacerlo. ¿Qué te parece?

—¡Oh, Dios, sí! —exclamó Tiffany y le pareció oír cómo Taeyeon se alejaba del teléfono y gemía.

—Cuéntame qué me estoy perdiendo —dijo Taeyeon, y Tiffany introdujo un dedo en el ardor provocado por la mujer que deseaba en secreto desde hacía tantos años.

—Estoy mojada y... casi a punto. Creo que si no tengo cuidado...

Taeyeon la interrumpió.

 

—No quiero que te corras. Aún no.

—De acuerdo —aceptó Tiffany, mordiéndose el labio inferior.

—Saca el dedo. Tiffany protestó.

—Por favor, Tiffany.

—Está bien. —Tiffany retiró el dedo muy despacio y notó un hilillo de humedad entre las nalgas.

—Mételo en la boca. Dime a qué sabe. Tiffany deslizó la lengua sobre el labio inferior, se introdujo los dedos húmedos en la boca y casi lanzó un gemido. Su cuerpo experimentó una sacudida mientras su mente evocaba de nuevo la imagen del cuerpo y el rostro de Taeyeon retorciéndose de placer. A Tiffany le había encantado el sabor de Taeyeon en aquel momento.

—Dímelo —ordenó Taeyeon.

—Sabe a ti. Igual que sabías tú. Dulce y salado a la vez, ya...

—¿Y a qué?

—A o. Sabe a deseo, a necesidad ya...

—Mételos de nuevo.

Tiffany lo hizo, separando los labios de la , de modo que el clítoris hinchado y orgullosamente erecto quedó expuesto al aire refrescante. Deslizó el dedo por un lado y luego por el otro, y lo apretó antes de moverlo rápidamente arriba y abajo.

—Ahora mete dos dedos.

Tiffany obedeció, jadeó, se sacudió y casi se corrió, pero cerró las piernas contra su propia mano para contenerse.

—No cierres las piernas, Tiffany. Déjame entrar.

—Taeyeon parecía muy sofocada.

Tiffany puso las piernas sobre los brazos de la silla y echó la cabeza hacia atrás, sujetando el teléfono entre la oreja y el hombro. Imaginó a Taeyeon penetrándola, con los dedos de los pies curvados, y reprimió el inminente o. Un leve jadeo fue lo único que oyó durante varios minutos, mientras introducía los dedos, los sacaba lentamente y, luego, volvía a penetrarse, hasta que le pareció que las piernas no formaban parte de su cuerpo y que sus caderas se despegaban de la silla.

Tiffany murmuró el nombre de Taeyeon y la parte inferior de su cuerpo se sacudió.

—Taeyeon —repitió, y entonces ocurrió. Todo su cuerpo se aferró a sus dedos. Creyó oír a Taeyeon animándola, pero se contuvo como siempre que se lo ponían fácil. Trató de reprimirse, de demorar el final, pero no pudo. Se arqueó contra los dedos y sintió las oleadas del o en su interior con tanta fuerza que no logró mantener el teléfono en su sitio. Oyó que caía al suelo, mientras su cuerpo se sacudía por última vez, se dobló sobre los dedos hundidos en el o y vio el rostro de Taeyeon cuando ella le proporcionó el suyo.

—¿Sigues ahí?

—Pues claro —susurró Taeyeon. Le dolían los labios de tanto mordérselos. Su aliento provocó una mancha fantasmal en el exterior de la ventana de Tiffany, que desapareció lentamente. Hubiera debido sentirse avergonzada, pero no se sentía así. Estaba demasiado excitada para albergar la menor culpa. Tal vez si Tiffany hubiese aceptado la oferta de Jessie, habría sido más fácil resistir. Habría ido a ver a los Horvejkul y les habría contado lo que querían oír. A Jessie se la había recomendado encarecidamente un investigador privado cuya especialidad eran los casos de infidelidad. Taeyeon se dio cuenta, al ver la expresión ofendida de la mujer al salir del gimnasio, que no estaba acostumbrada a que la rechazasen.

Taeyeon tenía que buscar la forma de avisar a Tiffany de la poca privacidad que ofrecían las persianas de la ventana. Cualquier curioso podía apostarse en el exterior y hacer lo que había hecho ella: espiar a través de los agujeritos oblongos de las tablillas. Taeyeon sabía que Tiffany vivía en la inseguridad.

—Si crees que hemos ido demasiado lejos, lo lamento —se disculpó Taeyeon. Su mano se acercó a la ventana para tocarla, pero retrocedió y la dejó caer.

—No lo lamentes. No has sido tú. Ha sido un día extraño.

—¿Quieres decir que no practicas o telefónico con una persona casi desconocida todos los días? —«Maldita sea, ¿por qué me siento tan culpable?» Aunque no fuese cierto lo que decían los Horvejkul, Tiffany podría haber evitado aquello en cualquier momento. No era culpa de ella. «De acuerdo. Sólo estabas aquí fuera, con la frente pegada al cristal, como una vulgar mirona.»

—Por desgracia, no. No suelo tener ocasión de practicar o telefónico con una mujer despampanante.

Tiffany sonreía y Taeyeon podría haber seguido mirándola hasta el fin de sus días. Pero Tiffany se dio la vuelta y se puso de cara a la mesa, de modo que Taeyeon sólo veía la parte superior de su cabeza y una mano delgada aferrada al tapizado de la silla.

—Creí que las mujeres te perseguían. —Fue una afirmación estúpida, pero era la única manera de darle pie a reconocer que estaba casada, reconocer algo, aunque no lo hizo. Las emociones de Taeyeon oscilaban desde la decepción con Tiffany por no ser sincera hasta la ira contra sí misma por empeñarse en confiar en ella. ¿Qué más daba si Tiffany decía la verdad? Aquella mujer estaba casada. Y ése era el meollo del asunto.

—No, yo... Es curioso, pero hoy he tenido una nueva clienta que ha manifestado claramente su interés.

Taeyeon se mordió el labio inferior. Jessie había manifestado claramente su interés. Había hecho de todo, salvo tirar a Tiffany al suelo y sentarse encima de ella. Para eso la había contratado. Taeyeon se sorprendió muchísimo al ver salir a Jessie del gimnasio con expresión frustrada y segura de que Tiffany no era gay. Recordó la fiesta y la hábil lengua de Tiffany, pero no dijo nada. Debía caminar el largo trecho que había hasta su coche e irse. Tenía que llamar a los Horvejkul y decirles... ¿qué? ¿Que su nuera no era gay? Sería una mentira. Tiffany era gay sin la menor duda.

—¿Acaso no era tu tipo? Eso suponiendo que no aceptases su oferta.

—Supones bien. No diría que no era mi tipo, precisamente.

—Sin embargo, hay un «pero». —Taeyeon contempló la nuca de Tiffany, aunque no obtuvo pistas sobre sus pensamientos hasta que habló.

—No me acuesto con todo el mundo, Taeyeon. Sé que tal vez te cueste creerlo, después de lo que ocurrió en la fiesta y de lo que acaba de suceder, pero hace mucho tiempo que no estoy con nadie.

—Déjalo, por favor. —Taeyeon no supo de dónde salió aquel brote de furia, pero no soportaba que Tiffany le mintiese.

—¿Qué he dicho?

—Nada. Sólo quiero verte. —«Mierda.» Tenía que sacarse a aquella mujer de la cabeza para poder seguir con su vida. Exprimir a los Horvejkul y su dinero. Aquello iba mucho más lejos. Había metido la pata al liarse con Tiffany y la única forma de solucionarlo era contándole la verdad.

— Necesito verte, Tiffany. ¿Quieres verme? —preguntó, aunque sus pensamientos se precipitaban en otra dirección— «Dime que no, Tiffany. Dime que estás casada y que has cometido un error. Dime que no me deseas como yo te deseo a ti, que todo era un juego.»

—¿Cuándo? —Con una sola palabra Tiffany consiguió romper el corazón de Taeyeon y llenarlo de esperanza a la vez.

—Mañana. Puedo estar ahí a las ocho. En el mismo hotel en que me alojé durante la fiesta. —Ver de nuevo a Tiffany era un error, Taeyeon lo sabía, pero tenía que solucionar aquello. Tenía que descubrir qué clase de vínculo la unía a aquella mujer. De lo contrario, no podría apartarla de su mente. Tal vez sólo fuese o. Sí, tenía que ser sólo o. Pero nunca le había gustado mantener relaciones con mujeres heterouales, y mucho menos casadas y con suegros como los Horvejkul. Aquello era pedir guerra abiertamente. ¿O no?

—No puedo —respondió Tiffany. Taeyeon tragó saliva.

—¿No puedes o no quieres?

—Lo siento. Tengo una cita mañana por la noche y no me es posible aplazarla. Taeyeon tragó saliva de nuevo.

—De acuerdo. ¿Y después de la cita? Tiffany pareció dudar.

—No sé cuánto durará.

«Tal vez no quiere verme.» Sólo de pensarlo Taeyeon se sintió tan decepcionada que le dio miedo. «Esto no es bueno.»

—Escucha, no importa.

—No digas eso. No pretendo escaquearme. Me he pasado la semana pensando en ti —afirmó Tiffany— Créeme, si pudiese librarme de esa cita, lo haría.

—Te creo —dijo Taeyeon, cuya boca dibujó una sonrisa bobalicona. Se sentía como una adolescente con su primer ligue.

—Bien. Estás sonriendo, ¿verdad? —preguntó Tiffany.

—Sí. ¿Y tú?

—Quizá.

—¿Por qué quizá?

—Depende de cómo respondas a la siguiente pregunta.

—De acuerdo, pregunta.

—¿Te gustó tu clienta? ¿La que te tiró los tejos? ¿Es por eso que...?

—No, en absoluto. Sólo pensaba en ti.

Taeyeon suspiró. Podría haber dicho algo estúpido, como «¡qué bien!», pero se abrió una puerta y la situó en la realidad.

—Te llamaré mañana desde el hotel —dijo y colgó.

Taeyeon trató de esconderse entre las sombras, pero se dio cuenta de que Nick Horvejkul la había visto, pues dudó y luego se dirigió hacia ella. «Mierda, mierda, mierda», susurró Taeyeon, se agachó e hizo como si estuviese vomitando.

—Eh, ¿se encuentra bien? —Nick parecía tan preocupado que Taeyeon se sorprendió. Dudaba que los padres de Nick se hubiesen molestado en comprobar qué le ocurría a una desconocida.

—Sí, estoy bien. Es algo que me ha sentado mal en el estómago.

—De acuerdo. No pensará conducir, ¿verdad? —preguntó Nick con suspicacia. Taeyeon prefería que Nick pensase que estaba borracha a que estaba haciendo lo que había hecho: espiar a su mujer mientras practicaba o telefónico con ella. «Al diablo con todo.»

—No, por supuesto. —Taeyeon se irguió, pero mantuvo el rostro oculto.

Miró de reojo y pudo distinguir el hoyuelo de la barbilla de Nick y sus cabellos ondulados. Nick Horvejkul parecía demasiado indolente para alguien como Mackenzie. Ella había cambiado mucho en diez años, pero seguía rebosando vehemencia.

—Oiga, ¿quiere que llame a alguien o que la lleve a algún sitio?

—Estoy bien. Sólo es algo que he comido.

Nick seguía con el entrecejo fruncido cuando Taeyeon empezó a caminar.

—¿Vive por aquí? —preguntó, obligándola a parar y haciendo que se le helase el corazón. Taeyeon se recuperó enseguida.

—No, he venido por motivos de trabajo. Gracias por su interés, pero estoy bien. —Taeyeon se volvió y reanudó la marcha. Tendría que dar un rodeo para ir hasta el coche. Al doblar la esquina, miró por encima del hombro y vio que Nick miraba primero la ventana del despacho de Tiffany y luego hacia donde ella estaba. Mierda, ¿qué tenía aquella mujer que le hacía perder la cabeza? Casi la habían sorprendido espiando y ¿para qué? Taeyeon parpadeó, temiendo responder su propia pregunta. Aquello era ridículo. Tenía que acabar de una vez. Tenía que darles a los Horvejkul la información que buscaban, o mandarlos al infierno. Tenía que alejarse de Tiffany Hwang antes de que olvidara por qué la odiaba tanto.

Tiffany y Nick entraron en el restaurante juntos, como dos guerreros preparados para el combate. Como habían supuesto, los padres de Nick ya estaban esperando, y la expresión borrosa de Barb daba a entender que se había tomado unas cuantas consumiciones: unos Martini tan secos que su olor hizo toser a Tiffany.

—¡Oh, genial! Creo que mi madre está como una cuba. —Nick dominaba el arte de hablar sin mover los labios. Mackenzie asintió.

—Eso parece, pero no te confíes demasiado.

Nick debería conocer mejor a sus padres, pero era más optimista que Tiffany. Creyó que sus padres se alegrarían cuando les dijo que se iba a casar con Tiffany cuatro años antes. Y se equivocó. Tiffany siguió a Nick hasta la mesa: se sentía muy cansada y pensaba dejar que Nick tomase la iniciativa.

—Buenas noches, papá, mamá. —Nick besó a su madre en la mejilla y estrechó la mano de su padre.

Tiffany besó la mejilla reseca de Barb y reprimió la tos cuando el olor de la copa de la mujer le irritó las fosas nasales. Luego rozó la mejilla de su suegro y le preguntó por su partido de golf. Como era de esperar, el golf rompió el hielo, y Arnult se lanzó a contar una divertida historia. Tiffany supuso que era divertida porque Arnult no paraba de reírse. Intentó imitarlo, pero no lo logró. Barb la miró por encima del borde de su copa. Era la víbora de la pareja. Callada, impredecible y cruel. Por suerte, su única debilidad era fácil de conseguir. Tiffany llamó al camarero.

—¿Podría traernos un vaso de agua con lima y otra copa para mi suegra? —Tiffany miró a Barb como si le pidiese permiso y, como suponía, Barb asintió. Le dio las gracias al camarero y sonrió a Barb, pero ésta no le correspondió.

—Tienes los hombros demasiado anchos para llevar un vestido sin mangas, querida.

Tiffany se miró el vestido, que se había comprado para la ocasión, porque Nick le había dicho que, si iba con pantalones, molestaría a su madre innecesariamente.

—Al fin y al cabo mi profesión tiene que ver con los músculos.

—A mí me parece que Tiffany está fantástica, mamá.

Tiffany miró a Nick, sorprendida de que la defendiese en un asunto tan banal, cuando en el pasado la había dejado sola ante cuestiones mucho más importantes.

—En fin, en mis tiempos las mujeres se conformaban con parecer mujeres. —Lo dijo con una altivez que habría resultado ofensiva si Tiffany no supiese que aún quedaba lo peor.

—Las cosas han cambiado desde nuestros tiempos, Barb. Deja en paz a Tiffany. —En ese momento fue Arnult quien la sorprendió. El camarero apareció con las consumiciones y les preguntó si querían pedir la cena. Barb le dijo que sí, pasando por alto el hecho de que ni Tiffany ni Nick habían visto el menú.

Mientras Barb y Arnult pedían la cena, Tiffany echó un vistazo al menú. Nick pediría lo de siempre: un plato de pasta cubierta de crema o de queso.

—Nick, cariño, estás engordando. —Todos se quedaron callados—. ¿Por qué no pides la ensalada Nicoise? Es estupenda y no le ponen muchas patatas.

El camarero esperó al lado de Barb, con el bolígrafo preparado. Una oleada de emociones se reflejó en el atractivo rostro de Nick. Como siempre, Tiffany sufría por él y esperaba que se revelase contra sus padres, aunque fuese por algo tan intrascendente como la cena.

—Tienes razón, mamá. La ensalada Nicoise me parece muy bien.

Tiffany perdió el apetito y pidió una sopa de cebolla con una guarnición de ensalada.

El camarero se alejó con el pedido, y Tiffany bebió un poco de agua. Era el momento de abordar el tema desagradable. Aunque Barb no tenía inconveniente en ridiculizar a su hijo delante de los demás, jamás se ridiculizaba a sí misma, por eso Tiffany y Nick habían querido reunirse en aquel lugar con sus padres. El restaurante tenía fama de atender con rapidez; por tanto, si actuaban con celeridad, podrían tardar como mucho una hora. Los pensamientos de Tiffany se centraron en Taeyeon, que la esperaba en el hotel, pero enseguida se obligó a abordar la desagradable tarea que la esperaba.

—Barb, Arnult, os hemos invitado a venir aquí porque tenemos que deciros algo.

Barb clavó los fríos ojos azules en Tiffany, pero no dijo nada.

Tiffany tragó saliva y, sorprendida, vio que Nick le cogía la mano sobre la mesa en una muestra de solidaridad. ¿O sólo se estaba preparando para lo que les esperaba?

—No es fácil decir algo así —continuó Tiffany—. Por tanto, me limitaré a decirlo y espero que me... nos... deis ocasión de explicarlo.

—Nos vamos a divorciar —declaró Nick; Tiffany se puso tensa y miró a Arnult y a Barb.

En vez de mostrarse sorprendidos, los padres de Nick apenas se inmutaron.

—¿Has pensado en tu carrera? —preguntó Arnult.

—Hay muchos contables divorciados —respondió Nick.

—Se refiere a tus aspiraciones políticas —precisó Barb. Su tono de voz hizo que a Tiffany le dieran ganas de gritar «idiotas» y salir corriendo del restaurante.

—Mamá, no estoy muy seguro de que me interese la política.

—Tu abuelo decía lo mismo. Es una especie de vocación entre los hombres de nuestra familia. —Mackenzie esperó que Barb terminase su tercera copa antes de hablar.

—No se trata sólo de Nick, Barb. Los dos nos hemos dado cuenta de que nuestro matrimonio no funciona.

—¿Y qué pasa con Olivia? —preguntó Barb. Tiffany habría deseado que aquella pregunta precediese a la pregunta sobre la carrera de Nick. El hecho de que considerasen a su nieta algo secundario no contribuía a mejorar la idea que tenía de aquella gente. «Deberías haberlo pensado antes de casarte y entrar en la familia.»

—Olivia es demasiado pequeña para entenderlo, Barb. Pero, cuando tenga la edad suficiente, se lo explicaremos. Que nos queremos mucho, pero que cometimos un bonito error al casarnos. Bonito porque la tuvimos a ella, pero error al fin y al cabo, porque, aunque nos queremos, no estamos enamorados. —Tiffany miró a Nick y le sonrió.

—Eso es lo esencial del asunto —dijo Nick cuando apareció el camarero con las ensaladas, aplazando las réplicas de Barb.

Cuando el camarero se retiró, Barb dijo:

—Las mujeres jóvenes estáis obsesionadas con criar solas a los hijos. La maternidad es una gran responsabilidad.

Tiffany se mordió el interior de la mejilla para no decir: «A menos que te puedas permitir el lujo de tener una niñera permanente hasta que los hijos tengan edad para enviarlos a un internado».

—No puedes salir, ver a quién te dé la gana y hacer lo que te apetezca —continuó Barb—. Tenlo en cuenta cuando hables de divorcio. Los niños son muy impresionables. —La mirada de Barb no vaciló, y Tiffany tuvo la incómoda sensación de que había averiguado lo de la fiesta de aniversario, lo del taxi o, Dios no lo quisiese, lo del o telefónico.

—No pienso ir a ningún sitio, mamá. Sigo siendo el padre de Olivia. Y vosotros sois sus abuelos. Sigue teniendo los mismos padres. Sólo que no viviremos bajo el mismo techo.

Los otros clientes del restaurante se reían y hablaban de la comida, mientras en la mesa de Tiffany se comía en silencio. Tal vez fuese la última vez que tenía que soportar la pesada presencia de los Horvejkul en su vida. Aquella idea le produjo una sensación de alegría que sólo disminuyó cuando miró a Nick. Él nunca sentiría tanto alivio como ella, al menos mientras no quedase completamente limpio ante ellos. Por mucho que quisiese a Nick, sabía que nunca haría aquello por su propia voluntad. Nick era débil ante sus padres. Tiffany esperaba que su hija no tuviese que mentir sobre sí misma para complacerla a ella. Miró el reloj. Pasaban de las ocho. Le había dicho a Taeyeon que llegaría tarde, pero ¿en qué momento sería demasiado tarde? Lo intentaría de todas formas. Tenía que conjurar el frío provocado por la mirada glacial de Barb Horvejkul.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hola lamento la demora solo que han ocurrido muchas cosas y me han quitado tiempo :C pero aqui estoy de nuevo 

gracias por su apoyo y paciencia ^^ 

 

 

 

 

Queria preguntar ustedes se fijaron  que habia un fic taeny llamado el intercambio? bueno lo borraron yo lo querio adaptar pero no se quien es la autora para pedir permiso asi que mañana lo empezere a adaptar y si hay algun problema pues que lo borren xD o bueno que opinan ustedes????

 

 

 

Perdonen si hay errores ^^

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Comments

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skincrisday #1
Chapter 13: Que ha pasado? Porque desde el 2016 abandonaste la historia? Actualiza por favor es año 2020 y de seguro ya estas en mejor momento.
FlaCastro #2
Chapter 13: Graciiiiiias por actualizaaaar!!!! Estamos aqui atentoooos!! :3 :3 :3 :3
Enssei #3
Chapter 13: Ahh, no puede ser...
Drama dramita dramón, infaltable
Gracias por actalizar ♥
strawberryhearth #4
Chapter 8: gracias por continuarla. esta historia es muy bonita
KazKaz18 #5
Chapter 13: Como lo dejas ahí..... -.-
saramarmota #6
Chapter 13: hoooo margot
itaeyang9 #7
Chapter 6: Este capitulo me dejo sin aire ... lol
Gracias por el fic:)
FlaCastro #8
Chapter 12: Ooooh por Dios~ actualizanos pronto porfavooor~ amo esta historiaaa!! Porfavoor
saramarmota #9
Chapter 12: por que se quieren complicar tanto
LlamaAmerica #10
Chapter 12: Porque se complican tanto :'(