prefacio

𝙔𝙐𝘼𝙉𝙁𝙀𝙉 | » Vkook

Frente a él se encuentra nada más y nada menos que la inmensidad del mar Amarillo, a una altura de 25 metros, lo único que le espera si baja la mirada, es un mar bravo que choca contra las rocas de forma brusca. El viento sopla fuertemente moviendo su cabello ahora totalmente despeinado, tiene que hacer equilibrio para mantenerse fijo en el lugar debido a la fuerza que intenta dejarlo caer.

El sol ha sido opacado por grandes nubarrones negros que amenazan con una torrencial lluvia, a lo lejos ya se puede ver como los rayos iluminan parte del cielo y como el sonido de la descarga eléctrica retumba contra sus oídos. Este cierra los ojos para dejarse llevar por tal maravilla, podríais pensar que tiene miedo o que está nervioso por estar en aquel lugar, pero nada de eso, lo único que siente es una inmensa tranquilidad.

Vuelve a abrir los ojos para ver el movimiento del agua, una caída de tal magnitud y con el mar tan embravecido augura una muerte segura. Mira a su izquierda para toparse con la mirada de ojos miel del otro chico que se encuentra a su lado desde el principio, está sentado en una roca a la espera de que lleve a cabo lo que tenga en mente, odia el frío y allí sin duda ahora mismo, podrían estar a tan solo 7 grados.

-¿A qué esperas? – le pregunta impaciente, sabe perfectamente a que está esperando, pero quiere escucharlo de sus labios, porque ama escucharlo hablar.

-A que me beses.

Lo dice con voz firme, ya ha pasado la etapa de chico tímido con él, aunque a veces sigue siendo el mismo chico de siempre.

Tan solo pasan unos segundos antes de que tenga frente a él al chico que le roba el aliento, literalmente. Le da la espalda a aquella maravillosa vista, mientras que se enfrenta a una mucho mejor, una mucho más hermosa.

La belleza que este posee es superior a la de cualquier humano.

Siente sus manos presionarse en su cintura mientras un par de labios rosados hacen contacto con los suyos, siempre ha amado la forma de besar que tiene, tan experta e inmejorable, le hace trasladarse a otro mundo con tan solo una simple caricia de labios, lo hace querer desear mucho más, pero también le hace ser el hombre más querido de ese maldito mundo al que pertenece. Se separan cuando de nuevo el cielo grita enrabietado y, antes de que este vuelva a llamarles la atención, posa sus manos en el pecho del contrario y se impulsa hacia atrás para dejarse caer al vacío.

-Te quiero -. Es lo último que pronuncia.

 

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