capitulo 13

Taeyeon en mis pensamientos...
 

Fue hacia el final de las vacaciones, la mañana del jueves de la segunda semana. No encontraba al gato naranja, así que, cuando taeyeon llegó a casa, las dos lo buscamos en sus escondrijos favoritos. Finalmente, a ella se le ocurrió que a lo mejor había subido arriba del todo y fue a buscarlo a la tercera planta.

 

Era curioso porque a aquellas alturas prácticamente vivíamos en la casa, pero ninguna de las dos habíamos subido allí. Creo que nos seguía pareciendo una zona privada, como si fuera adecuado apropiarnos del resto de la casa, pero no de donde dormían las profesoras Stevenson y Widmer.

Después de que taeyeon hubiera pasado unos minutos arriba, me llamó con voz rara.

—tiff, ven —dijo. Su voz sonó débil y algo tensa.

Subí las estrechas escaleras y seguí su voz hasta el más grande de los dos dormitorios. taeyeon estaba de pie junto a una cama de matrimonio y sostenía al gato en brazos mientras miraba los libros de una pequeña estantería con puerta de cristal.

Yo también los miré.

—Dios mío —dije entonces—. ¡Son homouales! Las profesoras Stevenson y Widmer… son… son como nosotras…

—Puede que no —dijo taeyeon con precaución—. Pero…

Abrí la puerta de cristal y leí algunos de los títulos: Homoualidad femenina, de Frank S. Caprio. Safo estaba en lo cierto, de Abbott y Love. Patience y Sarah, nuestro favorito, de Isabel Miller. El pozo de la soledad, de Radclyffe Hall.

El gato saltó de los brazos de taeyeon y salió corriendo hacia abajo para encontrarse con su hermano.

—Es curioso —dijo taeyeon—. No las conozco, pero después de todo lo que me has contado… me lo preguntaba.

—A mí no se me había ocurrido jamás —dije, aún tan sorprendida que solo podía mirar la cama de matrimonio y los libros.

Desde luego, en clase las profesoras Stevenson y Widmer no habían dado ninguna señal de que fueran homouales. Luego se me ocurrió que las únicas «señales» que conocía eran clichés que no tenían nada que ver con ellas, como comportarse de forma masculina, no llevarse bien con los hombres o prestar demasiada atención a ciertas alumnas. Es cierto que una vez la profesora Stevenson se había enfadado porque un alumno había hecho un comentario homófobo horrible, pero también había visto enfadarse a mi padre por algo así, del mismo modo que la gente se enfadaba ante comentarios racistas.

taeyeon cogió uno de los libros y lo hojeó.

—Imagínate comprar todos estos libros —dijo—. ¿Te acuerdas de cuánto nos asustamos nosotras?

Asentí con la cabeza.

—Dios, algunos son muy antiguos —dijo taeyeon mientras investigaba los otros libros de la estantería—. Deben de llevar mucho tiempo juntas.

Cerró la puerta de cristal, se acercó a mí y apoyó la cabeza en mi hombro.

—Es terrible que estuviéramos tan asustadas de que nos vieran con libros que tenemos todo el derecho a leer —dijo. Después alzó la vista y puso las manos sobre mis hombros; le temblaban un poco—. tiff, no seamos así. No nos asustemos de comprar libros, no permitamos que nos dé vergüenza comprarlos ni los guardemos en una estantería secreta. No sería sincero ni correcto, sería negar… todo lo que sentimos la una por la otra. Ellas son mayores, tal vez tuvieran que hacerlo, pero… Ay, tiff, yo no quiero esconder la… la mejor parte de mi vida, de mí misma.

La atraje hacia mí; estaba temblando.

—taeyeon, taeyeon… —dije, y le acaricié el pelo, tratando de tranquilizarla—. taeyeon, cálmate, amor. Yo tampoco quiero esconderme, pero…

—¡La mejor parte! —repitió taeyeon con rabia, deshaciéndose de mi abrazo—. tiff, estas vacaciones han sido… —Volvió a la estantería y apoyó la mano contra la puerta de cristal—. No podemos encerrarnos en un armario como estos libros, pero eso es lo que va a pasar cuando volvamos a clase. Solo nos veremos por las tardes y los fines de semana, cuando tendríamos que poder estar juntas todo el tiempo, tendríamos que… —Se volvió hacia mí de nuevo. Tenía una mirada muy oscura, pero después sonrió: su rostro era mitad alegría, mitad amargura—. tiff, me gustaría fugarme contigo, que nos casáramos por ahí, maldita sea.

—Ya… ya lo sé —dije. La amargura había superado rápidamente a la alegría. La tomé de las manos—. Lo sé.

taeyeon se dejó abrazar de nuevo.

—tiff, tiff, no hay nada seguro, pero… yo estoy todo lo segura que puede estar una persona. Quiero abrazarte siempre, quiero estar contigo para siempre, quiero… —Sonrió con tristeza—. Quiero incluso que algún día seamos una pareja de viejecitas ya sin pasión ni nada. Que nos sentemos en mecedoras y nos riamos de lo pegajosas que éramos de jóvenes, al sol en algún porche…

—Al sol en nuestro porche —dije—. En Maine.

—¿En Maine?

—Sí.

Las dos estábamos más tranquilas ahora. Nos habíamos cogido las manos y sonreíamos.

—Vale —dijo taeyeon—, y nos meceremos una y otra vez, adelante y atrás, y te acuerdas de cuando éramos crías y le estábamos cuidando la casa a tus profesoras y resultó que eran lesbianas, y lo tensas que estábamos porque sabíamos que tendríamos que pasar los siguientes cuatro años en universidades distintas, empezando por aquel mismo verano, porque yo me iba a un estúpido campamento…

Nos tuvimos que obligar a salir de aquella habitación. Fuimos al otro dormitorio por hacer algo y porque sentíamos curiosidad, y era justo lo que nos esperábamos: el otro dormitorio no contaba. Toda la ropa estaba en los dos armarios y las dos cómodas del dormitorio grande, y la cómoda de la otra habitación solo contenía algunas cosas que no cabían: jerséis gruesos, calcetines de esquiar y cosas así. La cama de esa habitación era para una sola persona y las sábanas debían de llevar años allí. Era solo para aparentar.

—Nosotras no haremos eso —dijo taeyeon con firmeza cuando volvimos abajo, a la cocina, y calentábamos una sopa de champiñones—. Ni hablar, ni hablar. Si la gente se escandaliza, que se escandalice.

—Nuestros padres —dije mientras removía—. Mi hermano.

—Bueno, tendrán que saberlo, ¿no?

 

¿Vas a volver directa a casa a contarle a tu nana que eres homoual y que somos amantes? — pregunté con toda la delicadeza de la que fui capaz.

—Ay, tiff.

—¿Y bien?

—No, pero…

Apagué el gas; la sopa empezaba a hervir.

—Trae los boles.

taeyeon buscó en el armarito.

—Boles.

—Y si no vas a ir directa a casa a contárselo ahora, seguramente tampoco lo harás después.

—No les importará tanto cuando sea mayor. Cuando seamos mayores.

Vertí la sopa en los boles y abrí una caja de panecillos que había comprado el día anterior.

—Dará lo mismo —dije—. Entonces será igual de difícil.

—¡Maldita sea! Habla por ti, ¿no? —gritó taeyeon de repente.

Me tembló el bol en la mano; casi se me cae, y tuve ganas de tirar la sopa por el desagüe. En vez de eso, la volví a echar en la olla, cogí mi chaqueta y dije, lo más calmada que pude:

—Voy a salir. Cierra con llave si te vas antes de que vuelva, ¿vale?

—tiff, lo siento —dijo taeyeon sin moverse—. Lo siento. Es… es por la cama… Por saber que está ahí, con lo horrible que es el sofá y sabiendo que pasará mucho tiempo antes de que podamos volver a estar juntas otra vez… a estar juntas de verdad, quiero decir. Por favor, no te vayas. Tómate la sopa, ven. — Cogió mi bol y volvió a verter sopa en él—. Ven, por favor. Seguro que tienes razón con lo de mis padres.

Y tú tienes razón con lo de la cama —dije mientras la seguía hacia el comedor.

 

Comimos casi en silencio y, después, subimos al salón a escuchar música. Pero taeyeon se sentó en una butaca toda la tarde y yo en el sofá, y no volvimos a mencionar la cama ni a acercarnos la una a la otra.

_________________________________________________________________

 

Al día siguiente, el viernes, el día antes de que las profesoras Widmer y Stevenson volvieran a casa, limpiamos y nos aseguramos de dejar todo como lo encontramos, y después dimos un paseo largo y triste. Mis padres y leo iban a salir a cenar esa noche y, por primera vez en mi vida, sentí la tentación de mentirles y decirles que esa noche me quedaría en casa de taeyeon, y de pedirle a taeyeon que dijera a sus padres que pasaría la noche en nuestro piso para quedarnos en secreto en la casa de Cobble Hill. Pero ni siquiera se lo mencioné a taeyeon (aunque creo que repasé cada minuto posible en mi mente) hasta la mañana siguiente, cuando ya era demasiado tarde para organizarlo.

—Ay, tiff —me dijo taeyeon cuando se lo conté—. Ojalá me lo hubieras dicho. Yo también lo pensé.

—Lo habríamos hecho, ¿no? —dije con tristeza ante la certeza de que habría estado mal, pero que también habría sido maravilloso pasar una noche entera con taeyeon en un dormitorio de verdad: dormir juntas, despertar a su lado…

—Sí —respondió, y añadió—: Pero no habría estado bien. Habría sido… No tendríamos que haber hecho nada de esto en casa ajena.

Rellené el bol de agua de los gatos. Era la penúltima vez que les dábamos de comer y ya se restregaban por las piernas de taeyeon, expectantes.

Ya lo sé. Pero lo hemos hecho, y no pienso arrepentirme. Lo hemos ordenado todo. No tienen por qué enterarse.

 

Pero estaba muy equivocada.

____________________________________________________________

 

Ese sábado llovió mucho. Habíamos planeado dar otro paseo después de darles de comer a los gatos, o ir al cine, a un museo o algo. Sin hablarlo explícitamente, habíamos decidido no pasar más tiempo en la casa. Sin embargo, llovía muchísimo: parecía más una lluvia otoñal que de primavera, era pesada y calaba.

 

—Quedémonos aquí —dijo taeyeon, con la mirada fija en la cortina de agua que se veía por la ventana de la cocina mientras los gatos comían—. Podemos escuchar música. O leer. Nos portaremos… Ay, ¿Cómo lo digo? «Bien» no es la palabra. ¿Nos contendremos?

—No me fío yo mucho —creo que dije.

—No es que esté mal, tiff —dijo taeyeon con firmeza—. Es que no es nuestra casa.

—Sí, ya lo sé.

—Ojalá mi nana te viera. Ahora eres tú la que está sombría. —Me tiró del brazo—. ¡Ya sé! He visto La muerte de Arturo en el comedor. Ven, te voy a leer un cuento de caballeros.

Me pregunto por qué nos pasaba tan a menudo a taeyeon y a mí que, cuanto más tensas nos sentíamos en relación con temas adultos (como querer hacer el amor desesperadamente, sobre todo en aquel dormitorio, como si fuera el nuestro), más tontas nos volvíamos, como niñas pequeñas. Podríamos haber salido a pasear, aunque estuviera lloviendo. Podríamos habernos sentado tranquilamente a escuchar música, cada una en una parte de la

habitación, como el día anterior. Podríamos haber terminado los deberes que nos quedaban.

Pero no. taeyeon me leyó con grandes gestos dramáticos un capítulo del enorme libro artúrico negro y dorado, yo le leí otro y después empezamos a interpretar las historias en lugar de leerlas. Nuestros yelmos eran cacerolas, nuestras lanzas eran paraguas con gomas de borrar pegadas en la punta y nuestros guanteletes eran guantes normales; correteamos por la casa durante toda la mañana y nos enfrentamos en justas, rescatamos doncellas y luchamos contra dragones como si tuviéramos ocho años. Después, la era cambió: abandonamos nuestros yelmos-cacerola y Annie se ató la chaqueta de leñador sobre los hombros como si fuera una capa de Los tres mosqueteros. Nos enzarzamos en una batalla de espadas con nuestros paraguas-floretes por toda la casa, subiendo y bajando las escaleras, y terminamos en la planta superior sin que ninguna de las dos nos permitiéramos ser conscientes de ello.

—¡Rendíos! —grité. Simulé darle una estocada a taeyeon con mi paraguas, y ella cayó en la cama de matrimonio entre carcajadas e intentando recuperar el aliento.

—¡Me rindo! —exclamó, y tiró de mí hacia ella—. Me rindo, monsieur; ¡os ruego clemencia!

—¡Al diablo la clemencia! —dije.

Yo también reía tanto que era capaz de seguir ignorando dónde estábamos. Forcejeamos durante un instante, aún entre risas, pero entonces el pelo de taeyeon le cayó con suavidad por la cara y no pude evitar acariciárselo, y rápidamente volvimos a ser nosotras mismas. En ese momento sí que pensé en dónde estábamos, pero de forma muy fugaz: volví a decirme a mí misma que nadie tendría por qué saberlo jamás.

—Tenéis el cabello muy largo, hasta para un mosquetero —dije, o eso creo.

taeyeon me atrajo hacia sí y me besó, y después nos quedamos tumbadas durante unos minutos. De nuevo, no habría podido distinguir mi pulso ni el latir de mi corazón de los de taeyeon.

—Ya no hace falta que finjamos ser otras personas nunca más, ¿no, tiff? —dijo taeyeon con suavidad.

Los ojos me escocieron de repente, y taeyeon me rozó el párpado inferior con el dedo.

—¿Por qué lloras?

Le besé el dedo.

—Porque soy feliz —respondí—. Porque lo que acabas de decir ahora mismo me hace más feliz que nada que pudiera imaginar. No; ya no hace falta fingir.

—Mientras recordemos eso —dijo taeyeon—, creo que estaremos bien.

—Yo también lo creo —dije.

Aquella tarde oscureció pronto a causa de la lluvia, y dentro de la casa el crepúsculo parecía haber caído ya. Una de las dos se levantó y bajó la persiana casi por completo, y encendió una luz en el pasillo. Eso creó un maravilloso resplandor distante que bañó la piel lisa y suave de taeyeon con una luz dorada. Después de los primeros minutos, creo que la poca timidez que aún nos detenía se desvaneció casi por completo.

 

Y luego, después de que hubiera pasado mucho rato, oí unos golpes y, abajo, el pomo de la puerta principal comenzó a repiquetear insistentemente.

______________________________________________________

 

Querida taeyeon:

Es tarde mientras escribo esto. Está empezando a nevar fuera; desde mi ventana veo los copos caer lentamente. La chica que vive enfrente dice que en Cambridge no suele nevar en diciembre, o por lo menos no mucho. Dice que los meses que nieva en condiciones son enero y febrero.

«Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres». La profesora Widmer solía mencionar esa cita, ¿recuerdas que nos la decíamos la una a la otra?

taeyeon, me cuesta mucho recordar el final de nuestros días en la casa de las profesoras Stevenson y Widmer. Me cuesta hasta pensar en ello. Leí en algún sitio el otro día que el amor es bueno siempre que sea sincero, generoso y no haga daño a nadie. Que el o biológico de la gente no importa cuando se habla de amor, que siempre ha habido homouales, que incluso hay algunos animales homouales y muchos biuales; que otras sociedades han aceptado y aceptan a los homouales, así que tal vez la nuestra sea la que lleva retraso. Mi mente cree todo esto también, taeyeon, y puedo aceptar la mayor parte de ello con el corazón también, pero no dejo de tropezarme con una única condición: siempre que no haga daño a nadie.

taeyeon, creo que por eso dejé de escribirte el pasado junio.

¿Conseguiré escribirte ahora? ¿Te mandaré esta carta? He empezado otras y las he tirado.

 

No sé si te enviaré esto, pero creo que lo conservaré durante un tiempo…

Like this story? Give it an Upvote!
Thank you!

Comments

You must be logged in to comment
No comments yet