Capítulo: "Palabras del ángel"
#2 "Sweet Peril" (SinRin Ver.)Al llegar a casa, el aura naranja de Tiff me dijo que estaba emocionada por escuchar cómo habían resultado las cosas con Yennie. Estaba de pie en la puerta para saludarme, pero su sonrisa y brillantes colores se tornaron grises cuando vio mi cara. Sin decir una palabra me tomó en sus brazos, cerrando la puerta de una patada y levándome al sofá.
—Oh, mi dulce niña —dijo contra mi cabello—. Toda la noche he estado sintiendo esta realmente extraña sensación de paz, más de lo que me he sentido en mucho tiempo. Pensé que quizás era una señal de que cosas buenas iban a pasar para ti y Yennie.
—Lo lamento —susurré, pero me silenció y no me dejó ir.
—No tienes nada de que lamentarte. Y no tienes que hablar a menos que quieras. —Se retiró y me tocó las mejillas—. ¿Estás todavía de ánimo para nuestra cita de película?
Sorbí las lágrimas.
—Supongo.
—¿No hay Espíritus esta noche? —preguntó.
Sacudí la cabeza.
Fue a la cocina a hacer unas bebidas y palomitas de maíz. Su Ángel
Guardián, quien era generalmente muy calmado y concentrado, como que se balanceó junto a ella, expectante. Cuando bajó la vista al corredor me levanté para ver lo que estaba allí, pero estaba vacío. Me volví a sentar, considerando preguntarle a su Ángel qué pasaba, aunque sabía que sería una pérdida de tiempo. Esos Espíritus no espiaban a menos que tuvieran un permiso superior.
Cerré los ojos, intentando relajarme. Mi pecho se tensaba cada vez que pensaba en esa desagradable Marissa actuando como si Yerin le perteneciera. Y cómo ella se fue sin discutir, odiándose por lo que tenía que hacer, lo que probablemente estaba haciendo en este mismo momento.
Mi estómago dio un vuelco.
—¿Estás bien? —gritó Tiff desde la cocina. El aroma a palomitas de maíz flotó hasta mí.
—Tengo que lavarme.
Me acerqué al lavabo del baño, contemplando estar enferma otra vez.
Mientras apoyaba mis palmas contra la cerámica fría del lavabo, una repentina paz inundó cada poro de mi cuerpo. Capté un sorbo de aire limpio y me volví completamente consciente de un hecho.
No estaba sola.
—Anímate, pequeña —dijo una suave voz en mi mente.
Abrí los ojos y me volví con rapidez, golpeando el jabón de manos fuera del mostrador. El rostro arrugado de un Espíritu rondaba cerca de mí, tan transparente como un espejismo. Sin ningún trazo de malevolencia que pudiera encontrar.
¿Era mi madre? Mi corazón pegó un salto… pero no se asemejaba a los Ángeles que había visto. Ella no tenía alas. Todo lo que pude hacer fue mirarla.
—¿Estás bien allí? —gritó Tiff.
El Espíritu asintió y abrí la puerta. Tiff me miró de manera extraña antes de cerrar los ojos con una mano sobre su pecho. Como humana, Tiff no veía Espíritus, pero era una mujer sensible y sabía que existían.
—¿Qué está sucediendo, Eunbi? —preguntó—. Me siento tan…
—Tengo una visita —susurré, extendiendo mi mano y tomando la de Tiff.
Tiff miró hacia el espacio abierto, maravillada. Su Ángel Guardián estaba sonriendo, algo que nunca había visto que él hiciera. Como la mayoría de los Guardianes, él siempre estaba muy serio, pero en ese momento parecía saber algo que nosotras no. Algo que le daba gran alegría.
Volví mi atención al Espíritu surrealista mientras empezaba a hablar en mi mente.
—Ha sido difícil abrirme camino en la tierra en esta forma, en especial cuando el cielo tiene una atracción tan fuerte, pero finalmente te he encontrado. Encontrarte era mi tarea, en la muerte, si no era en la vida.
Mis ojos se ampliaron y respiré hondo.
—¿Eres… la Hermana Ruth?
Tiff jadeó y lanzó su palma contra su boca, con los ojos bien abiertos.
—Lo soy.
Increíble. Una sonrisa gigante se extendió por mi cara y asentí hacia Tiff.
Las lágrimas se amontonaron en sus ojos. El Espíritu se empujó más cerca de mí.
La monja a la que había viajado a ver hacía un año había muerto antes de que tuviera oportunidad de conocerla y descubrir lo que sabía de mí. Y ahora ella estaba ahí. Debió haber percibido mi alegría porque su risa fue como el tintineo de las campanas de plata de los llamadores de viento propagándose en mi conciencia. Deseé poder abrazarla.
—No la hagas permanecer en el baño —me susurró Tiff, agitando sus manos para que saliéramos. Fue detrás de nosotras a la sala de estar, pero cuando llegamos ninguna se sentó. La sala se sentía desconocida, como si estuviéramos de pie en la cima de una montaña con aire fresco y limpio, más relajadas que nunca. Nos mantuvimos cerca.
—Lamento no haber llegado a tiempo —empecé, pero ella me hizo callar suavemente.
—Debo hablar rápidamente porque no puedo obviar más mi llamado a la vida eterna. Debo contarte una historia, querida Eunbi. Ha sido el propósito de mi familia mantener esta historia, pasándola a través de innumerables generaciones para que pudiera ser contada. A ti. Mi linaje se detuvo conmigo, por lo que le entregué mi vida al Señor, renunciando a una familia terrenal propia. Lo que voy a decirte no puede ser escrito. Si hubiera caído en manos equivocadas, podría haber sido desastroso. Y tú lo harás bien protegiéndolo.
Gotas de sudor de anticipación adornaron mi piel.
—Tienes que saber esto, Eunbi: si un Demonio o Satanás mismo escuchara lo que estás a pun
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