Capítulo 16: "Crisis"
#2 "Sweet Peril" (SinRin Ver.)
Sowon se estacionó en su garaje y tiró de mis brazos rígidos alrededor de su cintura.
—¿Una pandilla? —preguntó.
—Sí. —Mi voz estaba tan temblorosa como mis piernas mientras bajaba de la moto después de ella.
Ella pellizcó mi mejilla, pero su voz era firme.
—No te preocupes, cielo. Todo está bien ahora.
Seguí a Sowon mientras corría a la terraza de atrás para observar a Yerin.
Nos paramos junto a la barandilla. El nudo de malestar en mi estómago no se asentaría, junto con los latidos demasiado rápidos de mi corazón. Yo estaba demasiado conmocionada para concentrarme en forzar mi vista.
—¿La ves? —le pregunté.
—Sí, está bien. Ella estará aquí pronto.
Yo exhalé.
—¿Están siguiéndola?
—No lo parece.
Durante esos pocos minutos, pensamientos intensos golpearon mi mente.
Yo nunca presionaría de nuevo a Yennie para estar conmigo o decirme cómo se sentía. Sus acciones mostraban que le importaba, y que tendría que ser suficiente. No creo que yo hubiera entendido completamente en qué tipo de peligro estábamos ambas hasta hoy. Habíamos sido descuidadas, y eso nunca debía volver a ocurrir.
La realidad era dura. No podía quedarme aquí con ellas. Me sentí como si me hubieran dado una bofetada y mis sentidos finalmente estaban claros.
Dejaría a Yerin y a Sowon hoy como aliadas, añadiendo el momento en la rueda de la fortuna a los pocos otros preciosos recuerdos que tenía de Yennie. Pero sería la última adición a mi colección de Yerin. Mi corazón se detuvo y se tambaleó en mi pecho mientras el sueño al que me había aferrado por dos años se desmoronaba.
Me abracé las costillas mientras paseaba. La adrenalina aún persistía en mi sistema.
Pensé en papá. Él tendría que saber lo que pasó. Yo le envié un mensaje
“A411”, nuestro código de que tenía información. Él respondió de inmediato con:
“Más tarde.”
Ocupado.
Dejé caer el teléfono en una silla y pensé en lo que pasó en el carnaval.
—Uno de los Ángeles intervino hoy —le dije a Sowon—. Él hizo que el arma fallara cuando el hombre trató de dispararnos. No creía que les fuera permitido hacer eso.
Mantuvo su rostro hacia la playa, sesgando su arqueada ceja cuando respondió:
—Ellos sólo intervienen cuando se les dice. El Ángel debió haber recibido un mensaje.
La luz. Alguien arriba había estado comunicándose. Habíamos sido salvadas. Una vez más. Me estremecí con la brisa cálida y me agarré más fuerte.
—Ahí viene —dijo Sowon.
Cuando Yerin subió las escaleras a la terraza, vino directamente hacia mí, su pelo chorreado hacia atrás con el sudor de correr. Tomó mi cara entre sus manos, respirando con dificultad, con los labios apretados, los ojos como llamas azules.
—No vuelvas nunca a hacer eso —gruñó.
Me tomó un segundo procesar sus palabras y recordar qué era exactamente lo que no debía hacer otra vez. Entonces me acordé de la interferencia.
—Yo sabía que era peligroso —admití—, pero había cinco de ellos…
—¡Yo puedo cuidarme malditamente bien, Eunbi! —Sus manos se movieron lejos de mi cara.
—¡Tal vez, si sólo hubiera una pareja, pero había cinco psicópatas molestos con armas! ¡No podía solo pararme allí y ver!
Yerin, exasperada, giró como si fuera a alejarse, se pasó los dedos por el pelo, y se volvió hacia mí de nuevo.
—¿Qué creías que podías hacer? —preguntó—. Conseguiste un golpe de suerte cuando lo atrapaste, pero ¿y si no hubiera funcionado? ¡Viste hoy cómo tus poderes mentales no siempre funcionan!
Ah. Ella no tenía idea de lo que yo era capaz de hacer ahora. Tendí una mano.
—Dame tu cuchillo.
Sus cejas se juntaron.
—¿Qué?
—Sólo dámelo. —Di un paso más cerca, sintiéndome nerviosa.
—No, Eunbi, no sé lo que estás tratando de hacer, pero esto es ridíc…
Mis movimientos fueron rápidos mientras me iba contra ella con toda mi fuerza, usando todo mi peso y fuerza para enganchar un pie detrás de su rodilla y golpear mi mano en su hombro. Aterrizó sobre su espalda con un sorprendido uf y me incliné sobre ella.
—Dame tu cuchillo —dije de nuevo.
—Mier… —Sowon dejó escapar un largo silbido desde donde observaba en la barandilla.
Yerin se quedó allí con una especie de mirada deseosa y dijo:
—Dios, eso fue caliente.
Le tendí la mano. Esta vez pescó el cuchillo de su cinturón y colocó el mango de ónice en mi palma. Desde mi posición en cuclillas miré un instante a una estatua de madera de un pájaro, encaramado en la parte superior de la baranda de la terraza a seis metros de distancia, luego dejé que el frío metal volara de mis dedos. Giró en el aire con un sonido como aleteos rápidos, entonces un “Gump” mientras se pegaba en el costado de la cabeza del ave.
—¡Amiga! —gritó Sowon.
Debajo de mí, donde yacía Yerin, estalló una nube viva de color rojo tan breve que me pregunté si lo había imaginado. La miré fijamente conmocionada.
—¡Mostraste tus colores! —le dije.
—No lo hice. —Se levantó y ambas nos paramos.
—Definitivamente los dejaste salir, hermana —le dijo Sowon con una sonrisa.
—Cállate.
Cuando ella miró hacia mí.
—He estado entrenando. Ya no estoy completamente indefensa —dije.
—Puedo ver eso —murmuró.
Nos quedamos allí paradas, frente a frente. Había demasiado entre nosotras, empujándonos juntas, al mismo tiempo que nos separaba. Nuestra necesidad de la una por la otra estaría siempre en constante batalla con nuestra necesidad de mantener a la otra segura.
—Ahora lo entiendo, ¿de acuerdo? Todo sobre lo que siempre has tratado de advertirme, lo entiendo. Hoy fue… —Me aclaré la garganta—. Vine aquí y dije lo que tenía que decir. Ahora me tengo que ir. Lo d
Comments