Veintiseis
Bestia26
En los días siguientes, trabajé más duro de lo que nunca había trabajado en cualquier cosa, decorando la vacía suite real del tercer piso. La habitación de Tiffany.
Los muebles que había en ella eran cosas de la sala de estar, y estanterías vacías... sólo para recordarme que mi padre no pensaba hacer una visita. Ahora la había convertido en el dormitorio y la biblioteca ideal para una chica, enviando a Soo fuera en busca de catálogos de muebles, pintura, papel, todo.
—¿Y tú crees que esto está bien? —dijo Soo— ¿Obligarla a venir aquí? No sé si voy a poder participar en…
—¿Un secuestro?
—Bueno, sí.
—Tú no viste al tipo, Soo. Entró a la fuerza, probablemente a robar mis cosas para conseguir dinero para droga. Y luego, para salir del apuro, me ofreció a su hija. Tal vez lo haya hecho antes… ¿alguna vez has pensado en ello? Así que dije que sí. Sabes que no planeo hacerle nada malo. Quiero amarla. —Dios, sonaba como el Fantasma de la Ópera.
—Aún así creo que no está bien. Sólo porque hay un beneficio para ti. ¿Qué pasa con ella?
—¿Qué pasa con ella? Si su padre está dispuesto a entregármela, ¿quién dice que no puede dársela a algún otro? Venderla como esclava, o algo peor, para comprar drogas. Yo sé que no voy a hacerle daño. ¿Puedes fiarte del siguiente tipo con quien intente esto?
Soo estaba asintiendo con la cabeza, así que supe que estaba al menos pensando en ello.
—¿Y cómo sabes que ella será alguien apropiado de la que puedas enamorarte? —preguntó Soo—. ¿Si el padre es un canalla?
Porque la he observado.
—Esta es mi única oportunidad. Tengo que amarla —le dije a Soo—. Y ella tiene que amarme o será el fin para mí. —Y si puede amar a ese perdedor que tiene por padre, tal vez pueda ver más allá de mi aspecto y amarme a mí también.
Pasaron tres días. Escogí mantas y almohadas rellenas de plumas. La imaginé hundiéndose sobre la cama, lo más agradable que nunca hubiera tenido. Escogí las más finas alfombras orientales, lámparas de cristal. Apenas podía dormir esos días, así que trabaj
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