Cap 11.

Insensata Geometría

II

“El hotel Wnkler esta situado a los pies de los pre-Alpes belluneses en un valle rico en verdes y lagos, al comienzo de la autopista Vittorio Veneto-Venecia.

Dispone de un restaurante con cocina típica, bar, sala de esparcimiento y sala de lectura, amplia terraza, parque privado, garaje y aparcamiento. Las posibilidades de excursión son: Venecia, 30 minutos; Trieste: 90 minutos; Cortina D’ Ampezzo: 60 minutos; lago de Santa Croce: 10 minutos; monte Visentin con servicio de aerosilla hasta las 1750 metros, refugio, panorama único sobre las Dolomitas y sobre la llanura hasta el mar: 40 minutos.”

El folleto publicitario del Winkler no mentía. Ocupaba una enorme casona de campo de principios de siglo distribuida en dos plantas y su arquitectura sólida y angulosa. Era un sitio realmente encantandor y de inmediato nos sentimos muy satisfechas por nuestra elección, por otra parte fruto del azar.

El display de propaganda que nos había llamado la atención en una agencia de viajes de Roma omitía describir sus amplias habitaciones con suelos de madera, las espléndidas vistas que se divisaban desde sus ventanas, la discreción del servicio, la higiene exquisita y el confort de sus camas, que Tiffany y yo disfrtuabamos desde hacía un par de días. Constituían un estupendo reclamo a sumar y así se lo hicimos saber a la directora, muy halagada por la sugerencia.

Tiffany dormía con la cabeza apoyada en mi hombro, pero pese al hormigueo que me subía por el brazo derecho y que me estaba entumeciendo el cuello permanecí inmóvil. Serían…¿las cuatro, las siete de la tarde? Quise mirar mi reloj pero desistí, no estaba a mi alcance. En cualquier caso…¿Qué mas daba? Pero un cigarrillo…eso si me apetecía muchísimo.

Con extremo cuidado fui retirando poco a poco mi atenazado brazo hasta que la cabeza de Tiffany quedo apoyada en la almohada y con el mismo celo giré mi cuerpo hacia el borde de la cama hasta ponerme de pie. De puntillas y tratando de evitar que crujieran las tablillas del suelo fui al baño, me senté en el inodoro y mientras orinaba encendí un cigarrillo aspirando con fruición.

- ¿Qué haces? – preguntó Tiffany desde la cama con voz de dormida.

Pis – respondí -. Duermete otro poco.

- Si tu no estas no puedo…

- Ya será menos, duerme.

Apuré mi cigarrillo hasta la última calada, me lavé la cara y las manos y volví al dormitorio. De pie, me quedé contemplándola.

Dormía otra vez profundamente. Boca abajo, con los brazos sirviendo de cojín a su frente, parecía un cuadro de Degas. Su cuerpo era de una belleza convulsa, frágil en su casi delgadez pero a la ves enérgico y poderoso, de curvas tenues como dunas y huesos finos que moldeaban su piel blanca como la nieve.

Me gustaba mirarla así, desnuda y abandonada al sueño en actitud confiada, aunque cada tanto la sobresaltan unos pequeños temblores y entonces murmuraba palabras ininteligibles y leves gemidos de protesta. Me tumbé de espaldas en la cama y de inmediato volvió a cobijarse bajo mi brazo, buscando la postura mas confortable.

La abracé. No me cansaba de sentir el tacto de su piel, que olía vagamente a leña quemada, ni de embelesarme con la tibieza que emanaba su cuerpo dormido y que impregnaba mis manos con la calidez de un pájaro nuevo.

“Si esta es la gloria – pensé-, yo estoy en ella, y si es un sueño que nadie se atreva a desvelarme”

Los tres últimos días se habían engarzado entre si de una manera onírica y vertiginosa. Cuando nos despertamos al dia siguiente de habernos conocido (¿tres días ya? ¿Tres días solamente?) coincidimos en que no podíamos abandonar Roma e irnos cada cual a su casa de Seúl como si nada hubiera sucedido. En rigor fue Tiffany quien lo decidió. Cuando el poco discreto trajin del Majestic se coló por debajo de nuestra puerta volviéndonos a la realidad, el vuelo había partido a las once de la mañana y el reloj marcaba las dos de la tarde. Estábamos agotadas y somnolientas. ¿Qué hacer? Me sentía confusa e incapaz de hilvanar una alternativa coherente, pero como Tiffany posee el don de la resolución de inmediato decidió por ambas:

- Tu no te me escapas así como así - ¿Entonces? – pregunté sonriendo mientras acariciaba morosamente su cintura.

Se levantó de un salto cubriéndose pudorosamente con la sabana y busco su teléfono. A estas alturas yo ya sabia que iba a llamar a Gino Freni, un viejo amigo de su familia y nada menos que Vicedirector del aeropuerto de Fuimicino.

Por lo visto tenía línea directa con él, porque se puso de inmediato.

- ¿Gino? Soy Tiffany otra vez.

Hablaba con su maravillosa voz ronca, esculpiendo seductoramente cada palabra:

- Dirás que estoy loca, pero he vuelto a perder el vuelo. – Me miró con picardía y me lanzó un beso que le devolví por el aire -. No, nada grave, no te preocupes, solo que me han liado con un asunto inesperado – otra mirada traviesa – y tengo que quedarme una semana más. ¿De verdad podrías? Los dos billetes, si. ¡Eso ya es demasiado, ya me las apaño yo! Como quieras, si de verdad no es un trastorno…¿Vernos, dices? Verás, es que tengo que ir a Florencia para estudiar la obra de un pintor que esta dando que hablar. Si, para la galería. Ya lo ves, mi jefa me exprime y yo no se negarme.

“Miente con una desenvoltura que me abruma”. Pensé al verla de pie, frente a mi, con la sabana apenas cubriendo su cuerpo a modo de peplo de diosa griega.

Sentí que una vez mas la deseaba con vehemencia y lo percibió de inmediato, porque me indicó con gestos que la conversación llegaba a su fin.

- Si acaso tengo un rato antes de irme a Seul te llamo y nos vemos, ¿Si? Te adoro, Gino, y lo sabes. De acuerdo, te debo dos, veo que llevas bien las cuentas…Bueno, gracias otra vez. Adiós.

Literalmente se zambulló encima mío.

- ¡He, niña, que no soy una cama de agua – protesté entre risas.

- Sin embargo estas bastante húmeda...- replicó besándome y mordiendo con violencia mi cuello. La aparté luchando con sus brazos que me atenazaban y se tumbo de espaldas resoplando con fueza.

- Despacio, despacio…Me tienes el cuerpo amasado como si me hubiera caído encima de un alud de nieve. Eres una bestia, ¿Lo sabias? – fingí enfadarme.

- Si tu lo dices…

- Lo que oyes, hasta ahora no había topado con una asesina potencial.

- Ya ha hablado la señora experimentada.

- Y tu, pobre angel sin o, una victima inocente de mi depravación, ¿No? Se sentó de un salto y cruzo las piernas a lo yoga. Estaba exultante:

- Escucha las noticias. Nos quedamos una semana más, y no solamente nos cambian los billetes sino que dentro de una hora traen nuestras maletas al hotel.

Ya ves que fácil.

- ¿Y como sabes si yo quiero quedarme? ¿Me has consultado, acaso? ¿Y si mis asuntos en Seul no pudieran esperar un día mas? ¿Y si ya estoy harta de tu presencia en mi cama, eh?

Compuso su mejor cara de contrición:

- Tienes razón, he sido demasiado impulsiva…¿Llamo otra vez a Gino?

Sus ojos castaño cambiaban de tonalidad cuando se excitaba y ahora eran de miel translucida. Con esa ondulante cadencia que imprimía a todos sus movimientos comenzó a inclinar su cuerpo hacia mi sin cesar de mirarme con su inefable mirada color canela. Su pelo fue cayendo en cámara lenta sobre mi cara como una lluvia de seda aromada y ya no pude si no perderme otra vez en ella.

“Nunca he estado con una mujer – había dicho cuando nos fundimos en nuestro primer apasionado abrazo -. ¿Qué tengo que hacer?” “No lo se, con otra mujer siempre es la primera vez – había contestado yo-. Algo inventaremos”. A partir de ese instante, y si bien algunas veces preguntaba con voz tímida si lo estaba haciendo “bien”, cada vez que hacíamos el amor yo me sentía literalmente arrasada. Su pasión era apabullante, urgente, de una intensidad tórrida y subterránea que no dejaba resquicio al respiro. Si se suponía que de las dos yo era la experta, lo cierto es que me sentía como una virgen inocente e impoluta entregada en sacrificio al fuego sagrado.

Cuando le apremiaba el deseo cada una de sus células se traaba en una suerte de magna ígneo, una lava incandescente que quemaba a su paso y emitía una potencia erótica tal que mi cuerpo obedecía ciegamente a sus ordenes tácticas. Mi mente se esfumaba hacia algún lugar de la irrealidad y toda yo era sensación en estado puro.

Tiffany tenía algo de animal violento que se paraliza para engañar a su presa.

Pronto aprendí que cuando me deseaba no lo expresaba con palabras sino que oficiaba una suerte de ceremonia de comunión: apoyaba apenas la palma de su mano sobre mi cabeza y la dejaba así, inerte, sin movimientos ni caricias. Era como un mandato hipnótico.

Yo permanecía quieta y entregada como un objeto exánime, mientras percibía nítidamente que mi libido comenzaba a bullir a fuego lento desde el fondo de mi vientre hasta enardecerme con su o. “Es como un agujero negro – me repetía obsesivamente en una letanía- , un agujero negro que me deglute hacia su nucleo magnético y me absorbe por entero hasta vaciarme de voluntad.”

Al principio yo manifestaba mi placer con palabras dulces y amorosas que me surgían espontáneamente del alma. Tiffany no. Hacia del silencio un culto, y excepto su “yo también me muero de amor” de la primera noche, solo le í murmurar algún apasionado “Tae, tae” en lo mas alto del .

Sin embargo, cuando reposábamos después del amor y yacíamos juntas recobrando el aliento se volvía locuaz jugaba con mi cuerpo como una gigantesca muñeca de trapo e inventaba poemas en francés que intercalaba con expresiones hebreas.

Yo no las comprendía, aunque me seducía el sonido e imaginaba eran ternezas de amor.

Pero lo mas frecuente era que pasara de la pasión mas exaltada a una lasitud rayana en la indiferencia. La brusquedad del cambio era difícil de encajar, porque sin previo aviso apartaba su cuerpo del mio, se daba vuelta y en instantes se dormía con placidez.

También tuve que aprender aceleradamente que ese distanciamiento no era hastio sino una tregua que imponía antes de recomenzar un nuevo ciclo apasionado.

“¿Siempre te acercas alejándote?”, le había reprochado alguna vez.

“Al contrario, me alejo acercándome”, fue su respuesta.

En cualquier caso, y si era cierta mi teoría de que el amor entre mujeres es una experiencia inédita en cada nuevo encuentro que carece de normas preconcebidas, Tiffany las fijó desde el inicio y dicto el código a seguir. No me importaba en absoluto: como amante era maravillosa.

Había vuelto a murmurar pegada a mi oído:

- ¿Entonces qué? ¿Llamo a Gino y le digo que te vas mañana?

- Ni se te ocurra. Ven aquí – alcancé a decir antes de que me besara.

Por las ventanas de nuestra habitación se colaban las conversaciones quedas de los pocos huéspedes del Winkler y la voz mas aguda de la directora ordenando al servicio los aprestos para la cena.

Escuché que habría menestra y perdiz estofada y los rumores de mi estomago me recordaron que tenía hambre. Habíamos comido muy poco en estos días y aun no conocíamos el comedor, porque llamábamos al servicio de habitaciones.

Una camarera magra y de estatura no mas elevada que la de una enana nos había subido ayer el desayuno. (“Me llamo Missia, bienvenidas a nuestro hotel – había dicho. Y tras mirarnos con ternura había añadido -: Las dos son muy bonitas, las felicito.”)

- Esta entiende…- había comentado Tiffany devorando un cruasán detrás de otro obviando sus usuales maneras de comensal exquisita -. Se ha dado cuenta de todo.

- ¿ Y que sabes de lesbianas si según dices es la primera vez que estas con una mujer?
Habló con la boca llena:

- Tae, una será novata pero no tonta.

¿Crees que eres la única expontente de la raza gay que conozco? Además veo películas, leo libros, no olvides que los homouales están muy de moda y hasta aparecen en las series de televisión…

- ¿Y Missia te parece lesbiana? – estaba realmente intrigada por sus deducciones.

- ¡Ni idea! – admitió -. Lo digo por el piropo que acaba de echarnos. ¿A que vino eso de felicitarnos por lo bonitas que somos?

Admití que tenía razón: el comentario excedía las obligadas gentilezas de un servicio de hotel.

Excepto un breve paso por la terraza para respirar aire fresco, no habíamos salido de la habitación. Pedíamos sándwiches, mucha fruta, café y champán.

A partir del comentario de Tiffany me dediqué a observar a Missia y confirmé que su comportamiento era decididamente cómplice. Una sonrisa aquí, un guiño allá, un despliegue de atenciones que sobrepasaban con creces la formalidad.

Si bien nunca nos veía juntas en la cama porque cuando llamaba a la puerta una de nosotras se metía en el baño y la otra simulaba contemplar el vasto paisaje que rodeaba el hotel, silenciosa y discreta recogía la bandeja con restos de la comida, repasaba los muebles con una franela y cambiaba las sabanas usadas por otras limpias y fragantes dos veces al día.

Ayer por la mañana había inlcuso adornado ambas almohadas con un manojo de alhucemas. Le agradecíamos el detalle mientras bajaba avergonzada la cabeza y su cara enrojecía como una fresa madura. Le gustaba finalizar su tarea llenado la jarra con agua fresca y proncunciando una misma frase: “Limpio y ordenado, si señor, como debe ser”.

Me pregunté si tendría alguna amiga íntima esperándola cada noche en Vittorio Veneto y traté de imaginarla. ¿Diminuta como ella, o por el contrario, una fornida y rubicunda mocetona de pueblo que gustaba de las mujeres? Tiffany era decididamente mucho mas morbosa y las describía haciendo el amor en posturas inimaginables. “Se harían un nudo – argumentaba yo -, no hay posibilidad física de practicar semejantes contorsiones.” “Entonces seguro que hacen guarradas – insistía Tiffany -, Missia tiene aspecto de viciosa, basta de verla.”

Y comenzaba a enumerar las hipotéticas obscenidades que nuestra camarera practicaba con su amiga. “O con varias a la vez, quien sabe”

- ¡Basta, es repugntante! – la callaba yo sinceramente asqueada -. ¿De donde sacas esas barbaridades? Tienes una mente retorcida, señora.

- Si tu lo dices…

Tiffany también había escuchado entre sueños las voces fuera de la habitación y al cabo de un rato pregunto:

- ¿Qué hora es? Tengo mucha hambre.

- ¿Qué tal si nos duchamos y bajamos a cenar? – propuse.

- Me parece una idea brillante.

No nos podíamos creer que fueran ya las ocho de la tarde. “El tiempo se ha vuelto loco- comento Tiffany entrando en la ducha -. Y ha decidido enloquecernos a nosotras.”

Yo tenía la misma sensación. O transcurría sin transcurrir, con ese desmayo inmutable de los relojes blandos de Dalí, o había entrado en una carrera desenfrenada que nos tenía atrapadas sin remisión, pero desde luego no era el mismo de siempre. Sintonicé mi radio portátil en la emisora loca. Emitía música de los sesenta y nos duchamos juntas meneándonos en dudoso equilibrio al compás del ritmo.

Tiffany desafinaba horriblemente, pero no se amilanaba a la hora de cantar y se sabia la letra por entero, porque le encantaba lo retro. Yo replicaba con la boca llena de agua.

Daba gusto abrir el armario y encontrarnos con nuestra ropa pulcramente colgada y oliendo a limpio. Apenas habíamos llegado al hotel después de conducir durante horas el coche que habíamos alquilado en Roma, depositamos sobre el mostrador nuestras respectivas maletas.

- En cuanto venga el botones se las llevamos a la habitación que han reservado, señoras – había dicho el encargado de la recepción.

- Para lavar y planchar – le indiqué.

No pudo evitar la sorpresa:

- ¿Todo?

- Todo.

Mientras elegía que ponerme tuve la sensación de que hacía mucho tiempo que no me vestía. Quería agasajarme y agasajar a Tiffany con algo especial, así que me decanté por el vestido negro que había llevado a la cena de la embajada. Era de seda lavada, sin ningún tipo de adorno salvo unos breves tirantes de trencilla brillante. Me calcé los zapatos de tacón también negros y completé con el broche que Tiffany me había regalado en via Della Croce. El Winkler no era el Ritz de Seúk y sabía que mi atuendo era excesivo para un sencillo comedor de pueblo, pero me tenía sin cuidado.

- Estas fascinante…- dijo Tiffany al verme frente al espejo -, Eres guapísima, Tae, tienes un hermoso rostro, como te diría, preciso, me encanta tu cuerpo y ese vestido es, es…

- ¿Fascinante? – sugerí con ironía aunque me sentía sumamente halagada.

- No te burles, estoy hablando en serio. Pareces una reina.

Me di la vuelta para que me viera de frente:

- Espero que no te refieras a Isabel de Inglaterra.

Tiffany me abrazó con delicadeza, como si temiera romperme:

- Te turba que te piropeen, ya me he dado cuenta. ¿Crees que son mentiras, que no te lo mereces o algo así?

Touché. Había detectado con exactitud uno de mis puntos flacos. Aunque con frecuencia recibía cumplidos sobre mi aspecto físico nunca me los creía del todo, y tenía tendencia a infravalorarme en ese aspecto. Solía adjudicar los halagos al afecto. “Claro, me quieres…¿Cómo no verme bonita?” Tal vez por eso admiraba tanto la hermosura física en otras personas.

De adolescente hasta había acuñado un aforismo que entonces me parecía francamente ingenioso: “Soy de las que ama la belleza con un amor sin esperanzas”.

Era mi manera de defenderme antes de que alguien me llamara  “fea”. La misma palabra me parecía fea. Solo tres letras, pero de una crueldad punzante con esa efe al inicio, como un esputo contundente. Mi presunta imperfección era tan solo uno de los tantos complejos absurdos que eclosionan en la adolescencia y con los años se había esfumado, pero todavía coleaba algún resabio.

Le devolví el abrazo con fuerza:

- Bien, yo soy guapa, tu eres guapa, nosotras somos guapas, ellas son guapas y el mundo entero es guapo, pero eso no me quita el hambre que tengo en las tripas.

- ¿Nos vamos?

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Comments

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audaf27 #1
!!?!?! donde anda?!?! no lo vayas a dejar así >>
yuyesj #2
Chapter 13: TIFF ES RARA, AUNQ TAE IGUAL, MMMMM AUN KIERE A SICA???
audaf27 #3
Chapter 13: sadsdsdsads *w* wooooo <3 <3 te esperé Dx... tardaste mucho >< pero te comprendo Dx... gracias por hacer esto muchas gracias ^^ :D
sonelf1509
#4
Chapter 13: Gracias por los dos capitulos :D esta muy bueno y ya hacía falta leer, continualo pronto por favor!!!
audaf27 #5
Chapter 11: dadsafsdafds ^^^<3 <3 sensual :D jajaja
yuyesj #6
Chapter 11: q buen finc me gusta mucho por fin Taeny, la menera en como esta escrita me gusta mucho, espero actualices pronto,
sonelf1509
#7
Chapter 11: Cada vez se pone mejor akdfjksdfj ya quiero la continuación!!!
tachineko #8
Habitación en Roma? O.O
audaf27 #9
Chapter 10: OMG!! sadsdsd estoy muriendo pero que genial... Fany eres una loquilla xD OMG!! s y continua por favor no lo dejes ahí asdsadasd :D :D <3
-Yiime- #10
Chapter 10: O.o me gusta esta tiffany xD sii va aver accion