AUTOCOMPASIÓN

Autocompasión, Yuri la había estado practicando en exceso y como todo exceso agota, hasta de compadecerse se había cansado, tenía demasiados problemas como para considerar la posibilidad de apenarse por cada uno de ellos, así que optó por ignorarlos todos. Se podían ir todos a la mierda por lo que a ella respectaba.

Lo curioso era que, hasta cierto punto, los problemas seguían la misma lógica que la materia, ni se creaban ni se destruían se transformaban, así que Yuri pasó de tener todos los problemas del mundo a ser un problema para todo el mundo.

Que tenía que dejar su trabajo nocturno porque “legalmente” su permiso de residencia en estados unidos sólo contemplaba ciertos empleos, pues lo dejaba, y en el tiempo que le restaba se dedicaba a beberse las copas que antes servía.

Que el abogado, que Jessica tan amablemente le estaba pagando, le advertía que cabía la posibilidad que sometieran su vida a un escrutinio escrupuloso para saber si era apta para obtener la custodia de su sobrina, bien, que fueran a preguntarles a las chicas que encontraba noche si noche también lo genial que podía llegar a ser.

Que la culpabilidad le azotaba cada vez que en plena noche abría la puerta de su apartamento y se encontraba a Jessica con el ceño fruncido, pues llegaba más tarde y así con suerte se la encontraba dormida. Y si pese a sus esfuerzos por alargar la noche, Jessica insistía en esperarla despierta, pues no cruzaba la puerta hasta que el sol no despuntara.

- No puedes quedarte –

La seria mirada de su abogado se estampó contra su incrédula sonrisa  - cómo que no puedo quedarme, llevo más de tres años viviendo aquí – Yuri se levantó de la silla con la firme intención de abandonar ese despacho – No voy a irme he hecho mi vida aquí, así que si no tienes otra solución… -

- Claro que la hay – le contestó el abogado irritado con la irresponsable actitud de su cliente - Renuncia a la custodia – le aconsejó – agota el tiempo que te queda de residencia temporal por estudios superiores, con tus cualificaciones no será difícil conseguir un aplazamiento en la expiación de tu permiso, el tiempo suficiente para que puedas demostrar dos años de experiencia laboral -.

- Para conseguir la EB-3 – finalizó Yuri – ese era el plan inicial, así que dime algo que no sepa –

El abogado se frotó la cien evidenciando su frustración – Eres consciente de podría pasar más de año antes de conseguir legalizar definitivamente tu situación – esta vez Yuri no replicó, las palabras de su abogado eran demasiado certeras para andarse con idioteces – no hay cabida para un bebe en este plan, no podemos esperar que te otorguen la custodia y permitan que resida ilegalmente en estados unidos por más de un año  – el abogado suspiró y dejó que Yuri se tomara su tiempo para aceptar la realidad de su situación – renuncia a la custodia –.

Yuri abandonó ese despacho más perdida que nunca, y como ya era costumbre decidió que ya se preocuparía por ello más tarde, pero al poner las manos en sus bolsillos recordó que ya era fin de mes y que no tenía ni un mísero dólar que gastar. Se encaminó hacia su apartamento y subió las escaleras arrastrando los pies, intentando atrasar el mayor tiempo posible la llegada, se paró frente a su puerta y dejando escapar un gran soplido de fastidio sacó las llaves. El lloró de su sobrina seguido por la distante voz de Jessica llegó a sus oídos antes que tuviera tiempo de meter las llaves en el paño de la puerta.

- Oh dios – farfulló al tiempo que retraía su mano. Seguro que podía pensar en algo mejor, porque podía ser que a Yuri no se le diera demasiado bien encontrar soluciones para su día a día, pero si para sus noches. En un movimiento rápido, casi temiendo que la sorprendieran en su propio edificio, volvió a meter sus llaves en el bolsillo y voló escaleras abajo hasta encontrarse nuevamente en plena calle, libre de todo.

La música acompañada de ocasionales silbidos y excitadas voces masculinas zumbaba a sus espaldas mientras el licor bajaba directamente por su gaznate y le subía rápidamente a su cabeza.

- Mira quien ha venido a vernos, la hija pródiga ha vuelto – la saludó Anne poniendo una mano en su hombro.

Yuri rotó su taburete hasta quedar de frente a la bailarina – de echo te he venido a ver a ti – dijo con una media sonrisa atrayendo a Anne hacia ella.

- Chicas – las reprendió la dueña al observar el beso – Yuri deberías conocer las normas del local, se mira pero no se toca y menos se besa, ahora eres solo una clienta, y una que no paga, así que acostúmbrate a ellas -.

Yuri apartó rápidamente sus manos de la cadera de Anne sosteniéndolas en el aire – si señora –.

La dueña negó con la cabeza y miró seriamente a Anne – a no ser que pienses subirla al escenario contigo para hacer el numerito, te aconsejo que la metas en el camerino, y sin alcohol a poder ser, creo que ya tiene suficiente en el cuerpo -. Anne asintió mientras empujaba a Yuri obligándola a alejarse de la barra.

Yuri esperó pacientemente en el camerino a que Anne regresara a por ella, no sin alcohol por supuesto, cuando ella trabajaba allí siempre le servía un combinado a Anne entre su segundo y tercer baile, uno que como también era costumbre reposaba casi entero en su tocador.

- Cada día están más insoportables – se quejó Anne mientras entraba por la puerta – HEY! Tú – dijo acercándose rápidamente a Yuri para arrebatarle su combinado de las manos, se bebió el poco que quedaba y tras dejarlo encima de la mesa se dejó caer en el pequeño sofá de dos plazas donde Yuri se encontraba, pasando sus piernas por encima su regazo y su brazo por detrás del cuello de la morena – dime qué pasa contigo –

Yuri sonrió, siempre tan directa, pensó mientras ponía sus manos en los muslos de la bailarina – nada, solo he pensado que podríamos salir a divertirnos un rato –

- Creo que últimamente te has estado divirtiendo demasiado – le contestó pasando lentamente la mano por el sedoso cabello de Yuri – al final siempre somos las mismas – explicó – y me han llegado ciertos rumores sobre tus salidas nocturnas -.

Yuri deslizó su mano acariciando la pierna hasta llegar a la cintura de Anne, sujetándola y atrayendo su cuerpo, acercó sus labios a su oído - Entonces vayamos directamente a tu casa – le susurró.

Anne la empujó suavemente por los hombros hasta que la espalda de Yuri volvió a tocar el respaldo del sofá – no, esta vez no cielo – Anne se incorporó y empezó a cambiarse – hoy vas a tener que esforzarte más y contarme lo que está pasando si quieres que te deje dormir en mi cama –.

Eso era, dormir, porque pese a que su relación pudiera confundir a muchas personas Anne nunca se había acostado con Yuri, puede que algunas veces compartieran besos o caricias, y quizá habían estado a punto en una ocasión, pero nunca habían llegado a hacerlo, de echo cuando Yuri salía con ella, Anne parecía asegurarse de que la noche terminara en su casa, con Yuri durmiendo en su cama y sin otra compañía que la suya.

Yuri miró a Anne que tras escuchar su historia y ya completamente vestida la devolvía una mirada cariñosa y compasiva – vamos a casa – le dijo ayudándola a incorporarse. Asintió y siguió a Anne hacia su coche, se subió al asiento del copiloto y cerró los ojos intentando controlar la sensación de mareo que el exceso de alcohol y el movimiento del coche le producían. Al abrir nuevamente los ojos Yuri descubrió que se encontraba a una sola calle de su apartamento, tras unos minutos más Anne detuvo el coche en doble fila justo en frente del portal – abajo, vamos – le ordenó mientras salía del coche.

Tuvo que arrastrarla, sujetándola fuertemente de la mano como una madre que acompaña su hija al primer día de la guardería, así Anne la obligaba a andar los pocos pasos que la separaban de su hogar. Seguramente ésta entendía mucho mejor a la ex de esa mujer de lo que Yuri jamás hubiera imaginado, pues lo único que creía saber, y realmente detestaba, era que al final todas las mujeres que pasaban por su vida parecían preferir ejercer el papel de madre en vez del de amante.

- Vamos Yuri – la apremiaba Anne – abre la puerta, ¿dónde tienes las llaves? – le preguntaba mientras ésta se dejaba caer pesadamente sobre la pared. Las manos de Anne palparon los bolsillos de los pantalones hasta notar el pequeño objeto en el bolsillo derecho.

Yuri agarró la muñeca de Anne, que ante la poca cooperación que conseguía, había decidido sacar esa llave del bolsillo ella misma – ¿estas segura que no quieres llevarme a tu casa? – le preguntó en ese tono jocoso