LA MOSCA TSE-TSE.

Caminaba, hacia ninguna parte, poco le molestaba que no hubiera destino ni sendero, las baldosas brotaban espontáneamente del suelo frente a ella, el horizonte estaba vacío, era completamente libre, podía decidir por donde transcurriría el camino, ¿cuánto había recorrido? De repente sintió la imperiosa necesidad de echar la vista atrás, de contemplar las huellas que sus propios pasos dejaban y al girarse no vio nada, dio unos cuantos pasos ahora con la vista fija en las baldosas que iba pisando, memorizando su color su forma, pero al girarse ya no estaban, corrió tan rápido como pudo volteándose bruscamente cuando sus piernas le ordenaron parar y contempló asombrada como el camino que había trazado se desvanecía ante ella. La grata sensación de libertad dio paso a la angustia más asfixiante, estaba perdida, no había camino de vuelta.

Taeyeon se despertó con la frente perlada de un sudor frío y la respiración agitada, una voz masculina con un marcado acento francés y una más aguda con un perfecto inglés británico se colaban por la pequeña abertura de la puerta de la habitación, poco a poco empezó a incorporarse al tiempo que intentaba desprenderse de esa pesada sensación de angustia que la noche le había dejado.

Su cuerpo se movió penosamente por la pequeña estancia hasta alcanzar la puerta, salió de la habitación y contempló el principio de las escaleras que descendían hasta el comedor de esa cálida casa de huéspedes, bajó lentamente apoyándose contra la pared.

Dos caras sonrientes la recibieron al llegar a la sala comedor del hogar – y al cuarto día resucitó – comentó el biólogo francés mientas se levantaba de su silla y se acercaba a ella para asegurarse de que no se desplomara en medio del comedor.

- y Jesús dijo, Taeyeon, levántate y anda –  continuó el fotógrafo inglés.

- En realidad Jesús dijo “Lazaro, ven afuera”  – alecciono el francés mientras la acomodaba en una de las sillas –  lo de “levántate y anda” es una licencia de un poeta español –

- También eres teólogo – preguntó Taeyeon con un hilo de voz.

- No – respondió el francés – pero los padres de mi exmujer eran de misa semanal –  negó con la cabeza como si intentara alejar sus propios recuerdos – nos separamos por diferencias irreconciliables, yo tan de Darwin y ella tan de Dios –

- ¿vais a ir hoy a la ciudad? – preguntó mientras engullía una de esas tortas de maíz que cada mañana les servía la dueña del hostal.

Habían sido dos días de sudores fríos, fiebre alta, delirios y sueños como el de esa misma noche que dejaban su alma hecha jirones, hoy más que nunca necesitaba desesperadamente leer esos correos que llegaban desde la otra punta del mundo conectándola a la cotidianidad de una vida que hacía meses que había dejado atrás.

Dos correos, había cruzado el polvoriento camino lleno de baches con esa especie de Jeep de otro tiempo sin aire acondicionado bajo el sol implacable de la mañana para poder llegar a una zona donde hubiera internet, una hora de camino hacia la modernidad y solo habían dos mensajes, apenas tres líneas en cada uno, ¿Se había la cotidianidad de las vidas de sus amigas tragado su recuerdo?, Yuri no había contestado a ninguno de sus correos en dos semanas, Hyoyeon parecía tener prisa mientras escribía esas tres tristes líneas, ni tan siquiera el correo de Tiffany había conseguido calmarla, tan vacío, tan mecánico, tan lejano .

Mientras regresaban Taeyeon volvió a perderse entre los paisajes tal y como lo había hecho la primera vez que cruzó ese sendero, pero esta vez su mente ya no encontraba la belleza en ellos ahora se le antojaban tristes.

- Estas bien – Taeyeon apartó la vista de la ventana para encontrarse al biólogo francés que la miraba con cierta preocupación  – Has tenido demasiada fiebre, quizá deberíamos pasarnos por la clínica.

- ¿Esa especia de casucha?, no, preferiría que me atendiera el veterinario – respondió - no, estoy bien, creo que ha sido culpa del calor -  volvió a mirar otra vez por la ventana intentado reordenar sus pensamientos. 

- Quizá deberíamos acudir a ese especie de chamán del pueblo, dice Yaya que cura los malos espíritus –  Taeyeon asintió ausente sin acabar de comprender que intentaba decirle – quizá acuda yo a que me libre de los recuerdos de mi exmujer, ese es el espíritu que no deja de acecharme – añadió con una sonrisa.

Entonces pensó que a ella también había empezado a acecharle su propio espíritu, los recuerdos que compartía con Tiffany cada vez ocupaban más tiempo en sus pensamientos, el fantasma de esa relación en standby, y de nuevo la angustia se apoderó de ella, porque los fantasmas eran la reminiscencia de cosas que ya no existían. Necesitaba encontrar el camino de vuelta antes de que no hubiera a dónde volver, necesitaba volver a casa, necesitaba rescatar su vida y sobre todo necesitaba recuperar a Tiffany.

Su cerebro había entrado en un bucle donde se repetían una y otra los infinitos escenarios de su rencuentro con Tiffany, ¿qué debía decirle?, ¿cómo la recibiría?, ¿podría besarla?, ¿debía?, no había espacio para nada más, se movía como una autómata programada, llegar a casa, solo quería llegar a casa y no volvió a ser persona hasta que por fin su mano se metió en el bolsillo de su pantalón para sacar la llave de la puerta que tantas veces había visto abrirse en su imaginación.

Dejó la pequeña mochila en el suelo del recibidor y dio unos cuantos pasos inseguros, tenía la sensación de que se acababa de colar como un vulgar ladrón, aunque esa fuera en realidad su casa, o por lo menos lo había sido en algún momento, ¿en qué demonios pensaba?, irrumpir a las cinco de la madrugada sin haber avisado de su llegada no era lo más inteligente del mundo, ¿con qué derecho había usado esa llave?, se giró y se dirigió nuevamente hacia la puerta, se agachó para recuperar su mochila y al levantarse advirtió una sombra entre la penumbra.

La sombra emitió un grito tan agudo que casi parecía inhumano, asustada respondió con otro gritó mientras retrocedía buscando a tientas el interruptor, encontró la luz del recibidor justo a tiempo para ver como una sartén se precipitaba rápidamente en dirección hacia su cabeza, instintivamente se dejó caer al suelo mientas alzaba su brazo protegiéndose del inminente impacto.

- Pero qué…–