I.

«...»

Mis nervios se disparan al verte, al escuchar tu melodiosa voz, al ver esa radiante y deslumbrante sonrisa, al ver tus ojos resplandecer como una mañana de verano, al oler el aroma que dejas en el viento con tu paso.

Mi ser se sacude en tu presencia, mi intestino se retuerce al escuchar que te diriges a mí y yo... como una idiota, solo me quedo babeando ante tu presencia. Quiero ser mejor, quiero estar a tu altura, quiero que estés orgullosa de mí, que le hables a tus amigos de mí y sonrías ampliamente ante mi recuerdo.

Pero sé... qué simplemente soy un compañero más.

No puedo apartar mis ojos de tu figura, de aquella figura tan exuberante y única, tan perfecta ante mis ojos y ante los ojos de muchos más. Eres bella, tan bella como la luna llena en otoño. Tan solo quiero observarte hasta que te desvanezcas por el radiante brillo de la mañana, y volver a verte brillar como el sol mismo.

¿Cómo logras sacar esto de mí? ¿Cómo logras cautivar todos y cada uno de mis sentidos? ¿Tienes alguna clase de hechizo en mí? ¿Te has dado cuenta alguna vez que te observo?...

«...»

—Oye, Kim —mis ojos se alzan al escuchar mi apellido. Me quedo congelada, con la pluma firmemente sostenida en mi mano y es entonces cuando la boca comienza a secarse, las pulsaciones a acelerarse y un sudor frío a recorrerme—. La profesora de Física h