II.

POV Narrador

Todo parecía haberse suspendido en el tiempo, todo parecía ir en cámara lenta y los presentes ahí, aún seguían conteniendo la respiración a la espera de saber cuál era el diagnóstico final.

Las enfermeras seguían apoyando al médico en un último intento por traer de regreso a la paciente, su cuerpo se elevaba al momento que el desfibrilador liberaba las ondas de choque eléctrico en su pecho, el electrocardiograma seguía en una línea recta y el sudor recorría por completo la frente de los presentes.

El personal fue sacando a las personas que se encontraban ese día haciendo compañía a la paciente y con quejas de por medio, hicieron su mejor esfuerzo hasta que solo quedaron ellos.

El tubo de alimentación había sido sacado con cuidado de la encamada para poder practicarle los choques eléctricos. Todos hacían su trabajo de la mejor manera y no querían rendirse, pero las cosas simplemente no parecían solucionarse.

—No creo que haya nada más que hacer —una enfermera comentó. El médico apretó su mandíbula, observando en silencio a la paciente que parecía ya abandonado ese cuerpo.

El miedo traspasó su ser y la tristeza lo embriagó, sus ojos se cristalizaron al instante, llamando la atención del personal.

—¿Se encuentra bien? —Un enfermero cuestionó, tocándole el hombro al médico que aún sostenía con fuerza las planchas.

—Salgan de aquí —su voz quebrada. Todos se miraron sorprendidos y sin comprender por qué el comportamiento del médico—. ¡¿No han escuchado?! —Gritó con furia. Todos se sobresaltaron y uno a uno fueron abandonando la habitación, el último en salir cerró la puerta tras él y se alejó a paso rápido de ahí.

Colocó las planchas en su lugar, dirigiéndose hasta la camilla y acariciar el sedoso cabello de la encamada, dejando que su rostro se bañara con aquellas lágrimas que estaba conteniendo. Quería gritar de la frustración, quería golpear a alguien, quería morir en ese momento también.

—Mi querida Taeyeon —susurró con debilidad.

Uno de sus familiares más cercanos, casi hermanos. Eso dolía y dolía demasiado, a pesar de que él había propuesto desconectarla, realmente no quería hacerlo y no lo haría, no hasta estar completamente seguro de que su cerebro ya no tenía función alguna.

Apretó sus parpados con fuerza y se dejó caer de rodillas al costado de la camilla, hundiendo su rostro en el costado del colchón y dejando libres los sollozos que venían. Tomó la mano de su prima y la apretó ligeramente, como queriendo sentir aún el calor de ella, sin embargo, las manos estaban completamente frías y pálidas.

Su rostro se elevó para observar el rostro de la mujer, rastros de lágrimas se vislumbraban por su sien, dejando un camino húmedo hasta su cabello. Esto lo sorprendió y rápidamente se puso de pie, llevando sus dedos hasta aquella humedad y cerciorándose de que realmente eran auténticas. Con brusquedad, limpió sus propias lágrimas y parpadeó un par de veces para poder contener las que se aglomeraban en sus ojos. Ella había llorado y nadie se había dado cuenta de ello.

Negó varias veces y sintió culpa al no haberse dado cuenta que ella aún reaccionaba. Tomó su pulso una vez más, las maquinas las habían apagado antes de salir los enfermeros, por lo que él tenía que hacerlo a la vieja usanza.

Sus ojos se ampliaron al instante y su corazón se detuvo unas milésimas de segundos para después comenzar a latir con desesperación.

¡Seguía con pulso! Uno débil, pero al final una luz de supervivencia se asomaba en la sala.

•••

En la sala de espera, el aire estaba muy tenso, todos se miraban unos a otros y el cinismo en algunos rostros la hacía enojar cada vez más.

—Aquí está el café —una gruesa mano sosteniendo un vaso plástico con café atravesó su rango de visión—. Vamos, toma —le volvió a indicar—. El clima está muy frío y tú estás muy tensa, esto ayudará —le sonrió, pero aquella sonrisa no lograba calmar su ser.

Simplemente bajó la vista hasta sus manos, las cuales descansaban en su abultado vientre, dando ligeros masajes y sintiendo como el miedo la recorría. Negó un par de veces y alzó la vista.

—No quiero —repuso y soltó un largo suspiro—. Gracias por traerlo —quiso sonreír, pero en esos momentos aquella función en su