Solo el presente cuenta.
1.3 "Desde Siempre" (YulSic Ver.)Jessica se despertó a la mañana siguiente sin poder levantarse de la cama. Estaba mareada. Miró el reloj para ver qué hora era y vio la sopa que Yuri le había dejado junto a la mesilla de noche y la abrumaron los recuerdos. Con el mayor esfuerzo que logró encontrar en sí misma, se levantó para dirigirse al baño.
Cuando regresó, lo único que necesitó fue una breve llamada a su estudio en Nueva York. Jay Dobbs-Whyte, una de sus empleadas más jóvenes, se haría cargo de la obra de White Caps. Nunca antes había tenido que abandonar un proyecto a la mitad por motivos personales.
Pero después de lo de la noche anterior, necesitaba tiempo para pensar. No lograba concentrarse en la obra y su salud se estaba resintiendo.
Jay llegaría al día siguiente. Le enseñaría la casa y después se iría. Todo lo que tenía que hacer era decírselo a Tiffany y Yoona. Le iba a ser difícil, pero no podía seguir así.
Jess se levantó, se dio una ducha y se llevó un chasco cuando averiguó que Tiffany, Yoona y sus respectivas esposas se habían marchado. Llamó a sus teléfonos móviles y les dejó mensajes diciendo que iba a dejar la obra en manos de un colega de confianza debido a problemas de salud y que la llamaran tan pronto fuera posible para explicarles la situación en detalle.
Mientras se dirigía a White Caps, sentía deseos de pasar por el taller, pero se contuvo. Aun así, no pudo evitar mirar de reojo el coche de Madeleine, aparcado junto al granero.
Aparcó su Range Rover en su sitio habitual y al salir, oyó a unos hombres hablando.
—Hola, jefa —la saludó Ted—. Me alegro de que estés aquí. Tenemos un problema con el baño de arriba.
Concentrarse en el trabajo le fue de gran ayuda y, aunque se sintió mal a la hora de la comida, no dijo nada. A las tres de la tarde, les habló de Jay y se sorprendió al ver que sentían su marcha. Después de que los trabajadores se marcharan, regresó a casa de Seo y se metió directamente al baño.
Le dolía todo el cuerpo, así que llenó la bañera de agua muy caliente. Al sumergirse, dejó escapar un suspiro de alivio. Sus músculos comenzaron a relajarse al sentir el calor. De repente, oyó que llamaban a la puerta de su habitación.
—¿Jess? Soy Libby, ¿puedo pasar?
—Sí, enseguida salgo del baño.
Se envolvió en un albornoz, deseando volver a sumergirse en el agua y atravesó la habitación.
—Hola, Libby —dijo al abrir la puerta.
—Sólo quería… —dijo la otra mujer frunciendo el ceño—. ¿Estás bien? Te veo muy pálida.
—Estoy bien —dijo Jess, disfrutando de aquella extraña sensación que embargaba su cuerpo—. Me siento fenomenal.
Entonces, se desmayó.
**
Yuri y Spike salieron de la residencia de ancianos y caminaron en silencio hasta el coche. Ninguno había hablado mucho desde que salieran del taller una hora antes.
—¿Quieres que comamos algo? —preguntó Spike.
—Claro.
—¿Te parece bien en Silver Diner?
—Sí —dijo Yuri estirando los brazos y sintiendo sus músculos doloridos—. Después del ejercicio que hemos hecho esta mañana, estoy muerta de hambre. Has trabajado muy duro.
Spike se encogió de hombros y encendió el motor.
—Escucha, Yuri, respecto a lo de ir al lago Blue Mountain. ¿Te parece bien mañana?
No sabía por qué le había propuesto ir allí. Sabía que no iba a acabar construyendo barcos y le había Prometido a Madeleine que volvería, quería volver, estaba a punto de decirle a Spike que se olvidara de aquello, cuando cambió de opinión. ¡Qué demonios! Tampoco le haría ningún mal ir hasta allí y hablar con los muchachos.
—Mañana me va bien, gracias.
De pronto, comenzó a sonar su teléfono móvil. Cuando colgó, sus manos temblaban.
—Jessica se ha desmayado. Vamos a la consulta del doctor John ahora mismo.
**
Sentada en la camilla y envuelta en una fina bata de algodón, Jess sintió que estaba en buenas manos. El doctor John tenía unos cincuenta años y era una persona con la que uno se sentía seguro al otro lado del estetoscopio. Él sonrió mientras anotaba su peso y temperatura.
—¿Hay alguna posibilidad de que esté embarazada? —preguntó.
—Oh, no.
—¿Ha mantenido relaciones últimamente?
El rubor que cubrió sus mejillas contestó la pregunta.
—Lo he hecho, pero no de la manera convencional…—El hombre con bata blanca la observó con una mirada de intriga y sonfusa— Me refiero a que no con un hombre. Soy lesbiana.
—Creo que le haré un análisis de sangre de todas formas para descartar otras posibilidades, ¿de acuerdo? Así podremos ver si todo está bien.
—De acuerdo. Pero no estoy embarazada. Mi esposa y yo lo intentamos durante años con diversos procedimientos sin lograr un resultado positivo. El problema era yo. —El doctor caminó hasta el otro lado de la habitación.
—Siéntese en esa silla. Yo mismo le tomaré la muestra de sangre.
Una vez extrajo la sangre, escribió su nombre en una etiqueta y la pego al tubo.
—Creo que está demasiado cansada. No ha estado comiendo bien y el agua tan caliente de la bañera le hizo desmayarse. Vaya a casa y tómese unos días libres. Duerma todo lo que pueda. En cuarenta y ocho horas tendremos los resultados de los análisis ¿De acuerdo?
Jess asintió.
—Ya había pensado tomarme un descanso.
—Pues ahora es una orden del médico.
Ella sonrió y le dio el número de su teléfono móvil, pensando que estaría de vuelta en Nueva York para cuando los resultados del análisis estuvieran…
—Gracias, doctor John.
—Ha sido un placer. Llámeme si tiene alguna pregunta —dijo.
El médico estrechó su mano y se fue. Mientras se vestía, oyó voces en el pasillo. Al salir, se sorprendió al encontrarse cara a cara con Yuri. Estaba palida como la pared y Spike la había estado sujetando para que no entrara en la consulta. Seguramente, Libby la había llamado.
—¿Te pasa algo? —preguntó Yuri.
—Nada.
—Te desmayaste.
—Sí, estuve mucho tiempo en la bañera, pero no tiene importancia.
—Tienes mal aspecto.
—Gracias. ¡Qué amable de tu parte! ¿Dónde está Libby?
—Se ha ido. Le he dicho que nosotros te llevaríamos a casa.
—Bien, entonces, vamos.
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