A Min SunYe le gustaba creer que tenía un gran talento para valorar a las personas, especialmente a las mujeres agresivas como ella. Así que mientras observaba a Hwang al otro lado del comedor, supo que iban a tener un encontronazo aquella noche. Desde que había entrado en la mansión con Jess, ambas habían estado midiéndose con la mirada como si de un par de lobas se tratara.

Jess se puso delante de ella, con una taza de café en las manos.

—¿Sun? ¿Te pasa algo? Parece que quisieras arrastrar a alguien por el cuello.

La mencionada sonrió, se inclinó y la besó en la mejilla.

—No tienes de qué preocuparte.

—Voy a buscar a Yoona. No te metas en líos, ¿de acuerdo?

En cuanto Jess se fue, dirigió una dura mirada a Hwang, que se la devolvió. Había llegado el momento de acabar con aquello, se dijo mientras dejaba la taza de café en una mesa.

Hwang debía de haber pensado lo mismo, porque estaba rodeando la mesa por el otro lado.

—¿Sabes? —dijo Sunye—. Hace una semana, Jess se fue de aquí sintiéndose fatal. Pero en cuanto llegó a Manhattan, su humor mejoró. Me preguntó por qué.

—No es asunto mío.

Sunye rió y se aliso algunas inexistentes arrugas del vestido.

—Estamos de acuerdo en algo. Pero es eso lo que me desconcierta. No has dejado de mirarme en toda la noche como si pasara algo entre nosotras. Teniendo en cuenta que Jess no es tuya, no sé qué es lo que te molesta. A menos que te guste el color de mis ojos.

—Hay pocas cosas que me gusten de ti.

—Y eso, ¿por qué?

—Conoces tu reputación tan bien como yo. ¿Cuántas amantes tienes ahora mismo, Min? Además de ella, claro.

—¡Qué protectora! —murmuró Sunye.

—Ten cuidado, Min, tratar de adivinar los pensamientos de los demás puede ser peligroso.

—También lo es hacer llorar a una mujer. ¿O acaso te gusta hacerle daño?

—Para que quede claro —dijo Hwang—, te devolveré el próximo insulto en forma de puñetazo directamente a tu cuidado rostro.

Jess ahogó un grito. El sonido que emitió hizo que ambas mujeres se giraran hacia la puerta. El efecto fue como el de una campana en un ring de boxeo. Las dos se separaron, Yuri hacia la ventana y Sunye pasándose la mano por el pelo mientras se acercaba a ella.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó la rubia.

—Sólo estábamos hablando —dijo Sunye sonriendo—. Vayamos a ver los fuegos artificiales.

Jessica miró al otro lado de la habitación. Yuri estaba totalmente rígida, mirando por la ventana.

—Vamos, Jess, vayamos a ver los fuegos artificiales. —Yuri bajó la cabeza.

—Déjanos solas —dijo Jess a Sunye.

***

—¿Quieres contarme de qué iba todo eso? —dijo una vez Sunye se hubo marchado. —No pasa nada.

—Quiero que dejes a Sunye en paz.— Yuri rió forzadamente.

—Creo que puede cuidarse ella sola. Ahora, será mejor que vayas tras ella. Te está esperando.

—¿Cuál es tu problema?

Hubo un largo silencio y luego Yuri se encogió de hombros.

—¿Crees que si yo también me dedicara a flirtear con otras mujeres me sentiría mejor? ¿Acaso alivias tu dolor con mujeres de una sola noche?

Jess entrecerró los ojos. Aquél era un golpe bajo, además de equivocado.

—¡Mira quién fue a hablar! —dijo. Al ver que Yuri fruncía el ceño, puso los brazos en jarras y añadió—: ¿Sabe tu chica lo que pasó entre tú y yo?

 —¿De qué demonios estás hablando?

—De tu mujer misteriosa, de la mujer a la que amas —dijo y al ver que Yuri palidecía, sacudió la cabeza—. ¿Acaso creías que no me había dado cuenta? Te oí hablar