La mañana siguiente Yoona se despertó sola en la enorme cama todavía envuelta en el edredón. Cuando Volvió del cuarto de baño cubierta con un albornoz Seohyun estaba de pie junto a la cama totalmente vestida. Y mirando la pequeña mancha de sangre en las sábanas.

—¿Estás bien? —preguntó la castaña.

En ese momento, Yoona recordó cómo había sido tenerla encima de ella, dentro de ella, y deseó poder hacerlo de nuevo.

—¿Yoona?

 —Muy bien.

—¿Quieres desayunar?

Seohyun le habló como si fuera una invitada y no con quien había estado desnuda haciendo el amor la noche anterior.

—No tengo hambre, pero quiero que respondas a una pregunta. ¿Cómo es posible que hayamos hecho el amor y ahora me mires con tanto distanciamiento?

Seohyun cerró los ojos, distanciándose aún más.

—En primer lugar, lo de noche fue sólo o. Tú merecías ser tratada de otra manera, y yo me porté como una bestia insensible. Nunca me lo perdonaré.

Yoona se puso las manos en las caderas, y sacó fuerzas de la frustración que sentía. —Sigo deseándote —dijo ella con una voz fuerte y directa. No podía creer que estaba hablándole con tanta autoridad—. Me diste muy poco de lo que las dos necesitábamos…

—Hasta que sangraste…

—¿Quieres dejarme terminar? Te apartaste tan de prisa que ni siquiera tuve tiempo de acostumbrarme a ti, a sentirte. Quiero saber cómo es. Contigo.

—Algún día, una mujer que te ame como es debido…

—Ahórrate el cuento de hadas —le interrumpió ella por segunda vez—. Que no haya tenido una amante antes, no significa que no pueda tomar mis propias decisiones. Quiero hacer el amor contigo. Te he elegido a ti.

—¡No lo merezco! —dijo Seohyun, su voz un trueno que resonó cargado de odio hacia sí misma.

—Yo no pienso lo mismo.

—Entonces no me conoces lo suficiente.

Yoona recordó la noche que se negó a dejarla ir sola en la bicicleta; el respeto con que siempre había tratado a su familia. La recordó tumbada a su lado la noche anterior, en la oscuridad, con el cuerpo tenso, suplicándole que se quedara.

—Te equivocas —susurró ella—. Te conozco muy bien —le aseguró, tocándole el brazo.

Seohyun dio un respingo y se apartó de ella. —No —masculló.

Yoona frunció el ceño. —¿Por qué no?

—Porque en este momento lo que menos necesito de ti es compasión.

El dolor provocado por aquellas palabras se clavó en su pecho, y Yoona sintió que perdía toda la fuerza que había tenido hasta entonces. Apretándose las solapas de la bata, dijo, muy seria:

—Si no te importa, quiero vestirme.

—No quería ofenderte, Yoona. Es sólo que… no necesito que me cuides. Yo he sido quien te ha hecho daño.

No, pensó la rubia. Las dos estaban sufriendo.

—¿Estás libre esta tarde a las tres? —preguntó Seohyun.

 —¿Para qué?

—Para quedar conmigo.

 —¿Por qué?

—Por favor.

En los ojos de la castaña había una súplica, y Yoona tuvo la sensación que era lo más cerca que había estado nunca de suplicar a alguien.

—De acuerdo, pero con una condición.

—Lo que tú digas.

—Bésame. Ahora.

 —Yoona…

—Lo digo en serio. Quiero que me beses.

Seohyun se acercó lentamente hacia ella, y le tomó la cara con las manos. Con la boca, le rozó la suya.

Pero ella le rodeó el cuello con los brazos y se pegó a la mayor. —De verdad, Seohyun.

La castaña apretó los ojos con fuerza, la vena de la garganta empezó a latir por la fuerza de los latidos de su corazón, y ella entreabrió los labios como si le costara respirar.

Sin embargo, el contacto siguió siendo controlado, mientras le acariciaba la mejilla a la rubia con el pulgar.

Cuando Seohyun abrió los ojos, Yoona vio el destello del ardor ual y sintió el calor que emanaba de su cuerpo, tenso  por ella.

—Siempre te beso de verdad —dijo Seohyun con voz ronca.

Le acarició los labios con los suyos una vez más y después salió de la habitación.

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