Yoona  salió corriendo del estudio, en dirección a la parte posterior de la casa, de donde procedía el ruido. En cuanto entró en el comedor, se detuvo en seco. En la cocina, las llamas subían por las paredes y el humo salía por las puertas abiertas y se extendía por el techo.

—¡Tenemos que salir de la casa! —dijo Seohyun, sujetándola por la espalda.  

—¡Mi abuela está arriba!

Seohyun le puso un teléfono móvil en la mano y la llevó hacia la puerta que daba al exterior.

—Llama a Emergencias. Yo la bajaré. ¿En qué habitación está? —gritó ella. Antes de poder responder, Yoona vio con horror la silueta que se movía entre las llamas. Su abuela estaba en la cocina.

—¡Abuela! —gritó, echándose hacia adelante—, ¡no!

Seohyun  la sujetó.

—¡Yo la sacaré! ¡Tú llama por teléfono!

Con ojos llorosos a causa del humo y el calor, Yoona marcó rápidamente el número de emergencias, pensando que tanto Seohyun como la abuela necesitarían ser tratadas por inhalación de humo, o incluso por algo peor.

Pronto las llamas se extendieron por el comedor, consumiendo las molduras del techo y achicharrando las paredes. Yooba se echó hacia atrás, pero no pudo irse.

Buscando entre las llamas y el humo, escuchó un sonido sibilante, como de un escape de vapor, o de gas. Y entonces la onda expansiva de una segunda explosión la lanzó de golpe contra la pared.

—¡Seohyun!

Con dificultades Yoona logró salir hasta el exterior y se dirigió a la puerta de la cocina. Allí se detuvo en seco al ver la devastación lenguas violetas y anaranjadas ascendían por los paneles acristalados de las ventanas y columnas de humo negro se alzaban hacia el cielo.

Seguro que había muerto, pensó. Seguro que las dos estaban muertas.

Yoona cayó de rodillas en la hierba, desgarrada por un intenso dolor que no había sentido nunca. Ni siquiera cuando perdió a sus padres.

En la distancia, oyó las sirenas que se acercaban, y pensó que llegaban demasiado tarde.

Un movimiento atrajo su atención. A la derecha.

Desde la parte posterior de la casa vio una sombra. No. Era una silueta que se dibujaba contra la luz de las llamas. Una silueta alta que llevaba algo en su espalda.

—¡Seohyun! —exclamó, poniéndose en pie y corriendo sin tocar el suelo—. ¡Seohyun!

 Justo cuando llegó a su lado, Seohyun acabó de consumir la energía que la había mantenido en movimiento hasta entonces y se hundió de rodillas en la hierba, jadeando entrecortadamente mientras dejaba a la abuela Boa tendida en el suelo. La mujer estaba tan desorientada como ella, y las dos estaban cubiertas de ceniza.

—Oh, Seo —Yoona le besó la cara—. ¿Cómo habéis salido?

—Por el estudio. He roto la ventana y… —un ataque de tos le impidió continuar.

 —¡Aquí! —gritó Yoona al camión de bomberos y la ambulancia que acababan de aparcar delante de la casa—. ¡Aquí!

Los sanitarios corrieron hasta ellas mientras los bomberos empezaban a sacar las mangueras. Enseguida colocaron máscaras de oxígeno a Seohyun y a la abuela, y después los alejaron del fuego. Cuando Yoona se aseguró de que ninguna estaba seriamente herida, miró hacia la casa, hacia la parte posterior que había quedado consumida por las llamas.

Sintió un escalofrío. La cocina. El fuego. Lo había dejado encendido. Aunque era imposible que pudiera provocar una explosión de tal envergadura. A menos que hubiera dejado abierto algún otro fuego sin darse cuenta.

En ese momento, el coche de Tiffany apareció por el sendero. —¡Tiffany! —gritó Yoona—. Oh, Dios mío, Tiffany, Tiffany.

Corrió hacia su hermana mientras ésta y Taeyeon salían del coche, las dos con expresión de incredulidad en el rostro.

—Yoona… Dios mío, ¿estás bien?

Yoona abrazó a su hermana llorando desconsoladamente.

—Sí, sí. Seohyun ha salvado a la abuela. Pero, oh, Tiffany, creo que la culpa ha sido mía. He sido yo…

—Shhh  —dijo  Tiffany, meciéndola para tranquilizarla—, estás histérica. Iré a hablar con los bomberos.

La lucha contra el fuego continuaba cuando los sanitarios decidieron llevar a la abuela Boa al hospital para tenerla en observación.  Yoona se ofreció a ir con ella, pero no quería irse sin hablar antes con Seohyun. Mientras los hombres subían la camilla de la abuela a la ambulancia, ella miró a un lado y a otro, buscando con los ojos.

De repente, éste se materializó a su lado. Tenía el traje chamuscado, el pelo cubierto de ceniza y la cara ennegrecida. Quiso abrazarla, y casi lo hizo, pero la expresión distante de sus ojos la detuvo.

—Tu hermana, Taeyeon y Spike se quedarán en mi casa. ¿Conoces el número?

—Y tú también. Durante todo el tiempo que sea necesario, hasta que White Caps vuelva a ser habitable —dijo con una firmeza que no admitía discusión—. ¿Vas con la abuela al hospital?

Yoona asintió.

 —¿Cómo volverás?

—Tiffany vendrá a buscarme mañana por la mañana.

—Bien —dijo la castaña, asintiendo con la cabeza. Después apartó la vista—. Cuídate.

 —¿Esto es un adiós? —susurró la menor.

—Señora, tenemos que irnos —le interrumpió el sanitario que se asomaba por la parte posterior de la ambulancia—. ¿Le ayudo a subir?

Yoona dio Seohyun un momento más para responder, pero como ésta no dijo nada, tomó la mano que le ofrecía el  hombre y subió a la ambulancia.

—No se preocupe, señora —dijo el hombre a Seohyun antes de cerrar las puertas—. Cuidaremos de su esposa y de su abuela.

Mientras las puertas se cerraban, Yoona habría jurado que Seohyun dijo: —No es mi esposa.

A la mañana siguiente, Yoona pasó una hora paseando por los jardines del hospital. Hacía sol, y aunque no era un día especialmente cálido, el aire fresco del otoño era lo que necesitaba. Tras pasar la noche sentada en un sillón en la habitación de su abuela, necesitaba desentumecer los huesos. Y pensar.

Pensar en el incendio, y asumir que había sido por su culpa y que había puesto en peligro la vida de Seohyun y la de la abuela, además de destruir buena parte de la residencia y la empresa familiar, la boda de su hermana y un montón de recuerdos y enseres personales.

Cada vez que cerraba los ojos, veía a Seohyun entrar en la cocina en llamas y recordaba la sensación de desespero que la embargó al creerlo muerto. Después recordaba sus palabras: de despedida, y era como si le dieran un puñetazo en el pecho. Tratando de olvidarlo, se acercó al aparcamiento a buscar el coche de su hermana, pensando que Tiffany no tardaría en llegar.

 —Estás aquí.

Al oír la voz ronca y conocida, giró en redondo. —¿Seohyun ?

—Te estaba esperando en la habitación de tu abuela, y acabo de verte por la ventana.

—¿Qué haces aquí?

—Han dado de alta a Yuri, y Tiffany ha tenido que ir a Albany a recogerla. Taeyeon tenía que ocuparse de los papeles del seguro, y yo me he ofrecido para venir a recogerte.

—Oh. Muy amable por tu parte.

—¿Cómo estás? —preguntó la castaña.

 —Estoy…

La palabra que estaba buscando era «bien», pero fue incapaz de pronunciarla. ¿Cómo hacerlo después de saber que había quemado la casa de su familia y puesto en peligro la vida de su abuela y de la mujer que amaba?

—Estoy… —se llevó la mano a la boca y cerró los ojos con fuerza. La notó ir hacia ella, pero el orgullo le hizo dar un paso atrás. —No, no, estoy bien. De verdad. No quiero que pienses que soy…

 —Cállate, por favor, Yoona —dijo ella, tomándola en sus brazos.

Ella se resistió, quizá durante medio segundo, y después se dejó caer contra su cuerpo y le rodeándole la cintura con los brazos, apoyándose en su suavidad y en su calor.

Sin embargo, era consciente de que lo único que ella ofrecía era consuelo y compasión. Seohyun había dejado claro cuál era su relación con ella la noche anterior, antes