Cuando el tren se detuvo en la estación de Albany, Yoona vio a Tiffany por la ventana. Su hermana la estaba buscando con la mirada entre los pasajeros que iban bajando al andén, vestida con unos pantalones vaqueros y un suéter de punto negro que seguramente era de Taeyeon. Al verla, Yoona se sintió en casa, en el lugar que le daba calor y estabilidad, y se le llenaron los ojos de lágrimas.

En ese momento, Tiffany la vio y corrió hacia ella, apresurándose a ayudarle con las maletas.

—Hola, cómo me alegro de… ¿qué pasa?

Yoona dejó las cosas en el suelo y abrazó a su hermana. —Yoong, ¿estás bien?

«Oh, Dios, Tiffany. He hecho el amor con una mujer por primera vez. Con Seohyun. Y tengo miedo de amarle de verdad y de que ella me destroce el corazón», quiso poder decir.

«Estoy aprendiendo cosas sobre mí misma que parecen alejarme de ti, de Yuri y de la abuela. De todo lo que siempre he conocido. Ya no sé quién soy. Ni cuál es mi lugar. Ni adónde voy».

—¿Yoona?

—Estoy bien. Muy contenta de verte —dijo ella, echándose hacia atrás y secándose los ojos—. ¿Qué tal está la abuela? —preguntó, refugiándose en preguntas más familiares para no decir en voz alta lo que de momento prefería callar.

—Mucho mejor. Con la nueva medicación, está más tranquila y puede concentrarse más rato en las cosas. Incluso se sienta en la mesa de la cocina mientras Taeyeon trajina en los fogones. De hecho, parece encantada.

—¡Cómo me alegro! —dijo Yoona—. ¿Está teniendo algún efecto secundario?

—Como una hora después de tomarse la pastilla se queda un poco adormecida, pero aparte de eso, está bien.

Para Yoona, las palabras de su hermana supusieron quitarle un gran peso de encima. Con los nuevos encargos de trajes, tendría que viajar a Nueva York con regularidad, y su ausencia sería más llevadera si las cosas en casa no eran tan duras.

—¿Y Yuri? —preguntó mientras las dos se dirigían al aparcamiento.

 —Esta semana vuelven a operarla de la pierna.

—Me alegro de haber vuelto. —Tiffany se detuvo junto a su coche.

—Yo también. No… no está muy bien. He intentado hablar con ella tantas veces que ni siquiera me oye. Quizá lo puedas intentar tú. Apenas come, y sé que apenas duerme, porque la luz de su habitación está toda la noche encendida. Me dijo que se alegraba de que volvieras; creo que te echa de menos. Siempre habéis tenido una relación muy especial.

Las dos se montaron en el coche y Tiffany lo puso en marcha. —¿Te he contado lo que le pasó a Stu?

En las dos horas de trayecto desde Albany a Saranac Lake, Tiffany le puso al día sobre todo lo acaecido en el pueblo durante su ausencia. Y cuando aparcaron en White Caps, Yoona se sintió por fin en casa. Con muchas ganas de ver a la abuela y dar un abrazo a su hermana mayor.

A través de la ventana de la cocina, vio a Tae y a su ayudante y mejor amigo Spike bromear y discutir sobre una hogaza humeante de pan. A su alrededor, todo estaba igual que siempre.

—Es como si no me hubiera ido —susurró Yoona, sin saber con certeza si sería capaz de volver a adaptarse a la vida que había llevado hasta entonces.

—Vamos adentro —dijo Tiffany, sacando la maleta del asiento de atrás—. Hace frío y tú sólo llevas esa chaqueta.

Cuando entraron en la casa, Tae y Spike  las saludaron.

—Hola. Por fin ha vuelto nuestra viajera incansable —dijo Spike, rodeando la isla del centro de la cocina.

El hombre medía más de metro ochenta de estatura y llevaba tatuajes en el cuello y en los brazos. El pelo, tan negro como su ropa, estaba peinado hacia atrás, totalmente de punta.

Aunque tenías unas pintas que daban miedo, el hombre era todo corazón y afecto. El tipo de afecto que tenían los pitbulls y los mastines por sus dueños, probablemente, pero afecto al fin y al cabo.

—Un abrazo, cielo —dijo, acercándose a Yoona y abriendo los brazos.

Yoona sonrió y le dio un fuerte abrazo. Spike siempre olía bien. Como la ropa recién lavada.

—¿Quién es tu nueva amiga? —preguntó Yoona, señalando a la cocina nueva. Taeyeon le guiño un ojo a modo de saludo.

—Firmamos el acta de defunción de la vieja hace tres días, y tuvimos suerte de que ésta estuviera en stock, aunque no estoy muy segura de que nos entendamos muy bien —explicó Taeyeon.

—La muy sinvergüenza nos ha estropeado el pan.

—Sí, la temperatura del horno no se mantiene estable —dijo Tae.

—Bueno, háblanos de la gran ciudad —dijo Spike, obligándola a sentarse en una silla. Acto seguido, le sirvió un vaso de zumo y le puso un plato de galletas caseras delante—. Las he hecho esta misma tarde. Creo que te gustarán.

Mientras  Yoona contaba algunas de sus aventuras, Taeyeon preparó un estofado de ternera. Estaban a punto de sentarse a cenar cuando sonó el teléfono.

—Yo lo cojo —dijo Tiffany, corriendo hacia el despacho. Un minuto después volvió con una expresión extraña en la cara—. Yoona, es para ti. Seo Jo Hyun.

Yoona ocultó parcialmente el rubor de las mejillas limpiándose los labios con la servilleta y saliendo de la cocina a toda prisa.

—¿Diga?

—¿Por qué no me has llamado? —exigió saber la mujer al otro lado de la linea. Pero enseguida suspiró—. Perdona, no es la mejor manera de empezar una conversación, ¿verdad?

Yoona se echó a reír.

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