Capítulo Ocho
VERDADERO AMOR (ADAPTACIÓN TAENY)—Qué manera más triste de pasar un jueves por la noche —refunfuñaba Tiff al teléfono.
Solía intentar hacer algo relajante los jueves por la noche, porque normalmente los viernes trabajaba hasta muy tarde,
pero navegar por Internet en busca del amor no coincidía con su idea de algo relajante.
— ¿Quieres que vaya? —preguntó Soo Young—. Estoy en camisón y estaba a punto de hacerme una maratón de Los
Ángeles de Charlie, pero no me importa ponerme unos tejanos e ir para tu casa.
—No, no querría apartarte de tus angelitas. He llamado a Taeyeon, pero tiene que trabajar hasta tarde.
—Muchas gracias, amiga, —protestó Soo Young—. Se supone que a una mujer no se le dice que es un segundo plato.
¿Seguro que tiene que trabajar? Creo que en el fondo le encanta lo de ligar en Internet, y ya debe de tener una lista
kilométrica de mujeres que trabajarse.
—No voy a honrar tu teoría con una respuesta.
Tiff había vuelto a sentir un pinchazo. ¿Estaba celosa de que Taeyeon quemara la Red en su búsqueda de fuegos
nuevos que prender?
—Puede que tengas razón —le dijo a Soo Young—. Considerando la falta de candidatas buenas, seguro que Taeyeon
ya se ha tirado a la mayoría y ahora están suspirando por ella en alguna parte.
— ¿Y cómo es que me has llamado? Creía que ibas a in-tentarlo sola un tiempo, confiando en tu propio instinto.
—Lo que me dice mi instinto es que corra por mi vida. Te he llamado para que me animes, así que ya puedes empezar.
—Vale, vamos a escoger a alguien con quien puedas quedar. ¿Quiénes son tus tres primeras opciones?
—No tengo tres opciones. No hay una sola mujer en la página con la que me interese chatear, y mucho menos
conocerla en persona.
—Ah, eres un caso perdido. Deja de ser tan tiquismiquis. Léeme algún perfil, de quien sea —la instó Soo Young.
—Vale, muy bien. Así verás lo inútil que es este ejercicio. Aquí hay una que se hace llamar SinPañosCalientes, lo que
ya me da escalofríos nada más empezar. No, espera; me acaba de llegar un correo de AvivandoLaLlama. No he visto su
perfil, pero ya verás...
Aunque Tiff leyó la mayor parte del correo en silencio, narró algunas de las mejores líneas en voz alta.
Llevo toda la semana leyendo tu perfil cada día y hoy por fin me he atrevido a hacerme una cuenta para poder escribirte.
Yo, igual que tú, me he pasado la vida trabajando duro, pero nada de lo que he conseguido me ha hecho latir el corazón
del modo en que me ha pasado al leer lo que sientes respecto al amor y a las relaciones. Estoy de acuerdo con que
una relación fuerte necesita muchos cuidados y que la pasión y el compromiso serán lo que avive las llamas y
mantengan el fuego encendido. Me gustaría conocerte y comprobar si la primera mirada que compartamos enciende
sentimientos que ardan para siempre. Te invito a leer mi perfil y a ponerte en contacto conmigo si te interesa.
—Guau, qué caliente se está poniendo esto —rio Soo Young—. ¿Está tan buena como suena?
—La verdad es que está cañón. ¿Dónde había estado escondida todo este tiempo?
—Cariño, estaba sentada en el banquillo, esperando el momento adecuado para salir a jugar contigo. —El tono de Soo
Young se tornó suplicante—. Por favor, dime que vas a jugar con ella.
—No tienes remedio. Te prometo que le contestaré. Y si puede mantener una conversación de chat durante un par de
rondas, te juro que quedaré con ella.
—Buena chica. Ahora, si no me necesitas para nada más... —Vuelve con tus ángeles. Saluda a novia ficticia de mi parte.
—Lo haré.
Incluso antes de que Soo Young colgase, Tiff ya había empezado a releer el mensaje de AvivandoLaLlama y pensaba
mentalmente en la respuesta que le escribiría.
— ¿Eres de verdad? —musitó para sí.
*
*
*
— ¿Dónde demonios está? —rezongó Taeyeon, escribiendo «Malibu» en el menú de búsqueda por tercera vez.
Contempló incrédula el mensaje de «No se han encontrado coincidencias». Qué raro. Taeyeon se sentía mal por haberla
echado del despacho a principios de semana de malas maneras. Luego Nana la había llamado varias veces, pero
siempre la pillaba ocupada con algún paciente o en el quirófano. Con una disculpa preparada en la cabeza, llevaba
media hora conectada intentando encontrarla. Alargó la mano hacia el teléfono inalámbrico de la mesita de noche, pero
se dio cuenta de que no tenía su número de teléfono, precisamente porque «se le había olvidado» pedírselo. En
cualquier caso, sabía dónde vivía.
Taeyeon consideró la posibilidad de ir a pedirle perdón en persona. Había sido superborde toda la semana, saltándole al
cuello sin motivo a una mujer a la que apenas conocía y mostrándose impaciente e irracional con toda persona con la
que se cruzaba.
También había intentado contactar con Tiff para arreglar las cosas, pero su amiga se había mostrado distante. Seguro
que la culpa la tenía el que Taeyeon hubiera desaprobado sus elecciones de citas.
Dejó el portátil en la mesita de noche y se calzó las suaves zapatillas Gucci que tenía a los pies de la cama. No
pensaba pasarse la tarde allí sentada, sintiéndose impotente. Lo mejor para reconciliarse con alguien era hablar cara a
cara. Se acercó al espejo y se dio un repaso rápido. La camiseta de algodón verde claro algo arrugada que llevaba y
los téjanos Lucky gastados estaban bien para una visita informal de última hora de la tarde.
Además, Taeyeon no había olvidado que a Nana le gustaban aquellos téjanos.
Sacó el BMW del parking anexo a su edificio. El tráfico estaba despejado incluso para un jueves por la noche y Taeyeon
atribuyó las calles casi desiertas a la llovizna que empezaba a caer. Las noches laborables, los bares de Deep Ellum
tenían actuaciones en directo de artistas de la zona que atraían bandadas de yonquis de la música alternativa de la
urbe. El inconveniente era que los aparcamientos al aire libre le quitaban las ganas a cualquiera a poco que cayeran
cuatro gotas, a no ser que se tratara de fans acérrimos. Fue hacia el este por Main Street y recorrió las pocas
manzanas que la separaban del apartamento de Nana mientras pensaba lo que estaba haciendo.
«Estoy yendo a disculparme por haberme portado como una imbécil. Fui muy seca y sé que fue porque Nana mencionó a papá.»
Nana no podía saber que el otro doctor Kim era su padre.
¿Cómo iba a explicarle Taeyeon por qué había reaccionado de aquella manera sin contarle lo que había detrás?
No tenía ningunas ganas de hablar de su padre.
¿De verdad le debía a Nana alguna explicación? No estaban saliendo. Solo habían quedado dos veces y sus
conversaciones eran poco más que juegos preliminares. No la conocía. Maldita sea, si ni siquiera tenía su número de
teléfono.
Cuando se acercaba a Pearl Street, sus cavilaciones se convirtieron en determinación y cambió de carril de golpe: el
derecho en lugar del izquierdo. El derecho la llevaba a Oak Lawn y a la promesa de la vida nocturna de ambiente en
Dallas. Ojalá la lluvia no hubiera desanimado a todas las mujeres guapas. Taeyeon decidió empezar la
noche de nuevo, sin disculpas ni remordimientos, y dejó atrás el edificio de Nana para irse directa al Sue Ellen’s.
Las sospechosas habituales estaban presentes. Entró en el bar de luz tenue y se tomó un momento para clasificar al
personal. El local estaba lleno de mujeres que batallaban por la mejor posición para pedir la bebida especial del día a
una de las tres camareras de la barra: una hermosa, una pi- cantona y otra más masculina. Las tres iban a destajo
para satisfacer a las dientas que reclamaban su atención. Taeyeon no se acercó al barullo, sino que disfrutó con la
danza, cuya coreografía no cambiaba nunca independientemente de la composición de la audiencia.
Aunque se había mantenido a cierta distancia de la abigarrada barra del bar, ser dienta habitual tenía sus ventajas.
Cuando pidió, la camarera salió de detrás de la barra para servirla en persona, se le arrimó, le rodeó la cintura con el
brazo y le puso la botella Miller Lite en la mano.
—Hacía tiempo que no te veía por aquí una noche entre semana. ¿Qué tal todo?
Taeyeon dio un buen trago de cerveza y contempló a la mujer que estaba unida a su cadera. Era bajita, con el pelo de
punta, castaño con reflejos dorados. Caderas esbeltas, cintura de avispa y un culo redondito y perfecto para completar
su agraciada figura. No era el tipo de Taeyeon, pero sus rasgos afilados, andróginos y de edad indefinida hacían volver
más de una cabeza. Un grupo en primera fila se volvió para mirarlas, debatiéndose entre disfrutar del espectáculo y llorar
la pérdida de su escanciadora. Al notar que eran el centro de atención, Taeyeon advirtió a su siamesa de cadera.
—Como no vuelvas pronto, temo que las masas acudan a buscarte.
—Prométeme que bailarás conmigo antes de irte.
—A lo mejor no me quedo mucho rato.
—Bueno, si no se te ha llevado alguna mujer guapa cuando tenga mi descanso, eres mía.
—Trato hecho —contestó Taeyeon, sabiendo que no hablaba en serio.
El coqueteo era seguro y no significaba nada, porque las dos sabían que nunca iban a enrollarse. Por mucho que la
camarera pudiera estar dispuesta a participar en cualquier actividad extracurricular que le ofreciera Taeyeon, esta iba al
bar a menudo y no quería arriesgarse a perder uno de sus patios de juego por un rollo de una noche en el que
seguramente una acabaría herida.
Se alejó del bar y paseó por los alrededores de la pista de baile. Todo parecía indicar que los jueves por la noche allí se
iba a beber, no a hacer aerobic, así que no había muchas mujeres moviéndose al son de la música.
Taeyeon abrió las puertas de la terraza y se acomodó en una de las sillas de malla metálica que había en la parte
descubierta. Giró la silla hasta tener una perspectiva equilibrada de la terraza y la vida nocturna de la calle, y dio otro
trago de cerveza. Se acordaba de la primera vez que Tiff y ella habían ido al local, con sus carnés falsos. Estaban en el
último curso del instituto Dallas Este, habían dejado tiradas a sus citas del baile de fin de curso, se habían cambiado
de ropa y habían acudido al bar sobre el que tanto habían leído. Tras la muerte de la madre de Taeyeon, su padre no le
prestaba demasiada atención a lo que hacía o dejaba de hacer, de manera que tenía mucha libertad para explorar todo
lo que quisiera. Tiff y ella, poco seguras de su ualidad, habían tenido la suerte de encontrarse en el mar de alumnos
del Dallas Este y, juntas, habían aprendido sobre la vida lésbica a hurtadillas y habían leído libros y revistas que
confirmaban que no pasaba nada malo por sentirse como ellas.
Su primera noche en el Sue Ellen’s había sido como la primera vez que iban a Disneyworld: un universo de atracciones
deslumbrantes, montañas rusas y sabrosas chucherías. El ritmo de la música a todo volumen, las luces intermitentes y
las bebidas que habían logrado convenciendo a otras mujeres para que se las comprasen enardecieron su recién
descubierta ualidad. Taeyeon suponía que se habían acercado la una a la otra por familiaridad.
Evocó el momento en que Tiff se le había acercado y la había besado en toda la boca. Su lengua sabía dulce, pero el
efecto fue abrasador. Al principio se fundieron en un abrazo, pero entonces Taeyeon, cuya primera reacción había sido
aferrarse a su amiga, sintió miedo y se apartó de Tiff. Aún aturdida por el beso apasionado, Tiff tardó en darse cuenta de
que no se trataba de un rechazo momentáneo. Con la mirada nublada por el anhelo, Tiff miró a Taeyeon a los ojos y
esta percibió unos sentimientos tan intensos en sus profundidades que se preocupó, ya que, en comparación, los
suyos parecían superficiales.
Estaba como entumecida.
En retrospectiva, era consciente de que la muerte de su madre y la frialdad de su padre había hecho que enterrara
emociones y sentimientos como el amor en lo más hondo de sí misma, compactados en formas irreconocibles y
reacios a salir a la superficie.
Permitirles que volvieran a la vida era como una invitación al sufrimiento, tanto para ella como para la gente que la
quería. No tenía lo que había que tener para capear las tormentas sentimentales sin cerrarse por completo. Tiff venía de
una familia en donde el amor era la realidad diaria. Sus padres se querían y la querían. Sus hermanos eran leales hasta
la médula. A los diecisiete años, Tiffany Hwang no conocía el dolor y Taeyeon no pensaba arrastrarla al pozo con ella.
En aquel momento, había estado segura de que cualquier atisbo de romance destruiría una amistad que necesitaba
conservar sobre todas las cosas.
Así que ignoró la súplica en su rostro y dijo:
—Ahora que hemos practicado entre nosotras, vamos a probar nuestras habilidades con algún bellezón de los que
corren por aquí.
Tiff enseguida vació su rostro de expresión y recuperó la compostura al darse cuenta de que Taeyeon daba por finalizado
su breve arrebato de pasión. En todos los años que llevaban siendo amigas, nunca había vuelto a mencionar aquel
momento, y Taeyeon había dejado de plantearse lo que quería decir su silencio.
Una voz y la caricia amable de una mano en el hombro sacaron a Taeyeon de sus cavilaciones y la hicieron levantar la
vista. Suponía que sería una de las camareras que servían cócteles, pero se encontró cara a cara con una mujer de
grandes ojos marrones que le sostuvo la mirada.
— ¿Te apetece otra cerveza? —le preguntó la desconocida.
Arrebatadora, pensó Taeyeon. El rostro que enmarcaba aquellos ojos castaños era de piel clara y lisa, con aspecto
sedoso. Decidió comprobar si era tan suave como parecía y contestó:
—Prefiero bailar, si te parece una alternativa aceptable.
La preciosa extraña asintió y tendió la mano. Taeyeon la aceptó y volvieron dentro, a la pista de baile. Se unieron al
resto de las parejas y bailaron al son R&B de Rihanna y su «Good Girl Gone Bad». Taeyeon le apoyó las manos en las
caderas y fue subiendo lentamente. Al cabo de una canción, ya la tenía cogida de la cara y se inclinó para darle
un largo y lento beso que se extendió durante varios versos y un estribillo. La desconocida se apartó lo estrictamente
necesario para ofrecer:
—Vivo cerca.
Taeyeon asintió como toda respuesta, aunque la señal estaba clara. La mujer la cogió de la mano y la guio fuera.
Fueron en su Mercedes blanco descapotable hasta una de las calles principales de edificios de apartamentos de lujo de
Oak Lawn, a pocas manzanas del local. Aunque era tarde, el solícito aparcacoches se apresuró a abrirle la puerta a
la conductora, mientras que Taeyeon tuvo que arreglárselas sola. Bajó y siguió a su anfitriona al interior de las puertas
de cristal que les abría un portero vestido de uniforme, fueron en silencio hasta los ascensores y, en cuanto se metieron
en uno y empezaron a subir, la desconocida puso a Taeyeon contra la pared y la besó con maestría. El cuerpo de
Taeyeon respondió sin reservas y la agarró con fuerza de la melena color platino mientras la besaba en los sensuales y
gruesos labios.
El ascensor se detuvo en el piso 25 y la mujer susurró:
— ¿Te parece que aplacemos esto hasta llegar a mi casa?
Taeyeon volvió a asentir.
La luz tenue cubrió de misterio su intercambio entre las sombras mientras se enlazaban en casa de la mujer. Borracha
de pasión, Taeyeon se movía como en trance, siguiendo a su rubísima sirena sin prestar atención a los obstáculos o
trampas que pudieran ocultarse en la oscuridad. Se veía un poco reflejada en la confianza tranquila con la que la otra
mujer la llevó a la cama, la tumbó con firmeza y empezó a desnudarla descaradamente. Contempló la escena como si
estuviera mirándose en un espejo; era casi un juego adivinar el siguiente paso.
«Ahora se inclinará para besarme el cuello y me meterá el muslo entre las piernas para apretar un poco, solo un poco y
volverme loca. En respuesta a mis gemidos de súplica, apretará más y me comerá la boca con la lengua, como si fuera
un anticipo de lo que hará para llevarme al límite.»
Pese a la ventaja que tenía, el cuerpo de Taeyeon empezó a notar las sensaciones que describía su mente y se maravilló de cómo estaba perdiendo el control.
¿Era así cómo hacía sentir a las demás mujeres?
¿Cómo sobrevivían a una pérdida de control tan absoluta?
¿Cómo sabía aquella preciosidad que podía hacerle todo aquello?
Confusa, la pregunta afloró a sus labios.
— ¿Cómo sabes lo que quiero?
Sus palabras quedaron colgadas en el aire. Su tigresa sin nombre se interrumpió un momento en sus atenciones,
impertérrita ante la pregunta, y respondió con naturalidad.
—o de película sin ataduras. Todas sabemos lo que quieres.
Dicho lo cual, se inclinó y le mordisqueó los labios, pidiéndole permiso para entrar con su lengua ardiente. Como una
submarinista que hubiera tocado fondo y tratara de volver a la superficie desesperadamente, Taeyeon se obligó a
recuperar el control de sí misma y se apartó.
—Me voy —anunció, sentándose en la cama y alargando la mano hacia la camisa.
—No te vayas, doctora. Acabamos de empezar. —La mujer le rodeó la cintura con los brazos y le desabrochó los
botones casi igual de rápido que se los abrochaba Taeyeon.
Con más fuerza de la que había previsto, Taeyeon tiró del borde de su camisa y acabó con varios botones arrancados.
Las dos se quedaron mirando los pequeños trozos de metal mientras repiqueteaban en el suelo, rodaban y finalmente
se quedaban quietos en el silencio de la habitación. Taeyeon se cogió el borde de la camisa con las dos manos y se
dirigió apresuradamente a la puerta. Al poco salía del ascensor, granjeándose una mirada de circunstancias del portero.
Llegó antes que él a la puerta y salió pies para qué os quiero.
El calor sofocante de principios del verano se dejaba sentir solo durante el día, mientras que la noche en esa época todavía era soportable e incluso fresca. Taeyeon volvió andando al Sue Ellen’s para coger su coche, disfrutando de la brisa para despejarse.
¿Qué le pasaba?
Acababa de dejar a una mujer hermosa más que cachonda. Apesadumbrada, se dijo que ella misma había estado
cachondísima.
¿Tan fácil era?
«Las lesbianas buscan un polvo. Me da igual cuál es tu comida favorita, si te gusta bailar lento o rápido. Joder, ni
siquiera necesito saber cómo te llamas. Tienes que ser un buen polvo. No hace falta más inforTiffión.»
El camino de vuelta al bar se le antojó eterno mientras caía en la cuenta de que ya no le importaba la reputación que
había intentado cultivar durante toda su vida. Al atravesar Cedar Springs, levantó la mirada hacia la terraza donde había
empezado el fiasco de la noche. Entornó los ojos para imaginarse que la barandilla de hierro no existía y evocó la noche
en que Tiff y ella habían sido jóvenes y curiosas. Aunque ya en aquel tiempo era una persona cínica, no había podido
disociarse por completo de su anhelo.
Ahora, al mirar atrás, reconocía la fuerza que la movía debajo del cinismo: el miedo, el miedo a perder, a sufrir, a amar.
Resultaba curioso pensar que casi veinte años después seguía teniendo miedo, pero había aprendido a llamarlo con
nombres más aceptables como independencia, control y fortaleza.
Se puso al volante del M5, se apoyó en el respaldo y recordó los labios de una joven Tiffany al rozar los suyos. Con
todos los años que habían pasado, el miedo seguía enmascarando sus sentimientos, pero también sintió que regresaba
parte del mismo anhelo.
CONTINUARA....
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