Cap. 13

Una adicción llamada Lee Chaerin
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Me pasé media hora dando vueltas por el barrio antes de encontrar un sitio para aparcar y, cuando lo encontré, no se hallaba precisamente cerca.

 No estaba muy segura de volver a encontrar el apartamento. Me sentía tan agotada que las señales de tráfico temblaban ante mis ojos. Suspirando, aparqué el coche y después de buscar un poco, encontré el camino de regreso al apartamento.

 Lo primero que hice fue comprobar si seguía durmiendo.

 Dormía, pues estaba muerta de cansancio, pero aún parecía inquieta. Sin embargo, de momento no había nada que yo pudiera hacer al respecto.

 Me sentía demasiado cansada para inspeccionar el apartamento, pero tenía la impresión de que era muy grande. En la habitación que había junto a la que ocupaba ella vi unos sofás perfectos para dormir. Además, desde allí podía oírla si dejaba la puerta entreabierta. A pesar de que su cama era muy grande, no quería dormir junto a ella, pues me asustaba darle un golpe sin querer y hacerle aún más daño.

 Cuando me desperté por la mañana, me costó un poco recordar dónde estaba. Con mi habitual aturdimiento matutino, elaboré mentalmente una lista de posibilidades: no era mi apartamento, ni el suyo... En ese momento, me llegó un débil gemido desde la habitación contigua. ¡París! Eso sirvió para despertarme del todo.

 Me levanté y fui a ver cómo se encontraba. Se retorcía en la cama, inquieta, pero aún estaba dormida; no me pareció que despertarla sirviera para mejorar la situación. Me senté con cuidado en la cama y me dediqué a observarla: me pareció que tenía la cara más azul y más negra que el día anterior. Era horripilante, especialmente teniendo en cuenta que era una mujer hermosa, pero me tranquilicé un poco al recordar lo que había dicho la doctora.

 Y estaba segura de que, con el tiempo, todas sus heridas externas desaparecerían. En cuanto a lo que sucedería con las heridas internas-las que no eran físicas—, no había forma de saberlo.

 Supuse que seguiría durmiendo un poco más pues, de hecho, no tenía nada mejor que hacer. Me levanté de la cama y eché un vistazo a mí alrededor. Justo al lado de la habitación había un baño: entré y descubrí una bañera, ¡y qué bañera! Era enorme, no estaba empotrada y tenía unas patas que parecían zarpas de león. El baño entero era una auténtica orgía de lujo. Bueno, no, quizá « orgía » sea una exageración, pero lo cierto es que allí una podía encontrar todo lo que necesitaba para sentirse bien, y todo de primerísima clase. 

No me costó mucho imaginar lo bien que le sentaban sus escapaditas a París.

Salí del baño y eché otro vistazo a la cama. Seguía inquieta y no dejaba de moverse, pero me pareció que su respiración era más acompasada. Salí al pasillo que había justo delante de su habitación: aparentemente, hacia la izquierda se hallaban las estancias de uso más cotidiano, mientras que hacia la derecha había una puerta que daba a otra habitación y unos cuantos muebles antiguos, probablemente estilo Luis XV. Decidí ir hacia la izquierda: suponía que la cocina estaría en esa dirección y lo que más necesitaba en esos momentos era una buena taza de café. 

No me había equivocado: la cocina estaba al final del pasillo. Era exactamente la clase de cocina que cualquiera esperaría encontrar en un apartamento así: grande, antigua y perfectamente equipada.

 Me pregunté para qué la quería, si jamás cocinaba.

Busqué una cafetera y encontré dos: la primera era una de esas norteamericanas, como la que había visto en la cocina de su casa la segunda era la clásica cafetera francesa, de las que se enroscan a mano. Elegí la segunda, pues me pareció más adecuada para mi primer día en París. También encontré café, pero no leche, ni siquiera en polvo. El café con leche tendría que esperar.

Cuando el café estuvo listo, me serví una taza y regresé a la habitación. Ella seguía durmiendo. Mejor así, pensé, mientras empezaba una ruta turística por el apartamento.

 Ya había visto que tras la cocina se hallaba otra habitación pequeña, que probablemente había sido el dormitorio del servicio en otros tiempos. ¡Ah, qué tiempos aquellos! En el mismo pasillo, frente a la cocina, había un comedor y otra habitación que, probablemente, se había destinado al mismo uso que la primera.

 Esta vez, cuando salí del cuarto donde ella dormía, me dirigí hacia la derecha: la primera puerta de la derecha daba a un dormitorio que, al parecer, ya no se utilizaba. A la izquierda había una especie de biblioteca o eso me pareció, a juzgar por las antiguas estanterías que cubrían las paredes. Sin embargo, era obvio que la habitación ya no servía a ese propósito. Junto a la ventana había un escritorio grande, cuya superficie estaba parcialmente inclinada. Me acerqué y descubrí que en la parte horizontal de la mesa había un par de collages, mientras que en la superficie inclinada descansaba un elaborado dibujo a lápiz. ¡O sea, que pintaba! Me sorprendió tanto que tuve que sentarme unos momentos.

 De repente, me di cuenta de que tenía los ojos llenos de lágrimas. Aún no estaba preparada para admitir que Taeyeon tenía razón, pero en el fondo de mi corazón sabía que la amaba como nunca había amado a ninguna otra mujer.

 Me quedé allí sentada, aturdida y avergonzada a la vez: de no haber sido porque Chaerin aún se hallaba en unas condiciones lamentables, habría cogido el coche para volver a casa en ese mismo momento. Sin embargo, no me quedaba más remedio que esperar a que se recuperara un poco.

 Cuando llegara ese momento, lo más probable es que no quisiera saber nada más de mí. Seguramente, y llevada por la desesperación, la única persona a quien se le había ocurrido llamar era a mí, pero cuando ya no necesitara mi ayuda recordaría lo sucedido durante nuestro último encuentro.

Para cuando eso sucediera, yo ya no estaría allí.

 Me puse en pie y me sequé las lágrimas. Al otro lado de la habitación había otra puerta, que daba a un salón pequeño y discreto. Era obvio que allí pasaba la mayor parte del tiempo: había un sillón de aspecto muy cómodo frente a una chimenea pequeña.

Junto al sillón vi una mesita auxiliar sobre la cual descansaban ¡increíble!— unas gafas de lectura. Para entonces, las lágrimas me resbalaban ya por las mejillas.

 Me acerqué para ver qué estaba leyendo: gizellé : vous êtes le poison “tu eres el veneno”  ¡en francés! Me pregunté si aquella era la lectura más adecuada y pensé que tendría que buscarle algo un poco más ligero para su convalecencia.

 En el lado opuesto del salón había una última puerta, tras la cual encontré la amplia sala que había visto desde el pasillo, la que tenía muebles estilo Luis XV. Parecía tener una función puramente decorativa y, desde luego, no era tan acogedora como el saloncito de al lado. En una esquina descubrí una chimenea con un complicado diseño hecho de azulejos. Sobre el parquet había unas cuantas alfombras desperdigadas que, desde luego, no procedían de las rebajas... Los muebles eran muy elegantes y, tal y como yo empezaba a sospechar, auténticos.

 Aquella sala puso fin a mi ruta turística. Contemplé la calle a través de uno de los ventanales y sonreí al ver el típico bullicio parisino: en ese momento, varias personas cruzaban la calle con baguettes bajo el brazo; un motorista montado en un escúter pasó rozando a un peatón, que le lanzó diversos improperios; dos mujeres se encontraron y se pusieron a charlar con una vitalidad y afectuosidad muy difíciles de ver en las calles de Seúl o Berlín. Y aquello era, precisamente, lo que más me gustaba de Francia, aunque también me hizo darme cuenta de algo: de que tenía que ir a comprar comida, para ella y para mí. «Una experiencia nueva -Pensé. Será divertido».

 Volví a la cocina, me serví una segunda taza de café y rebusqué en los armarios: al parecer, no cocinaba nunca, ni siquiera allí.

 Aparte del café y varias clases de té, encontré unos cuantos platos precocinados en el congelador-supuse que para las emergencias— y nada más.

 Reflexioné: seguramente aún faltaban un par de días para que ella estuviera en condiciones de salir a la calle. Mientras tanto, necesitaba algo que la ayudara a recobrar fuerzas y recuperarse. En cuanto a mí, no estaba dispuesta a vivir dos días sin baguettes o sin poder tomarme un café con leche. No había más que hablar: hice una lista, regresé a la habitación donde ella seguía durmiendo y me vestí. Antes de salir, volví a mirarla.

 Seguía durmiendo, lo cual era buena señal.

 Mi excursión para ir a hacer la compra fue de lo más agradable: la simple oportunidad de poder hablar francés ya era mucho, aunque el mío estaba un tanto oxidado por el desuso. Y además, estaba la gente: los franceses se gritaban y se regañaban unos a otros, pero un segundo después se abrazaban como si no hubiera pasado nada, lo cual me parecía maravilloso.

Mis compras finales no tenían prácticamente nada que ver con lo que yo había previsto, pero daba igual porque la experiencia me había resultado de lo más grata y, sólo por eso, ya valía la pena.

Volví a casa silbando. La gente con la que me cruzaba me saludaba con un alegre «¡Bonjour!» y yo les respondía con la misma alegría. Ya en el apartamento, guardé la compra en la cocina, mientras silbaba en voz baja para no despertarla. Puse un cazo de leche a calentar-¡por fin el primer café con leche del día!

 Y me dirigí a su habitación. Cuando entré, me miró y dejé de silbar de golpe. Por supuesto, ella no sabía qué había estado haciendo y de hecho, era mejor así, pues podría haberle parecido inapropiado.

Me acerqué a la cama.

 -¿Te he despertado? -Le pregunté, preocupada.

-No. -Contestó en voz baja, aunque era obvio que se sentía algo mejor. -Ya estaba despierta. -Arrastraba las palabras al hablar y todavía tenía los labios hinchados.

 Quise abrazarla para demostrarle lo mucho que me alegraba de que ya se sintiera mejor, pero aún era demasiado pronto.

-He ido a hacer la compra. -Le expliqué. -¿Quieres comer algo?

-No. -Repitió. -Me estaba preguntando dónde te habías metido.

 Oh, oh, aquello sonaba fatal... A pesar de la dulzura de su voz, no me costó mucho detectar el crujido del hielo.

 ¿Qué querría decir con eso de «dónde te habías metido»?

¿Acaso pensaba que la había dejado sola, que me había largado a mi casa o algo así? En todo caso, todavía estaba demasiado débil para mantener una discusión sobre ese tema.

-Me estoy preparando un café con leche. -Le dije, como si no me hubiera dado cuenta de su tono de voz. -¿Te sientes capaz de beber algo? -Vaciló y yo detallé un poco mejor mi oferta.

-También he comprado naranjas. Si quieres, te hago un zumo, que seguramente te sentará mejor. Además, tienes un exprimidor bastante bonito. -Sonreí de forma alentadora.

-¿Tengo un exprimidor? -Me preguntó, sin demasiado entusiasmo.

Tuvo suerte de estar enferma porque, de no haber sido así, le habría dicho muy claramente lo que podía hacer con su exprimidor.

-Pues sí, tienes uno. -Me limité a confirmar. -Vale, pues zumo de naranja. Lo que no mata, engorda.

-¿Cómo dices?

 De no haber sido porque estaba completamente segura de que ya nos habíamos visto antes. -y mucho más que eso-, en ese momento habría tenido serias dudas al respecto.

-Pues que matarte, no te matará; como mucho, te engordará. -Repetí, con mi mejor voz de alumna aplicada de escuela primaria.

 Se limitó a mirarme y yo suspiré para mis adentros. Después traté de sonreír con amabilidad.

-Bueno, pues ahora me voy a la cocina a exprimir unas cuantas naranjas para hacerte un zumo. Además, la leche ya debe de estar a punto de hervir. -Di media vuelta y salí de la habitación.

 Ya en la cocina, empecé a preguntarme por los motivos de su comportamiento. Alguien la había atacado salvajemente y, desesperada, me había llamado a mí. Yo la había traído a París.

 

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Comments

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Tamtam45 #1
Chapter 23: Me encantaria que hicieras segunda parte, esta hermosa la historia
mariajoo #2
Chapter 23: As una segunda parte
Yukisoralenali #3
Chapter 2: Mmm que puedo decir tu forma de narrar es genial, la historia es diferente, fresca, sale del contexto habitual quien se imaginaria a una CL de a, por lo general la ponen como la chica mala que es popular y eso; pero tu historia deja algo diferente y significativo no todo sera hermoso en la vida siempre habra problemas con la pareja, me encanto tu historia y he leido tus otras historias, realmente no tengo mucho tiempo leyendo fanfic y todo eso a lo mucho tendre 2 meses es muy poco, pero me gustan tus historias son geniales; no cualquier persona tiene un talento como el tuyo, tu don para imaginar es impresioante, me encantaria que nunca dejaras de escribir historias y mas CHaera XD jajaja
Te has ganado una fan incondicional de verdad no dejes de escribir, imaginar y soñar, eres buena y espero muchas historias tuyas, te estare esperando eb esta pagina y cambias el lugar de publicacion avisa por fa para seguirte
Att: una nueva fan que te la has ganado incondicionalmente
liizzyLee #4
Chapter 23: Alecchi tiene mucha razón y coincidió totalmente con mi opinión, pero yo no lo abría hecho mejor ....
Adore el fic ya lo leo por 2° ves..... felicidades :3
unicornis #5
Chapter 23: Muchas gracias por escribir esta historia, por favor tráenos más historia y seguire tus otros fics :)
Gracias y saludos :D
Yvetth #6
Chapter 23: Ame el cap Lizie la vdd ha sido una gran historia
Y ya estoy esperando los otros fics
mariajoo #7
Que libro es?? Me podrias desir el titulo original
danielamorales
#8
Chapter 23: Queeeee!?! Acabo!?!? Porque!!!!?!?!,.....bueno mejor me calmo .....Gracias por esta magnifica historia....esparare con muchas ganas otras historias chaera !!!!
yulpage #9
Chapter 23: queeeee!!!!??? acabó??? TnT voy a morir en serio...
shdgsdhfghdf te amodoro(?) la adaptación simplemente es perfecta, espero que sigas escribiendo y actualizando tus demás fics; soy una fiel seguidora <3 :3