capitulo 18

Taeyeon en mis pensamientos...
 

Los recuerdos vuelven a mí como en una nebulosa, en unas pocas imágenes: recuerdo caminar con taeyeon hasta Cobble Hill la tarde de aquel primer día que volví a clase, el día que Sally me contó que habían despedido a las profesoras Stevenson y Widmer.

Volvía a llover; también me acuerdo de eso, y no había nadie en la casita de los dos jardines.

Recuerdo que taeyeon miró hacia la entrada y dijo:

—No soy capaz de odiarla, tiff. ¿Y tú? —No entendí lo que quería decir, así que se lo pregunté, y ella añadió—: Tenía miedo de odiar esta casa, pero no puedo. Me encanta. Muchas de las cosas que han ocurrido aquí han sido maravillosas.

 

taeyeon me besó entonces en la oscuridad de la entrada de la casa, en medio de la lluvia.

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La puerta principal estaba abierta cuando regresamos el sábado. Todo estaba lleno de cajas de cartón y maletas, la «obra maestra» de la profesora Stevenson estaba apoyada en una esquina y los gatos estaban metidos en transportines para que no salieran a la calle y se perdieran en medio de la confusión. La casita de Cobble Hill se estaba quedando sin todas las cosas que le daban calidez y la hacían parecer amada y habitada.

La profesora Widmer estaba en el jardín trasero, plantando e intentando a todas luces parecer más valiente de lo que se sentía. La profesora Stevenson, que llevaba puestos unos vaqueros viejos, guardaba en una caja los últimos libros.

—Eh, hola —dijo cuando entramos, e incluso sonrió.

Entonces yo hice algo que jamás lamentaré: la abracé. El abrazo duró un rato largo y, después, ella me apartó con una sonrisa y dijo:

—Venga, que no es para tanto. Somos afortunadas. Tenemos una casa en el campo; nos íbamos a ir allí después de jubilarnos, de todas formas. Yo quiero centrarme más en la pintura, y Kat… Bueno, ella siempre ha querido tener un huerto con gallinas, y escribir sus propios poemas en lugar de leer los de otra gente. Ahora podremos…

—¡Pero ustedes son profesoras! —recuerdo decir—. Son muy buenas profesoras, son buenas para los alumnos…

—Sí, y lo hemos sido durante más de veinte años. Hoy en día mucha gente cambia de profesión.

 

Yo miré a taeyeon y ella me devolvió la mirada. Ambas supimos que lo importante era que, probablemente, ninguna de esas dos mujeres valientes y maravillosas volvería a dar clase jamás.

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taeyeon, hoy he salido fuera, he hecho al monstruo de mi infancia con la nieve que había en el patio de mi residencia y he deseado que estuvieras conmigo. Mi monstruo de nieve era puro, blanco e inocente. Lo he mirado, taeyeon y me he dado cuenta de que nunca podrá volverse negro y horrible como el monstruo de mi infancia, porque su inocencia proviene de lo que es, no de lo que hace. Incluso si lo que hace a veces no está bien, o si es algo cobarde o estúpido, el monstruo en sí no es malvado. Puede ser bueno, valiente y sabio siempre que siga intentándolo.

 

Al final he destrozado al monstruo, taeyeon, y he deseado otra vez que estuvieras conmigo…

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taeyeon y yo fuimos a buscar comida para todas aquel último sábado: sándwiches de carne asada y coca colas. Parecía tanto un pícnic de interior, entre las cajas y las maletas, que todas intentamos mostrarnos alegres, pero solo lo conseguimos durante un rato.

—Espero que les guste la carne asada —dijo taeyeon.

—Mmmmm —La profesora Stevenson emitió un gruñido de apreciación al morder su sándwich—. ¡Está genial! —Lo agitó en nuestra dirección—. Venga, comed, a ver si os quitáis esa cara de conejillos asustados. Todo saldrá bien. En este mundo hay muchas injusticias, y la gente que es homoual desde luego se cruza con bastantes de ellas, pero también les pasa a muchos otros. Además, no importa. Lo que importa es la verdad del amor, de cuando dos personas se encuentran. Eso es lo crucial, y no se os ocurra olvidarlo.

taeyeon me sonrió. Noté cómo me apretaba la mano, y creo que las dos nos dimos cuenta al mismo tiempo de lo cómodo que era poder cogernos de la mano allí sentadas, junto a dos personas como nosotras. A pesar de ello, yo aún me sentía desgraciada.

—Sé… sé que intentan que nos sintamos mejor — dije—, pero cuando pienso que no les van a permitir enseñar…

La profesora Widmer metió una servilleta usada en una bolsa de papel.

—Isabelle, deberíamos hablarles de cuando éramos jóvenes —dijo.

La profesora Stevenson asintió con la cabeza y añadió:

—Cuando éramos adolescentes y nuestros padres se enteraron de lo nuestro… Bueno, cuando lo empezaron a sospechar… nos prohibieron vernos.

—¡Dios! —dijo taeyeon.

—Sí. Y, por supuesto, lo seguimos haciendo —dijo la profesora Widmer.

—Tuvimos que escondernos mucho —dijo la profesora Stevenson—. Durante más de un año. Fue bastante horrible. Y nos pillaron alguna vez, una de ellas casi como a vosotras, algo que Kat me recordó con severidad cuando yo estaba demasiado enfadada como para acordarme.

—Así que sabemos lo que se siente —dijo dulcemente la profesora Widmer—. Y lo sucia que te hacen sentir cuando lo que quieres es sentirte divinamente y de hecho te sientes así, nueva, pura y llena de amor y de vida…

La profesora Stevenson se levantó y se acercó a la ventana. Allí, se agachó y le tocó la nariz al gato naranja con cariño a través de la reja del transportín.

—Escuchad —dijo, calmada—, no os voy a mentir y a deciros que nos resulta fácil que nos hayan despedido de esta forma. No lo es. Pero lo importante es que no va a pasar nada; estaremos bien. Y queremos que vosotras también lo estéis.

La profesora Widmer se inclinó hacia nosotras. —Isabelle estuvo en el ejército una temporada — dijo—. Entre el instituto y la universidad. Alguien descubrió las cartas que yo le enviaba y, si comparamos Inquisiciones, ¡al ejército se le dan mejor que a la Foster, os lo aseguro! ¿Pero sabéis qué? Aunque la despidieron y, durante un tiempo, parecía que ninguna universidad iba a admitirla, al final una lo hizo. Y después de una temporada, cuando consiguió su primer trabajo como docente y logró conservarlo durante más de un año, ya apenas importaba, desde luego no de una forma práctica. Y… —La profesora Widmer dirigió una sonrisa afectuosa a la profesora Stevenson—. Lo importante es que también superamos aquella racha, y que seguimos juntas.

La profesora Stevenson le dio unas palmaditas en la mano a la profesora Widmer, y luego se acercó a mí y me puso las manos en los hombros. Miró fugazmente a la profesora Widmer, que asintió con la cabeza.

—También debería contaros que Kat casi me deja después de que me despidieran. Lo pasó muchísimo peor que yo, tiff, porque se culpaba por haberme escrito esas cartas, a pesar de que fue culpa mía que las encontraran. No dejaba de pensar que, si no las hubiera escrito…

—Si no fuera homoual… —dijo la profesora Widmer con suavidad.

—… no habría ocurrido nada. No habría habido corte marcial, ni despido…

—Tardé un par de años en darme cuenta de que no era culpa mía —dijo la profesora Widmer—. De que a Isabelle no la habían despedido por mi ualidad, sino por la forma errónea en que se la tomaba la gente.

taeyeon me apretó la mano más fuerte, y me susurró:

—¿Lo ves?

—Creo que, antes de poder darme cuenta de eso, tenía que empezar por aceptar que era lesbiana —dijo la profesora Widmer, y soltó una risita—. Por eso me gusta tanto esa cita de que la verdad os hará libres. Es muy cierta, ¿sabéis? Sin importar la verdad que sea.

La profesora Stevenson dijo algo entonces, pero no recuerdo bien qué.

Creo que yo dije algo tonto sobre sus puestos de trabajo como profesoras otra vez.

Y me acuerdo de cómo me miró la profesora Stevenson, como si intentara escudriñar mis pensamientos.

Volvió a ponerme las manos sobre los hombros, sin dejar de mirarme fijamente.

Y me dijo…

La profesora Stevenson me dijo…

—tiff, tiffany: olvídate de nuestros trabajos; olvídate de eso ahora. Esto es lo que tienes que recordar: lo peor que nos podría haber pasado a Kat y a mí sería que nos hubiéramos separado. O que esto nos hubiera desgastado tanto, que sintiéramos tanta culpa, que no pudiéramos seguir juntas. Todo lo demás…

—Todo lo demás solo fue difícil —dijo la profesora Widmer—, pero no insoportable. Siempre se pueden superar las dificultades.

—Vosotras no nos habéis hecho nada —dijo la profesora Stevenson con cariño.

—Si tenéis que recordar algo de todo esto, recordad eso —dijo la profesora Widmer—. Por favor. No… no os castiguéis a causa de las reacciones ignorantes de la gente.

 

—No permitáis que gane la ignorancia —dijo la profesora Stevenson—. Que gane el amor.

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tiffany se echó para atrás con la silla. Su miradaiba de la última parte de su larguísima y desmadejada carta a la foto de taeyeon. Mientras tanto, recordaba, al ver la nieve que caía tras la ventana, cómo había caído también sobre el Paseo casi un año antes, cuando ambas se habían regalado los anillos.

Miró la hora; en California solo eran las seis, la hora de la cena.

«No voy a pensarlo», se dijo a sí misma mientras se levantaba. «Ya he pensado demasiado. Lo voy a hacer sin más».

Buscó la primera carta que taeyeon le había mandado desde Berkeley y apuntó el número de teléfono de su residencia; contó las monedas que tenía y pidió unas cuantas más a la chica que vivía enfrente. Cuando llegó al teléfono público de la primera planta de su residencia, tenía la boca seca y el corazón a mil; tuvo que repetirle el nombre de taeyeon dos veces a la mujer (¿la operadora? ¿Otra estudiante?) que contestó el teléfono de forma impersonal.

Y entonces escuchó la voz de taeyeon desde miles de kilómetros de distancia, que dijo con curiosidad:

—¿Sí?

tiffany cerró los ojos.

—taeyeon —dijo—. taeyeon, soy yo.

Hubo una pausa.

Y después:

—¿tiffany? ¡Dios mío, tiff! ¿Eres tú de verdad? tiff, ¿Dónde estás? Justo estaba…

—Yo… Sí, soy yo. Estoy en el MIT. Eh… taeyeon, siento mucho no haberte escrito… —tiff se escuchó reír—. ¡Vaya tontería acabo de decir! taeyeon… taeyeon, ¿volverás a casa por Navidad?

Su risa resonó al otro lado: una risa lenta, llena de alegría.

—Claro que volveré. tiff, ¡no me lo creo! Conozco a un chico de Boston que quiere ir a san francisco a ver a alguien. Me ofreció cambiarnos el billete de avión, porque le conté lo nuestro, bueno, un poco. Me dijo que nos podíamos cambiar los billetes si yo quería… Bueno, si quería intentar ir a verte al MIT. Yo le dije que no lo sabía, que tenía que pensármelo. Mañana empezamos las vacaciones y… en fin, estaba intentando reunir el valor para llamarte. tiff, ¿sigues ahí?

—Ay…, sí. taeyeon…, lo siento. Estoy… estoy llorando. Me alegro tanto de oír tu voz otra vez.

—Sí. Yo también estoy llorando.

—Cámbiale los billetes, por favor. Podemos volver juntas a casa. Aquí no tenemos vacaciones hasta dentro de un par de días. Te recogeré en el aeropuerto de Boston Logan, tú solo dame la información del vuelo. taeyeon… —¿Sí?

—taeyeon, la profesora Widmer tenía razón. La verdad nos hace libres, ¿te acuerdas? taeyeon, ya soy libre. Y te quiero. ¡Te quiero muchísimo!

La respuesta llegó casi en un susurro:

—Yo también te quiero, tiff. Oh, Dios, ¡yo también te quiero!

 

FIN

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