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El humo se esparce en el aire cuando lo dejo escapar de mi boca. Observo el cielo nocturno y evito escuchar la música amortiguada escapándose del club.

Cuando Tiffany y su amiga irrumpieron en el baño, Jessica se acomodó los tirantes del vestido con rapidez y salió enfadada. No estoy seguro de cómo supo que esta noche me encontraría aquí cumpliendo con uno de los trabajos de Sung Jo.

Solo sé que traté de hablar con ella y asegurarle que no tenía nada que ver con la presencia de Tiffany aquí. Últimamente se ha puesto demasiado aprensiva con el tema de mi corderito, incluso puedo sentir el odio que está naciendo por ella. No me conviene que eso pase, Jessica como enemiga es mucho peor y Tiffany no está preparada para eso.

Suelto nuevamente el humo del cigarrillo y relajo mi cuerpo. Odio este tipo de lugares, pero a Byul le encantan y no puedo irme sin más.

Hoy ha sido un día agotador y mañana tengo que acudir a mi cita mensual.

—Al fin te encuentro.

Byulyi asoma la cabeza por la puerta trasera, la que da al callejón húmedo; donde me encuentro yo. La música araña el aire con su estridencia.

—Felicidades. —Ironizo.

—Te di un buen break. Supuse que lo necesitarías luego de que la princesita de hielo saliera más fría que Elsa. —Observo su rostro burlón antes de rodar los ojos con fastidio. Si Jessica la escuchara, saltaría encima de ella para decapitarla—. Pero es tiempo de volver u otra de tu harem se esfumará.

Frunzo el ceño confundida.

—Deberías dejar de ver demasiado anime, Byul —replico.

—No hablaré de mi obsesión contigo. Mejor entra conmigo y ve por ti misma lo que trato de decir.

Para no alargar el asunto, tiro la colilla de mi cigarrillo antes de seguirla.

La música retumba en mis oídos con fastidio y trato de recordarme por qué seguimos en este lugar. Deberíamos habernos ido hace un rato, pero fue cuando nos encontramos a Jessica entre la multitud y rápidamente me raptó para ella sola. Sus palabras al encerrarme en aquel cubículo fueron que la castidad no era su palabra favorita y que me necesitaba.

Quise negarme, pero su mirada dijo lo que su boca no decía. Había pasado algo y necesitaba distraer su mente. La besé con fuerza, arrancándole un gutural gemido que incendió mis sentidos y sus dientes se aferraron a mi labio inferior. Su lengua pasó por mi herida con piedad y sus dedos se hundieron en mi cabello. Nos miramos por un momento, agitadas por la fogosidad del beso y escuchando silenciosamente lo que teníamos qué decir.

¡Arg! No debí dejarla ir sola, debí seguirla en el auto de Byul y asegurarme que no haría una locura. En su lugar, observé como su coche salía a toda velocidad lejos de mí.

Detengo mi andar y tomo el brazo de Moon para llamar su atención.

—Me voy…

Es lo único que me escucho decir antes de que mi atención vuele al centro de la multitud bailando. Los demás no me importan, mi foco lo tiene la castaña de vestido negro.

Alzo una ceja. ¿Qué está haciendo?

—Te dije que tenías que verlo por ti misma.

Siento la mano de Moon en mi hombro, pero eso no es suficiente para apartar mis ojos del espectáculo.

Su cuerpo serpentea con sensualidad en un vaivén caliente, la música parece acentuar cada uno de sus movimientos y todo se pone más erótico cuando su loca amiga sube lentamente por su pierna, marcando con la yema de sus dedos el camino.

Verla me hace recordar aquella noche en la fiesta de bienvenida, cuando la drogué y bailó para mí sin pudor. Mis manos tocaron y acariciaron sin prisa cada curva de su cuerpo…

Su mirada me atrapa en un instante y sé que todo ese teatro es hecho para mí.

Es inevitable que se me escape una sonrisa ladina. Mi inocente corderito también tiene sus rasgos felinos y seductores.

—Investigué quién es el tipo —Byul habla en mi oído para que pueda escucharla perfectamente—. Es sobrino de la dueña.

Alzo una ceja en su dirección.

—¿La misma que nos pagó la cuota? —Asiente. Río un poco antes de agitar la cabeza en negativa—. ¿Qué puedo hacer? La chica por la que me estoy jugando mi reputación se las gasta de lista…

—¿Quieres que la saque de aquí y le dé una paliza al tipo?

Medito sus palabras sin apartar mis ojos de ella.

No sé qué me está moviendo, pero mi propio cuerpo se abre paso entre la gente para llegar hasta ella. La tomo por la cintura para detenerla, ocasionando que de un respingo con mi acción y se tense. Quito un mechón de cabello de su rostro para verla mejor. Entonces solo detecto su agitada respiración.

Sonrío.

—No tienes que hacer este espectáculo para llamar mi atención, corderito. —Como si esas fueran palabras mágicas, su cuerpo se relaja entre mis brazos—. Yo solo estoy cuidando de ti, recuérdalo.

Sin previo aviso tomo sus labios para mí. Tengo la imperiosa necesidad de mostrar mi dominio y recordarle que estos juegos son ridículos, tomando en cuenta que sé su orientación ual.

—No lo arruines, Tiffany —advierto, soltándola y dejándola a la deriva.

Giro sobre mis talones y me doy cuenta de que fuimos el centro de atención. Moonbyul sostiene al fulano con fuerza, es como si quisiera arrancarme la sonrisa petulante a golpes. Y su amiga americana mantiene los brazos cruzados mientras me lanza una mirada amenazante.

—Deja que se diviertan. —Doy un vistazo a su amiga—. Seguramente quieren desquitar el tiempo perdido.

Byul capta mis palabras de inmediato, suelta al tipo y se acomoda la chaqueta. Intento seguir adelante, pero me toma por la parte delantera de la chaqueta.

—Hija de puta, ¡¿cómo te atreves a hacer eso?!

Lo he dicho en varias ocasiones; pueden meterse conmigo, pero jamás deben insultar a mi madre. El monstruo dentro de mí hace tronar los huesos de su cuello, listo para saltar a la lucha.

Observo el puño en mi pecho y sigo el camino hasta su rostro encolerizado.

—No te recomiendo hacer eso, amigo —Byul toma su muñeca para hacerlo retroceder.

—Déjalo —digo con frialdad.

—Tae, es mejor irnos —Byul intenta moverme, sin embargo, mis pies se han pegado al piso.

—No. Deja que el niño haga lo que quiere hacer. ¿Quieres golpearme? Vamos, te estoy dando oportunidad de que lo hagas.

Tiffany se interpone entre los dos cuando él alza el puño para dirigirlo a mi rostro.

—¡BASTA!

—Será mejor que no te metas, corderito —con un movimiento de cabeza le pido a Byul que aleje a Tiffany de nosotros.

Solo entonces su puño da con fuerza en mi rostro.

—¡Nooo!

Escupo la sangre de mi boca cuando me enderezo, mi monstruo toma las riendas para derribarlo con una sonrisa enferma.

—¡¿Quieres más, estúpida?! —Grita y mi monstruo ríe con locura.

¿Dolor? ¿Qué significa? Estúpido niño que no conoce el verdadero dolor y quiero enseñarle el verdadero significado lentamente, como una tortura inductiva.

—¡Seok Jin! —La dueña sale de la nada—. ¡Oh por dios! —Sofoca el grito con una mano cubriéndole la boca, mirando de su sobrino a mí. Los guardias también han llegado listos para sacar a quien esté provocando problemas.

—Qué bueno que han llegado —dice altanero—. Esta mujer altera la fiesta, tía —me señala descaradamente.

Cruzo los brazos fastidiada.

—No sabía que tenías un sobrino tan malcriado, Erika.

Ella se altera, acercándose inmediatamente a mí para revisarme el rostro. Sus dedos se deslizan por mi pómulo y me da una mirada cautelosa llena de pena.

—Me disculpo por sus actos agresivos —reverencia a modo de disculpa.

—¡Tía! —Replica el muchacho.

—Cierra la boca, Jin. Me estás causando muchos problemas —reprende de inmediato, dándole un golpe en el brazo.

Chasqueo la lengua aburrida y me siento como una matona cuando saco un cigarrillo para fumármelo. Byul saca su encendedor para darme fuego, reafirmando mi posición para la dueña de este lugar. En esta vida peligrosa que acepté llevar al unirme a mi jefe, debes interpretar un buen papel para sobrevivir y no ser comido por leones hambrientos.

—Olvidemos el tema, Erika. —Agito la mano en su dirección y suelto el humo en la cara del sobrino idiota—. Solo mantén un ojo en tu querido sobrino, no queremos que le pase algo, ¿cierto?

Sonrío como Sung Jo lo hace a veces para intimidar y refuerzo dándole unas fuertes palmadas en el hombro.

Ella palidece y él me observa con el ceño fruncido.

—Moon… —la llamo e inmediatamente se acerca para escuchar mis instrucciones—. Encárgate de pagar las bebidas para todos. Tengo que hacer unas llamadas. Te espero en el auto.

—Yo me ocupo. —Asiente servicial—. ¿Quién quiere bebidas gratis? —Vocifera y la concurrencia olvida lo ocurrido inmediatamente.

—Erika.

—Taeyeon.

No decimos más, solo señalo el camino para poder hablar a solas y sin molestias. Pero antes de poder seguirla una mano toma mi muñeca.

—Tae. —La voz de mi corderito apacigua el incendio.

Dedico los siguientes segundos en beberme su imagen perturbada. Quiere hacer preguntas, muchas, pero sabe que no tendrá la respuesta que espera a muchas de ellas. Por lo que solo nos dedicamos a apreciar el rostro de la otra.

Le sonrío con calma.

—Debo irme y tú deberías dejar de beber tequila y margaritas —se sorprende. Río para ella, sin pisca de malicia—. No necesitas saber cómo lo sé y tampoco deberías preocuparte por mí. Olvida que me viste hoy y que viste a Jessica. Olvida también lo que acaba de pasar y lo que podrás enterarte después. Mi mundo no debe ensombrecer el tuyo.

Suavemente alejo su mano de la mía. Camino hacia atrás sin dejar de verla y sonreírle, porque una vez que me gire, volveré a ser el monstruo que temen.

Yuqi y Jessica parecen muy buenas amigas cuchicheando en el rincón donde las dejé para venir por sus helados. Desde aquí puedo ver la sonrisa de Yuqi y la apacible cara de Jessica. Luego de lo de anoche, Sung Jo dio el grito al cielo y ha querido dar una buena lección al muchachito que se atrevió a golpearme. Logré tranquilizarlo, asegurándole que me haría cargo yo misma.

No fui a casa directamente, en su lugar le pedí a Byulyi que me llevara a casa de Jessica y terminé colándome por la ventana de su habitación. Había bebido hasta terminar la botella y estaba medio dormida con la cabeza apoyada en el colchón de la cama. En una mano sostenía una navaja que su padre le regaló cuando era niña y con la que intentó arrancarse la vida al enterarse del divorcio de sus padres.

Sigilosa me acerqué a ella, le quité la navaja y la envolví en mis brazos. No se estremeció, solo dejó su cabeza en mi hombro y empezó a llorar.

—Pensé que realmente me abandonarías —dijo.

—Eres mi Jessica, jamás lo haría.

Mis palabras la tranquilizaron un poco y entre hipidos contó lo que le había pasado. Sus padres estaban nuevamente peleando por su custodia y más que pelear porque realmente la quieren, es por propia arrogancia.

A ninguno les importan realmente sus sentimientos, les es suficiente saber que su hija va bien en la escuela, viste bien, se ve bien y representa la figura perfecta que debe ser para la inexistente familia que tiene. Eso es lo que más le duele, lo que la hace sentir que no vale nada y lo que la hace perfecta para mí.

—Sus helados.

Sostengo la bandeja con cuidado y me encamino a mis chicas, las dos me miran con amplias sonrisas y aguardan a mi llegada.

—Aquí tienen, princesas.

Yuqi suelta una risita encantadora y da el primer bocado de su helado, una cuchara repleta que le hace inflar las mejillas como una ardilla guardando las nueces. Byulyi no se equivocó al hablarme de este lugar y aunque le insistí a la abuela para acompañarnos, alegó que visitaría a su amiga en el sanatorio.

Jessica es más cautelosa al comerse el helado y an