Handong oyó el tintineo de la campana indicando que un cliente acababa de entrar en la tienda. Dejó los libros antiguos que estaba ordenando y salió de la trastienda por si su padre necesitaba ayuda. Entonces vio que este saludaba con familiaridad a un viejo amigo. El señor Avery. Handong sonrió al ver que lo acompañaba su hija pero enseguida notó que algo no iba bien. Yubin estaba pálida como un fantasma, tenía ojeras marcadas y la mirada perdida. 
-Venimos de Poulson's -el padre de la chica parecía orgulloso, colocó la mano en el hombro de su hija dándole un par de palmadas. 
El señor Rowle asintió entendiendo.
-Enhorabuena -el hombre sintió orgullo, al fin y al cabo la había visto crecer junto a su hija. -¿Puedo verlo? 
Yubin se subió la manga y mostró su brazo. Los dos adultos sonrieron a la vez. Handong estiró el cuello pero no alcanzó a ver la causa de esas sonrisas desde el mostrador.
-Te hemos traído un regalo. Le dije a Yubin que podía quedárselo ella pero no lo quiso. Seguro que tú le darás un lugar en tu colección.
Yubin buscó en su ropa y sacó un reloj de bolsillo. Era de oro y llevaba flores grabadas con precisión. El hombre lo miró con detenimiento antes de volver a hablar.
-Es exquisito. ¿Seguro que no quieres quedártelo? Vale bastante dinero... Al menos dejadme comprarlo, es lo justo.
-No nos insultes Rowle. Es un regalo.
El dueño de la tienda dejó escapar una pequeña risa dándose por vencido. 
-Está bien. Dáselo a Handong para que lo ponga a punto y lo coloque con los demás. 
Yubin miró hacia el interior de la tienda y se percató de la presencia de su amiga por primera vez. Se acercó a ella y fue a darle el reloj pero se detuvo antes de dejarlo en su mano. Por un instante su cuerpo quiso resistirse. Lo había conseguido de la peor de las maneras, nunca en su vida había cometido un acto tan horrible como aquel y no pudo evitar sentir que con tan solo tocarlo, Handong iba a contaminarse de esa misma oscuridad que rodeaba al objeto y que también formaba parte de ella ahora. Reaccionó al sentir el tacto de los dedos de su amiga cerrándose sobre su mano con cuidado. La mirada preocupada de Handong se fijó en lo que Yubin había traído, frunció el ceño al darse cuenta de la sangre seca que cubría el cristal del reloj. Miró a la chica buscando una explicación pero solo se encontró con la misma mirada opaca con la que Yubin había llegado.
-...¿Padre, puedo tomarme un descanso?
Este asintió mientras invitaba a su amigo a pasar a la trastienda. La mayor tomó de la mano a la otra y la llevó al interior hasta que llegaron a la puerta de atrás. Esta daba a un callejón sin salida en el que no había nada ni nadie. El local de enfrente estaba vacío y nadie pasaba nunca por allí. Era el lugar donde solían charlar cuando sus padres estaban en la trastienda hablando de sus negocios. 

Se sentaron en su rincón favorito y Handong observó de nuevo el reloj que aún tenía en la mano.
-¿Que ha pasado?
El silencio de Yubin solo preocupó más a la chica.
-¿Por qué habéis ido a Poulson's? 
Handong sabía que cuando Yubin no quería hablar de algo era inútil preguntarle directamente. Que nombraran aquel lugar le había llamado la atención ya que no era un sitio común al que ir. Poulson era tatuador. La pequeña desvió la mirada y tomó aire. Se levantó la manga de nuevo y esta vez Handong pudo ver a la perfección las líneas negras que marcaban la piel de Yubin. Esta contuvo el aliento por la sorpresa. Conocía bien ese dibujo. La marca tenebrosa destacaba sobre su piel enrojecida. Inconscientemente se acercó para verla mejor. Pasó sus dedos sobre las líneas abultadas y notó que la chica se estremecía bajo el contacto.
-¿Duele?
-No... No mucho.
La expresión de Handong era sería, las dos siempre habían sabido que ese momento llegaría. La mayor estaba segura de que ese tatuaje también adornaría su piel tarde o temprano. Entrelazó su mano con la de Yubin y lo volvió a intentar.
-Dime que ha pasado, por favor.
La preocupación de s