capitulo 4
Date un respiro. (TaenyVer)
— ¡Autobuses de mierda! —masculló Sunny con mal humor
Taeyeon frenó cuando el autobús se le colocó y espmor.
Taeyeon sonrió ante su tono, pero tuvo que darutobuses, incluso los domingos. Volvió a frenar en la rotonda y miró a Sunny, que iba a su lado.
—Sí que estás animada hoy. Alégrate.
Soltó el embrague y empezó a circular tras el autobús, avanzando penosamente entre el tráfico. Sunny miró por la ventanilla con tristeza.
—Por eso he venido... Necesitaba salir. Tengo muy mal rollo.
— ¿Con Henry?
—Sí. Quiere tener hijos. Así de sencillo. Tiene treinta y cinco años, y se le ha echado encima el instinto paternal. Antes de que sea demasiado tarde para disfrutarlos, dice.
— ¿Quiere casarse?
Sunny resopló.
—Creo que eso también va en el pack —dijo amargamente--. Aunque aún no hemos entrado en detalles.
De momento, solo está planteando la escena.
Taeyeon se estremeció al percibir su tono de voz.
— ¿Y tú que le has dicho cuando ha sacado el tema?
—Lo menos posible —dijo Sunny brevemente.
Era una experta en hacerse la víctima.
—No seas borde conmigo —le replicó Taeyeon—. Soy tu consultora sentimental particular y no la mala de la película.
— ¡Oh, Tae! Ya lo sé. —Sunny emitió un suspiro enorme—. Anoche hablamos de esto cuando estábamos en la cama. —Levantó la mano—. No, no hablamos de esto, él habló de esto. —Se quedó callada durante
unos instantes y luego dijo—: Una parte de mí quiere decirle que se vaya a buscar a otra con quien tener sus hijos. Pero otra parte no quiere que él este con nadie más.
Taeyeon hizo un giro a la derecha.
— ¿Lo quieres?
—Si —respondió lacónicamente Sunny.
— ¿Te quedarías desconsolada si dejases de verlo?
—Sí.
— ¿No hay alguna forma de que podáis llegar a un acuerdo?
— ¡Oh, claro! —dijo entre dientes Sunny, malhumorada—. ¿Cómo? ¿Teniendo medio bebé?
Taeyeon rió.
—Hoy va a ser un día brillante, ya lo veo. Menos mal que también vienen los niños.
Sunny esbozó una sonrisita para sí misma y hurgó en el bolsillo de su camisa.
—Me he traído lo que queda de tu regalo de cumpleaños. Esto me ayudará a aclararme.
Taeyeon estaba sorprendida.
— ¿Aun te queda? ¿Después de tres semanas? Te estas portando muy bien.
—Lo sé. Cuando Henry está en casa casi no fumo.
— ¡Sunny! ¡No puedes llevártelo hoy! ¿Qué vas a hacer? ¿Sentarte a liarte un porro en medio del muelle de Brighton?
—Me lo haré en el lavabo y me lo fumaré en la playa.
—Bueno, pues no cuentes conmigo. ¿Te imaginas la reacción de Arun si esta noche le devuelvo a los niños medio colocada? —Tae hizo una mueca irónica—. De todos modos, lo he dejado. Ya no fumaré
más.
—Me pregunto por qué —repuso Sunny con sequedad.
Taeyeon no contestó. Sunny miró a su alrededor mientras subían por Thornton Heath High Street.
— ¡Todo esto es tan deprimente! ¿Por qué no se muda Arun? Podría permitírselo, ¿no? —Miró las envejecidas fachadas de las tiendas, que abrían los domingos y esparcían sus productos por la acera, con
las ventanas cubiertas de carteles de «Rebajas» y «Oferta» y «Hoy, precio especial» de naranja y rosa chillón. Una mujer de unos cincuenta años, en zapatillas de estar por casa y chándal de nilón, cruzaba con
parsimonia la calle
—. ¡Dios! —exclamó Sunny—. Mírala. Seguro que va a comprarse una cerveza negra para acompañar el pastel de carne del domingo.
Taeyeon dejó escapar una risita.
—Pobre mujer. Déjala en paz.
Se detuvo en una larga calle flanqueada por casas adosadas de ladrillos rojos.
— ¿Cómo es que Arun sigue aquí? —volvió a preguntar Sunny.
—Porque James está a gusto en el colegio —le dijo Taeyeon— y no quiere perturbarlo más de lo necesario.
Sunny se mofó:
—La gente se preocupa demasiado por sus niños. Siempre los anteponen a sus propias necesidades cuando, de hecho, los niños son tan adaptables que parece increíble.
Taeyeon le lanzó una mirada de reojo.
—Ha hablado la experta.
—Muy graciosa. Lo he visto, ¿o no? Tengo amigos con niños, ¿sabes?
Taeyeon hizo marcha atrás hasta entrar en una plaza de parking, frente a una de las casas pareadas. A pesar del aire de abandono que se respiraba en la zona, muchas de las casas estaban bien conservadas. La de su hermano había sido pintada recientemente y lucía puertas y ventanas nuevas.
— ¿Quieres entrar? —le preguntó a Sunny mientras apagaba el motor.
—No, me quedo aquí enfurruñada un poco más —gruñó Sunny, pero era, sobre todo, para llamar la atención.
Su entrecejo fruncido ya casi había desaparecido. Mientras Taeyeon salía del coche, la puerta de la casa de
Arun se abrió y James bajó tambaleándose por el caminito.
— ¡Tía Taeyeon!
Abrió de un golpe la puerta de la verja y saltó a sus brazos.
—No me llames tía —le dijo.
Y le devolvió el beso. Sus limpias facciones de seis años se animaron.
—Todo el mundo llama tía a su tía —le replicó.
Ella lo dejó en el suelo y le dio la mano.
—Bueno, pues a esta tía no..., porque a ella no le gusta. ¿Dónde está tu padre?
Su hermano salió llevando en brazos a su hija de dos años. Taeyeon les dio un beso a cada uno.
—Vamos al mar —anunció Cissie.
Agarraba con fuerza un cubo y una pala.
—Allí no hay arena, cariño —Taeyeon la tomó de los brazos de Arun y la dejó en el suelo—. Tendremos que hacer montañas de guijarros en vez de castillos de arena. Correr, ir al coche a saludar a Sunny. Tiene
algo para ustedes.
Ella y Arun se aseguraron de que los dos subían al coche con Sunny. Luego Arun dijo:
—Entra un momento antes de irte.
Taeyeon lo siguió.
— ¿Vas a hacer algo interesante hoy?
—Estoy acabando de pintar la habitación de Cissie —le hablaba por encima del hombro, mientras entraban en la cocina, situada en la parte trasera de la casa.
— ¿Qué? ¿Pintando en tu día libre?
Las facciones morenas de Arun esbozaron una sonrisa.
—Voy a tener ayuda.
— ¡Ah! ¿Y es guapa?
—Sí, mucho. Y atrás esas manos... Es mía.
Taeyeon puso los ojos en blanco.
—Un chiste muy viejo, Arun, y ya no tiene ninguna gracia.
Él le sonrió.
—No va en serio, de todos modos. Me refiero a lo de la decoradora.
— ¡Ah, vale!
Arun recogió una carta que había en la repisa de la ventana y se la tendió a Taeyeon.
—Toma, lee esto —le dijo y dobló una de sus largas piernas para apoyar el pie en una silla, mientras se sentaba en el borde de la mesa.
Taeyeon vio el matasellos de Estados Unidos en la carta que había llegado por correo aéreo.
— ¿Problemas? —preguntó.
La cara de él permaneció impasible.
—Lee.
Taeyeon leyó y no llegó más allá del primer párrafo.
— ¿Qué? —explotó.
—Léela toda —le dijo Arun.
Taeyeon anduvo lentamente arriba y abajo por la cocina mientras agarraba con fuerza la carta que estaba leyendo y se apoyó contra el marco de la puerta trasera para acabarla. Se giró hacia Arun, con una
expresión de incredulidad en su rostro.
—Ha estado fuera un año —gritó—. ¡Todo un puto año!
Arun levantó las manos.
—Taeyeon, cálmate. —Sacudió la cabeza—. Ya sabía que te pondrías así.
Ella lo miró con una mezcla de sorpresa y enfado.
— ¡Arun! ¿Vas a dejar que se los lleve? Los echa de menos y cree que solo tiene que pasarse por aquí, hacerles las maletas y llevárselos de vuelta a los putos Estados Unidos. ¡Dios! Cissie ni siquiera la
recordará.
Arun anduvo hasta el fondo de la cocina, donde estaba ella, e intentó calmarla.
—Mira —le dijo—, no va a ser hoy. Dice que intentará venir aquí en Navidades para que podamos hablarlo. Aún faltan tres meses —recuperó la carta y la dobló—. Solo quería plantearme su idea, darme
tiempo para considerarlo.
— ¡Arun! Va a pasarte por encima —declaró Tae acaloradamente—. ¿Lo dices en serio lo de que vas a pensártelo?
Él tomó las manos de Taeyeon entre las suyas.
—Taeyeon, voy a pensar en ello, en las posibilidades.
—En los juzgados ella lleva todas las de pe
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