Puede que Tiffany tenga razón
El Círculo de Fuego (Old Magic)TAEYEON
La confesión de mi padre me deja pasmada e, inmediatamente, empiezo a creer en el hechizo. Ha sido sumamente revelador y, por primera vez, tengo una idea exacta de las penalidades que mis padres tuvieron que sufrir antes de que yo naciera. Todo ese dolor me atraviesa como una daga clavada en el corazón. Me pregunto cuanta adversidad puede soportar una familia antes de desmoronarse, y no puedo evitar sentirme orgullosa de mis padres: son fuertes, mucho más de lo que yo lo seré jamás.
A partir de este momento, tengo que contemplar las cosas de otra manera: mi visión del mundo ha cambiado por completo. Mi familia esta hechizada y, me guste o no, tengo las pruebas ante mí. ¿Quién habría seguido intentándolo tras seis fracasos consecutivos? Es como si yo hubiera estado condenada a nacer para que el maleficio pudiera seguir vivo. ¿Acaso mis padres son víctimas de la maquinación de algo más fuerte que la vida misma?
¡Santo Dios! ¿En qué estoy pensando? ¿Estoy maldita por un hechizo? ¿Estoy maldita porque brujos de siglos pasados hicieron uso de la magia? No puedo creerlo. No es posible es pura fantasía. Cada cosa debe tener su explicación. Esa es la regla que rige mi vida. ¿Qué me está pasando? Intento recobrar la serenidad y poner un poco de sensatez en medio de tanta locura repentina, y me digo que estoy afectada, en estado de shock, por el accidente de Hayeon.
Mi hermana pequeña podría haber muerto, incluso podría quedar tarada para siempre; además me acabo de enterar de que mis padres han tenido más hijos; ni más ni menos que seis!, pero que murieron antes de que yo llegara a este mundo. Me pregunto dónde los enterraron, y esa idea me pilla desprevenida. Se me llenan los ojos de lágrimas.
Tiffany me observa, y supongo que se pregunta en que estaré pensando. Es curioso que no se haya metido en mi cabeza para averiguarlo. En cierto sentido, preferiría que lo hubiera hecho, quizá de ese modo podría decirme que me pasa aquí arriba, en la mollera. No tengo más remedio que sentarme. Hundo la cara entre las manos. No se está mal así.
Una mano se posa suavemente sobre mi hombro. Miro, y es Tiffany.
-¿Estás bien?
Asiento con la cabeza, porque ya no me fío de las palabras. De ellas podría surgir algo parecido a una admisión, y no estoy preparada para escuchar mis propias dudas. Podría convertir todo esto en algo demasiado real. Llega una doctora, pero sólo me percato de su presencia cuando oigo el rápido repiqueteo de las muletas de mi padre contra el suelo. Nos reunimos en círculo a
Comments