Capítulo 2. Oferta.

¿Cómo le iba a explicar a mi madre que me habían contratado para hacer unas prácticas durante las vacaciones, pero que no me iban a pagar?

Y si era así… los pensamientos me sacudían la cabeza mientras iba en el autobús de vuelta a casa. Todo había ocurrido muy rápido y aquella mujer, Chaerin, me desconcertaba. Mi madre confiaba en que durante las vacaciones yo aportara algo a la economía familiar. Teníamos muy poco dinero y, dado que yo iba al instituto, no disponía de muchas oportunidades para reducir esa escasez. El dinero de mis estudios salía casi en su totalidad de la comida y nunca supe cómo se las apañaba mi madre con su miserable sueldo.

Por ello, yo estaba obligada a conseguir un trabajo durante las vacaciones. ¿La había logrado ahora o no? Fue la misma pregunta que me formuló mi madre durante la cena y yo me justifique diciéndole que trabajaría tres días en la agencia, pues era toda una oportunidad el hecho de haber conseguido hacer prácticas allí.

Mañana cuando viera a Jessica, leería otra vez el contrato y entonces le podría decir a mi madre si me pagaran o no. Pero ¿Qué pasaría si en la casilla del salario para estudiantes apareciera escrito un cero? Tendría que buscarme otra cosa y dejaría claro que no era lo que yo quería. Aunque no hubiera sabido explicar muy bien el motivo.

A la mañana siguiente llegué con toda puntualidad a la entrada, me pareció que era la primera. Luego, diez minutos más tarde,  llegó Jessica y abrió.

Era un buen horario de trabajo. Mi madre se iba a su trabajo todos los días a las seis de la mañana. Antes de que Jessica pudiera escapar, le pregunté por mi contrato, lo puso delante de mí y comprobé que no debía preocuparme. El sueldo era más elevado de lo que pensaba. Mi madre se pondría contenta. Sin embargo, quise asegurarme.

-¿Está bien esta cifra? –Le pregunté, mientras señalaba la línea de honorarios.

Ella asintió y aquel momento entró Chaerin. Jessica se dio la vuelta, disgustada.

-¿Otra vez te has pasado toda la noche trabajando, Chaerin? –Le recriminó a su jefa.

<< Vaya confianza que hay por aquí… >>

Pensé. Chaerin tenía un aspecto algo cansado, lo que confirmaba la sospecha de Jessica, pero Chaerin no dijo nada.

-¿Existe algún problema con tu contrato? –Dijo, al ver que yo lo tenía aun en la mano.

Yo quise contestar y darle las gracias pero Jessica añadió:

-Creo que no está muy de acuerdo con el sueldo.

Jessica tomó unos papeles de su escritorio y desapareció en las profundidades de otra habitación.

Chaerin me quitó el contrato de las manos y lo miró.

-Esto es muy poco. –Dijo con energía, tomó un bolígrafo y doblo la cifra. Firmó la corrección que había hecho y me devolvió el papel.

-¿Satisfecha? –Dijo, con una sonrisa de cansancio.

-Mi madre y yo tenemos muy poco dinero. –Comencé a decir, para explicarle que la primera cifra me había parecido suficiente y que ahora me sentía más contenta y agradecida, pero ella no me dejó continuar, negó con un gesto y quiso irse.

-Eso me lo cuentas en otro momento. –Parecía agotada.

-Gracias. –Dije deprisa, antes de que pudiera pasar alguna otra cosa. –Es más de lo que esperaba. –Ella me miró con una ceja levantada.

-¿Ah, sí? –Preguntó incrédula, y luego desapareció en su oficina.

Ese día no la volví a ver más. Se fue con algunas de sus colaboradoras  a una presentación en una empresa, una clienta importante, como me dijo Jessica.

Jessica me enseñó un par de cosas y enseguida me puse a hacer las tareas más habituales que ya conocía de otros trabajos:

Copiar, clasificar, guardar unas cosas y eliminar otras.

Todo eso era algo que hacía falta en aquella agencia. Había un caos que podría definirse como creativo, pero que se propagaba por todas partes.

-Y cuando tengas que hacer algo en la oficina de Chaerin. –Me advirtió Jessica. –No toques nada, no le gusta. Puede llegar a ponerse muy desagradable.

-¿Ni siquiera ordenar? –Pregunté. Era algo que le hacía mucha falta a aquella mesa de la oficina.

-¡En absoluto! –Gritó Jessica. -¡Te podría asesinar!

**

Los días siguientes me resultaron muy agradables. Cuando me acostumbre al trabajo y el estrés, ya lo tuve todo bajo control. Al cabo de una semana Chaerin me llamó a su oficina.

-Tú quieres trabajar de periodista, según me dijiste. –Comenzó a decir, mientras daba vueltas por la oficina y cambiaba papeles de una montaña que parecía que iba a caerse a otra un poco más estable.

Si se acordaba…

-Sí. –Le respondí.

-Bien. –Replicó Chaerin. –Entonces escribe un texto para mí, aquí. –Me puso algo en la mano.

Yo lo miré y no entendía nada.

-¿Qué tipo de texto? –Pregunté.

-¿No está claro? –Me miró, enojada. Aunque luego se tranquilizó. –Sí, seguro que nunca lo has hecho. Acerca una silla y te lo aclararé.

Se sentó a mi lado y me explicó con más exactitud lo que significaba las palabras clave que había escritas en el papel que me dio. Solo tardó cinco minutos. Era muy eficiente.

Pero yo me quedé muy sorprendida. La forma tan estructurada con la que se explicaba no correspondía en absoluto con el aspecto de su agencia.

Yo asentí y formulé una pregunta, pues me había venido a la cabeza una idea sobre el texto publicitario que quería que elaborara.

Me miró sorprendida.

-Eres muy inteligente, de verdad. –Dijo como si no se lo esperara de mí.

¿Debería sentirme ofendida? Hasta la fecha nadie había dudado de mi inteligencia de una forma tan descarada. Me contuve.

-¿Podrías tenerlo en dos días o te hace falta más tiempo?

-No sé el tiempo que voy a necesitar, pero intentaré tenerlo en dos días. –Le prometí.

Ella sonrió satisfecha.

-Bien. –Dijo y desapareció de nuevo tras la montaña