El bar esta oscuro, muy oscuro, cuando entre no se veía nada. Descubrí una mesa de billar a la izquierda y un poco más allá una barra hecha de madera oscura. En la parte de atrás de la barrera había gran cantidad de botellas colocadas en estanterías que casi llegaban hasta el techo; Estaban a la espera de los clientes, como en cualquier otro local, sin embargo, el punto fuerte estaba a la derecha, en la ventana: Unas cristaleras decoradas con mujeres desnudas. Algunas solas, otras de dos en dos, en tríos o en grandes grupos, y todas en posiciones inequívocas.  

Yo era una estudiante de veintitrés años y era la primera vez que acudía a un bar de mujeres, había chicas de pie en la barra y otras en la mesa de billar, como pude comprobar cuando mis ojos se acostumbraron a la escasa luz. Me atreví a seguir el camino hasta la barra, no me gusta mucho el alcohol, pero aquí era muy habitual su consumo, de modo que me animé y me acerqué a la barra. Llegué ante la chica de la barra que me observaba con una mirada severa, me quedé para y no me salió ninguna palabra.

-¿Una cerveza? –Preguntó sonriente.

Asentí. Mientras me servía la cerveza miraba el lugar con cautela para no llamar la atención.

-Tu cerveza. –La mujer hizo deslizar el estrecho y elegante vaso por encima de la barra. Lo agarré y bebí un pequeño trago, luego lo dejé de nuevo sobre la barra. Miré a mí alrededor. Las pocas mujeres presentes parecían examinarme de una forma casual. Tomé otro sorbo a la cerveza, esta vez más largo. ¿Qué debía hacer? Era muy tímida para acercarme a cualquiera y lo que hubiera deseado de verdad es que alguien se dirigiera a mí, pero no parecía que fuera a ocurrir. Bueno, me bebería mi cerveza y me marcharía. Le di otro gran trago y dejé el vaso vacío sobre la barra, me llevé la mano al bolsillo de mis vaqueros y palpé en busca de un billete que llevaba escondido por allí. Era complicado, pues los pantalones eran muy estrechos, de modo que necesité un poco de tiempo.

-¿Otro más? –Preguntó una voz detrás de mí. Giré asustada, en realidad no quería otra cerveza, pero mi gran debilidad es que no puedo decir que NO.

Como no decía nada, ella lo tomó como una confirmación y pidió a la chica de la barra una cerveza para ella y otra para mí. Al entrar no había visto a aquella mujer, debió de llegar en silencio y se situó justo detrás de mí cuando yo ya estaba en la barra. En todo caso de haberla visto antes, estoy segura de que hubiera llamado mi atención. Era muy distinta de las otras mujeres que estaban por ahí. Llevaba una melena rubia, que caía sobre sus hombros, vestía un buen traje de chaqueta, un look de empresaria que parecía poco apropiado para salir por la noche. ¿Quizá era una secretaria? La observé y pude comprobar que no era una secretaria, esas miran de otra forma, esta tenía un aspecto tan… influyente.

En la barra ya estaban servidas las dos cervezas. Ella escogió la suya y me acercó la otra. Levantó el vaso y lo hizo chocar con el mío

-Chaerin. –Dijo.

Tuve que carraspear antes de poder pronunciar mi propio nombre.

-Da… Dara. –Luego di un sorbo a la cerveza para tranquilizarme.

Ella me miró.

-¿Cuántos años tienes? –Preguntó.

-Veintitrés. –Contesté de un modo automático.

-Muy joven. –Comentó y se llevó de nuevo el vaso a los labios.

Al seguir el vaso con la mirada, comprobé que tenía una boca muy bonita.

-¿Cuántos años tiene… Tienes tú? –Pregunté, después de bajar la vista cuando su mirada se cruzó  con la mía. No se me hacía fácil tutearla.

Inclinó un poco la cabeza hacia atrás, lo que hizo que su cabello se agitara.

-Veinticinco. –Respondió.

-Pero si no eres tan mayor… -Respondí con ingenuidad.

Ella sonrió.

-Es muy amable de tu parte. –Dijo y luego me miró durante unos segundos. –No te había visto por aquí.