Tú traes luz a mi mundo.

Crazy In Love (Spanish)
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Durante los dos últimos días no volvimos a hablar del tema. Dimos paseos, me enseñó sitios maravillosos y nos acostamos juntas; luego yo me mordía la lengua para no decir nada que pudiera provocar su ira.

En el vuelo de vuelta volví a mirar hacia abajo, al azul Mediterráneo y ahora me pareció distinto a como lo había visto en el viaje de idea. Aquellas tres semanas me habían cambiado mucho.

Yo no era la misma persona que había ido allí con Chaerin. Y ella no era del todo inocente en ese cambio.

Pero yo no podía alterar nada. Ni siquiera lo de seguir amándola, aun cuando no debiera decirlo.

-Necesito dos o tres días para echarle un vistazo a todo. Sé cómo van las cosas y estoy segura de que en la agencia ya habrá muchos asuntos acumulados. -Dijo Chaerin de repente. -Le pediré a Jessica que reserve una mesa para el miércoles. ¿Prefieres algún restaurante en particular?

«¿Cómo? ¿Qué? ¿Qué dices?», pensé, mientras mi mirada se desplazaba desde la ventanilla hasta su rostro.

-¿Qué...? ¿A qué te refieres? -Pregunté, perpleja.

-Nada, que si quieres comer en un griego o después de estas tres semanas, has acabado de ellos hasta las narices. Tenemos que decidirnos por algún restaurante.-

¿Decidir? Ella era la que siempre lo hacía y no solía preguntarme. Pero lo que más me sorprendió fue que, al parecer, ya había decidido lo que iba a ocurrir entre nosotras dos después de aquellas tres semanas. Eso era nuevo para mí. ¿Lo acababa de decidir o le había estado dando vueltas en la cabeza desde hacía mucho tiempo? Por lo menos no había hecho ninguna mención sobre el tema. ¿Qué me quería decir?

-No tengo nada en contra de los griegos. -Repliqué. -Aunque cualquier otro también me parecerá bien.

-De acuerdo. -Dijo. -Entonces iremos a un griego. Por aquello de la costumbre. Es lo que se hace cuando se acaba de llegar de Grecia. La próxima vez ya nos buscaremos otro.

«¿La próxima vez? ¿La próxima vez?», repetí para mis adentros como si fuera un eco, pues mi cabeza reaccionaba antes que mi voz.

-Bueno, yo había pensado que una o dos veces por semana. -Añadió Chaerin. -Seguro que podré y... -Me miró. -Espero que tú también.

«¿Vamos a hacerlo una o dos veces a la semana?», me pregunté.

-Ah, sí. -Dije ya en voz alta. –Seguro que puedo. Si no se me hace muy tarde. Por las mañanas debo ir a clase y con los exámenes tan cerca me lo tengo que tomar muy en serio.-

-Sí, debes hacerlo.  -Asintió con expresión satisfecha. -Tienes que ir a clase. Casi lo había olvidado.

-Sólo podré quedarme más tiempo los sábados por la noche. -Dije de un modo automático. -Los demás días me acostaré a las diez.-

-Entonces pongamos la noche del sábado como fecha fija. -Propuso. -A mí me va muy bien. -Yo esperaba que sacara su agenda para anotar la cita, pero no lo hizo. Parecía que podía acordarse. -Pues así lo haremos. -Añadió. -Jessica tendrá que hacer la reserva de la mesa para el sábado en lugar de para el miércoles. Te llamará para decirte la hora y el lugar, y nos encontraremos allí.

¿Hacía siempre eso con sus... novias? Parecía actuar con mucha confianza.

-Ah..., sí... está bien. -Tartamudeé.

En todo caso, volvería a verla, cosa que me había preocupado mucho en los últimos días. Pero ahora ya todo estaba definido. Nos veríamos una vez a la semana, los sábados, iríamos a cenar y nos acostaríamos. Eso último era lo que estaba más claro.

Casi me reí. Como un buen matrimonio de cierta edad.

Siempre los sábados.

 

**

Mi madre agradeció mucho la lámpara cuando se la entregaron al día siguiente. Chaerin se había ocupado de eso, igual que se ocupaba de todo lo demás.

-Mi gratificación. -Le dije. -Ya te lo comenté. -Y no me puse nada colorada porque, en realidad, decía la verdad.

-Me parece maravillosa. -dijo mientras daba vueltas alrededor de la lámpara, admirándola. -Esto ha debido de costar muy caro.

-En Grecia todo es más barato. -me sentí incómoda. -Tampoco ha sido tan cara.

-Es que, si no, no te lo hubieses podido permitir. -repuso mi madre, más calmada.

«Si supieras todo lo que me puedo permitir», pensé con amargura.

En el fondo de la maleta había escondido el dinero que me había dado Chaerin y que no había aceptado que le devolviera. Lo guardaría en algún sitio para que mi madre no lo pudiera ver, pues le extrañaría que yo tuviera tal cantidad. Con el paso del tiempo, le compraría cosas o se lo iría dando poco a poco para los gastos de casa, pero no se lo podía plantar de una sola vez en la mano porque desconfiaría.

Un par de días después, Chaerin se encargó de desbaratar mi bonito concepto de lo que era el ocultar y el esconder. Sonó el timbre de la puerta cuando yo estaba sola en casa, después de comer. Mi madre llegaría más tarde del trabajo.

Un hombre de amable sonrisa estaba ante la puerta. Un vendedor, pensé yo. Vienen bastante por aquí.

-No compramos nada. -dije de forma automática.

Él sonrió.

-De todos modos debe firmar, la compra ya está hecha.

Me quedé boquiabierta y lo miré.

-¿Qué?

-Venga conmigo a la puerta, por favor y se lo enseñaré. -me dijo y siguió con su sonrisa.

Cogí las llaves de casa y lo seguí. Delante de la casa había un pequeño coche deportivo.

-Firme aquí. -me puso debajo de la nariz una tablilla con papeles sujetos por una pinza.

Yo estaba tan alucinada que firmé sin mirar. Es una de mis especialidades. Me dio unas llaves y luego me plantó un papel en la mano.

-Que lo disfrute. -dijo, sonrió y se marchó.

Yo me quedé allí, inmóvil, durante más de cinco minutos. ¡Aquello no podía ser! ¿No me había declarado totalmente en contra de una cosa así? ¿Acaso mi opinión no le interesaba a Chaerin? Yo no le había dicho el coche que quería, así que se había limitado a comprar uno, uno que seguro yo no habría escogido. Yo habría pensado en algo así como un coche japonés de segunda mano, pero éste era... increíble.

Me acerqué despacio al coche y toqué su suave carrocería lacada. Rojo. Un coche de ensueño. Lo había visto anunciado algunas veces y pensaba que sería fantástico poder tener dinero para comprarlo.

Parecía como si Chaerin lo hubiera sabido sin que nunca hubiéramos hablado del tema.

Me senté en su interior y miré el cuadro de mandos. Se habían ceñido al diseño antiguo, como en los viejos coches ingleses. Busqué la llave de contacto y lo puse en marcha. El sonido era ensordecedor y enseguida lo volví a apagar.

Pero no podía dejar el coche allí aparcado. Mi madre...

Lo arranqué de nuevo y esta vez no permití que su deportivo sonido me detuviera. Conduje a lo largo de un par de calles. Mejor sería decir que eso es lo que pretendía hacer, porque, cuando el coche se puso en marcha y enfilé la calle principal, ya no pude detenerme.

 El coche salió disparado hacia delante como si dispusiera de cohetes. No podía conducir tan rápido por la ciudad, así que me dirigí hacia la autopista.

El tiempo pasó en un vuelo y me llevé un buen susto cuando miré el reloj de diseño que estaba instalado en el salpicadero. ¡Mi madre no tardaría en llegar a casa! Tenía que dejar el coche en algún sitio.

No es que mi madre esperara que yo estuviera en casa a su llegada, pero si, por algún motivo, me veía bajar de aquel deportivo seguro que se iba a quedar de piedra.

Regresé y aparqué el coche donde tenía pensado. Luego me fui a pie hasta nuestro piso. Mi madre no había llegado todavía a casa y, si estaba haciendo horas extraordinarias, yo dispondría de un poco más de tiempo.

Llamé a Chaerin.

-¿Te ha gustado? -preguntó cómo saludo antes de que yo pudiera decir nada. Yo no podía verla, pero me pareció que se reía.

-Es... está hermoso. -dije. -Pero esto no puede ser, Chaerin. ¿Cómo se lo voy a explicar a mi madre?

-Sí, claro, tu madre. -respondió. Al parecer no había pensado en eso. -¿No puedes limitarte a contarle la verdad..., es decir, que es un regalo mío? -preguntó.

-¿A cambio de qué? -repliqué yo mordaz. -¿Has pensado en eso?

-No, si te digo la verdad, no. -repuso. -El coche me sonrió cuando llegué al concesionario y no pude remediarlo.

-¿Que te sonrió? -que Chaerin se entendiera con los coches era algo nuevo para mí.

-Se parece a ti. -dijo. -Enseguida me dio la sensación de que estabais hechos el uno para la otra.

-Oh, claro, encajamos muy bien. -dije con los dientes apretados. -Si me pudiera pagar un garaje y el seguro y los impuestos y la gasolina...

-Eso está todo arreglado. -replicó. -Aquí tienes garaje y todo lo demás está pagado por adelantado. Hay cheques de gasolina en la guantera; al menos es lo que me dijo el vendedor. Seguro que también está todo lo demás. -Yo no lo había mirado. -Y en cuanto al garaje. -continuó en un tono indiferente. -Entérate si hay uno cerca de tu casa. Yo me hago cargo; mándame la cuenta.

¡Ah, sí! La cuenta. ¿Qué podía hacer yo? Ahora ya no podía convencerla para devolver el coche. Y si se enfadaba conmigo, yo no tendría nada que hacer. Tenía que aceptarlo hasta ver si se me ocurría alguna otra solución.

-Ah, por cierto, con respecto al sábado. -dijo. -¿Te ha llamado Jessica?-

-Sí lo ha hecho. -dije yo.

-Entonces, está todo bien. -dijo. –De todas formas me gustaría otra cosa. ¿Me recoges con tu nuevo auto? Quisiera ver cómo lo conduces.

«Lo mejor sería que me estampara contra un árbol y todo habría terminado», pensé.

-Claro. -repuse. -Lo que quieras. Te iré a buscar.

-Una hora antes. -dijo ella. -Tampoco se trata de hacer una excursión muy larga. Me recoges en mi casa. Hasta entonces. -colgó.

Ahora me había contratado como chófer.

Pronto me haría responsable de todo lo de su casa y entonces ya no necesitaría tener más empleados.

Oí que la llave giraba en la cerradura. Era mi madre, que acababa de llegar.

-¿Estás en casa?

-Sí. -me levanté y me guardé a toda prisa las llaves del coche en el bolsillo del pantalón. Tenía un llavero bastante aparatoso. -Sí, estoy aquí.

Mi madre llegó a la puerta y me sonrió.

-¿Todo bien? ¿Algo especial?

-Nada. -negué con la cabeza. –Todo igual que siempre.

-Bueno, pues entonces podemos cenar. -dijo. -¿Has hecho la compra?-

-Sí, lo que ponía la lista. -la seguí hasta la cocina.

-La verdad es que tú puedes hacerlo casi todo. -suspiró y se puso un delantal. -Sería magnífico que te interesaras un poco más por la cocina.

-Sí. -dije arrugando la frente. –Soy un desastre con eso, lo he oído muchas veces en los últimos tiempos.

* * *

El sábado me dirigí a casa de Chaerin.

Ella salió y se subió al coche.

-Parece maravilloso. -dijo cuándo lo puse en marcha. -Yo no lo he conducido, sólo lo he visto parado.

-¿Dónde quieres ir?- pregunté. De hecho, yo era el chófer y ella siempre decidía nuestro destino.

-No hagas como si esto no te divirtiera. -dijo con aspecto satisfecho. -Te comportas como si te hubiera regalado un potro de tortura o algo parecido.

«Pues, de verdad, algo así. Me torturo cada día al tener que mentirle a mi madre ocultándole el coche y al pensar en la forma de explicarle cómo lo he conseguido», pensé.

-Si te tranquiliza, te diré que sí me divierte. Va muy bien. ¿Pero qué voy a hacer con un coche así? ¿Ir a clase?

-¿Por qué no? -preguntó ella. -¿No te facilitará la vida?

«Pues seguro que no, porque alguno de mis compañeros de clase acabaría por contárselo a mi madre», pensé, y agregué en alto.

-Voy en autobús. Como cualquier estudiante normal.

Chaerin me miró.

-Eres muy conservadora. -dijo a modo de reproche. -Deberías ser algo más flexible.

¿Más flexible? Me había obligado a tener flexibilidad en algunas cosas con las que yo ni siquiera hubiera soñado.

-Es muy sencillo, Chaerin. Un coche así no me pega. Nunca me lo podría permitir.

-Ahora sí puedes. -dijo imperturbable. -Alégrate de eso.

- Yo no me lo puedo permitir, eres tú la que sí puedes. -contesté.

-Bien. ¿Y cuál es la diferencia? ¿Crees que eso me va a empobrecer?

«No, seguro que no», dije para mis adentros. Se trataba de que no quería entenderme.

-Bueno, bueno. -lancé un suspiro. -Ya está bien.

-No me gusta ese tono. -dijo. –Deja de usarlo conmigo.

La miré y en ese mismo instante la hubiera estrangulado. Al parecer pensaba que me había comprado y que yo estaba obligada a acatar todas sus órdenes.

-Lo mismo digo. -respondí.

La miré por el rabillo del ojo y comprobé que se había quedado perpleja. Yo nunca había sido tan descarada con ella, pero es que me sentía molesta. Estaba muy ilusionada por volver a verla después de aquella semana de separación y ella se había limitado a subirse al coche, ni siquiera me había saludado y se había comportado como si yo fuera su chófer y no me hubiera echado de menos. Bien, puede que no lo hubiera hecho, pero ¿No podía disimularlo al menos un poco?

No, claro que no podía. Gemí para mi interior. Para eso hacían falta unas condiciones previas, como por ejemplo el amor. Ella no suspiraba por mí. Sólo era su cita de los sábados.

Cuando me quedó claro, me dieron escalofríos. Si ella no hubiera tenido tan poco tiempo y no hubiera trabajado tanto, también podía haber tenido una cita los viernes o los miércoles, pero con otra mujer.

-Perdona, Chaerin. No quería decirlo.

-Yo pensaba que íbamos a pasar una noche agradable.- dijo. -Si no va a ser así, llévame a casa. Es mejor renunciar.

«¿Renunciar a qué? ¿A tu ración semanal de o?»

Desde luego, habíamos sufrido un cambio después de regresar del Egeo. En fin, a lo mejor ni eso. Yo no sabía lo que había hecho durante toda la semana.

-No, bueno… está bien. -dije.

Quería tranquilizarla, mirarla, hablar con ella y acostarme a su lado. La había echado mucho de menos. Había soñado con ella todas las noches, había oído su voz, había sentido sus labios y percibido el roce de sus manos y me había despertado con una sonrisa feliz. Y luego la había echado tanto de menos que la añoranza por ella casi me había devorado.

-¿Estás segura? -preguntó. –Esta noche no quiero discutir, ni por el coche, ni por el dinero, ni por... -se interrumpió.

Me hubiera jugado el pescuezo a que había evitado pronunciar la palabra amor. Quedaba totalmente claro que sobre eso no quería discutir.

-Quédate tranquila. -dije. Me volví a ella con una sonrisa. -Me alegro de volver a verte.- comencé a decir, tratando de empezar la velada como tenía previsto hacerlo en un principio. -Y me alegro de que vayamos a cenar.

Aquel era un tema muy inofensivo, al que me agarré de inmediato.

-Seguro que te desilusionará. -respondió. -A mí me ocurre lo mismo cada vez que vuelvo. Hasta los mejores restaurantes tienen los ingredientes congelados. No hay casi nada fresco en lo que te sirven. Y nada en absoluto que venga del Mediterráneo y que tenga que ser transportado desde allí.

«¿Algo más que no se puede comprar con dinero?», pensé, pero no lo dije. La palabra dinero era hoy tabú; ella lo había dispuesto así.

Después de cenar no tuve más remedio que darle la razón.

-No tiene nada que ver, en absoluto y menos aún con tu comida. -dije mientras tomábamos el café.

Nada sabía cómo en Grecia, aunque fueran cosas griegas. En la cubierta de su barco, todo parecía tener otra calidad. El sol por sí solo ya lo mejoraba todo. En nuestro nublado país no se podía concebir una cosa así.

Ella sonrió.

-¿La próxima vez a un italiano?-

-Claro. - dije. -Y también puedes cocinar tú.

Chaerin alzó las manos en ademán negativo.

-¡Oh, no! Eso sólo en vacaciones.

-Creía que te gustaba cocinar. -repliqué.

-Sí, pero hay que hacer preparativos, la compra, la elaboración de los platos y no tengo tiempo para eso.

-Yo puedo. -dije de una forma espontánea. -Siempre hago la compra para mi madre.

-Lo podría hacer la mujer que me lleva la casa. - contestó Chaerin. -Pero no es lo mismo. Para eso hay que tener tiempo y hacerlo todo una misma. Sólo así resulta divertido de verdad.-

La mujer que le llevaba la casa. Algo en lo que yo no había pensado. Como es lógico, en mi visita nocturna a su casa no había visto a nadie, pero podía haber imaginado que Chaerin tendría una persona así a su servicio.

Era verdad que vivía en un mundo distinto al mío.

-¿Nos vamos?- preguntó y al mirarla a los ojos me di cuenta de que casi no podía esperarse hasta llegar a casa.

Yo también lo deseaba. Durante la cena la había mirado una y otra vez, ansiando un beso suyo y después una caricia. Pero en ningún momento me atreví siquiera a rozar su mano.

Le hizo una seña al camarero, firmó la cuenta y sin más preámbulos, que a ella no le hacían falta, abandonamos el local.

* * *

La entrada en su casa no despertó en mí muy buenos recuerdos. La última vez, al terminar, ella me había dado dinero. En realidad yo ya tendría que haberme acostumbrado a eso, pero no lo conseguía.

Claro que esta vez no debía temer un ofrecimiento de dinero: ya tenía el coche que estaba aparcado delante de su casa.

Cerró la puerta y me empujó contra ella.

-Bésame. -me dijo. -Rápido.

No había tiempo ni para llegar a la habitación. Yo ya lo tenía previsto.

La besé tal y como me había pedido; hubiera preferido empezar con suavidad, acariciarla poco a poco y parte por parte, pero no me lo permitió.

Me sacó la camisa del pantalón y me acarició la piel con sus cálidas manos, mientras me besaba de una forma tan apasionada que casi me dio vértigo.

Noté en mi boca el sabor de su carmín. En el Egeo nunca lo llevaba, pero aquí, de regreso a la civilización, siempre iba maquillada. Sabía bien, aunque ella sabía mucho mejor.

Se quitó la chaqueta a toda prisa y la dejó caer sin desprenderse de mi boca; me besaba con un ansia cada vez más vehemente.

-Ven. -susurró y tiró con impaciencia de mí

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Comments

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min_21 #1
Chapter 27: Me encanta, aún hay fieles seguidoras aquí :)
mariajoo #2
Chapter 27: 2022 y sigo esperando
unicornis #3
Chapter 27: Holi me han gustado mucho los últimos capítulos he vuelto a encontrar esta historia después de mucho tiempo :’3 espero que actualices alguna vez y que no quede inconclusa. Igual Gracias por haber escrito este libro en versión Chaera. Es demaciado genial. Seguiré esperando saludos :D
natovida #4
Chapter 27: ;)
devlove #5
Chapter 27: Gracias por actualizar
Skyth06
#6
Chapter 27: Enferma me dara un ataque omg coonyi
Tamtam45 #7
Chapter 27: Aaaawwwww grito de fangirl !!!!! Gracias por actualizar amo todas tus historias..... aunque por un momento pensé que nos abandonarías :'c pero eso ya no importa, gracias de verdad y espero tu siguiente capítulo
devlove #8
Chapter 26: :'( :'( actualiza por favor...
natovida #9
Chapter 26: Hola muchas gracias que ha pasado con tu otras historias? Vas a terminar primero esta?