De vuelta a casa
Una canción para ti.
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Para Chaerin y para todo su equipo fue un vuelo largo y agotador. Llegaron a los Ángeles, y ahí se separaron. Chae tomó un vuelo a Nueva York.
Cuando por fin aterrizó en el aeropuerto, era tarde y era una noche algo húmeda.
-¡Eh, guapa, estoy aquí!
Chaerin se volvió hacia aquella voz que le resultaba conocida. Teddy la aguardaba en la sala de espera del aeropuerto. Fue un gran alivio verlo, y lo abrazó, agradecida.
-Gracias por venir. No deberías haberte molestado. Es muy tarde.
Se le llenaron los ojos de lágrimas. Le gustaba viajar, pero, cuando pasaba mucho tiempo lejos, siempre se emocionaba cuando llegaba a su hogar.
-No seas tonta. No podía dejar que, después de semejante viaje, tuvieras que ir sola a una casa vacía. -Dijo Teddy mientras le daba un abrazo.
Ella no pudo evitar pensar que, si las cosas hubieran sido diferentes, tal vez no habría vuelto sola. Teddy fue por el equipaje. Le dijo que parecía cansada y que necesitaba un poco de comida casera, después de haber pasado tanto tiempo comiendo en restaurantes. Metió las maletas en el coche.
-Debes de tener toneladas de noticias, Chae. He leído lo bien que te recibieron en Asia. ¿Viste nuestro verdadero hogar?
Chaerin sonrió y se frotó los ojos, mientras emprendía la vuelta a casa.
-Puede que te sorprenda pero, estar en Seúl me hizo sentir tranquila. Como si una parte de mi quisiera volver a vivir ahí.
-Más importante que eso: ¿Qué tal con las mujeres de allí? –Dijo Teddy con una sonrisa-. ¿Algún ligue que merezca la pena contar?
A ella se le hizo un nudo en la garganta.
-Uno.
-¿Y bien?
Chaerin se mordió el labio para contener las lágrimas.
-Ahora mismo no me apetece hablar de ella. Ya te contaré en otro momento.
Respiro profundamente y le relató algunas anécdotas de la gira. Cuando aparcaron frente a la casa, se encendieron las luces automáticas de la entrada y del jardín. La antigua mansión parecía acogedora y la iluminación permitió que Chaerin viera que el jardinero había trabajado a fondo durante su ausencia. Teddy abrió la puerta con su propia llave y llevó las maletas arriba.
Cuando bajo dijo:
-He preparado una sorpresa para ti.
Chaerin fue de habitación en habitación, feliz de estar de nuevo en su casa. Había flores frescas por toda la casa y comida en la nevera, además de una botella con una tarjeta de Jeremy, en la que se leía: << Bienvenida a casa, Chae. No lo abras hasta que llegue mañana. Estoy deseando verte. Abrazos y besos >>. El jardín trasero estaba verde y exuberante, y la piscina se veía reluciente.
Arriba, Chaerin encontró su cama con sabanas limpias, y toallas suaves en el cuarto de baño. Estaba tan cansada, y angustiada por Dara, que aquel despliegue de afecto y generosidad por parte de sus amigos fue demasiado para ella, y se echó a llorar.
-Chae, ¿qué te pasa? –preguntó Teddy, mientras la rodeaba con un brazo.
-No lo sé. Creo que es por la falta de sueño y porque todo es tan bonito. Estaré bien después de dormir.
Le volvió a dar las gracias antes de despedirse de él. Luego se sirvió bourbon y decidió darse un baño caliente para relajar la tensión muscular. En la bañera, mientras disfrutaba su bebida, pensó en lo agradable que era estar de vuelta en su preciosa casa. La había echado de menos. Pensó que tendría que terminar de una vez con las reformas. Había mucho que hacer para restaurar las elaboradas molduras del techo, pulir los suelos de madera y arreglar las barandas decorativas de la galería.
<< Dara sabría que hacer exactamente >>, pensó. Sabría de qué color pintar las habitaciones y que muebles y antigüedades comprar. Cerró los ojos e imaginó lo maravilloso que sería vivir allí con ella. Sabía que a Dara le encantaría la casa. Se divertirían mucho arreglándola. Si hubiera sido posible, habrían tenido una vida maravillosa juntas.
Se terminó la copa y salió de la bañera. Una vez más se preguntó dónde estaría Dara y que estaría haciendo. Había empezado a lloviznar y oyó el suave golpeteo de la lluvia sobre las hojas al otro lado de la ventana. El sonido era casi un susurro y por la ventana abierta un aroma fresco y dulce, de madre selva y tierra húmeda.
Miró el reloj de la mesilla. Era la una y media; decidió llama
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