Gracias por las flores
Una canción para ti.
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Dara se había pasado la noche en otro hotel. Ya en la mañana regresó a su habitación para recoger sus cosas.
Las rosas rojas se erguían majestuosos en un florero de cristal, en la mesa que estaba bajo la ventana. Dara sintió un retortijón en el estómago y, por un instante, se quedó helada, paralizada por su belleza y por el horror que representaba. Se le escaparon algunas lágrimas.
Mareada, abrió una botella de agua mineral, se sirvió un vaso y se sentó a tomarlo sin poder parar de llorar. Echó un vistazo desganado a su alrededor, buscando la carta de Chaerin, pero no estaba. La camarera debía de haberla tirado. Mejor, no necesitaba leerla de nuevo. Se la había aprendido de memoria y sospechaba que jamás se le olvidaría.
Parecía que el mundo entero se había vuelto al revés y que nada tenía sentido. Por primera vez en su vida se había enamorado, no un poco, sino desesperada y apasionadamente, de una mujer; una mujer tan adorada que podía tener a quien quiera. Una mujer que vivía en Estados Unidos.
Tenía que despejarse, por lo que se dirigió al cuarto de baño para tomar una ducha. Pensó que, en una noche la mujer a la que amaba le había roto el corazón. El dolor que sentía en el pecho era tan fuerte como el dolor lujurioso que sentía entre las piernas, aquel dolor erótico que, a pesar de todo lo que había ocurrido, no desaparecía.
El agua caliente en la piel resultaba relajante. Tenía la impresión de que todo su ser se había vuelto líquido, de que ya no tenía sustancia. Estaba húmeda de deseo todo el tiempo y no podía parar de llorar.
Se pasó la toalla por el cuerpo y empezó a secarse el cabello con movimientos mecánicos y distraídos. Parecía que su cerebro también se había vuelto líquido. No tenía sentido que, estaba enamorada de Chaerin y se hubiera besado con Seungri. No pensó, no había deseado besarlo; su cuerpo lo había necesitado, nada más. Su mente y su cuerpo habían discrepado y, evidentemente, el cuerpo había tomado el mando. No se fiaba de su propio comportamiento. Tenía que salir de allí cuanto antes. Tenía que alejarse de Chaerin.
Se maquillo y se puso unos Jeans y una camisa de tirantes de color verde. Aún estaba algo oscuro, pero más tarde haría calor, y mucho más en el sitio al que iba. Se puso el reloj; eran las cuatro y media de la mañana. Recogió cuidadosamente sus anotaciones y sus carpetas, y las metió en el maletín. Fue metódica y se tomó su tiempo; no había prisa. Sacó la ropa del armario y de los cajones, la guardó en las maletas y retiró sus cosméticos del baño.
Después de hacer el equipaje, llamó al servicio de habitaciones y pidió un desayuno ligero. Después del café y la tostada se sentía mejor. Había dejado de llorar y estaba decidida. Como solo eran las cinco y media y era demasiado temprano para llamar a la agencia de viajes con la que trabajaba normalmente, llamó otra agencia y reservó un boleto en clase preferente para el siguiente vuelo disponible a filipinas.
A las ocho y media, Dara ya había facturado el equipaje y había pasado por la aduana. Llamó a Minzy al hotel por el móvil.
-Dara, ¿Dónde estás? Bom me acaba de decir que te has ido del hotel esta mañana. Dice que se ha pasado media noche buscándote.
-Dile que lo siento si se ha preocupado, pero no voy a volver, Minzy. Me ha surgido un imprevisto y he tenido que irme. Si te llama Yang, dile que luego le llamo. No te olvides de las fotos que nos faltan. Tú ya sabes lo que hay que hacer.
-Si, por supuesto, pero…
-El lunes, cuando vuelvas a la oficina, no estaré para ver las pruebas, así que quiero que tú misma elijas las mejores fotos. ¿De acuerdo? Sabes que quiero. No dejes que las elija Yang.
-¿Y qué les digo a los de aquí?
-Despídete de mi parte y diles que siento haber tenido que irme tan repentinamente.
-¿Y a Chaerin? ¿A ella que le digo?
Dara sintió que se le hacía un nudo en el estómago. Le ardían los ojos a causa de las lágrimas. Trago saliva.
-Que gracias por las flores.
Se despidió de Minzy y llamó a Gum Nut para prolongar la estancia de Dadoong durante un par de semanas. Después apagó el teléfono, lo guardo en el maletín y subió al avión.
Dara bajó por la escalerilla del avión y avanzó por la pista de aterrizaje hacia el edificio de la terminal de Manila, la capital de Filipinas. El aire húmedo la envolvió y la llenó de una sensación de paz.
No avisó a sus padres de que estaba ahí. Se subió al taxi y emprendió el viaje a su hotel favorito.
Se relajó en el asiento y contempló las calles. Vio unas mujeres que caminaban por la calle y llevaban canastas con mangos. Su fruta tropical favorita.
Llegó al hotel cansada y acalorada, se dirigió a su habitación donde había un teléfono. Con un suspiro me
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