Lanzando el anzuelo
Trabajando Encubierto: entre el Deber y la Pasión ⭐✔1
Lanzando el anzuelo
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Aquella era una noche lluviosa en el centro de Washington D.C. Las luces de la ciudad iluminaban las calles transitadas por los residentes del lugar que corrían para cubrirse de la lluvia o por los turistas que acostumbran pasear por los lugares más famosos de la región. Miles de personas se congregaban en el National Mall o conocida también como la Explanada Nacional para disfrutar de los monumentos que conmemoran a los presidentes de los Estados Unidos de América.
Pero también había gente a la que le gustaba permanecer sola para caminar, distraerse o únicamente para reflexionar en medio de la soledad. Esa noche un hombre había decidido tomarse una copa en un bar. Le agradaba escuchar las anécdotas de otras personas porque esa era una forma de aprendizaje para él. Aprendía de las experiencias de los demás para no cometer los mismos errores. Alrededor de las 10 de la noche pidió la cuenta y pagó su consumo. Salió del bar para observar que la lluvia aún seguía. Subió el cuello de su gabardina y emprendió el camino a casa. Al dar vuelta en una calle con poca luz, un sujeto enmascarado lo empujó hacia la pared.
-Escúchame bien viejo! Quiero todo lo que traigas en los bolsillos! Saca la cartera también! –El delincuente sacó una pistola para encañonar a su víctima.
-Te lo entregaré todo pero te advierto que esto no se va a quedar así. Acaso no sabes quién soy? –El hombre se enfureció ante el atrevimiento del ladrón.
-No y la verdad no me importa. Dame tu reloj y tu pulsera. Se ve que es de oro.
-Claro que es de oro. Y de excelente calidad. Así que te lo advierto. No sabes con quién te estás metiendo. Te prometo que te voy a encontrar y te haré pagar por ello. –El hombre era una persona muy importante así que sabía cómo mover sus influencias para conseguir lo que quisiera.
El delincuente lo golpeó en la cabeza con la pistola: -Cállate viejo! Tú no harás nada porque…
En ese instante un fuerte golpe en la cabeza desconcentró al ladrón forzándolo a caer al piso. Por obvias razones, todo lo que había saqueado se había dispersado por el suelo. Quiso recuperar el botín pero una voz lo obligó a huir:
-Lárgate o llamaré a la policía! –La voz de la mujer que lo había golpeado por la espalda lo obligó a cambiar de plan.
El delincuente sin pensarlo salió huyendo dejando tirado su botín pero llevando consigo su arma. Mientras tanto, la mujer observó al hombre que se encontraba junto a ella. Pudo notar que una pequeña cortada en la frente provocaba que un poco de sangre apareciera en su rostro.
-Está usted bien? Déjeme llevarlo a un hospital para que le curen la herida. –Dijo la joven un poco inquieta al ver la sangre.
-No es nada. Solo me pongo una venda y todo listo. En cambio, le debo a usted la vida jovencita. Cómo puedo pagarle su ayuda? –El hombre no quería preocuparla por su salud. Al contrario, lo único que quería era agradecerle su ayuda.
-No se preocupe señor. Creo que es algo que como ciudadanos deberíamos hacer todos. –La joven sacaba a flote su sentido patriótico y social.
-No, déjame ayudarte con algo. Pídeme lo que necesites, Soy Lee Sooman. Gusto en conocerte aunque hubiera querido que fuera en otras circunstancias. –En verdad, él quería pagarle de alguna manera la ayuda que le brindó instantes atrás.
-Mucho gusto. Mi nombre es Tiffany Hwang. –Finalmente la joven se presentó ante tal situación.
-Pues bien, Tiffany. Dime como puedo agradecerte por frustrar el robo y salvar mi vida. –Sooman no iba a descansar hasta pagarle a Tiffany el haberlo salvado de un asalto inminente.
-No fue nada. Solo recuerde no transitar solo por calles con poca iluminación. Pero bueno, lo dejo porque mañana debo presentarme temprano a una cita de trabajo. –respondió mientras intentaba emprender nuevamente su camino.
A Sooman se le ocurrió una idea en ese instante: -Puedo ayudarte con eso. Puedo ofrecerte trabajo.
Tiffany se quedó en silencio al escuchar aquellas palabras pero de inmediato reaccionó para darle una respuesta a su propuesta: -Se lo agradezco señor pero no puedo aceptar así como así. Lo mejor es que ya me vaya y que usted vaya a buscar a un médico para que controle el sangrado.
-Te repito que no es nada. Pero insisto, déjame ayudarte. Piénsalo. Te espero mañana en esta dirección a las 10 de la mañana. –Le entregó su tarjeta. Ella no quería aceptarla pero terminó haciéndolo.
-Está bien. Lo veré mañana Sr. Lee. Gracias por esto. –Dijo mientras se encaminaba hacia su destino.
-Gracias a ti, Tiffany, por salvarme la vida. Te veo mañana.
Lee Sooman siguió su camino rumbo a su hogar. Un fuerte dolor de cabeza lo tenía mal así que de inmediato tomó un taxi para llegar a casa lo más pronto posible. Por su parte, Tiffany Hwang observó la tarjeta que el hombre le había entregado y esbozó una ligera sonrisa. Siguió caminando hacia el otro lado del camino cuando escuchó una voz:
-Sabías que arruinaste mi plan? Todo iba bien hasta que me golpeaste Fany –El hombre que intentó asaltar a aquel hombre minutos antes se acercó a la joven.
-No te preocupes Henry. Además no fue un golpe duro! Pero bueno, lo más importante es que todo salió a la perfección. –Tiffany volteó a ver a su compañero mientras se dirigían a una camioneta que aguardaba por ellos.
-De verdad? –Henry creía que era una broma.
-Si, mañana debo acudir a una cita de trabajo con él. –Tiffany sabía que lo que acaba de ocurrir serviría para llevar a cabo sus planes.
-En verdad eres buena! Nunca pensé que ocurriría tan rápido! –Henry había escuchado acerca de las habilidades de Tiffany pero ahora podía asegurar que todo lo que oyó tenía un fundamento verdadero.
-Yo tampoco pero me alegra que así haya sido. Lee Sooman acaba de morder el anzuelo. Ahora vámonos a descansar. Todavía me cuesta readaptarme al horario americano.
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