Tu POV

Fui incapaz de conciliar el sueño aquella noche. Mi mente no paraba de trabajar, de pensar en todas las cosas que quería hacer en Corea. ¡En un día iba a pisar su tierra! ¡Qué bien sonaba eso! Estaba demasiado emocionada para dormir, sólo quería cantar, bailar, moverme. Pero necesitaba el sueño, lo sabía. Al fin y al cabo, en los aviones no se duerme tan bien.

Tras lo que pareció una eternindad, me quedé dormida. Y soñé sobre miles de cosas:

Mi amiga Haeun, que ya me estaba esperando allí; mi madre abrazándome -lo que no sucedía muy a menudo-, el avión estrellándose -eso pasaba cuando veías una película sobre accidentes de avión la noche anterior de subirte a un avión-, incuso SHINee, mi grupo de K-Pop favorito, cantándome... Todo a la vez, lo que hizo que tuviera ojeras a la mañana siguiente.

-¿Has dormido mal? -me preguntó mi madre en el desayuno.

-Sólo un poco -le contesté con cierto sarcasmo y sorbí de mi té negro, mi salvación.

Salimos de casa al mediodía, yo mirando nostálgicamente a la casa. Realmente iba a echarlo todo de menos, más de lo que había spuesto. Los pasados meses, cuando este día ya estaba por llegar, me ponía más nerviosa pero no me daba cuenta que estaba dejando a mis padres y a mi casa atrás. En ese instante, lo noté. Me sentí sola. Pero no iba a echarme atrás ahora. Tenía que hacerlo.

-Llámame muy a menudo, no te olvides de nosotros, cariño -me decía mi madre mientras estábamos esperando mi vuelo.

-Cuídate mucho, ___ -medio abrazándome dijo mi padrastro.

-Tranquilos, ¡ya sabéis que os quiero muchísimo! -y realmente los quería. Aún me parecía asombroso lo que iba a hacer.

Los abracé fuertemente con mis ojos llorosos y entonces, me fui. Los miré una vez más despediéndome con la mano antes de entrar por la puerta que me llevaría a mi futuro desconocido.

El vuelo fue horrible. Los asientos eran incomodísimos y no podía ni echar una siesta. Tocaron dos turbolencias en los cuales pasé un infierno pero sobrevivimos. Eso me hizo recordar el sueño de la pasada noche.

Llegué después de casi un día. 24 horas. España estaba demasiado alejada de Corea, qué fatigoso. Aunque no podía sentir del todo el cansancio debido a los nervios, no podía quedarme quieta. Finalmente, había llegado. Qué alivio.

Era por la tarde cuando salí del avión y tenía mucha hambre. Esperaba que Haeun me hubiera traído algo calentito para comer.

-¡Haeun! -exclamé cuando la vi entre la multitud y fui corriendo hacia ella como loca, abrazándola y besándola-. ¡Cuánto tiempo!

-Me estás asfixiando -consiguié decir mi amiga lo que me hizo reír.

-Lo siento.

-Vamos, seguro que tendrás ganas de tomarte una ducha y comer algo. Estaba haciendo algo muy rico.

Asentí felizmente y así, salí al mundo coreano.

Durante el trayecto hacia su casa, no podía quitar mis ojos de las calles y la gente. Todo parecía igual a una ciudad grande de cualquier otro país, pero preferiría ésta por encima de todas. Esto era Seúl. La capital de Corea. El lugar donde iba a estudiar y vivir -bueno, vivir iba en las afueras, pero me valía-.

Al llegar al piso de Haeun, fui a ducharme enseguida -qué gusto- mientras Haeun terminaba de hacer la cena.

-He pensado hacer algo en casa ya que estarás cansada como para salir fuera, ¿verdad? -me dijo cuando entré en la cocina.

-¡Has pensado bien! -le dije sonriendo-. Quiero estar tranquila hoy. Ya tendré suficiente que hacer mañana -dije pensando en que tendría que ir a la universidad a entregar los documentos y empezar ya mi vida coreana.

Pasamos la tarde en su casa, riendo, recordando los viejos tiempos, hablando sobre el futuro. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan... feliz.