Yo te protegeré

A dos notas de tu corazón

Cuando Changkyun se rio sin dejar de besarle el cuello, Wonho volvió a la realidad y abrió los ojos de golpe: ¿qué demonios estaban haciendo?

Le cogió por los hombros y le apartó con delicadeza. El pelinegro le miró con el ceño fruncido y haciendo un puchero, sin entender por qué le había alejado.

El más mayor suspiró y cerró los párpados con fuerza; si Changkyun seguía poniendo esa cara, tenía miedo de volver a ceder y dejarse arrastrar por él. Así que lo mejor era no mirarle para poder pensar con claridad.

—Changkyun... —murmuró a duras penas, volviendo a establecer contacto visual—... vuelve a tu asiento.

El aludido ladeó la cabeza confuso, como si no comprendiese lo que acababa de decirle.

—¿Por qué?

Porque si no te bajas ahora mismo de mi regazo, voy a empezar a besarte y no pararé.

Esa era la principal razón, pero ¿cómo iba a decir eso en voz alta?

—Porque ya es muy tarde y nos tenemos que ir, venga, vuelve a tu asiento.

Changkyun no hizo caso al razonamiento y alzó las manos hasta las respingonas orejas de Wonho, toqueteando sus piercings.

—No quiero —declaró convencido, ensimismado en los numerosos pendientes que tenía entre sus dedos.

—Changkyun —insistió el castaño con paciencia, sosteniendo las manos del pianista entre las suyas para que dejase de tocarle—, es hora de irnos a casa.

La seriedad que empleó en sus palabras hizo que el menor le mirase con una mezcla de tristeza y aturdimiento.

—¿A... casa? —repitió en un murmullo—Wonho asintió con una sonrisa cansada—. ¿De verdad me puedo ir a casa?

Por cómo tembló su voz al decir esto último, Hoseok supo que algo no estaba bien. Perdió la sonrisa y le miró preocupado, sin dejar de sostener sus pequeñas manos.

—¿Qué ocurre?

Changkyun de repente parecía asustado y apartó la mirada; tardó unos segundos en contestar.

—Me...me quiero ir a casa... pero no quiero que esa gente me encuentre y me haga daño.

¿Esa gente? ¿Alguien le había hecho daño?

El pensamiento de Changkyun sufriendo hizo que Wonho se enfadase, pero la preocupación superaba con creces al otro sentimiento.

—¿Quiénes? —inquirió el mayor con el corazón encogido, acariciándole una mejilla para que volviese a mirarle—, ¿quiénes te hicieron daño?

Changkyun negó con la cabeza y, con el cuerpo tembloroso, la apoyó contra su pecho y se aferró a su chaqueta.

—Wonho... llévame a casa.

El castaño se quedó inmóvil durante unos momentos hasta que finalmente envolvió a Changkyun entre sus brazos. Alzó una mano dubitativo hasta sus cabellos negros y los acarició con cuidado.

—No pasa nada... estoy contigo.

Al escuchar estas palabras, los músculos del menor se relajaron y se acurrucó contra él. Wonho le apretó con más fuerza en respuesta; dentro de él, surgió la necesidad de proteger a aquel chico indefenso de todo lo malo que pudiese llegar a ocurrirle.

Su corazón latía a mil por hora, pero a la vez estaba calmado; Wonho no recordaba la última vez que un simple abrazo le había hecho sentir algo así.

Quería protegerle, quería estar a su lado... no permitiría que nadie le hiciese daño nunca más.

♫♫♫♫♫♫♫♫♫♫♫♫♫♫♫♫♫♫♫♫♫♫♫♫♫

Kihyun daba vueltas en la cama sin poder dormir. Se giró hacia el reloj digital de su mesita de noche y vio que ya eran las cinco y media; Changkyun todavía no había vuelto y se estaba empezando a preocupar.

¿Y si le había ocurrido algo? ¿Y si la gente con la que salió eran malas personas?

No podía evitar pensar como una madre: desde que le conocía, sentía que proteger al chico de gafas era su obligación, como una especie de instinto maternal que le nacía de dentro. Pero no era culpa suya, Changkyun era demasiado vulnerable y necesitaba que alguien le cuidase hasta que aprendiese a defenderse por sí mismo.

¿Y qué peligros podían acechar a su amigo? Pues, mayormente, las urracas de cuarto curso que disfrutaban de la carne fresca recién llegada a la universidad. Pero a Kihyun le preocupaba una de esas urracas en especial: Wonho.

El muchacho de cabellos rosas no pudo terminar de recitar mentalmente la lista de las cosas que no le gustaban de Hoseok, puesto que su teléfono vibró sobre la superficie de la mesa contigua.

Alarmado, se irguió y cogió el móvil para ver el mensaje que acababa de recibir. A medida que leía, su ceño se arrugaba más y más, hasta que tiró el aparato sobre la cama y se levantó apresurado del colchón.

Era un mensaje de esa urraca, enviado desde el móvil de Changkyun.

Estaba decepcionado, pero sobre todo enfadado: su compañero de cuarto iba a recibir una buena regañina mañana por la mañana. Se puso una chaqueta y salió de la habitación; bajó hasta la entrada de la residencia y abrió la puerta, encontrándose delante a Wonho cargando a su espalda a un Changkyun dormido y borracho.

El castaño le sonrió con cara de circunstancias, pero el bufido que emanó de Kihyun bastó para que su sonrisa se esfumara y se mordiese el labio apenado.

—Yo... no debí haberle dejado beber tanto. —Como no recibió una respuesta, Wonho tragó saliva y prosiguió hablando—. Ha sido mi culpa, lo siento mucho.

Acto seguido, el mayor inclinó levemente la cabeza en señal de disculpa; Changkyun emitió unos ruiditos cuando se irguió y acurrucó la cabeza contra el cuello de Hoseok, el cual le aupó para sujetarle mejor.

—Puedo... ¿podría pasar? —inquirió Wonho cuidadosamente, casi con miedo a que el chico que les estaba clavando una mirada gélida les cerrase la puerta en las narices.

Kihyun se cruzó de brazos ante la petición y entrecerró los ojos; tras unos segundos de silencio incómodo, se hizo a un lado y le dejó pasar: se guardó los comentarios para después.

Subieron por las escaleras hasta el segundo piso y, una vez dentro de su habitación, Kihyun se sentó en el sofá de la salita de estar y le señaló con la barbilla el dormitorio. Wonho dudó momentáneamente antes de asentir y dirigirse a dicho cuarto, pensando mientras tanto en que aquel chico bajito daba mucho miedo.

El muchacho encendió la luz con el interruptor de la pared y vio que había dos camas, pero supo de inmediato que la de Changkyun era la de la izquierda: las partituras que estaban encima de la almohada lo delataban. Con sumo cuidado, dejó al pelinegro sobre el colchón y, tras colocar las hojas y los cómics encima de la mesita de noche, le quitó las botas y le acostó más cómodamente, arropándole con el edredón.

Wonho se debatió entre quitarle la chaqueta vaquera o no, pero finalmente decidió dejársela puesta ya que temía despertarle si lo hacía.

Pegó un largo suspiro y se sentó en el borde de la cama, observando el sueño profundo de Changkyun: estaba hecho un ovillo y pequeños suspiros se escapaban de su boca. Su rostro denotaba una paz absoluta.

En los labios de Hoseok se formó una sonrisa tierna; no pudo evitar pensar que Changkyun parecía un bebé cuando dormía. De manera inconsciente, alzó una mano hasta la mejilla del pelinegro y la acarició tímidamente.

—Niño tonto... —murmuró con una voz dulce.

Su piel dorada y suave invitó a sus dedos a seguir explorándola, esta vez delineando el puente de su bonita nariz hasta acabar en sus finos labios. Su corazón se estremeció al sentir el cálido aliento de Changkyun chocar contra sus yemas: por un segundo, se arrepintió de no haberle besado en el coche. Podía haberle propuesto ir a su piso para continuar lo que habían empezado.

Pero en el fondo, sabía que había hecho lo correcto.

Si pudiese, Wonho se quedaría toda la noche contemplando al pequeño chico dormir plácidamente. Sin embargo, era consciente de que Kihyun estaba en el salón, esperando a que él se marchase.

Se levantó pesadamente de la cama y apagó la luz de la habitación, cerrando la puerta silenciosamente tras él. Con un suspiro resignado, Wonho pasó por delante del pelirrosa con la intención de marcharse, pero su voz lo detuvo a medio camino.

—¿Qué es lo que quieres de él?

El castaño se dio media vuelta, sorprendido por la pregunta.

—¿Cómo dices?

Kihyun inspiró con fuerza y continuó hablando desde el sofá, sin mirarle directamente.

—Changkyun ya ha sufrido bastante, así que te sugiero que te alejes de él.

Sintió un pinchazo de dolor en el corazón, y recordó cómo el pianista se aferró a él en el coche, pidiéndole asustado que le llevase a casa. Wonho no conocía su pasado, pero tenía claro que quería sanar sus heridas, por muy profundas o leves que fuesen.

—No le voy a hacer daño —respondió convencido. El chico más bajo negó con la cabeza con una sonrisa irónica, como si no le creyese—. No sé quiénes le hicieron daño ni porqué... pero créeme cuando te digo que jamás permitiré que vuelva a suceder.

El pelirrosa se quedó callado y le miró por fin: analizó a Hoseok con desconfianza, tratando encontrar un rastro de mentira en sus palabras o en su expresión. Pero lo único que pudo ver fue su sinceridad.

¿De verdad Wonho quería estar con Changkyun de forma genuina? ¿Una persona como él?

—Vete.

Fue lo único que pudo decir en aquel momento.

Wonho bajó la vista al suelo, pero finalmente se marchó del lugar; tal vez debería seguir su consejo y alejarse de Changkyun. Quién sabe, quizás aquello sería lo mejor para ambos.

Pero su madre y todos sus amigos sabían que él no era del tipo que se dejaba influenciar por opiniones ajenas. Y esta no iba a ser la excepción. 

Like this story? Give it an Upvote!
Thank you!

Comments

You must be logged in to comment
Mika_cavallari #1
Chapter 9: Ay por dios, justo en lo Biased. Continúa que esto me ha dejado pero más que interesada ♡