Dos piezas del puzle

A dos notas de tu corazón

A Wonho se le daba bien besar, y él lo sabía. Todas sus anteriores parejas se lo habían dicho, y no es que le gustase alardear de ello, pero lo consideraba como uno de sus puntos fuertes.

Había dado muchos tipos de besos, desde los más inocentes hasta los más pasionales. La sensación cálida que unos labios dejaban sobre los suyos era algo único para Hoseok.

Desde que conoció a Changkyun en el salón de actos y le oyó pronunciar su adorable confesión de amor, deseó ser la persona a la que iban dirigidas aquellas palabras. Deseó ser el único que pudiese escucharlas y, sobre todo, deseó besarle.

Y ahora por fin pudo hacerlo.

Wonho tan solo posó sus labios sobre los del contrario con delicadeza, casi con miedo a espantarle; el pelinegro estaba tan nervioso que apretó la boca en una fina línea y cerró los ojos con fuerza: no tenía ni idea de lo que hacer, así que se quedó paralizado como una estatua.

Los corazones de ambos latían frenéticamente; el mayor sintió como si unos fuegos artificiales hubiesen estallado en su interior, mientras que el menor todavía no procesaba lo que estaba ocurriendo.

Viendo lo tenso que estaba, Wonho alzó una de las manos que descansaba sobre la cintura de Changkyun hasta su cuello, comenzándolo a acariciar con el pulgar. Los músculos del pequeño chico se acabaron relajando al pasar los segundos, y el castaño aprovechó esto para abrir la boca y darle un poco de movimiento al beso.

Paulatinamente, los labios de Changkyun dejaron de estar apretados y se dejó llevar, correspondiendo de una manera tímida y algo torpe. Wonho ladeó la cabeza y le agarró de la nuca para tener una mayor accesibilidad, disfrutando y saboreando sin ninguna prisa aquella boca que tenía ganas de probar desde hacía tiempo.

Solo Dios sabía cuánto había deseado que llegase este momento; se había imaginado muchas veces cómo sería besar a Changkyun… en más de una ocasión, su mente había ido mucho más allá de un simple beso.

Pero ninguna fantasía superaba la realidad. Changkyun tenía un regusto a dulce y a café… nunca un sabor le había gustado tanto.

El sonido de sus labios separándose y volviéndose a juntar lentamente era lo único audible en los vestidores. Wonho quería mantener ese ritmo pausado: nunca había lidiado con alguien tan inexperto como Changkyun, y debía contenerse para no ir más rápido de la cuenta.

Sin embargo, un pequeño gemido por parte del contrario bastó para que le urgiera la necesidad de sentirle más. Mordió levemente el fino labio superior de Changkyun, el cual entreabrió la boca sorprendido y se aferró con aún más fuerza a su jersey.

Finalmente, introdujo su lengua y se encontró con la del pelinegro, acariciándola y envolviéndola con la suya. Ambos temblaron por el cálido roce y Wonho aceleró el beso, apretando al menor contra la puerta; Changkyun alzó los brazos y los enroscó en el cuello del castaño: su cabeza no estaba en el planeta Tierra y sentía como si su cuerpo flotase en un inmenso mar, dejándose a merced de un sinfín de corrientes peligrosas.

Se separaron unos instantes en los que Changkyun tomó aire y respiró dificultosamente. Se observaron el uno al otro antes de volver a unirse como dos imanes, probándose y sintiéndose mutuamente, casi con urgencia.

Sus labios carnosos parecían haber sido hechos para besar aquellos que eran tan finos y delicados. Eran como dos piezas perdidas de dos puzles diferentes, que aparentemente no encajaban entre ellas, y que al encontrarse se habían fundido en una sola, completándose de una forma única.

Wonho quería amar. Y Changkyun, en el fondo, quería ser amado.

Sin embargo, unos golpes en la puerta pusieron fin al beso y, por consecuente, al pequeño mundo en el que se habían refugiado durante unos breves minutos. Separándose unos centímetros de él con el cuerpo tembloroso, Changkyun le miró completamente aturdido e intentando normalizar su respiración.

Wonho descansó su frente en la suya, mirándole con intensidad y sonriendo ampliamente.

—¡Vamos, ya va a ser la hora! —avisó el coordinador del club de teatro al otro lado de la pared.

Su voz parecía muy lejana; los ojos marrones de Hoseok le impedían pensar con claridad. El mayor se acercó a su oído y le susurró divertido.

—Lobito… despierta.

Entonces, le sopló en la oreja, provocando que Changkyun diese un respingo y que por fin pusiese los pies en la tierra. El pelinegro le apartó apresurado y clavó la vista en el suelo, notando cómo la sangre le subía a la cabeza y empezando a darse cuenta de lo que acababan de hacer.

Changkyun no quería que viese su sonrojo, por lo que se puso de nuevo la capucha del disfraz y tiró de los laterales para taparse la cara, ganándose una risa tierna de Wonho.

—Changkyun… no tienes qu…

—¡Yo! —le interrumpió sonando más alterado de lo que le hubiera gustado—. Yo… me tengo que ir.

Acto seguido se dio la vuelta y salió de allí apresurado, no sin antes tardar unos momentos en recordar cómo se abría una puerta. Wonho se quedó clavado en el sitio, viendo la figura del pequeño chico correr con torpeza y desaparecer entre los bastidores.

Retrocedió unos pasos hasta sentarse pesadamente en el banco del centro de la habitación; se llevó los dedos hasta sus labios y sonrió: al fin… Changkyun había cedido ante él. Apoyó las manos sobre la madera con la mirada perdida y, poco a poco, su sonrisa desapareció: algo había despertado en su interior. Un deseo intenso que nunca había sentido por nadie.

Ahora que por fin le había probado, quería más. Mucho más.

Esto solo era el comienzo.

♫♫♫♫♫♫♫♫♫♫♫♫♫♫♫♫♫♫♫♫♫♫♫♫♫

Changkyun podía sentir las notas fluyendo por su cuerpo y muriendo en sus dedos. Con los ojos cerrados, movió las manos en el aire, fingiendo estar tocando un piano invisible.

Podía escuchar a lo lejos al entrenador del equipo de fútbol gritar ‘uno, dos, tres’, y de alguna forma, le ayudaba a marcar el ritmo de su pieza musical. La brisa de la mañana era muy agradable, y era demasiado temprano para que hubiese alguien en las gradas del polideportivo que le fuese a molestar: esa soledad le encantaba.

Gradualmente, la voz del entrenador se convirtió en un susurro, una suave voz que tintineaba en su oído y que llamaba su nombre. La voz provenía de unos labios rosados que conocía muy bien. Unos labios que, cuando se curvaban en una sonrisa, hacían que el angelical rostro de su dueño brillase más que el sol. Unos labios que había besado hacía cuatro días.

Con un suspiro de frustración, Changkyun apartó a un lado del escalón de piedra las partituras que descansaban sobre su regazo y se frotó la cara. Se maldijo por no poder parar de pensar en el beso que compartió con Wonho, y en lo mucho que lo había disfrutado: la sensación de aquellos labios sobre los suyos no se desvanecía, le torturaba por las noches y le estaba empezando a volver loco.

¿Esto significaba que le gustaban los chicos? ¿O solo le gustaba Wonho?

—Sal de mi cabeza… —suplicó en un farfullo.

Cuando apartó las manos del rostro, la presencia de alguien que le observaba desde un escalón más abajo hizo que se sobresaltase un poco. Hyunwoo alzó una ceja con un gesto interrogativo y pasó el antebrazo por su frente, secándose el sudor provocado por el duro entrenamiento.

—¿Y tú por aquí tan temprano? —inquirió el moreno.

Changkyun se encogió de hombros y evitó el contacto visual. Volvió a coger las partituras y las colocó en su regazo, dejándole sitio para que se sentase junto a él.

—Pasando el rato —respondió en un tono neutro, enmascarando todas las preocupaciones que le carcomían por dentro—. No tengo clase hasta las doce.

El mayor tardó unos segundos en asentir y tomó asiento, sin hacer ningún comentario y contemplando el campo por el que corrían sus compañeros del club. Una de las cosas que más le gustaba al pianista de su amigo era que no hablaba mucho: ambos sabían apreciar el cómodo silencio que a veces se formaba entre ellos.

—¿Qué tal te fue el viernes? —La pregunta sacó a Changkyun de sus pensamientos—. Kihyun me dijo que hiciste de actor.

El pelinegro suspiró al recordar el ridículo que hizo en la obra: se había quedado totalmente en blanco en el momento crucial, olvidándose de lo que tenía que decir y haciendo que todo el público infantil se riese; al final, consiguió balbucear su parte del diálogo gracias a la ayuda del apuntador. Pero no había sido enteramente su culpa, sino del chico que le besó justo antes de la representación.

—Eh… —dudó momentáneamente—… bueno, digamos que podría haber ido mejor.

Hyunwoo rio levemente y apoyó los codos en sus rodillas.

No te preocupes, seguro que yo lo habría hecho mucho peor.

El tan solo imaginarse a su grande amigo vestido de lobo provocó que Changkyun sonriese; gracias a eso, por fin logró relajarse y perdió la mirada en el polideportivo. Algunos de los integrantes del club de fútbol estaban pasándose la pelota, otros estaban haciendo estiramientos mientras que unos pocos estaban sentados al otro lado en las gradas descansando.

Una figura que corría por las pistas de tierra que rodeaban al campo verde llamó su atención; no llevaba las gafas puestas, por lo que no pudo ver de quién se trataba hasta que pasó por delante de ellos.

Wonho deceleró hasta pararse, tomando aire y apartándose el pelo de la frente. Todo el cuerpo de Changkyun se tensó inmediatamente al reconocerle y usó las partituras para taparse la cara; Hyunwoo lo miró desconcertado, pero cuando vio al chico de cuarto curso justo en frente de ellos, entendió la situación.

Había estado observando a su pequeño amigo las últimas semanas: estaba más distraído de lo normal y, cada vez alguien mencionaba a Wonho, se volvía inquieto y nervioso. Changkyun no solía ser así, pocas veces exteriorizaba sus sentimientos.

Finalmente, había llegado a la conclusión de que le gustaba Wonho.

Changkyun se asomó tímidamente de su escudo de papeles para ver si Hoseok se había marchado; justo en ese momento, el castaño levantó su camiseta negra para secarse el sudor de la cara, dejando a la vista sus bien formados abdominales. El pianista volvió a esconderse apresurado con las mejillas rojas como tomates y Hyunwoo supo que sus suposiciones eran ciertas.

Entonces, Wonho alzó la vista y reparó en su presencia; Hyunwoo agitó la mano en el aire y él le devolvió el saludo, soltando una risita al ver que la persona que tenía al lado se estaba refugiando en unas partituras.

—¡Lobito! —le llamó animadamente. Changkyun se sonrojó aún más por el infantil mote y se encogió en el sitio, deseando desaparecer. Estaba sintiendo demasiada vergüenza, y el hecho de que Hyunwoo estuviese allí también solo empeoraba las cosas.

El grande chico carraspeó ante aquello y, viendo que Wonho empezó a subir los escalones, decidió que lo mejor sería irse: no sabía qué había entre esos dos, pero tenía claro que no quería meterse. Le dio un par de palmadas en el hombro a Changkyun antes de levantarse, el cual le miró alarmado, suplicándole en silencio que no se marchase.

—Suerte —dijo a modo de despedida. Cuando bajó por las gradas y se cruzó con Wonho, le inclinó levemente la cabeza y prosiguió su camino, ajeno a las maldiciones que le estaba mandando Changkyun por abandonarle.

Una vez Wonho se hubo sentado a su lado, el pelinegro se resignó a su destino y bajó la mirada a sus rodillas, apretujando los papeles entre sus dedos.

—Hey —saludó el mayor con una cálida sonrisa. Changkyun evitó el contacto visual y trató de no mostrar lo nervioso que le ponía su cercanía—. ¿Por qué te escondías? —preguntó con una voz suave, inclinándose hacia él.

—No me escondía… —logró explicar más calmado. Al parecer, la táctica de no establecer contacto visual le ayudó a no tartamudear—… solo me tapaba del sol.

—Está nublado.

Changkyun giró el cuello hacia él, y se encontró con un par de ojos marrones que lo observaban desde demasiado cerca. Podía notar su olor a sudor, y no pudo evitar fijarse en cómo su camiseta se adaptaba perfectamente a su torso, y en cómo sus musculadas piernas eran envueltas por los ajustados pantalones de chándal. Su corazón latía a mil por hora y sintió que se estaba quedando sin respiración.

—Bu…bueno, ya sabes… —empezó a explicar dominado por los nervios a la vez que se sentaba más alejado de él—… aunque haya nubes, los rayos solares nos siguen afectando… —Wonho sonrió ampliamente por su discurso y se acercó a él, volviendo a estar a centímetros de su rostro. Changkyun tragó saliva y siguió balbuceando estupideces—. Por… por eso es muy importante usar protección solar.

—No me digas… —murmuró Hoseok divertido, entrecerrando los ojos y clavando la vista en sus labios.

El pequeño chico asintió repetidas veces tratando de mantener una expresión indiferente, pero el hecho de que Wonho se estuviese aproximando peligrosamente a él con tanta hambre en su mirada hizo que el corazón se le subiese a la garganta.

Apretó las partituras con mayor fuerza: necesitaba alejarse de él para volver a poder respirar y, sin pensárselo dos veces, las usó como arma de defensa.

 

 

 

Like this story? Give it an Upvote!
Thank you!

Comments

You must be logged in to comment
Mika_cavallari #1
Chapter 9: Ay por dios, justo en lo Biased. Continúa que esto me ha dejado pero más que interesada ♡