Lobo feroz

A dos notas de tu corazón

La mejilla de Wonho rozaba con la suya, y su cálido aliento se depositó en su cuello, erizándole la piel en el proceso. Aquello le recordó a algo... algo que sucedió más concretamente en un coche, hace tres días.

De repente, Changkyun se vio a sí mismo sentado en el regazo de Hoseok, besándole el cuello y riéndose infantilmente.

El mundo parecía haberse parado. Ningún ruido de la guardería podía ser escuchado por el pelinegro: ni los gritos ni las risas de los niños, ni las quejas de la monitora por el calor que hacía en la estancia; ni siquiera los sonidos extraños que hacía Minhyuk imitando a un cachorro para hacer reír a una niña llegaron a sus oídos. Solo era consciente de los latidos frenéticos de su corazón.

Dios... ¿pero qué hice?

El mayor se separó por fin de él con una discreta sonrisa y Changkyun fue incapaz de proferir palabra o moverse. Se quedó mirándolo durante unos segundos con los ojos como platos y la boca entreabierta; Wonho alzó una ceja, esperando una reacción de su parte.

Si Changkyun decía algo ahora, lo más probable es que solo fuese capaz de tartamudear un par de cosas incoherentes. Finalmente, el menor se levantó en silencio y se dirigió a una esquina de la guardería. Se sentó en el suelo mirando hacia la pared y alcanzó un pequeño piano de juguete que estaba a su izquierda.

Wonho le observó desde el mismo sitio y suspiró: tal vez había sido tan directo que le había asustado.

Pero no desistiría. Estaba decidido a que Changkyun fuese suyo, aunque aquello significase reunir toda la paciencia de la que disponía.

Una chica de su club que se acercó al castaño le sacó de sus pensamientos y le prestó toda su atención: al parecer, tenía problemas con un niño que no paraba de llorar. Mientras tanto, Changkyun miraba a la nada a la vez que pulsaba con el dedo índice dos teclas en bucle.

Ni siquiera se inmutó cuando una niña se aproximó a él y se sentó a su lado, cogiéndole de la tela de su sudadera.

—Oppa, ¿sabes tocar el piano? —preguntó animadamente. Changkyun no dijo nada y siguió apretando las dos teclas. La pequeña arrugó el ceño y le zarandeó ligeramente el brazo para que le hiciese caso—. ¿Puedes tocar la canción de la estrellita? —insistió un poco enfurruñada.

Como seguía sin haber respuesta, la niña bufó y se cruzó de brazos. Otro crío se acercó a ellos y estudió detenidamente la cara de Changkyun.

—¿Qué le pasa a este hyung? —inquirió extrañado—. Su cara parece un tomate.

Changkyun hacía todo lo posible por respirar con normalidad, pero no logró calmar su desbocado pulso y sentía que sus mejillas estaban ardiendo: solo podía pensar en lo que hizo el viernes... y en la invitación de Wonho para volver a morderle.

—No lo sé... vámonos. Este oppa es muy extraño —dijo la niña antes de irse y dejarle solo.

No me importaría que me volvieses a morder... No me importaría... No me importaría...

Esa frase se repetía una y otra vez en su cabeza y no se iba. No quería darle importancia a lo que acababa de suceder, quería ignorar a su corazón y a cómo se estaba sintiendo es este momento. Sin embargo, una pregunta se abrió paso en su mente e hizo que por fin dejase de tocar el piano de juguete.

¿Me gusta... Wonho?

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Changkyun observó el disfraz que yacía encima del banco del centro de la estancia y el cual debía ponerse para la actuación. Estaba en la pequeña habitación que servía de vestuarios en los bastidores, y apenas quedaban unos minutos para la representación de la obra. Suspiró resignado: esta vez, Kihyun se había pasado con el favor que le pidió.

Durante esa semana, el pelinegro ensayó muchas horas para la obra del viernes; resultó ser una buena manera para distraerse y así evitar pensar en el ridículamente atractivo chico de cuarto curso que le había quitado el sueño durante los últimos días. Debía mantener su mente alejada de sus rosados y carnosos labios, de su piel blanca de porcelana, de sus respingonas y adorables orejas, de su preciosa sonrisa y de su...

Mierda...

Ya estaba pensando en él otra vez.

Chasqueó la lengua con fastidio y se frotó el rostro, sin querer aceptar el hecho que estuvo rondando su cabeza últimamente: no quería asimilar que Wonho se le hubiese insinuado cuando fueron a la guardería.

Debía de haberle tomado el pelo, solo para divertirse. Sí, eso debía ser. Era imposible que un chico como Hoseok se fijase en alguien como él.

Changkyun sacudió la cabeza: de todas formas, a él no le atraían los chicos. O eso pensaba.

Solo se había enamorado dos veces en toda su vida, la primera vez fue de su compañera de pupitre de primaria y más delante de Julia, una chica americana que vino de intercambio a su colegio en secundaria. En ninguna de ambas ocasiones se atrevió a confesar sus sentimientos; de hecho, nunca le había dado un beso a nadie. O al menos un beso propiamente dicho... la vez que compartió una botella de agua con Julia no contaba.

Nunca había sentido nada por un chico. Pero Wonho hacía que todo su ser se removiera, y le hacía dudar de sí mismo.

Unos toques en la puerta hicieron que diese un respingo. Un hombre habló al otro lado de la pared.

—Quedan quince minutos, date un poco de prisa.

—¡S...sí! —respondió Changkyun. El dueño de la lánguida voz era el coordinador del club de teatro, un hombre de mediana edad un poco rechoncho y que no se tomaba demasiado en serio su trabajo. Solo asistió una vez a los ensayos, pero no les prestó mucha atención.

Changkyun empezó a quitarse la ropa apurado. Al sacarse los pantalones, cogió su móvil del bolsillo exterior y se quedó mirándolo un rato; no había tenido contacto con Wonho desde el lunes, pero sí había intercambiado algunos mensajes con Hyungwon: justo esa mañana le había deseado suerte para su actuación.

Sonrió discretamente y metió el teléfono junto con sus demás prendas en una de las taquillas verdes de la estancia. Se enfundó en su gran disfraz marrón, se anudó sus deportivas y se miró en el pequeño espejo que había en el dorso de la estrecha puerta del casillero.

Se puso la capucha y tocó las orejas de su disfraz de lobo. Tenía que intentar ser aterrador para así ejercer su papel de villano de Caperucita Roja, pero le iba a resultar difícil: Changkyun no daba miedo ni aunque se empeñase, y menos con el aspecto ridículo que tenía en aquel momento.

—Abuelita, ¿por qué tienes los dientes tan grandes? —dijo con una voz aguda mientras veía su reflejo—. Son para comerte mejor —se respondió a sí mismo con un tono muy grave, intentando sonar aterrador.

Suspiró cansinamente. Definitivamente Kihyun se había pasado.

De nuevo, se volvieron a escuchar unos suaves golpes en la puerta.

—¡Ya voy! —exclamó Changkyun antes de apresurarse para abrirla, esperando encontrarse con el coordinador. Pero no se trataba de él.

¿Por qué de tantas personas que hay en el mundo, tenía que ser precisamente Wonho la que estaba frente a él? ¿Por qué tenía tan mala suerte?

Los ojos de Hoseok le analizaron de arriba abajo con incredulidad y Changkyun se vio incapaz de tan siquiera moverse. Se quedaron en silencio durante unos eternos segundos en los que el pianista se planteó cerrarle la puerta en las narices.

Finalmente, el castaño se mordió el labio para reprimir una risa y se metió las manos en los bolsillos traseros de su pantalón.

—Changkyun... estás muy —Hizo una pausa para encontrar la palabra adecuada—, guapo. —El menor se limitó a quedarse paralizado: quería echar a correr, pero sus piernas se habían petrificado y no le respondían.

Ante el silencio del pequeño chico, Wonho carraspeó y se llevó un puño a los labios para disimular su sonrisa.

—Hyungwon me comentó que ibas a representar una obra —prosiguió haciendo un obvio esfuerzo por no reírse—, pero no me esperaba... bueno, no me imaginé...

Wonho no pudo continuar porque se empezó a reír. El bochorno que estaba sintiendo Changkyun fue demasiado y, recuperando por fin el control de su cuerpo, se decidió a intentar esquivarle y pasar por su lado; cosa que habría conseguido si Hoseok no le hubiese cerrado el paso.

—¡Eh, lobito!

Changkyun quería salir de allí. Retrocedió y dio comienzo a una especie de persecución por la pequeña estancia en la que el menor dio una vuelta alrededor del banco para así distraer al castaño y poder huir.

Pero justo antes de atravesar el marco de la puerta, Wonho le impidió escapar agarrándole de la cola del disfraz.

—¡Espera, espera! —insistió tirando de él—. Por favor, Changkyun. —El oír su nombre hizo que se quedase quieto.

—¿Qué quieres? —preguntó tras unos segundos, sin darse la vuelta hacia Wonho.

—Solo... quería hablar un rato contigo. —Los músculos del pelinegro se tensaron y siguió escuchando—. Pero no era mi intención reírme, de verdad, perdóname.

El corazón de Changkyun latía desbocado: no quería escuchar sus disculpas. Lo único que quería era encontrar una explicación lógica al aparente interés que Wonho tenía en él; un interés que iba más allá de la amistad.

Inspirando con fuerza, el pelinegro se decidió a preguntar qué demonios ocurrió el lunes en la guardería.

—¿A qué vino lo del otro día?

—¿Qué...?

Changkyun cerró los ojos y reunió todo su coraje para continuar.

—N...no quiero formar parte de tus juegos. Si lo estás haciendo solo para burlarte de mí... por favor, para.

Wonho abrió mucho los ojos y por fin le liberó del agarre. No pudo articular palabra puesto que el menor siguió hablando, sin dejarle tiempo para contestar.

—No sé qué me estás haciendo, pero... cuando estás cerca de mí me siento extraño —confesó apretando los puños con fuerza—. Es como si tuviese fiebre, no puedo pensar con claridad y no... no puedo soportarlo.

El chico pronunció su discurso atropelladamente, ni siquiera tenía claro cuál era el propósito de soltar todo aquello. Pero Changkyun necesitaba desahogarse, dejar salir todo lo que le estuvo carcomiendo por dentro desde que conocía a Wonho. Se negaba a pensar que lo que sentía era atracción.

El silencio que vino después solo sirvió para ponerle más nervioso; estuvo a punto de girarse para ver la expresión de Wonho, pero al sentir el cuerpo del contrario pegado al suyo, su pulso se detuvo y se quedó completamente inmóvil.

Wonho estiró el brazo por encima del hombro de Changkyun para cerrar la puerta lentamente; después, alzó los dedos para bajarle la capucha, depositando su cálido aliento en su cuello.

Una corriente eléctrica recorrió a Changkyun cuando notó que Wonho le había dado un pequeño beso en la nuca.

—¿De verdad no sabes lo que sientes? —inquirió en voz muy baja, apoyando sus manos en los hombros del menor para darle la vuelta con delicadeza. Sus ojos por fin se encontraron y Changkyun tragó saliva; Wonho tenía los párpados entrecerrados y le miraba con una intensidad con la que nunca fue observado.

El deseo estaba grabado en sus ojos marrones, que extrañamente parecían más oscuros de lo que recordaba; estaba muy cerca de él, tan cerca que tuvo que descansar la espalda en la puerta por temor a que las piernas le fallasen. Changkyun negó débilmente con la cabeza, aunque en realidad sabía perfectamente lo que sentía.

—¿Quieres que te lo enseñe?

La segunda pregunta hizo que el corazón le diese un vuelco: se vio acorralado y una parte de su ser quería huir, pero el sentimiento de curiosidad fue mucho más fuerte e intenso. Se lamió los labios y clavó la vista en la boca de Wonho

Me pregunto... cómo sería besarle.

Después de unos momentos de silencio y, para su propia sorpresa, Changkyun asintió. No sabía muy bien a lo que estaba accediendo, pero la sonrisa que surcó los labios de Wonho hizo que se olvidase de las consecuencias de todo aquello. El mayor colocó una rodilla entre sus piernas y bajó las manos hasta su cintura, apretándole contra él.

Hoseok comenzó a inclinarse hacia sus labios y, cuando apenas les separaban unos milímetros, se desvió y le besó la comisura derecha con lentitud.

Dejó ahí su boca unos instantes, en los cuales Changkyun se dio cuenta de que estaba aguantando la respiración. El castaño apoyó su frente en la del contrario mientras observaba divertido cómo el menor tomaba aire, dejando en evidencia su inexperiencia en estos temas.

—Respira... —murmuró Wonho antes de dejar un rastro de besos perezosos a lo largo de su mejilla y barbilla. Comenzó a dibujar pequeños círculos en la zona baja de la espalda de Changkyun, provocando que la piel se le erizara y que se sujetase a su jersey con fuerza.

Al pianista se le escapó un suspiro tembloroso que no pasó desapercibido por Wonho, el cual se rio levemente y le observó mientras rozaba la nariz con la suya.

Parecía tan indefenso e inocente... las mejillas del menor estaban acaloradas, respiraba con dificultad y sus labios estaban húmedos: quería mordérselos y probar su sabor...

Pero sobre todo, deseaba corromperle a todos los niveles imaginables.

Finalmente, Wonho acortó la distancia que los separaba y le besó.

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Comments

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Mika_cavallari #1
Chapter 9: Ay por dios, justo en lo Biased. Continúa que esto me ha dejado pero más que interesada ♡