La tormenta

A dos notas de tu corazón

Aquel día se cumplía un mes desde que Changkyun había aceptado salir con él. Wonho estaba muy emocionado por volver a verle: se moría de ganas de abrazarle y besarle. Estaba contando los minutos para que la clase de economía terminase para así poder ir a buscar a su novio a su aula y darle el regalo que le había preparado por su primer aniversario.

El día anterior, tras ayudar a su madre a limpiar la cafetería después de que se fuesen todos los clientes, estuvo cocinando con ella unos muffins para dárselos a Changkyun. Su madre ya sabía que estaban saliendo juntos, y se había entusiasmado tanto que ella también quiso participar en el regalo para el pequeño chico.

Wonho le echó un vistazo a la bolsa lila que descansaba en el suelo al lado de su pupitre; desde arriba, se podía ver el contenido del táper transparente: las magdalenas estaban cubiertas de un frosting de color azul oscuro que imitaba la cara del monstruo de las galletas. Incluso le había hecho los ojos saltones del personaje televisivo que tanto le gustaba a Hoseok desde pequeño.

Y por supuesto, los muffins eran bajos en grasa, puesto que a Wonho le interesaba mucho la cocina saludable. Sonrió satisfecho, imaginándose la cara que pondría Changkyun al ver el regalo: pensaba molestarle un poco y pedirle algún favor a cambio, como un beso, o tal vez dos.

Cuando por fin sonó el timbre, cogió apresurado su mochila y la bolsa; se despidió de Hyungwon y Minhyuk, los cuales se iban a quedar un rato más en clase para repasar unos apuntes que el pelirrojo no entendía y se marchó del aula, sin ser consciente de que Minhyuk había clavado sus ojos castaños en él con una sonrisa extraña en los labios.

Su corazón golpeó su pecho con fuerza a medida que caminaba por el pasillo y antes de doblar la esquina, se detuvo dejando las cosas en el suelo para sacar su móvil del bolsillo trasero de su pantalón vaquero y así mirar su reflejo. Se peinó el flequillo con los dedos y comprobó que su gargantilla estaba en su sitio, que sus dientes estaban impecablemente blancos y que, en definitiva, estaba tan atractivo como siempre.

Con una sonrisa, volvió a guardarse en teléfono, se planchó su camisa azul cielo con las manos y recogió las cosas del suelo antes de retomar su camino. Sin embargo, nada más ver a Changkyun apoyado en la pared a tan solo unos metros de él, se paró en seco y su sonrisa se ensanchó: ¿acaso le estaba esperando?

Se sintió enternecido por aquel gesto y se empezó a acercar a él, con unas ganas tremendas de abrazarle.

—¿Changkyunnie? —le llamó animadamente ya estando a su lado. El aludido parecía no escucharle y tenía la vista fijada en el suelo; Wonho volvió a llamarle sin recibir respuesta alguna y su sonrisa fue sustituida por un puchero—. Oye, Changkyunnie —insistió zarandeándole suavemente su brazo cubierto por una grande sudadera gris.

Fue entonces cuando logró captar su atención y alzó sus ojos felinos para mirarle.

—Ah... hola —le saludó desganadamente.

A Wonho le dolió recibir ese saludo después de no haberse visto por un mes, pero el sentimiento de preocupación fue mayor—. ¿Ocurre algo? —Changkyun negó con la cabeza y se forzó a sonreír. El mayor le observó sin creerle y reparó en que su carpeta estaba tirada en el suelo a unos metros de él—. ¿No es esa tu carpeta?

Antes de recibir una contestación, se agachó para coger el portafolios y se lo ofreció al pelinegro, el cual lo agarró apresurado y lo apretó contra su pecho.

—Gracias... se me debió haber caído.

Era evidente que algo le pasaba, y a Wonho le mataba por dentro no saberlo. No quería forzarle a que se lo contara, así que decidió que sería buena idea darle su regalo para tratar de animarle.

—Changkyunnie, ¿sabes qué día es hoy? —preguntó dándole un pequeño empujón con el hombro. Él le dedicó una expresión confusa que le indicó que no tenía ni idea—. Aish... siempre me haces lo mismo. Hace un mes que estamos juntos —explicó con un puchero.

El pianista entreabrió los labios para decir algo, pero los cerró y bajó la vista hacia sus pies.

—Voy a ignorar la frialdad con la que me estás tratando y te daré tu regalo igualmente —prosiguió Wonho con teatralidad antes de ofrecerle la bolsa lila—, pero solo porque soy una buena persona.

Los ojos de Changkyun se abrieron ligeramente al ver el regalo y solo cuando Hoseok empezó a balancear la bolsa en el aire se decidió a cogerla dubitativo. Echó un vistazo al interior y vio el táper con los muffins; apretó los labios y se quedó mirando las caras sonrientes de los monstruos de las galletas sin mostrar expresión ninguna.

—Mi madre me ayudó a hacerlos —explicó Wonho orgulloso—. Créeme, nunca probarás unos muffins tan ricos como estos.

Los murmullos de unos compañeros de clase que caminaban por el pasillo a su lado hicieron que Changkyun los mirase; su rostro se contrajo en una mueca de aflicción y volvió a dirigir su vista hacia Hoseok, cuya expectación por saber su opinión del regalo resultaba evidente.

—Yo... —masculló apretando el asa de la bolsa—... no tengo hambre. —Dicho esto, le devolvió el regalo y Hoseok lo sostuvo entre sus dedos, mirando al pelinegro con los ojos muy abiertos. La sonrisa de su rostro se fue perdiendo hasta desvanecerse: esperaba que se tratase de una broma y que en realidad Changkyun estuviese entusiasmado por el regalo.

Pero cuando se dio media vuelta y se marchó por el pasillo, Hoseok supo que no era ninguna broma. Permaneció quieto en el sitio, observando cómo la pequeña figura de su novio se perdía en la distancia y pestañeó numerosas veces.

De repente, se sintió ingenuo y estúpido. Sus ojos empezaron a enrojecerse y su garganta se estrechó dolorosamente: su corazón dolía. Mucho.

No... le debe pasar algo.

Eso es lo que Hoseok se dijo a sí mismo; puede que Changkyun a veces fuese frío, pero aquello era demasiado. Algo debió haber ocurrido, estaba seguro. Se frotó los ojos para evitar que ninguna lágrima cayese y tomó aire echando la cabeza hacia atrás.

Cuando su respiración se calmó, bajó la mirada hacia la bolsa y observó el interior: los ojos saltones de los muffins parecían decir en silencio 'la has fastidiado' y Hoseok arrugó la nariz.

—No me miréis así —les reprochó enfurruñado—. Changkyun solo tiene un mal día, eso es todo.

Sabía cómo era Changkyun, así que debía ser el doble de comprensivo. Le daría espacio al menor para no agobiarle, seguro que al final volvía a él para contarle lo que le ocurría. O eso esperaba.

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"Me das asco... ¿te crees especial porque oppa sabe que existes? Muérete de una vez."

—Oye. —El tacto de Jooheon en su hombro le hizo dar un respingo y girarse sobre su pupitre para mirarle. La preocupación era evidente en su rostro—. ¿Te encuentras bien? Estás un poco pálido.

Changkyun arrugó la nota que se había encontrado en su mesa y la apretó fuertemente en su puño para que el rubio no la viese. Le dedicó la mejor sonrisa falsa que pudo y asintió; Jooheon insistió un poco más en que si no se encontraba bien, debería irse a casa, pero el pequeño chico siguió respondiendo que todo estaba bien.

En realidad, nada estaba bien. Nada.

Esos chicos que se había encontrado hacía dos semanas en el pasillo de cuarto curso no le habían dejado en paz desde entonces. Primero fueron las notas: todos los días, se encontraba una nueva en su pupitre, amenazándole con palabras para que se alejase de Wonho. Las partituras que llevaba en el interior de su cuaderno estaban destrozadas el día que las sacó en el salón de actos para practicar. Miradas indiscretas le perseguían a todas partes, empujones 'accidentales'... aquello se estaba volviendo insoportable.

La gente hablaba, y Changkyun hacía oídos sordos; sin embargo, no pudo evitar que una voz tomase el control de su cabeza y le torturase todos los días, a todas horas. Estaba bajando a la planta baja de la facultad cuando apareció de nuevo.

Eres asqueroso. Muérete ya, así dejarías de dar problemas. Muérete. Muérete. Muérete.

Se sujetó a la barandilla de las escaleras y cerró los ojos con fuerza, intentando echar a aquella voz de su mente, pero viéndose incapaz de conseguirlo. Se quedó en el sitio un rato para tratar de recuperarse, pero una risita femenina proveniente del piso superior le hizo alzar la cabeza. Antes de que pudiese apartarse, un objeto duro impactó en su cabeza y se rompió, liberando una sustancia viscosa que descendió por su pelo hasta mancharle toda la cara.

Se llevo una mano a la cara, y comprobó que lo que tenía en el rostro era clara de huevo. Ni siquiera volvió a dirigir su mirada hacia arriba cuando se retiró las cáscaras que se habían quedado adheridas a su pelo y terminó de descender los escalones con aparente tranquilidad en dirección a los baños.

Una vez estando dentro de los aseos, tiró su mochila al suelo y se acercó al lavabo; abrió el grifo y se lavó el pelo y la cara con poca delicadeza, deseando poder desaparecer, deseando poder irse a casa y no volver a salir de allí nunca más.

Miró al espejo, y este le devolvió su reflejo ojeroso y depauperado por la falta de comida y sueño: era el mismo Changkyun que el de sus años de instituto. Creía que lo había superado, que se había vuelto más valiente, más fuerte. Pero tenía miedo. Y aun así no se iba a permitir llorar, al menos no delante de esa gente, y mucho menos en frente de Wonho.

Recordó la preocupación de Hoseok durante aquellos últimos días, el cómo trató de ser comprensivo y paciente con él para que le contase si le ocurría algo. Y fue aún más doloroso recordar el cómo le había rechazado e ignorado a partes iguales.

Simplemente no podía permitir que, por su culpa, Wonho cayese en el mismo pozo por el que sus miedos e inseguridades le estaban arrastrando. Desde que habían empezado a salir juntos, la gente también comenzó a hablar de Hoseok, describiéndole con palabras que prefería no recordar.

Prefería sufrir solo... era lo mejor para ambos.

—¡Changkyun!

La voz de Hyungwon le hizo pegar un respingo y girarse con las gotas de su pelo mojado deslizándose por su frente. Al lado del esbelto chico, que lo observaba con el ceño fruncido, estaba Minhyuk. El pelirrojo palideció al verle, e inmediatamente bajó la mirada hacia sus pies. Changkyun no pudo preguntarse el porqué de su reacción ya que Hyungwon había dado un par de zancadas hasta estar justo en frente de él.

Hyungwon, a pesar de su habitual aspecto somnoliento, siempre guardaba para él una sonrisa o una caricia en el pelo, pero aquella vez era completamente distinto. Nunca le había visto tan enfadado.

—Te busqué por todas partes, ¿qué haces aquí? —Paró un momento para posar sus ojos en el cabello empapado de Changkyun—. ¿Qué te pasó en el pelo? —No se le ocurrió ninguna excusa creíble, así que el pianista se limitó a encogerse de hombros y a evitar el contacto visual. Recibió un suspiro en respuesta y el mayor se giró hacia Minhyuk—. ¿Podrías darnos un momento?

El pelirrojo hizo el amago de decir algo, pero se calló con una expresión culpable y se marchó de allí, dejándolos solos en los baños.

—Mira, Changkyun... —le llamó con una expresión cansada—, no quiero meterme en tu vida personal... pero, ¿estás teniendo problemas con Wonho?

La pregunta hizo que su cuerpo se tensara.

—¿Porqué lo preguntas? —respondió bajando el tono de voz, sin saber muy bien qué decir.

—¿Que porqué lo pregunto? —repitió incrédulo—. Solo hace falta veros para saber que algo va mal.

¿Era tan obvio?

—No ocurre nada —contestó finalmente, evitando el contacto visual por miedo a enfrentar a esos ojos que le estaban juzgando.

Hyungwon apoyó las manos en sus hombros y consiguió que alzase el rostro.

—Wonho está muy mal —explicó con seriedad—. No quiere hablar con nosotros, y hace dos días que no viene a clase. —La noticia hizo que el corazón de Changkyun se estremeciese por la culpa—. ¿Estás seguro de que no pasa nada?

El cúmulo de emociones en el interior del pelinegro estallaron e hicieron que le apartase las manos con brusquedad. No quería que le hiciese más preguntas. No quería hablar de Wonho, ni de los chicos de cuarto curso. No quería saber nada.

—No te metas en mis asuntos —masculló a la defensiva.

Hyungwon le miró con decepción, haciéndole sentir la peor persona del planeta. No podía soportarlo ni un minuto más, así que le rodeó y recogió su mochila del suelo con la intención de irse, pero el mayor habló de nuevo y se detuvo.

—Te dije que no le hicieras daño. —Esas palabras hicieron que todos los músculos de Changkyun se congelasen y que una sensación desagradable le inundase el cuerpo—. Estuvo llorando, ¿lo sabías?

La tristeza y la rabia eran evidentes la voz de Hyungwon, y el pelinegro no se atrevió a darse la vuelta para encararle. Tan solo imaginarse a Hoseok llorando por su culpa hizo que su corazón se retorciera, y simplemente ya no lo soportó más.

Se fue de allí sin mirar atrás, apretando las correas de su mochila con fuerza, mordiéndose el interior de sus mejillas para evitar derramar ninguna lágrima. Changkyun nunca lloraba, y esta no iba a ser la excepción.

Salió de la facultad y caminó a través del campus bajo las nubes grises que amenazaban con convertirse en una tormenta muy pronto. Avanzó sin bajar el ritmo, intentando convencerse a sí mismo de que alejarse de Wonho era lo correcto.

Es por el bien de los dos.

No sabía cuánto tiempo llevaba caminando, pero hacía un buen rato que pasó de largo de la residencia de estudiantes. Sus piernas empezaron a doler por lo rápido que iba, pero no le importaba.

No quiero que le hagan daño.

La cálida sonrisa de Hoseok se abrió paso entre sus recuerdos y comenzó a decelerar lentamente. En su mente, los rosados labios del castaño se transformaron en un puchero, y sus bonitas manos le tiraron del jersey, intentando atraer su atención como siempre.

"¡Changkyunnie, hazme caso!" "Mira qué camisa me compré el otro día... me queda genial, ¿verdad?" "Ah... estoy seguro de que nunca te imaginaste tener un novio tan guapo."

Antes de que se diera cuenta, Changkyun estaba parado en medio de una acera a las afueras del campus. La gélida brisa le hizo estremecer y su pelo todavía estaba mojado; podía notar cómo las gotas que descendían por su cuello se estaban colando en el interior de su jersey: si no se secaba pronto, iba a coger un resfriado.

Alzó la vista hacia el cielo y, justo entonces, un trueno resonó en la distancia, pero el chico no se inmutó. La única imagen que tenía en su cabeza era la de aquellos ojos castaños que se solían regalar un guiño descarado solo para molestarle, que sonreían también cuando su dueño estaba feliz, que siempre le observaban con adoración y ternura. Y ahora, esos ojos estaban enrojecidos, tristes, dejando salir las lágrimas que su frialdad había provocado.

Changkyun nunca lloraba. O al menos hasta ese día.

Su interior estaba roto, y no pudo evitar hacerlo en silencio. Sin dejar de mirar a las nubes, deseó poder ser como ellas, volar por el cielo y evaporarse de este mundo; así tal vez, las personas a las que tanto había herido se olvidasen de él y podrían ser felices.

Y, sin embargo, una pequeña parte de Changkyun quería ser egoísta. Quería ser feliz también y estar junto a Wonho a pesar de lo que la gente dijera; fue entonces cuando esa diminuta parte de su ser tomó el control de su cuerpo y le hizo coger su teléfono del bolsillo de su pantalón.

Por una vez en su vida, deseó dejar atrás sus miedos y arriesgarse para intentar ser feliz.

Con languidez, se puso sus gafas que guardaba en el interior de su chaqueta vaquera y marcó el número de teléfono de Hyungwon. Se lo apoyó en la oreja y, mientras esperaba a que le respondiese, unas pequeñas gotas comenzaron a descender del cielo.

La opresión de su pecho se volvió más fuerte a medida que la lluvia le humedecía aún más el pelo y sus lentes.

—¿Sí?

Changkyun tardó unos segundos en contestar. Pero cuando lo hizo, habló con decisión: esta vez, se expresaría sin miedo, sin titubeos.

—Dame la dirección de la casa de Wonho.

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Con la respiración agitada, empapado de la cabeza a los pies y sujetando su también mojada mochila con una mano: esa fue la imagen que se encontró Wonho en la puerta de su casa, en un antiguo bloque de apartamentos.

—Changkyun... —murmuró totalmente sorprendido por la aparición del pequeño chico en su piso. El pelinegro se limitó a observarle a través de sus gafas empañadas por la humedad; su corazón latía tan rápido que podría salirse de su pecho, y los nervios le estaban carcomiendo por dentro.

Changkyun se sintió feliz de ver a Hoseok allí, frente a él, con su despeinado flequillo castaño tapándole los ojos, vestido con un chándal para andar por casa y una expresión que había pasado de la sorpresa a la preocupación.

Cómo le había echado de menos...

Sin mediar palabra, dejó caer su mochila al suelo embaldosado del rellano y abrazó a Wonho casi sin fuerzas, pero a la vez aferrándose a él como si su vida dependiese de ello. Necesitaba que aquellos brazos le envolviesen en su manto de calor reconfortante, lo necesitaba desesperadamente.

Sin embargo, el cuerpo de Wonho permaneció rígido como una tabla. Changkyun no se apartó de él hasta un rato después, dolido por el rechazo que, a fin de cuentas, se merecía por cómo le había tratado los últimos días.

Cuando sus ojos se encontraron, el pianista descubrió que no era rechazo lo que había en ellos, sino una mezcla de tristeza y agradecimiento. Hoseok alzó sus dedos y acarició con delicadeza las húmedas mejillas del menor antes de atraerle hacia él y besarle, dejando salir todas sus emociones contenidas. Changkyun cerró los ojos y ladeó la cabeza, correspondiéndole torpemente y sintiendo que su corazón iba a estallar.

Se separaron unos segundos, los suficientes para observarse mutuamente y sonreír antes de volver a besarse con más ganas, caminando a ciegas hacia el interior del apartamento.

Fue aquel día en el que Changkyun se dio cuenta de que estaba total y completamente enamorado de Shin Hoseok.

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Comments

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Mika_cavallari #1
Chapter 9: Ay por dios, justo en lo Biased. Continúa que esto me ha dejado pero más que interesada ♡