Yo te llevaré.
"Leap Year in Dublín" (Taeny Ver.)
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Un nuevo día llegó y con la aparición del sol alzándose sobre el mar, el cantar de las aves era el único sonido que podría percibirse en el lugar…
Habían pasado ya cuarenta minutos que Stephanie había despertado y empezado a ordenar sus cosas para alisarse y enfrentar el nuevo día junto a las adversidades que intentaran obstruir su camino a Dublín. Se sentía con energía, a pesar de no haber logrado dormir más de cuatro horas por la noche, pues para el momento en el que terminó de arreglar el caos que había causado en la habitación por su búsqueda del toma de corriente, cuando por fin pudo recostar su cuerpo a la cama los pensamientos sobre lo que estaba haciendo, las cosas que había pasado el día anterior por hacer algo de lo que aunque estaba decidida a lograr su cometido, algo en su interior le decía que no estaba bien forzar las cosas.
¿Por qué eso es lo que hacía no? Forzar a su novio a comprometerse. No. Ella no estaba obligando a nadie solo daría el paso que en algún momento Nichkhun lo haría de igual manera, simplemente le estaba facilitando las cosas porque lo ama y después de tanto tiempo ya era hora de tener una vida juntos. Esos eran los razonamientos que mantuvieron en vela a la pelinegra.
Stephanie terminó de cepillar sus dientes mientras se observaba en el pequeño espejo del baño de huéspedes. Salió del cuarto de baño para dirigirse nuevamente a su habitación. Al llegar revisó su móvil que permanecía sin batería. Entre las cavilaciones de la noche anterior decidió que avisar a su novio y avisarle que se hallaba en Irlanda era la mejor opción, ya no sería en Dublín que le notificara pues en vista de la suerte que ha tenido era mejor que el estuviese enterado por si lo llegase a necesitar luego, pero no le diría de sus planes, únicamente se enteraría de su estancia en dicho país.
La pelinegra salió de la habitación vestida con la misma ropa del día anterior pues con lo agotada que se sentía no se molesto en despojarse nada más que de sus stilettos y aflojarse la falda. Bajó hasta el área del bar en busca del teléfono fijo para realizar sus llamadas.
En el lugar no había nadie más que ella «Genial, al menos la exasperante castaña no será lo primero que vea en el día». Ubicó el teléfono cerca de la gran ventana con vista a la entrada y fue hasta allí. Marcó el número de su novio y espero tres tonos antes de que se escuchara la voz al otro lado.
—Buenos días cariño, —saludó con voz suave el hombre de la otra línea— Iba a llamarte en un rato más, pensaba que aun dormías. ¿Cómo estás?
—Buenos días Nick, si es que no he podido dormir bien y me he despertado con el alba.— respondió a través de un suspiro— Me encuentro bien. Tengo una sorpresa para ti.
—Vaya y ¿Qué podría ser?
—¡Estoy en Irlanda!—exclamó al teléfono con una pequeña sonrisa.
—¿¡Que estas en Irlanda!?—el joven cirujano estaba realmente sorprendido y extrañado a la vez.
—¡Sí! Quería darte una sorpresa cuando llegase a Dublín pero el viaje a resultado un autentico desastre.—dijo amargamente— Ahora me alegro de que alguien sepa en donde estoy. Es que en serio, no imaginas lo que aquí llaman “cena” y ni hablar de la supuesta “hospitalidad irlandesa”.
—Estoy impaciente por verte—anunció el joven.
—Yo también deseo verte.
—¿Cuándo llegas?
—Supongo que estaré allí por la tarde, si encuentro un taxi. Son cuatro horas de viaje en auto hasta Dublín.
—Es una gran sorpresa cariño. Te quiero
—Yo también de te quiero Nick, adiós.
Stephanie terminó la llamada y empezó a caminar hasta las escaleras, pero unas voces lejanas llamaron su atención y se detuvo para averiguar de dónde provenían. Observó por la ventana detrás de ella y vio a la pequeña castaña quien parecía estar discutiendo por los gestos de sus rostros y el continuo movimiento de sus manos. A su lado se encontraba un hombre mayor de brazos cruzados que sacudía su cabeza en negación. Se acercó para escuchar un poco mejor.
—Lo siento, te he dado mucho tiempo para pagar tu deuda—reprochaba el hombre
—Pero me falta muy poco, solo me faltan los putos intereses. —repuso la castaña tratando de llegar a un acuerdo— Vamos George, se razonable.
—Lo siento, vamos chicos empiecen a sacar las cosas. —se dirigió a los otros hombres cerca del camión que vestían gabardinas y esperaban ordenes.
—Pero no puedes llevarte la cocina, ¿De dónde voy a sacar el dinero entonces?
—Paga todo o no hay trato Taeyeon. Ya he sido lo suficientemente paciente contigo por respeto a tu padre. Pagas ahora o de lo contrario me llevo la cocina al camión.
—Dame un mes—respondió esta vez la castaña con mirando con ojos de suplica al hombre que parecía no querer cambiar de opinión.
—Una semana.
—¿¡Una semana!? Dios. —pasó las manos por su cabello.—Diez días y te garantizo los novecientos euros.
La pelinegra decidió que eso había sido suficiente información para ella. Se dio la vuelta y regresó a su habitación para tomar su set de higiene personal para empezar a alistarse después de la ducha.
Mientras tanto en la entrada seguía la discusión entre la castaña y el hombre.
—Son mil Taeyeon, al retrasarte los intereses aumentan.
—Claro, claro el interés del interés ¿no?—comento ya con desgano, no le parecía justo que la tratara de esa manera teniendo conocimientos sobre la difícil época en la que se encontraba.—Dios, mil euros, diez días. Está bien, vale. Los tendrás.
—Hecho.
La castaña selló el trato con un apretón de manos y se despidió del hombre para adentrarse al interior de la tasca en busca de su boleto de salvación. «Entonces la americana ha conseguido al taxista que la llevará al maldito Dublín». Subió las escaleras y fue directamente hasta la habitación de la pelinegra.
Mientras tanto, Stephanie se retiraba la toalla para quedar prácticamente desnuda pues solo llevaba puesto su hipster de algodón rosa. Abrió su maleta para buscar las prendas que usaría. De pronto la puerta se abre de golpe causando un grito de susto en ella y al ver de quien se trataba intentó cubrirse un poco el pecho y su intimidad con sus manos.
—De acuerdo, solo porque estas desesperada.—dijo la castaña con una sonrisa socarrona.
—¿Qué?—la pelinegra salió de la impresión para tomar nuevamente la toalla y cubrirse.
—Has encontrado tu taxi. Te llevaré a Dublín.
—¿Quieres salir de aquí?—espetó. La castaña se dio la vuelta para darle la espalda mientras seguía hablando.
—Quinientos euros como me dijiste. ¿Sí o no?
—Oh, pero… ¿Cuál es tu nombre?—preguntó a la desvergonzada muje
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