Necesito un taxi.
"Leap Year in Dublín" (Taeny Ver.)
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Al abrirse la puerta la poca luz natural del exterior iluminó un poco la estancia, haciendo que unas pocas personas voltearan sus cabezas para ver de quien se trataba.
—Yuju… ¡Hola!—anunció cortamente la pelinegra desde la puerta sin recibir más que miradas curiosas como respuesta. Totalmente ignorada empezó a caminar y observar a su alrededor.
En el interior de la taberna se podía escuchar la risa rasposa de un par de hombres en el local. A diferencia del exterior, el ambiente dentro de la taberna era un tanto más diferente, el aroma del abano y roble podía sentirse perfectamente.
El estilo de los muebles era antiguo, me atrevería a decir que hasta un poco medieval. En la barra principal podían apreciarse diferentes tipos y marcas de cerveza local ni que decir del whisky y otros licores de mayor calibre alcohólica. Habían pocas personas, siendo puramente hombres lo que reinaba y todos con mas que unas pocas canas en su cabellera y vello facial.
La pelinegra se adentró con pasos decididos hasta dos señores sentados cerca de la barra de pedidos.
—Se puede sacer al hombre dentro del té, pero no se puede sacar al hombre de dentro del agua…—contaba uno mientras los otros reían.
—¿Esta abierto?— «Bueno esa no fué la pregunta más astuta de mi parte» razonó un poco avergonzada. Tras haber echado un vistazo alrededor divisó un hombre que tenia apariencia de ser confiable.
Un par de ancianos que se encontraban sentados algunos asientos más lejos murmuraban entre ellos el origen de la recién llegada...
«Australiana»
«Sud-africana»
—En realidad, soy norteamericana. —repuso con una pequeña sonrisa la pelinegra sin mirarlos y dirigiéndose a su objetivo.—Stephanie Hwang, de Boston.—extendió su mano al señor de traje y cabello blanco, este estrechó su mano y dio un asentimiento como respuesta.—Me gustaría saber cómo llegar a Dublín desde aquí, ¿Hay alguna buseta o línea de taxi a la que pueda acudir?
Mientras la diseñadora esperaba respuesta por parte de los aludidos, no se había percatado de una joven castaña que la observaba desde el otro lado de la barra con el ceño fruncido, pero no de enojo, sino intriga.
—1987. Respondió uno de los hombres.
—¿Cómo dice?
—1987, es el año en que el último autobús partió de aquí hasta Dublín.
—No, no, no. El tren dejó de utilizarse en el ochenta y cinco…—respondió el otro, llevando la contraria a su compañero.—El autobús estuvo en función hasta el noventa y cinco.
—No, en el ochenta y siente.
La pelinegra en ver que los dos hombres no se ponían de acuerdo en una teoría, decidió inspeccionar alrededor a ver quien le podría servir de ayuda. Y fue recién allí el momento en el que se percato de la pequeña castaña se encontraba preparando un trago de cerveza y luego se dispuso a utilizar el periódico. Decidió acercarse a ella.
—Disculpa.—la castaña levantó su mirada de la lectura para mirarla. Sus ojos eran azules, pero no era cualquier azul. Era una mezcla de gris con turquesa que se escondían entre un par de hermosas y largas pestañas. — me preguntaba, ¿Existe alguna linea de taxis por aquí?
La castaña mantuvo su gesto inexpresivo y se dio la vuelta para buscar algo entre las perchas cerca de la repisa. Tomó un papel y se lo entregó a la pelinegra.
—Estupendo, gracias.
La castaña no respondió y regresó a su lectura. En cuanto la pelinegra se dio la vuelta para buscar el teléfono móvil en su bolso, la castaña levantó la miraba y la observó por un momento. Se dio la vuelta y desapareció por una de las puertas detrás de ella.
—Genial, mi móvil está a punto de quedar sin batería—refunfuñó la pelinegra.
—Señorita… —musitó un joven y cuando la pelinegra lo miró, éste le señalo la esquina detrás de ella. Era un teléfono fijo.
—Ah, Gracias. Dijo con una sonrisa.
Camino hasta el teléfono y al lado se encontraba un regordete hombre que la observaba.
—Hola—dijo mientras él empinaba una cerveza—¿Qué tal?
—Hola.—respondió ella mientras le daba la espalda para empezar a marcar el numero de la línea de taxis que aparecía en el papel.
—Bueno.. ¿que se le ofrece?— se escuchó una voz femenina al otro lado de la línea.
—Hola. Buenas, necesito un taxi para dirigirme a Dublín, por favor.
—¿Y de donde llama?
—Pues estoy en un lugar que se lama Louis, no.. Laos, espere.. Laois, si, Laois.
—Lo siento, pero no acostumbramos a llevar a pelinegras americanas.
—¿Como que no pueden llevar pelinegras americanas?—se quejó indignada.
—Lo siento.
—Espere... ¿Cómo sabe el color de mi pelo?
La pelinegra se dio la vuelta y a su espalda se encontraba la pequeña castaña ojiazul con la bocina del otro teléfono en su oído, apoyada en el marco de la puerta por la que había desaparecido hace unos instantes y la miraba con una sonrisa de lado completamente divertida con la expresión que le daba la pelinegra.
Los hombres del bar se reían a carcajadas por la broma que le hacían a la recién llegada.
—Entiendo. Así que usted es la taxista.—preguntó aun con el teléfono en su oído mientras miraba con sarcasmo y una ceja levantada a la castaña.
En cuanto notó que la otra colgaba y colocaba el auricular en su lugar, la pelinegra imitó su acción rápidamente para no parecer una tonta.
—Vera, necesito que me lleve a Dublín.
—¿A Dublín? —respondió la castaña con la ceja un levantada.
—Mjm… Exactamente.
La castaña empezó a acercarse nuevamente hasta la barra y apoyó el codo sobre la madera para poder apoyar el mentón en una de sus manos y mirar directamente a los ojos de la pelinegra. Quien no le huía a la profundidad de esa mirada azul.
—Bien, Stephanie de Boston. Voy a contarte una historia de Dublín. Dublín es una ciudad de oportunistas y traidores que te apuñalan por la espalda. Es donde se concentra lo peor del género humano para corromper lo hermoso de este país.
La castaña la miro con una sonrisa ladina y la pelinegra solo podía devolverla la mirada con el ceño fruncido por la intriga.
—No te llevaría a Dublín, ni que me ofrecie
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