Capitulo 14

10 Dias Para T (Adapt. TaeNy)

—Qué hipócrita —gritó—. ¿Se te ha olvidado?. La carta que destruyó mi vida hace doce años. La carta que me tapó la boca y me sacó de Boston. La carta que te escribí.

Sus ojos llorosos parecían esconder una tragedia en su vida que yo ignoraba y que, a tenor de sus palabras, me involucraba por completo.

—Te juro que no sé de qué carta me estás hablando —aseguré abriendo los ojos como platos—. Ni sé qué tiene que ver conmigo.

Cate me examinó a fondo tratando de descubrir un gesto, un movimiento que delatase mi falsedad, pero mi rostro debía de tener para entonces tal aspecto de indefensión que tuvo que aceptar, momentáneamente, mi presunta inocencia. Inspiró con dificultad sin dejar de frotarse las sienes y se preparó para hacer algo que yo no hubiese adivinado ni en mil vidas que viviese junto a ella.

—Tenía catorce años cuando me enamoré de ti —confesó con voz temblorosa, dejándose caer en el sillón de enfrente—. Fuiste la primera persona por la que sentí amor de verdad.

Mi boca se abrió de golpe, como un pez arrastrado por el anzuelo fuera del agua.

—Cate. —musité--. ¿Qué estás diciendo?

 

Nos miramos consternadas, tan calladas que podíamos escuchar el sonido de nuestra respiración y la saliva cruzando abruptamente por nuestras gargantas. Luego mi prima se enjugó los ojos antes de relatar, a marchas forzadas, lo que había supuesto para ella descubrir sus verdaderos sentimientos cuando apenas estaba terminando la escuela primaria; las innumerables ocasiones en las que había creído estar enferma o convirtiéndose en un monstruo. Me habló de lo sola que se había sentido, de su terror a ser descubierta cuando nos dábamos la mano o dormíamos juntas en vacaciones; de cómo el hecho de estar a mi lado cada día en el instituto, en casa, los fines de semana había resultado una tortura. Guardar aquel secreto que ella intuía sucio y vergonzante habría terminado por consumirla de no ser porque un día, durante el fin de curso del segundo año de secundaria, tomó una decisión.

—Estabas en aquella obra de teatro —afirmó con tanta seguridad que tuve que bajar la mirada

—. Casa de muñecas. En las clases habíamos hablado tanto de su significado que una luz se encendió en tu interior, como un impulso de libertad que reflejé en una carta. El día de la representación me acerqué al vestuario y la guardé en tu mochila, entre tu ropa; después me fui a casa ilusionada. Sabía que seguramente tú no me corresponderías, pero me sentía tan orgullosa del paso que había dado, por fin. Sólo quedaba sentarme a esperar, aunque nunca, jamás, imaginé un veredicto tan despiadado.

Se quitó las gafas para restregarse los ojos y pudimos mirarnos directamente a los ojos, como si nos reencontrásemos después de una eternidad. De pronto pude verla íntegra, tal cual era, sin aderezos protectores ni máscaras, enseñándome su debilidad como sólo se le muestra a un amigo de verdad, a un hermano que pueda acompañarnos en el dolor.

—Tu madre me llamó al día siguiente —prosiguió con cierto pesar—. Me citó con una excusa en tu casa después de comer, a una hora en la que no había nadie más. Supongo que cuando uno va a cometer un crimen antes se asegura de que no habrá testigos. Me hizo pasar al despacho de tu padre en un alarde de poder e incluso ocupó su sillón con la intención de intimidarme desde un principio. Luego empezó a hablarme de la carta. Le avergonzaban mis repugnantes sentimientos hacia ti; me llamó a gritos enferma, descarriada, ertida y no sé cuántos otros insultos más. Me habló del demonio y de quemarse en el infierno, me chilló y me humilló cuanto quiso mientras yo creía que iba a morirme allí mismo. Y luego vinieron las amenazas.

Se detuvo para tomar aire, ahogada en su propio coraje.

La corrupción no podía llegar hasta ti, así que yo debía alejarme para siempre. No verte nunca más. Tenía que cambiar de instituto y, por supuesto, optar por una universidad fuera de Boston. Desde ese mismo día me prohibió el acceso a la casa y cualquier contacto contigo, incluso telefónico. Abrió la carta ante mis narices y me juró que, si no cumplía sus condiciones, se la entregaría a mis padres y buscaría el medio de hacerla pública.

Sonrió con lástima, lamentando su exceso de ingenuidad en aquel momento de su vida.

—Yo era una cría de dieciséis años, así que agaché la cabeza y acepté, aterrorizada, más aún cuando mi tía me aseguró la repulsión que te había causado conocer mis verdaderos sentimientos.

Mientras hablaba, un decorado siniestro había ido dejando al descubierto retazos olvidados de mi propia existencia. Tuve que levantarme e ir junto a ella para intentar mostrarle mi apoyo, mi respaldo, mi fuerza ante una injusticia que me había asqueado hasta la náusea. Cuán ciega había estado y qué estúpida al no preguntarme qué pasaba a mi alrededor, el significado de lo que estaba sucediendo. Me sentí irresponsable e inútil, como un trasto dañino, tan desprendida de la realidad como si hubiese vivido, en efecto, en aquella simbólica casa de muñecas.

—Nunca encontré esa carta —le juré arrodillada a su lado—. Debió de extraviarse al manipular la mochila.

Pero Cate se había adentrado en su memoria tan profundamente que ahora le costaba regresar.

—Quizás tú no lo recuerdes —prosiguió con la mirada distante—. Pero volvimos a vernos tres años después, cuando yo había terminado el primer curso en Columbia y tú en Harvard, como siempre quisieron tus padres. Me abrazaste con tanta alegría que yo supuse que todo estaba olvidado, que había sido un mal sueño. Pero ahora. Ya no sé qué pensar. Alzó la cabeza y reconocí la misma frialdad que había visto horas antes en los ojos de Taeyeon; una acusación implacable de traición. Se levantó del sillón de un salto, volvió a ponerse las gafas con rapidez y, cuando recuperó su postura defensiva, volví a sentirme el peor ser humano de la tierra.

 

—Yo jamás te habría delatado —exclamé— Quizás enterarme de lo que sentías me hubiese causado inquietud, pero nunca como para denunciarte a mi madre.

— ¿Estás segura? —discrepó con ironía—. ¿Y qué puedo pensar cuando, apenas recién llegada, empiezas una relación con la mujer que me interesa? Me engañas, me utilizas de tapadera y, cuando al fin ella le deja porque descubre tu hipocresía, vienes a mí buscando consuelo. Me cuentas todo lo que has hecho y esperas que te reciba con los brazos abiertos. Es como si te estuvieses burlando en mi cara.

Me puse de pie para ganar tiempo, presintiendo que me iba a faltar el aire

—Cate, es verdad que no me he comportado como debería y que ahora me siento fatal por ello, nunca he pretendido hacerte daño.

Entonces mi prima se armó de un gesto despiadado y se acercó, frente en alto, dispuesta a rematarme como a un perro mortalmente herido.

—Querida Tiff, dime., ¿hay alguien a quien no hayas jodido en esta última semana?

Supongo que existe una línea invisible en cada ser humano que delimita nuestra capacidad de aguante en situaciones particularmente estresantes, una frontera entre nuestras posibilidades de resistir la batalla y, al otro lado, un territorio laxo y desconocido. Yo cruce la marca en ese preciso instante; aquellas palabras retumbaron en mi cabeza como un veneno peligroso que me dejo a oscuras, sin alternativa de rendición. Asumir mi innata maldad y decadencia hizo que me desplomase, agotada y vacía en el sofá. El bloqueo mental había llegado igual que una patada en el estómago, robándome el aliento además de cualquier atisbo de lucidez.

Inmediatamente pude ver el arrepentimiento en los ojos de Cate, asustada, intentando por todos los medios devolverme al mundo de los vivos. Me ofreció el agua de un vaso, me pidió disculpas, pero, mientras se esforzaba en recuperarme, el estruendoso timbre del piso anunciaba la recta final de la tragedia.

¡Mierda! — exclamo como solo ella sabía — Me había olvidado.. ..Llamo hace un par de horas para avisarme que venía en camino.

Segundos más tarde, Nichkhun Horvejkul cruzaba el umbral de la puerta con su habitual arrogancia, saludando fríamente mientras Cate se apresuraba a informarle de mi indisposición.

— Quedaos esta noche — sugirió — El piso es grande; podéis marcharos mañana.

—Gracias, no te molestes— solvento Nick — Creo que Tiffany ya ha abusado bastante de tu hospitalidad..

No, en serio— insistió mi prima en un intento desesperado de arreglar la situación que había provocado— Quiero que os quedéis.. No es bueno conducir tantas horas sin descansar.

—Son doscientas millas— corrigió el, incomodo siempre que se veía forzado a justificarse— y sus padres la están esperando...

Cate suspiro, agotando todos los recursos mientras observaba de reojo como yo me mantenía deliberadamente ajena a la conversación. En realidad, la presencia de Nick no me había originado ningún tipo de ansiedad; extrañamente percibí como mi espíritu se recobraba de la crisis al saber que mi castigador estaba próximo, a mi lado, y que por fin podría purgar todos los pecados aceptando un destino funesto. Me levante resignada y lo agarre de la mano, no sin antes despedirme de mi prima.

— Gracias por todo — le dije con un abrazo— Pase lo que pase, tienes que saber que te quiero, Cate.

Recogimos las maletas y, sin mirar atrás, nos marchamos del piso.

 

A medida que la ciudad de Nueva York se alejaba en el retrovisor del deportivo, mi mente se iba desperezando de un dulce sueño, como si aquellos días tan solo hubiesen existido en mi imaginación. Nick, pletórico, se sentía especialmente satisfecho por volver a tomar las riendas y, sobre todo, por mi actitud, en apariencia dócil como escarmentada, una ventaja considerable a la hora de manipularme en los días venideros. Apenas hablamos durante el viaje aunque intento, en varias ocasiones, interrogarme acerca de mi estancia en Manhattan, cuestiones de las que logre evadirme con la excusa inefable del cansancio, esta vez, cierta. Luego cerré los ojos y, aprovechando el viento frío sobre mi rostro, me entregué a la única experiencia íntima y reconfortante que me quedaba, añorar a Taeyeon.

Cuando cruzamos la verja de entrada de la residencia Hwang eran ya las nueve de la noche. Me bajé del coche y esperé que Nick vaciase el maletero; luego, apelando a la hora, le di las gracias y le pedí que se marchase. fachada frente a mí y no pude resistirlo; mi corazón, incapaz de soportar semejante grado de culpa, comenzó a latir tan fuerte que me oprimió el pecho hasta que sentí un dolor punzante. Una horrible sensación de ahogo en el cuello hizo temblar mis piernas y mis brazos, privándome del control de movimientos y, de repente, quedé a merced de un cúmulo de pensamientos oscuros en los que mi cuerpo se desvanecía por un precipicio, imparable, recibiendo cientos de golpes que anticipaban un final dramático. Una de las maletas me recogió cuando me derrumbé, mareada, aunque yo misma presentía que aquello no era real, que ni siquiera estaba allí mientras sofocaba los gritos mordiéndome los puños, apurando un llanto desesperado que me quebró, sin testigos, en el destierro de mi propia casa.

Después del ataque me quedé transpuesta, rota; para mí consuelo, completamente aletargada.

 

 

 

 

 

 

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Hola de nuevo ^^

 

espero que les guste el cap aqui explica lo de la carta xD

gracias por su apoyo los quiero

nos vemos luego 

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Comments

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skincrisday #1
Chapter 17: Para cuando los ultimos 2 capitulos?
KazKaz18 #2
Chapter 17: OMG la leí otra vez..... yay esperando con ansias el siguiente :)
ailyn2111 #3
Chapter 17: por fin has vuelto
Skyth06
#4
Chapter 17: Ntp valió la pena esperar
SayAlover #5
Chapter 16: Seguimos esperando la actualización :(
KamJ95
#6
Chapter 16: Actualiza pronto!! Cada vez esta mas intenso. 7u7
LlamaAmerica #7
Chapter 16: Actualizaaaaaaa ahhhhh! T.T
Lari_sone #8
Chapter 16: :c ya mero terminara :´c
ailyn2111 #9
Chapter 16: muy cortoooo :c sigueeeee