C-8

2 Velas Para el Diablo [KaiSoo]

Hubo gritos en la estación, carreras, histerismo… El tren frenó bruscamente y, a través de la ventanilla, Kai vio la cara desencajada del conductor, que momentos después se precipitaba fuera del vagón.

Pero era demasiado tarde: el muchacho había saltado a las vías del metro y el convoy le había arrollado. Su cuerpo, ensangrentado y roto, yacía sin vida sobre la vía. Kai se abrió paso entre la gente que, consternada, había formado corro en el andén lanzando gritos de horror, y, antes de que nadie pudiese detenerlo, saltó junto al cadáver de Soo.

Comprobó que estaba muerto, aunque eso ya lo sabía. Despacio, desabrochó la correa de la vaina y separó la espada de su cuerpo destrozado. Le cerró los ojos.

—Mira que te avisé —le dijo, aunque sabía que el no podía escucharle.

Desde el andén le gritaban que se apartase de el. La policía acababa de llegar. Kai se puso en pie y saltó al andén con un airoso movimiento.

—Eh, muchacho —lo llamó un policía, mientras tres personas del equipo de emergencias bajaban a la vía y corrían unto al cuerpo sin vida de Soo—. ¿Era amigo tuyo?

—Le conocía, sí —respondió el joven con sereno aplomo; sabía que ninguna de las personas que había a su alrededor había reparado en la espada de Soo, que ahora llevaba él colgada del hombro.

—¿Has visto lo que ha pasado?

—Estaba aquí con otro chico y él le ha empujado.

—Aja. —De pronto, el agente parecía nervioso; no era lo mismo investigar un suicidio que un asesinato—. ¿Y podrías describir al culpable?

Kai lo hizo, pese a que tenía la certeza de que, por mucho empeño que pusiesen, jamás lograrían atrapar al asesino de Soo.

—Muchas gracias; por favor, no te vayas muy lejos. Necesitaremos tomarte los datos y que prestes declaración.

Otras personas habían identificado ya al agresor, y la policía lo estaba buscando por la estación de metro. Kai sabía que era inútil. Por eso, en cuanto el agente le dio la espalda un momento, se deslizó hacia un rincón en sombras, ligero y silencioso como la niebla… y desapareció.

Se movió a la velocidad del relámpago, como hacen los demonios, siguiendo el rastro de Taemin.

Lo alcanzó en un callejón, caminando tranquilo, con las manos en los bolsillos. En apenas unos segundos, lo había acorralado entre el muro y el filo de su espada.

—Explícate —le ordenó en la lengua de los demonios.

El otro soltó una risa despectiva.

—¿Ahora haces de caballero andante de un humano, Kai?

—Obedezco órdenes directas de un gran señor demoníaco —replicó el, con una nota de amenaza vibrando en su voz; esperaba que Taemin temblara de terror ante aquella información, pero el joven demonio solo volvió a dejar escapar una carcajada desdeñosa—. Cuando se entere de que has matado a su protegido, te hará sufrir tanto que desearás que exista el infierno para terminar de pudrirte en él.

—Tal vez te castigue a ti por no haber cuidado bien al chico, ¿eh?

—No, si le entrego a su asesino.

Taemin se rió de nuevo.

—No me asusta tu jefe, patética imitación de diablillo —respondió con desprecio—. Pronto se alzará un nuevo rey de los demonios, alguien lo bastante poderoso como para desafiar no solo a todos los demás señores del infierno, sino también al mismísimo Lucifer. Se avecinan tiempos mejores para nosotros… y tú no estás en el bando correcto.

Kai bajó su espada disgustado. Otro sectario. Últimamente había muchos entre los demonios. Parecía que pasar tanto tiempo entre los humanos les contagiaba sus absurdas ideas.

Taemin se irguió y le dirigió una fría mirada de cólera. Kai dudó un momento acerca de si matarlo o no; finalmente, decidió que era mejor no tentar a la suerte. Si era cierto que aquel diablillo servía a alguien mucho más poderoso, o si Lucifer llegaba a enterarse de que había matado a un demonio solo para vengar la muerte de un humano, podría tener problemas. De modo que guardó la espada.

—Ándate con ojo —le advirtió antes de dejarlo marchar—, porque no me cabe duda de que serás castigado por tu osadía. Y dudo mucho de que tu amo, sea quien sea, pueda protegerte.

Los dos demonios se separaron con gesto avinagrado.

Pensativo, Kai dejó atrás el callejón y la estación de metro, donde, en aquellos momentos, el cuerpo de Soo estaba siendo levantado para su traslado al depósito de cadáveres, y se dirigió con paso tranquilo hacia su casa.

Por el camino se detuvo en un bar, pidió una copa y aguardó.

No tuvo que hacerlo mucho tiempo. Pronto, un joven alto y elegante, de cabello platinado y ojos pardos, se sentó a su lado y llamó la atención del camarero.

—Sehun —saludó Kai tranquilamente—. Te esperaba.

El demonio no respondió hasta que tuvo ante sí la copa que había pedido. Entonces dio un sorbo, largo y lento, y dijo:

—Yo, en cambio, esperaba no tener que volver a verte tan pronto.

—Así son las cosas.

Sehun había sido en tiempos pasados un aterrador demonio de las tormentas que se divertía enviando huracanes y tornados a todos los rincones del mundo. Ahora, ya solo lo hacía de vez en cuando; la naturaleza movía los vientos por él. En la actualidad servía, en calidad de mensajero, al misterioso señor demoníaco que había encargado a Kai que protegiera a Soo.

—Te dije ayer mismo que el chico debía vivir. No has sido muy eficiente.

—No —reconoció Kai—. Pero fue culpa suya, por salir del hotel. Y del demonio que la empujó a las vías —hizo una pausa y añadió—: Lo conozco: se hace llamar Taemin y sirve a alguien que tiene muchos delirios de grandeza.

—Lo pagará —aseguró Sehun con calma, y Kai tuvo la certeza de que Taemin no vería un nuevo amanecer.

—Pero el chica está muerto —hizo notar el joven demonio, yendo directo al grano.

—Mi señor te transmite sus condolencias —replicó Sehun con un acento burlón en su voz.

—Era él quien estaba interesado en el chico, ¿no?

—Solo hasta cierto punto. El chico era importante, pero no irreemplazable. Y él lamenta su pérdida, pero me ha encargado que te diga que no serás castigado por ello. Has localizado al culpable y él puede ser una fuente de información. No obstante… —calló un momento, y Kai aguardó, en tensión.

—¿Sí? —se atrevió a preguntar.

—No obstante, mi señor está muy decepcionado contigo. Disponías de medios sobrados para cumplir lo que se te ordenó y, pese a ello, el chico está muerto.

—Comprendo —dijo Kai.

Había contraído una deuda con un gran señor demoníaco, y ahora tendría que pagarla. Con todo, podría haber sido peor. Era mucho mejor tener que hacer otro trabajo para él, lo cual suponía una oportunidad para redimirse a sus ojos, que directamente ser castigado por haberle fallado.

—Interrogaremos a ese tal Taemin —prosiguió Sehun—. Pero no iremos más allá. Tendrás que ser tú quien se encargue de llegar hasta el que le ha enviado, sea quien sea. ¿Me he explicado bien?

—Tu señor no quiere comprometerse —asintió Kai.

—Exacto. Tú trabajarás para él, pero si alguien te pregunta… nosotros no sabemos nada. Irás por libre.

Kai sopesó sus opciones. Era obvio que allí se estaba fraguando algo que, por el momento, era un proyecto secreto. Pero alguien estaba enterado, al menos en parte, y quería pararles los pies, y ese alguien era lo bastante poderoso… o lo bastante loco… como para desafiar a un gran señor del infierno. Kai sabía que estaría metiéndose en la boca del lobo si osaba hacer demasiadas preguntas. Además, en el caso de que tuviera problemas, ni Sehun ni su señor darían la cara por él. Estaría completamente solo.

—¿Qué estáis tramando exactamente? ¿Otra conspiración para asaltar el trono del infierno?

—Si así fuera, no te lo diría —rió Sehun—. No quieras saber demasiado, Kai; no te conviene.

Lo único que necesitamos saber es quién ordenó la muerte del muchacho…

—… y por qué —aventuró Kai.

Sehun sonrió.

—Ya sabemos por qué. Lo que queremos saber es quién es esa otra persona que lo sabe también.

No dio más explicaciones, por lo que el joven demonio dedujo que no era buena idea seguir preguntando.

—Y me estás encargando esto a mí porque…

—… porque has pasado mucho tiempo con ese chico. Puedes investigar su muerte sin que te relacionen con nosotros. Ya sabes: cuestiones de propiedad y todo eso.

Kai comprendió lo que quería decir. Era cierto, había demonios que se encaprichaban con determinados humanos, y veían con muy malos ojos que otros demonios los dañaran.

Constantemente había disputas entre unos y otros por cuestiones parecidas. No se trataba de que nadie lamentara la muerte de un humano, en realidad; pero había quien consideraba que el hecho de que otro demonio asesinara a un hombre o mujer «de su propiedad» suponía un desafío a su poder y autoridad.

—El chico estaba contigo —concluyó Sehun.

Y eso implicaba, evidentemente, que cualquier otro demonio entendería que Soo era «propiedad» de Kai. Las costumbres demoníacas señalaban que él podía sentirse insultado y tomar represalias contra los asesinos del muchacho.

—No era nada mío —murmuró jugueteando con su copa—. Me da igual que esté muerto.

—Ya lo sé. Pero si te preguntan por qué estás husmeando en los asuntos de sus asesinos, no mencionarás que cumples órdenes de nadie, ni tampoco saldrá mi nombre a relucir. Será por una cuestión de propiedad, y punto.

Kai lo había captado a la primera; sin embargo, siguió haciendo preguntas para ganar más tiempo.

—¿Y qué pasa con Taemin ? Le dije que…

—Ya supongo lo que le dijiste —gruñó Sehun, repentinamente molesto—. Era de esperar: el pequeño demonio recibe un encargo de un gran señor del infierno y no puede evitar contárselo a todo el mundo.

Kai calló, humillado. El demonio de las tormentas continuó:

—Taemin estará muerto antes de que pueda decir nada a nadie. Y nos aseguraremos de que relacionen su muerte contigo —hizo una pausa y lo miró fijamente—. ¿Queda claro?

Kai reprimió una maldición y, de mala gana, le entregó su propia espada al demonio. Fue entonces cuando él reparó en la segunda espada que colgaba del hombro del joven.

—¿Una espada angélica?

—Era de Soo —murmuró Kai—. De su padre, el ángel.

Sehun asintió.

—¿Ya has pensado a quién vas a ofrecérsela? Conozco a un par de demonios que podrían estar interesados.

—No lo he decidido todavía —respondió Kai con cierta cautela.

Pero Sehun sonrió ampliamente y dijo:

—Bien; si cambias de idea, házmelo saber, ¿de acuerdo?

Kai se encogió de hombros.

—Por lo que tengo entendido, no era un ángel demasiado importante. A propósito, ¿qué sabes de su muerte?

Sehun hizo una mueca.

—Nosotros no tuvimos nada que ver con eso, y dudo mucho que nuestros enemigos se molestaran en buscar y eliminar a un ángel menor.

Kai estuvo a punto de comentar que un ángel, aunque fuera un ángel menor, siempre era mejor presa que un humano y, después de todo, sí se habían molestado en buscar y eliminar a Soo. Pero contuvo la lengua; sabía que las preguntas acerca de los motivos del asesinato de la joven no serían bien recibidas. Sehun había dejado claro que lo único que debía preocuparse de averiguar era quién, y no por qué.

—Me temo que fue un asunto personal —prosiguió el demonio—: un ajuste de cuentas, una venganza o algo parecido. De todos modos, ahora ya no importa.

—Eso es verdad —convino Kai—. Ahora ya no importa.

Sehun sonrió. Apuró el contenido de su copa y se levantó para marcharse.

—Estaremos en contacto —le aseguró.

Kai no respondió. sehun no le había preguntado si aceptaba el encargo o no, y él no esperaba que lo hiciera: ambos sabían que no tenía opción.

El demonio de las tormentas dejó unas monedas sobre la barra y salió del bar en silencio, llevándose la espada de Kai.

El joven aún se quedó allí un rato más, pensando, preguntándose cómo iba a arreglárselas para salir de aquel lío. Estaba claro que ofrecerse a ayudar a Soo había sido una mala idea desde el principio. Pero ¿Quién habría pensado que los grandes señores demoníacos estarían involucrados en aquel asunto? Si no quería ganarse las iras de uno de ellos, no le quedaba más remedio que cumplir con su encargo. Aunque, con un poco de suerte, Taemin les diría lo que querían saber cuando lo interrogasen… si es que sabía algo, claro. Conociendo la forma de actuar de los demonios, y especialmente de los demonios que conspiraban contra otros demonios, era muy probable que aquel «gran señor» que había enviado a Taemin ni siquiera le hubiera revelado su nombre.

Aún pensativo, Kai salió a la calle y se encaminó, sin prisa, hacia Uhlandstrasse. Allí estaba situada una de las muchas casas que, como todos los demonios, tenía repartidas por medio mundo; un amplio apartamento de lujo con muebles de diseño y altos ventanales que se abrían sobre Berlín oeste.

Abrió la puerta tranquilamente y dejó las llaves sobre la cómoda.

Enseguida percibió que había alguien más en la casa. Detectó su presencia como quien nota que se ha levantado una leve brisa. Echó una breve ojeada en derredor y le descubrió allí, flotando junto a la ventana, desconcertado y, sobre todo, terriblemente enfadado. Kai dejó escapar un suspiro de resignación.

—¿Otra vez tú? ¿Qué se supone que estás haciendo aquí?

Like this story? Give it an Upvote!
Thank you!

Comments

You must be logged in to comment
yuhiyuhi
#1
Chapter 15: TnT eso le hace mal a mi corazon... - solloza- parezo una loca llorando... Que pasa con kai?.. Quiero saber si se ven... Ay diooooo - llora como huérfana-
Hysterietize
#2
Magnifico fan fic he encontrado hoy.
Te agradezco por adaptarle, está demasiado bueno.
Además de que madonna Constanza posee mi mismo nombre, me ha encantado mucho más.
lleeann #3
Muy bien un fic en español :) le dare una leida y te comento ;)