On A Wednesday

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Nunca había experimentado nada semejante. Al día siguiente ya no sentía que todo a su alrededor daba vueltas, o al menos eso pensaba, pero la sensación era incluso peor: en el instante en el que intentó abandonar su cama, una punzada de dolor lo obligó a frenarse en el acto; así que, sin más remedio, se quedó tendido sobre esta todo lo que restó de la mañana.

 

Su madre no le dijo nada ni se asomó a su habitación —por fortuna—; sin embargo, sí lo había sentido llegar muy de madrugada y justamente debido a eso decidió no sermonearlo. Sabía que su hijo no habituaba amanecerse en la calle, y si bien estuvo tan preocupada al punto de no pegar un ojo hasta que oyó la puerta principal abrirse, no quería negarle ciertas libertades que ya le correspondían debido a su edad. Además, regañarlo sería contraproducente: sabía que si lo presionaba, él terminaría por no contarle nada, y ella no deseaba eso. Su padre, por otra parte, lo tomó incluso como algo propio de su edad y durmió muy apacible.

 

Por su mente jamás cruzó ese razonamiento. Muy por el contrario, entró sumamente cauteloso a casa: introdujo la llave de la entrada, luego subió las escaleras para ponerse a resguardo en su habitación, giró la perilla con el corazón al borde del colapso y, con un sigilo casi felino, por fin cerró la puerta tras él. Desde su punto de vista, si nunca había hecho nada semejante, entonces se merecía un castigo. Él mismo era consciente de lo tarde que se había aparecido por allá, sabía que se había expuesto a muchos peligros y juraba que para su madre ese asunto sería un escándalo y motivo suficiente para prohibirle salir otra vez en todo lo que le restara de vida junto a sus padres. De haber sabido que ella comprendía bien los avatares de la vida adolescente, no se habría tomado tantas molestias.

 

Jamás había bebido en la vida. Ni siquiera tenía idea de cómo se había intoxicado ni por qué había ocurrido tan rápido. Lo acontecido la noche anterior le parecía una bruma y tampoco quería poner su mente a trabajar demasiado, pues ya la sentía a punto de estallar. Quizá había ocurrido algo bochornoso y estaba bastante seguro de que prefería enterrarlo en su memoria. En ese momento solo quería hallar una solución al dolor que le estaba taladrando los sesos y le impedía moverse. La tarde ya estaba cayendo y quería hacer acto de presencia para tantear el terreno, ver el ánimo de sus padres y, sobre todo, comer algo.

 

El problema de todo aquello era que no tenía idea de qué hacer.

 

Y entonces el primer recuerdo lo arrolló.

 

Palpó el bolsillo de la pechera de su camisa —ni siquiera se había tomado la molestia de desvestirse— y lo halló: un analgésico.

 

“¿Quieres una? Se nota que no estás acostumbrado a beber y mañana tal vez te duela la cabeza. No es nada extraño, solo tómala con agua y el dolor se irá. Ah, y bebe mucha, la falta de agua causa el malestar”.

 

Una mano se coló un segundo en su camisa y ahí se quedó el sobrecito.

 

Con mucho pesar, se incorporó en su cama, cogió el vaso y la jarra de su mesilla de noche y procedió a hacer tal como le había indicado.

 

Y su mente fue asaltada por grandes, inmensos y deslumbrantes ojos cafés.

Creyó que iba a tardarse bastante porque uno de sus compañeros del club lo retuvo un momento al finalizar la clase para hablar con él y anticiparle las actividades que tenían pensado organizar a lo largo del año escolar, pero afortunadamente no fue así. Más que darle detalles, le señaló que pensaban llevar a cabo una reunión el fin de semana con la intención de discutir esos puntos y llegar a un acuerdo. Así que más tranquilo, salió del aula algo contento, pues tenía en el rostro pintada una sonrisa, aunque él no era demasiado consciente de eso. Sin embargo, como solía ocurrirle, esa inocente alegría le duró bastante poco.

 

Sabía que ocurriría tarde o temprano, lo tenía clarísimo pese a que hizo todo lo posible por evitarlo desde que empezaron las clases, pese a que intentó hacer bien las cosas desde un principio… pero, pensaba, hay cosas que simplemente no se pueden evitar.

 

La primera nota ofensiva no se hizo esperar demasiado. Hasta ese momento, el asunto se había reducido a golpes discretos, risas a su paso cuando estaba solo y nada más, pero ya habían avanzado de forma clara a la siguiente fase: cuando se ocupaba de vaciar su mochila a prisa, al tomar un libro y cambiarlo de posición con otro, una hoja corriente de cuaderno cayó a sus pies. Primero creyó que se trataba de algo suyo, quizá había estado practicando algunas fórmulas y había olvidado el papel dentro del libro, así que se agachó a recogerlo despreocupado. Solo al leerlo comprendió que todo había empezado.

 

En realidad, no lo entendía. No entendía por qué alguien se tomaría el trabajo de llegar mucho más temprano, averiguar cuál de los cientos de casilleros era el suyo, tomar un lápiz y pensar con detenimiento palabras hirientes para reducirlo y hacerlo sentir menos. No tenía sentido. No lo tenía porque, desde su punto de vista, él ni siquiera llamaba la atención o siquiera lo intentaba; no se pensaba capaz de despertar envidia en nadie, si acaso era ese el motivo. Era un alumno más. No era demasiado brillante ni demasiado lento, tampoco participaba de actividades muy llamativas dentro de la escuela. Es más, el club al que pertenecía era uno de los más olvidados: el de danza. Entonces, ¿por qué aquello?

 

Cuando apenas entró a la escuela, si bien notó que recibía ciertas miradas, jamás ocurrió algo como lo que venía pasándole. El acoso se suscitó de pronto, se vio en vuelto en él como si de una vorágine se tratara. No podría afirmarlo porque fue repentino y paulatino al mismo tiempo, pero definitivamente hubo un cambio luego de las festividades de la escuela con motivo su aniversario. Hubo una especie de festival, una fiesta, y de pronto, cuando volvieron a clases, algo en el aire le hacía presentir que ya nada sería igual. Tal como venía ocurriendo, empezó a recibir poco a poco codazos, cuchicheos, notas, chismes… Afortunadamente, nunca golpes ni emboscadas… hasta ahora.

 

En cierta forma, saber que Minho lo esperaría a la salida justo frente a su casillero, lo aliviaba. Con la reputación que este poseía, sería demasiado osado de parte de uno de sus acosadores atreverse a colar algo desagradable estando él presente. No era cosa suya, pero ciertamente muchos compañeros los habían visto pasar tiempo juntos, tanto con él como con Jinki, Kibum y Jonghyun, al menos cada tanto, así que no debería ser una novedad para nadie que eran amigos. De hecho, podría valerse de esa amistad para impedir que sigan causándole ese estrés, pero no deseaba eso. Pensaba que era capaz de valerse por sí mismo y no quería causarles conflictos a ellos ni involucrarlos, pues creía que no valía la pena que ellos se preocupen por aquello, él no lo ameritaba ni lo merecía.

 

Pero Minho no estaba. Y justamente por eso se tomaron la libertad de dejarle ese mensaje desagradable.

 

Lo cierto es que tenía sentimientos contradictorios. Por una parte, estaba ese alivio y tranquilidad que le causaba la certeza de que, al menos al final de la jornada, tendría cierta paz al no tener que lidiar con esos sujetos; pero por otra, estaba esa idea que sencillamente le era imposible de descartar.

 

Había hablado mucho con Jonghyun esos días, al menos por mensajes pues no quería interrumpir lo que sea que estuviera haciendo para pedirle verse. Porque a veces ese estado, que él había decidido llamar “paranoia”, era tan grave que prefería hablar de sus preocupaciones en persona.

 

Taemin le explicó primero de forma general lo que venía aconteciendo cada día, pero de a pocos fue sumando más y más detalles: “Minho me espera aunque me tarde más de quince minutos en llegar y hoy también lo hizo aunque parecía estar cayéndose de sueño”, “Hoy Minho se ofreció a llevar mi mochila aunque en realidad no pesaba casi nada”, “El viernes me ofreció su hombro como apoyo mientras volvíamos a casa porque dijo que me veía cansado”, “El martes me vio pensativo y me dijo que si necesitaba ayuda en alguna materia podríamos organizar una sesión de estudio en su casa”, “Cuando estábamos saliendo, se dio cuenta de que me estaba dejando los audífonos en el casillero y me avisó al instante, ¿eso significa que me observa mucho?”, “Esta mañana me alcanzó cuando subía las escaleras para entrar a la escuela… seguro fue casualidad… ¿verdad?”

 

La necesidad de agregar detalles cada vez más específicos se debía a que Jonghyun, como siempre, lo escuchó paciente y le explicó que quizá estaba sobreanalizando cada acción de Minho. Deslizó incluso la idea de que tal vez él ya hacía todo aquello antes o al menos siempre estuvo dispuesto a hacerlo, solo que ahora que se presentaba la oportunidad debido a la casualidad de los casilleros, por fin podía demostrarle el afecto que siempre le tuvo.

 

Él, por supuesto, le daba la razón. Claro que estaba exagerando, claro que todo eran ideas suyas, era absurdo pensar como pensaba. Pero incluso con esa certeza, no podía evitar seguir ese ciclo: él hacía algo, cualquier cosa, y ya su mente se ponía a trabajar al instante para extraer alguna pista que le confirme lo dicho por esa infame nota.

 

Había momentos incluso en los que realmente detestaba hallarse en ese estado. Cuando por las tardes, tendido sobre su cama luego de las clases y en medio del enredo emocional en el que se hallaba, pensaba en cada pequeño detalle, su razón le gritaba que muchos le escribían mensajes ridículos para molestarlo, ¿por qué no asumir que ese también era uno de ellos? Si tan solo fuera capaz de por fin hacer que su cerebro se trague esa idea y la asimile, ya no habría más problemas. Sobre todo, ya no se sentiría tan extraño y acaso incómodo frente a él.  

 

Sabía que Jinki lo había notado pero había decidido no comentar nada. Lo sabía porque durante el receso, mientras él trataba de enfocarse en su almuerzo, Minho llegó y súbitamente le sacudió el pelo. Él quedó tieso como un palo y su expresión de incomodidad debió ser tan obvia que cuando por quién sabe qué motivo algo en su interior le dijo que mire a la derecha, descubrió los ojos escrutadores pero amables de Jinki. Cuando sus miradas coincidieron, este le sonrió y volvió a participar de la conversación como si nada hubiera pasado.

 

Jonghyun se lo había advertido también. Le dijo que si seguía dándole vueltas a ese asunto, sería inevitable que los demás lo noten; Jonghyun decía que era demasiado transparente como para ocultar una inquietud tan grande. Le dijo también que no estaba demasiado seguro, pero por su lado ya había oído a Kibum deslizar un comentario al respecto una tarde que estudiaban juntos. A Taemin no le sorprendió, la verdad. Si había alguien sumamente agudo para esos temas, ese era Kibum: ante el mínimo detalle, él sacaría sus propias conclusiones, aunque esto no lograba más que sumarle preocupaciones.

 

Por otra parte, Jonghyun también le recordó que si el tema aún seguía dándole vueltas en la cabeza, siempre podía hablar con cualquiera de ellos dos, pues una segunda opinión nunca venía mal. Taemin ya le había dicho a su vez que prefería no meterlos en ese problema porque debían enfocarse en su último año y por eso mismo se sentía terrible cuando lo “incomodaba” a él, pero no podía evitarlo.

 

El papel seguía en su puño, arrugado. Estaba listo para tirarlo, pero vacilaba. Vacilaba porque sabía que no podía quedarse ahí parado mucho rato; si ya habían descubierto dónde encontrarlo y ya habían empezado con todo aquello, podrían prepararle algo. Nunca lo habían golpeado, pero mejor no tentar a su suerte. Sin embargo, pese al miedo, le pesaba muchísimo no ver a Minho por ningún lado; quizá, como le había ocurrido otras veces a él mismo, simplemente no llegaba porque un profesor lo tenía retenido o…

 

Tal vez alguien se le estaba confesando en ese mismo instante.

 

Decidió descartar esa posibilidad en el acto. Sabía a partir de las conversaciones que tuvieron que parte del modus operandi de una confesión era hacerlo frente a su casillero, pues, tal como le ocurría a él pero con sus acosadores, esa persona sabría irremediablemente dónde hallarlo.

 

Así que, indeciso, terminó de arrugar el papel solo para acercarse al tacho más próximo y destrozarlo pedazo a pedazo. Estuvo de pie ahí, sin tener real noción del tiempo, alerta como un felino frente a cualquier sonido como pisadas, dispuesto a echarse a correr de ser necesario, hasta que por fin se le ocurrió echar un ojo a la hora en su móvil: veinte minutos desde el timbre de salida.

 

Sin más remedio, se dirigió a la salida arrastrando los pies, más atento que nunca por si escuchaba pasos. Una parte de él tenía miedo de ser encontrado; la otra, lo deseaba, pero solo si se trataba de su amigo.

 

¿Por qué Jonghyun insistía en que debían habla

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Comments

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Leah0410 #1
Chapter 3: Son pocas las historias que se encuentran en español por aquí o quizás soy yo q no las noto 😆, me encanta tu historia y tu forma de escribir Gracias 😊! Muy buena historia espero con ansia el siguiente capítulo 😊