Se hallaba al lado de la ventana. Tenía las manos sobre la mesa, extendidas, jugueteando con las esquinas de las hojas de su cuaderno. Algo aburrido, torció los labios, tomó uno de sus lápices y empezó a dibujar formas inciertas en estas. La clase estaba a punto de empezar, apenas restaban alrededor de cinco minutos para que suene la campana y el profesor haga aparición, pero él había llegado hacía por lo menos unos buenos diez minutos.

Había tenido la precaución de preparar todo para ese primer día de clase desde la noche anterior. Luego de darle muchas vueltas, llegó a la conclusión de que el inicio de cualquier asunto era de vital importancia y marcaría el rumbo de todo lo que viniera a continuación, así que, siendo su primer día, no quería que dé inicio de forma desagradable, ya sea un accidente como quedarse dormido, tener el uniforme estropeado, perder el autobús o algo semejante, pues esto determinaría su suerte para todo lo que restara del año.

Preso del aburrimiento y tal vez un poco de ansiedad —porque esa norma que se le había metido en la cabeza aplicaba a todo el día—, empezó a tararear una canción que había oído en casa hacía mucho tiempo. A su madre le gustaba y él muy presto inquirió al respecto para tenerla almacenada en su teléfono en caso quisiera escucharla. Tenía los audífonos puestos, la canción en repetición automática y el móvil seguro en el bolsillo de la chaqueta, pero le causaba algo de pánico que el profesor entrara de forma abrupta y se lo confiscara arbitrariamente, pues este hecho arruinaría sus planes por completo. Al menos no había casi nadie en el aula, ni siquiera sus amigos —con quienes resultó que compartiría varias clases—, solo un puñado de alumnos que se hallaban en el otro extremo del salón, así que se permitió expresarse con naturalidad.

Un codazo. Un codazo con el que sintió que el corazón se le iba a salir.

—No noté los audífonos. —Uno de estos fue removido y a continuación lo oyó susurrar—: Pensé que me estabas ignorando... —Un apretón en sus mejillas y pronto se sentó a su lado—. Esto está más vacío que la obra que presentamos con el club de teatro el año pasado...

Esta vez fue su turno de darle un codazo, pero rio de todos modos.

—Es decir, es extraño. —Echó un ojo a su reloj y soltó un silbido—. Apenas faltan cinco minutos, ¿dónde está todo el mundo?

—¿Quién es "todo el mundo"? —cuestionó risueño, feliz de tener a su amigo a su lado—. Si te refieres a—

—A nuestros amigos, duh —replicó él, desempacando su cuaderno tal como él había hecho en el momento en que llegó—. Estoy pensando que quizá tienes razón con eso de que hay que empezar con el pie derecho... Imagina tu primer día y ya te regañen por llegar tarde. Eso apesta.

—Sería peor que te manden a detención, Jonghyun —Este último coincidió, y él sintió su pecho henchirse con cierto orgullo porque sus palabras estaban cobrando cierto peso y profundidad. Apenas el día anterior, mientras reflexionaba y buscaba una segunda opinión en el chat grupal que compartían, algunos de ellos lo tomaron por infantil pese a que él estaba tratando de expresar sus preocupaciones.

Su regodeo, pese a que era muy leve, fue tan obvio para su amigo que este no pudo evitar dedicar unas palabras a ese asunto.

—Mira, sé que a veces parece que te tomamos por infantil o no le damos la importancia que merece a tus palabras, pero en realidad solo es broma. —Le sacudió cariñosamente el pelo, a lo que él intentó resistirse, pero su sonrisa ya había logrado arrugar las comisuras de sus ojos e hinchado sus pómulos, prueba irrefutable de que en realidad estaba más que satisfecho—. Es solo que eres muy fácil de engañar. Pero sabes que si quieres hablar en serio de cualquier cosa, puedes hacerlo.

—¿De qué podría hablar en serio Taemin?

Pegó un brinco porque aún tenía todo el flequillo en la cara y no lo vio llegar.

—¡Oye, estaba tratando de subirle la moral! Y claro que habla en serio. ¿No has pensado que podría tener razón sobre eso?

—¿Sobre qué? —se sumó otra voz algo agitada, cuando finalmente logró poner en orden su cabello.

—Estaba diciéndole a Taemin que en realidad creo que podría ser cierto eso de que el inicio de algo puede marcar su destino y que en realidad sí lo escuchamos. Eso hasta que Kibum llegó...

—Eso él ya lo sabe —afirmó algo frío este, pero al igual que Jonghyun se acercó hasta él para terminar de arreglarle el cabello afectuosamente—. ¿Verdad?

—Jinki fue el único que no dijo nada.

—Oh, el asunto del chat de ayer... —reflexionó este, y tomó asiento detrás de Jonghyun—. En realidad, le estaba dando vueltas y creo que es cierto. Recuerdo el año pasado, luego de las vacaciones, atraparon a Heeyeon comiendo en clase el primer ... Hyojin quiso advertirle que la profesora se acercaba, pero ella no entendió las señales.

—Sería muy raro que alguien no lo recuerde —rio Kibum, y al igual que Jonghyun, depositó su cuaderno sobre la mesa, detrás de Taemin—. Desde ese momento todo fue un poco cuesta abajo para ella, ¿eh?

—Pues sí —suspiró Jinki—. Fue como una maldición porque la profesora se la pasó encima de ella todo el resto del año. Me atrevería a decir que incluso la enviaba a detención en vano.

—Incluso Junsu intentó defenderla, pero no logró nada —agregó Jonghyun—. Un hueso duro...

—¿Que esta clase no la dicta ella? —intervino Kibum con el móvil en la mano, listo para escribir algo.

Se suscitó un revoloteo. Presos del pánico, empezaron a buscar entre sus cuadernos y teléfono el horario que tendrían que haber apuntado. Todos menos Taemin, por supuesto, porque él, al menos ese día, estaba listo para todo.

Y Jinki, pero Taemin estaba demasiado orgulloso para notarlo.

—Nop, no es ella —declaró ufano, nuevamente su sonrisa en su rostro, y se atrevió a agregar chasqueando la lengua—: ¿Será posible que vengan a clase sin saber eso?

—Eso es muy bueno porque si hubiéramos tenido clase con ella, Minho estaría muerto —sentenció Kibum, tecleando rápido en su teléfono—. Ni siquiera sé por qué ese idiota está tardando tanto... —Pese a que pretendía fingir irritación, era bastante obvio que era más bien preocupación lo que sentía.

Y su preocupación cobró más sentido cuando la campana se dejó oír por todo el recinto.

Pronto todos se enderezaron en su asiento y notó que sus amigos se ubicaron de forma que quede un espacio disponible frente a él.

Taemin estaba a punto de ocultar los audífonos, pero súbitamente se sintió algo extraño. No tenía la más remota idea qué ocasionaba aquello, pero de pronto empezó a percibir un aura densa a su alrededor, como si todos ellos estuvieran nerviosos. Miró de un lado a otro a la espera de confirmar que esa sensación tenía razón de ser, pero los vio muy relajados cogiendo el bolígrafo, listos para tomar apuntes en cuanto inicie la clase. Jonghyun giró el rostro y con sus ojos le dejó claro que quería saber qué le ocurría.

Por lo visto, solo era cosa suya y no entendía por qué. Había preparado todo para un día perfecto, sin contratiempos, pero de igual forma algo lo tenía inquieto. Se mordió el labio inferior con ese pensamiento en la cabeza, algo molesto porque no podía hallar respuesta. Ni siquiera había llegado el maestro, ¿entonces por qué?

—¿Me extrañaron?

Un gran peso se dejó caer en la carpeta próxima a la suya y por la sorpresa levantó la vista tan rápido que sintió un tirón en su cuello.

—¿Por qué tardaste tanto? Estuve escribiéndote.

—Alguien me retuvo un momento apenas entré —respondió jadeando, prueba de que estuvo corriendo, pero tenía dibujado en su rostro una sonrisa enorme. Y deslumbrante, muy deslumbrante.

Los oyó murmurar alguna cosa porque, cosa rara, aún no aparecía el maestro al que le correspondía impartirles clase. No los oía porque aún no se quitaba el otro audífono y tampoco había detenido el reproductor de su teléfono.

—¿Tú que crees, Taemin? —Y esa inmensa sonrisa ahora estaba dirigida a él. Y no solo eso, sino que, tan inmensos como su sonrisa, sus ojos también exigían respuestas.

Boqueó como un pez, perdido por diferentes motivos en los que no se quiso detener a pensar.

—¿No vas