Capitulo 8 *Hani*

Kiss Them for Me
Kim Eun Ji no era una persona propensa a preocuparse sin motivos. Le gustaba mantener una actitud cauta respecto a las cosas que sucedían a su alrededor y pocas veces sus alarmas se disparaban si no contaba con hechos constatados para hacerlo. Sin embargo, aquella mañana, al encontrarse a su hija durmiendo en el salón con MoonByul, no pudo evitar sentir una inexplicable punzada en el estómago. Era una escena de lo más inocente. Nada que debiera preocuparla. Las dos muchachas habían dormido en sillones diferentes. Su hija nunca había dado muestras de que le agradaran las mujeres. Y MoonByul era una chica seria y responsable, jamás la había tomado por una fresca que se aprovechara del estado vulnerable de los demás. No obstante, Eun Ji estaba preocupada por su hija. Por su mirada errática a veces. Por sus extraños silencios. Por su férrea negación a hablar de su ruptura con Eric. Una madre simplemente sabía cuando su hija estaba mal. Y Solar lo estaba. Puede que fingiera en su presencia para no preocuparla y Eun Ji estaba convencida de que ya no sentía nada más que cariño hacia Eric. Pero una relación de tantos años no se superaba en un abrir y cerrar de ojos, y a Eun Ji le hubiese gustado poder sentarse a charlar con normalidad con su hija. Le parecía que solo así podría curarse de verdad, sacar la frustración que llevaba en su interior, cicatrizar. Tal vez por eso al comprobar que las dos muchachas habían dormido juntas, sintió algo extraño, una sensación muy parecida a una premonición, como si estuviera contemplando el principio de algo que empezaba a gestarse muy lentamente. Una tontería, se decía a sí misma en el coche, de camino a la playa. Absurdo, te estás dejando influenciar por las bromas de Hye Jin, opinó, admirando el paisaje por la ventanilla.
Hacía un día igual de precioso que el anterior. El sol en lo alto, el cielo de un azul brillante, las familias cargando con sombrillas, sillas, toallas y cestas para dirigirse a la playa. Realmente no había nada de qué preocuparse, pero allí estaba ese sentimiento, enroscado en su estómago, y por más que lo intentaba Eun Ji no era capaz de desprenderse de él.
—¿Te encuentras bien? —escuchó que le preguntaba Yong Jin, su marido, acariciando su mano con ternura, un ojo puesto en la carretera, otro en ella. 
—Sí, eso creo.
—¿Algo que te preocupe? ¿Es por Solar?
Eun Ji asintió.
Quería hablar de ello con su marido, pero le parecía tan absurdo que no sabía ni por dónde empezar. ¿Qué podía decirle? ¿Las he visto juntas y he tenido un presentimiento? ¿Tú crees que Solar podría llegar a sentirse atraída por MoonByul? ¿Crees que Hye Jin tiene razón?
Observó a su marido unos segundos y entonces meneó la cabeza, mientras sonreía. No, por supuesto que no podía decirle algo así. La tacharía de loca. Cuestionaría si conocía realmente a su hija. Le diría que estaba viendo donde no había, que no podía ser. Es más, estaba convencida de que Yong Jin, liberal como era, le endosaría: «¿Y qué si así fuera? ¿Tan horrible es?». Y no, no es que fuera horrible, es solo que, si tenía que ser sincera, no se había imaginado el futuro de su hija así, sino de otra manera. Con una familia tradicional (qué horrible sonaba eso) y nietos correteando por la casa. Que no era que no pudiera tenerlos con una mujer, pero no le parecía exactamente igual, no sabía por qué. Y sobre todo, ahorrarle un posible dolor o sufrimiento a su hija. Eso era lo más importante, la verdad.
Pero estaba yendo demasiado rápido y se asustó de la magnitud que cobraban sus pensamientos. Yong Jin le estaba hablando y ella ni siquiera le prestaba atención.
—Cariño, ¿me escuchas? 
—Discúlpame. Estaba distraída.
—Te decía que no te preocupes por Solar. Es una mujer fuerte. Se le pasará.
—Lo sé, pero me gustaría que estuviera más comunicativa, que nos contara cómo se siente o qué está pensando. Así es mucho más difícil saber cómo está —se lamentó Eun Ji.
—Lo hará. Dale tiempo. Estoy seguro de que tarde o temprano lo hará. ¿De acuerdo? —Yong Jin volvió a acariciarle la mano y Eun Ji empezó a sentirse un poco más calmada. Respiró hondo y apartó las preocupaciones que poblaban su mente. Estaba siendo absurda. No había ningún motivo para preocuparse, ¿verdad?
 
 
 
MoonByul llegó tarde a su encuentro con su amiga Hani. Habían quedado en una cafetería del centro para tomar un café o un batido, según lo que le apeteciera en ese momento. La saludó con un abrazo y se disculpó por su tardanza. Al final se decantó por un helado y Hani optó por un refresco.
—¿Nos sentamos fuera? Hace buen día —le propuso a su amiga, cargando con su enorme cucurucho de vainilla y chocolate.
Hani hizo un gesto de asco. 
— Mejor dentro. No soporto el sol ni a las petardas que se sientan en la terraza.
MoonByul hechó un vistazo distraído a los clientes que ocupaban las mesas de la terraza. Había un grupo de chicas más o menos de su edad, pero le parecieron muy normales. Charlaban y reían como cualquier otra persona. ¿Qué veía Hani de extraño?
Ella tampoco era fanática del sol, pero el interior de la cafetería estaba desierto y le pareció que sería mucho más agradable estar bajo una sombrilla que allí, temblando de frío por la potencia del aire acondicionado. Con todo, accedió a la propuesta de Hani y acabaron ocupando una de las mesas cerca del ventanal, desde donde podían ver al grupo de amigas que degustaban sus cafés en el exterior.
Se fijó en que Hani las observaba atentamente, con los ojos un poco entornados, como si estuviera recordando una escena desagradable.
—¿Las conoces de algo? —se interesó MoonByul.
—Qué va. Pero son todas iguales. De las que se creen superiores y te miran por encima del hombro.
MoonByul dio un lametazo a su helado y volvió a observar a las chicas. Pero seguía sin saber a qué se refería Hani. Por más que las miraba, solo veía a tres mujeres de lo más vulgar, compartiendo un momento entre amigas. Hani siempre había sido un poco extraña en cuanto a sus relaciones sociales. Le costaba fiarse de la gente y solía pensar lo peor de las personas. MoonByul estaba convencida de que su paso por el instituto le había dejado una especie de secuela. Un trauma o algo similar, que ahora, en su etapa adulta, provocaba que viviera a la defensiva, incluso cuando no había nadie que la atacara.
—Bueno, ¿y qué tal te va todo? —le preguntó, cambiando de tema—. ¿El trabajo bien?
Hani trabajaba en uno de los cines de la ciudad. En realidad había estudiado informática y a veces utilizaba sus conocimientos con algunos clientes que tenía de mano. Pero se negaba a trabajar para una gran empresa porque decía que eso sería como vender su alma al diablo.
—Oh, genial. Ahora no hay nada interesante, pero fue increíble cuando pasamos la última de Star Wars. ¿La has visto? 
—No. 
—¿Cómo no? ¡Tienes que verla! ¡Es una obra de arte!
—Me han hablado un poco mal de ella.
Hani hizo un gesto de desaprobación con la mano, como si estuviera intentando apartar una mosca. —Los fans siempre están divididos. Pero a mí me mola que sigan dándole vida a la saga. No hay otra igual en toda la historia del cine.
MoonByul se encogió de hombros y volvió a lamer su helado. Hacía tanto frío en el interior de la cafetería que la bola no se había derretido ni un poquito. Empezaba a sentir la piel erizada, pero de todos modos su encuentro con Hani no duraría demasiado. Especialmente ahora que su amiga se había lanzado a contarle vida, obra y milagros de George Lucas y la saga de Star Wars.
No es que MoonByul tuviera nada en contra. En su momento ella también había sido una gran fan. Se había visto las primeras películas al menos veinte veces e incluso podía recitar algunos diálogos de memoria. Sin embargo, le pareció que eso formaba parte de otra época, su adolescencia, cuando podía estar tardes enteras charlando sobre temas similares. Ahora, en cambio, tuvo que reprimir un par de bostezos. Y cuando Hani llevaba ya veinticinco minutos hablando de ello, se descubrió mirando su reloj, preguntándose cuándo acabaría, y este descubrimiento le sorprendió. ¿Tanto había cambiado? ¿Por qué? ¡Si antes le encantaba!
—Bueno, veo que te estoy aburriendo —dijo Hani, no sin cierto enfado al ver que MoonByul, volvía a reprimir un bostezo—. Pensaba que te gustaba pero ya me callo.
—¡Y me gusta! —protestó MoonByul, haciéndole gestos para que continuara hablando.
—Nah, no te preocupes. Lo entiendo. Ya no te molan estas cosas.
—Sí que me gustan. Ya sabes que sí. 
Hani la miró con recelo, como si no se creyese ni una palabra, pero pareció querer darle una segunda oportunidad:
—¿Te has comprado ya la PS4? En Navidad dijiste que lo estabas pensando.
—Es verdad, lo pensé, pero al final no me la he comprado. 
—¿Por qué no? 
Porque era demasiado cara, porque con ese dinero podía comprar comida para dos meses seguidos, o irse de viaje con Whee In, o salir al cine, restaurantes, de copas o lo que fuera. Porque prefería salir con sus amigas que quedarse en casa jugando a la consola. Pero esto no podía decírselo a Hani, porque no lo entendería. ¿O sí?
—Tuve que emplear el dinero en otra cosa —resumió sin entrar en detalles.
—Buah, pues te lo estás perdiendo. Alucinas con sus gráficos. Es una inversión totalmente recomendable. Yo no me he arrepentido ni un solo día —la animó su amiga con entusiasmo.
—¿Y estás viendo a alguien? — preguntó MoonByul, intentando cambiar de tema.
—Sí, claro, sigo quedando con LE, Jung Hwa y los demás. Quedamos de vez en cuando.
—No me refería a eso —la cortó Byul—. Hablaba de, no sé, un novio, novia o algo.
Hani abrió primero los ojos con sorpresa y después se carcajeó con ganas.
—Qué va, tío, eso no me interesa nada. ¿Tú?
MoonByul se encogió de hombros. — Estuve con una chica, Yuju, hasta hace unas semanas. Hasta que descubrí que me ponía los cuernos con otra.
—Oh, vaya, lo siento. ¿Ves? Por eso yo no me niego a tener relaciones. Ya no puedes fiarte de nadie —aseguró Hani, sorbiendo su refresco con gesto de asco.
Su amiga tenía parte de razón, pero Alexia se negaba a cerrarse en banda. Tenía que haber alguien diferente, alguien con quien encajara, una mujer que no tomara su corazón para hacerlo pedazos. Y entonces, sin saber muy bien por qué, se le vino a la cabeza la imagen de Kim Solar, y aunque al principio le sorprendió, después simplemente sonrió ante su propia estupidez.
—¿Qué te hace tanta gracia? —quiso saber Hani.
—Nada, estaba pensando una tontería, nada importante. ¿Sabes que Kim Solar está pasando estos días con nosotros en la playa? Ha venido con sus padres. Ya sabes que son amigos de los míos.
Al principio Hani frunció el ceño como si no consiguiera ubicar ese nombre. Después el entendimiento se adueñó de su rostro y arqueó las cejas con genuina sorpresa.
—Solar… ¿Solar? ¿La del colegio?
—Esa misma —le confirmó MoonByul. 
—Ufff… Qué pereza. Esa tía es una víbora.
—No es tan mala, no sé. Yo la veo bastante cambiada.
—Eso lo dices porque en el fondo siempre te ha molado.
—¿Quién? ¿Solar? —se escandalizó MoonByul, sorprendida por la afirmación de su amiga.
—No te hagas la sorprendida. Todos lo pensábamos.
—¿Todos? ¿Quiénes son todos? 
—Pues ya sabes: Jung Hwa, LE… los de la pandilla, vaya.
—¡Pero eso es una tontería! — protestó MoonByul, anonadada—. A mí nunca me ha gustado Solar.
—Pues para no gustarte hay que ver cómo la mirabas… 
—¿Cómo? 
—Con ojitos de cordero degollado. Venga, Byul si era suuuuper evidente. Estabas colada por ella. Lo que pasa es que te daba vergüenza admitirlo. Incluso ahora te la da. Mírate. —Se rio Hani señalándola.
—¡Pero si no nos aguantábamos! Todos la odiábamos. Cada vez que venía con sus padres a mi casa era insoportable —le explicó MoonByul con la esperanza de hacerle entrar en razón. Aquello era una locura. ¿Cómo podía pensar que le gustaba Solar? ¿Y qué era eso de que todos lo pensaban? ¿Cuántos eran “todos”? ¿El instituto entero? ¿Su grupo de amigos? ¿La propia Solar Solo de pensarlo sintió escalofríos…
—Ya sabes lo que dicen: «Cuanto más reñidos… —afirmó Hani y después sonrió con malicia—. Pero no te lo tomes así, mujer, que a mí me da igual. Esto solo demuestra que tienes mal gusto y ya está. Además, entiendo que no quieras admitirlo. Pero quédate tranquila, tu secreto está a salvo conmigo.
Y así se zanjó la conversación, con esta tajante afirmación de Hani, que se negaba a creerla, y con la enorme sorpresa de MoonByul, que se negaba a creer lo que escuchaban sus oídos.
El encuentro finalizó unos minutos después. Hani tenía que irse. Había quedado con su madre para ayudarla con la comida, pero le hizo prometer que volverían a verse antes de que MoonByul volviera a Chuncheon.
MoonByul regresó al coche ligeramente aturdida por lo que había sucedido. ¡A mí nunca me ha gustado Solar! se iba diciendo a sí misma, muy enfadada. Y entonces, ¿por qué Hani y otros antiguos amigos del colegio pensaban lo contrario? ¿Y por qué nadie se lo había dicho antes?
Estaba tan enfadada que tuvo que respirar hondo antes de meter la llave en el contacto. No era conveniente que condujera en ese estado. A mí nunca me ha gustado Solar, volvió a repetirse en silencio, apretando los dientes con fuerza. Se lo había dicho a sí misma al menos unas diez veces, pero, por la razón que fuera, ninguna de ellas le sonó convincente. Se miró en el espejo retrovisor y volvió a repetirlo, esta vez en voz alta y mirándose a los ojos:
«Nunca te ha gustado Kim Solar» e hizo una pausa, a la cual siguió una pregunta: «¿Verdad?».
Es decir, era guapa (siempre lo había sido), pensó mientras arrancaba por fin el coche. En el colegio nadie era indiferente a Solar. Los chicos querían salir con ella. Las chicas, parecerse a ella. Y suponía que ahora, con veintisiete años, más cerca de la treintena que de la veintena, le ocurría algo parecido. El aura y carisma de una persona no se apagaba con los años. Pero eso no significaba que MoonByul se hubiese sentido atraída por ella en ningún momento.
Intentó rememorar esa época de su vida, pero a veces sus años de adolescencia se le presentaban como escenas borrosas o demasiado dolorosas. MoonByul había pasado tantos años reinventándose a sí misma y tratando de olvidarlos que ahora solo le quedaban un par de recuerdos espaciados, desmadejados, como partes de la cinta de una película que no estuviera completa. Recordaba con mayor claridad los momentos que había pasado a solas con Solar. Eran pocos, porque en el instituto tenían amigos diferentes y los únicos instantes en los que coincidían eran cuando sus progenitores quedaban y las obligaban a acompañarles.
El último de esos encuentros fue casi a finales de curso, durante el cumpleaños de su padre. Acababan de cumplir diecisiete y solo les quedaba un año más en el instituto. En aquel momento MoonByul era ya un desastre emocional. Las vibraciones que despertaba en su interior una de sus compañeras del equipo de baloncesto empezaban a sembrar dudas en su corazón. ¿Era normal sentirse así cada vez que Dasom se acercaba a ella? Nerviosa, temblorosa, el estómago girando como el tambor de una lavadora. No, por supuesto que no era normal, y en su interior MoonByul sabía por qué, aunque todavía no había tenido valentía suficiente para reconocérselo a sí misma. Pensaba, no obstante, que otros sí eran capaces de verlo. Que cualquiera que la mirara podía adivinar lo que estaba pensando, como si lo llevara escrito en la frente o alguno de sus ademanes la traicionara. Por eso cuando aquel día su madre le anunció que Solar también vendría a la comida que habían organizado por el cumpleaños de su padre, sintió ganas de encerrarse en su habitación y no salir de allí. MoonByul creía que si Solar la miraba con detenimiento o si sus ojos se encontraban, ella adivinaría lo que sentía. ¿Qué haría Solar en ese caso? ¿Se lo contaría al resto de sus amigas? ¿Llegaría a enterarse todo el colegio de que a MoonByul le gustaban las mujeres? 
 
Horror.
 
Llevaba la culpabilidad escrita en la cara cuando bajó a abrir la puerta y se encontró a Eun Ji y Yong Jin, sonriéndole con dulzura. Su hija Solar estaba justo detrás, esperando su turno para entrar. MoonByul les abrió la puerta, saludó todo lo rápido que pudo y fijó la mirada en el suelo, por si acaso. No volvió a mirar a Solar en lo que restó de día, ganándose así las reprimendas de su madre. «Cada día tienes más rarezas, hija, no hay quién te entienda», le regañó Sung Eun, cuando los Kim ya se habían ido.
Ese era uno de los pocos recuerdos que tenía junto a Solar, se dijo a sí misma cuando ya estaba a cinco minutos de la casa. Por tanto, no había nada de qué preocuparse. Había estado en lo cierto cuando le dijo a Hani que su corazón no albergaba esos sentimientos por la hija de los Kim. Pero entonces se acordó del sueño.
Lo hizo muy despacio, de manera involuntaria. Había abandonado ya la carretera principal para dirigirse a la entrada del pueblo. La casa de sus padres estaba cerca y el sueño se coló en su mente de pronto, mientras trataba de centrar su atención en incorporarse al tráfico de una glorieta. Le provocó tal susto que a punto estuvo de colisionar con otro coche.
—¡Mira por dónde vas! —tronó el conductor, bajando la ventanilla tras haber dado un brusco frenazo. Tenía cara de rata y parecía a punto de devorarla con enfado.
MoonByul reprimió las ganas que tenía de contestarle algo peor. Gilipollas, subnormal y retrasado fueron los adjetivos que se le pasaron por la cabeza. Pero estaba bloqueada, pensando en el sueño. Le pareció que era demasiado real como para que su memoria se lo estuviera inventando.
Sintió de pronto calor. Subió al máximo la rueda del aire acondicionado. Y por su mente siguieron deslizándose imágenes del sueño: Solar, en los vestuarios de la clase de Educación Física, cambiándose cerca de ella, los ojos de MoonByul recorriendo su cuerpo con hambre, el corazón palpitándole con fuerza. Solar se giraba en el mismo instante en el que desabrochaba su sujetador y lo dejaba caer al suelo con una sonrisa que iba dedicada a ella. «¿Te gusta lo que ves?», le preguntaba. Y luego se acercaba lentamente hasta capturar sus labios.
MoonByul abrió la ventanilla del coche. No podía respirar. ¿Cuándo había tenido ese sueño? se preguntó, mientras intentaba centrar la atención en la conducción. Estaba yendo demasiado despacio y el coche que le iba a la zaga empezó a protestar con el claxon. Oh, sí, ya lo recordaba. Fue el día siguiente del cumpleaños de su padre. Se había despertado empapada en sudor en medio de la noche y lo recordaba con claridad, sorprendida y un poco avergonzada de su propio subconsciente. ¿Y cómo seguía? El sueño seguía en las duchas del vestuario. Estaba vacío y ellas… ellas estaban desnudas y…y…. 
MoonByul dio un frenazo.
El conductor de detrás no fue capaz de detener su vehículo a tiempo y se estampó contra el suyo, de manera que sintió un fuerte golpe que la empujó de pronto hacia delante. Cuando se repuso del susto, pegó la frente contra el volante.
Joder, acababa de estampar el coche de Solar mientras pensaba auténticas guarradas protagonizadas por ella. ¿Cómo le iba a explicar esto?
Escuchó la puerta del coche de atrás. El conductor se había bajado e iba a su encuentro. MoonByul decidió entonces bajar también del coche. Era hora de dar la cara, disculparse y rellenar un parte. Esperaba de veras que el seguro de Solar cubriera a terceros.
—Lo siento muchísimo —dijo, mesándose el pelo con nerviosismo.
—¿En qué coño estabas pensando? — El hombre se arrodilló frente al morro de su coche para comprobar los daños. El guardabarros se había desprendido y estaba ahora sobre la calzada. Otros coches empezaron a tocar el claxon, sin comprender por qué se había detenido el tráfico.
—Lo siento, no sé qué me ha pasado. Si quiere podemos cubrir un parte para el seguro.
—Olvídate del seguro —dijo el hombre. 
¡Bien! 
—Yo lo que quiero es que me des la pasta. 
Oh, oh
—¿Qué? 
—Que espero que me des el dinero para reparar esto. Mi culpa no ha sido.
—No, pero no pienso hacerme cargo de algo que puede pagar mi seguro — bufó MoonByul, preguntándose si era una buena idea discutir con aquel tipo. Le sacaba al menos tres cabezas y su espalda le recordaba a la puerta de un robusto armario. Además, tenía cara de pocos amigos. De ningún amigo, de hecho.
—¿No piensas pagarme?
—Sí, eso he dicho —le retó MoonByul, aunque le temblaban un poco las piernas. Miró por encima de su hombro. A lo mejor tenía tiempo de salir huyendo. Pero no, imposible. Suspiró hondo y echó mano de la poca valentía que le quedaba: —Mire, es muy fácil, podemos cubrir un parte y asegurarnos de que mi seguro le paga la reparación del coche o podemos llamar a la policía y que sean ellos quienes decidan. Usted elige —dijo, con un nudo en la garganta.
—¡Muévanse! ¿Qué les pasa? — protestó en ese momento una mujer que tenía la mano pegada al claxon. Parecía tener prisa.
El hombre pareció darse cuenta entonces de que tenían demasiados espectadores. Sería demasiado arriesgado intentar forzarla en una situación con tantos testigos. Apretó la mandíbula y vio unas venas peligrosamente hinchadas en su cuello. MoonByul tragó con dificultad, pensando que estaba a punto de morir aplastada por la mano de aquel gigante.
—Vamos a mover los coches. No quiero que venga la policia a husmear — dijo, señalando la fila que se estaba formando. Varias personas tenían la cabeza fuera de sus vehículos para ver qué era lo que interrumpía el tráfico.
Para su fortuna, en ese momento apareció un agente de policía subido en su moto. Detuvo el vehículo al lado de sus coches y se interesó por lo sucedido. El hombre no se mostró demasiado contento con la presencia del oficial, pero MoonByul sintió un alivio infinito. Por nada del mundo deseaba quedarse a solas con aquel bruto.
Llegó a la casa de sus padres media hora más tarde. Se encontraba totalmente devastada y de un humor espantoso. Lana fue a recibirla nada más cruzó la verja, meneando el rabito con alegría.
—Me alegro de que hayas tenido mejor día que yo —le dijo MoonByul, acariciándole la cabeza, mientras se adentraba hacia el patio de la vivienda.
Esperaba de veras no tener que encontrarse con nadie en unas cuantas horas. Quería tomarse su tiempo para pensar cómo le diría a Solar que había tenido un pequeño accidente con su coche y de qué modo dejaría de recordar el sueño o las palabras de Hani a partir de ahora, cuando la mirara a los ojos. Pero no hubo suerte. Solar estaba tomando el sol en una de las hamacas del jardín. Llevaba un pequeño bikini de color verde manzana que contrastaba con el color de su piel y le sentaba increíblemente bien. MoonByul intentó apartar los ojos de su piel bronceada, de sus pechos redondos o de su barriga plana, perfecta. Sintió que se le formaba un nudo en la garganta al recordar ese cuerpo en su propio sueño. Al escuchar su llegada, Solar se incorporó y se colocó las gafas de sol en la cabeza para ver quién había llegado.
—Ah, ¿eres tú? —le dijo desapasionadamente, como si todavía estuviera enfadada o MoonByul fuera la última persona a la que deseaba ver en ese momento.
No la culpó. El sentimiento era mutuo, aunque por razones muy diferentes. 
—Sí, perdona si te he molestado. 
—¿Qué tal te lo has pasado? 
—Bien. Normal, no sé —dijo en un tono tan bajo que incluso Solar se inclinó hacia delante como si no la hubiera escuchado bien. Carraspeó incómoda—. Oye, una cosa importante. 
—Dime.
—¿Qué tipo de seguro tienes en tu coche?
Solar frunció el ceño. —A todo riesgo. ¿Por qué?
MoonByul suspiró, aliviada.
—Porque he tenido un pequeño incidente con él. Nada grave. Solo una pequeña abolladura. Me distraje un momento y un coche me ha dado un golpe por detrás. Lo siento muchísimo.
Solar permaneció unos segundos en silencio, como si estuviera barajando qué deseaba responder o pensando si estaba enfadada. MoonByul sintió que se ruborizaba. Había intentado mirarla a los ojos, pero aquel bikini no ayudaba. Solo conseguía que el sueño regresara a su mente una y otra vez, y era tan vivo, tan realista, que no sabía cómo esconder el rubor que le provocaban aquellas tórridas escenas.
—De veras lo siento. Ha sido un despiste estúpido.
—Bueno, si dices que es pequeño, no pasa nada —dijo por fin Solar.
—Lo he dejado justo aquí fuera, por si quieres verlo. Pero apenas se nota, de verdad. Si te crea mucho problema, te lo puedo pagar.
—No te preocupes. Ya le echaré un vistazo después. Prefiero estar un rato más aquí.
—Como quieras. Aquí tienes las llaves. Gracias por habérmelo dejado.
—No hay de qué —dijo Solar, esbozando una sonrisa cansada. Se puso las gafas de sol y se recostó de nuevo, como si a ella tampoco le apeteciera dilatar la charla.
 
Mejor. Al menos no me ha preguntado qué fue lo que me distrajo, pensó MoonByul, mientras ponía rumbo al interior de la casa. Quedaban muchas horas para que el día finalizara, pero ella sentía que ya se había acabado.
Tenía ganas de comer algo, darse una ducha y olvidarse del mundo durante unas cuantas horas. Con un poco de suerte, lo conseguiría.
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Argali11
esta adaptación estará detenida por unos dias mas espero subir almenos 3 o 4 cap seguidos asi que no desesperen

Comments

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alexiz21 #1
Chapter 23: Dioss!!!!!! Que vacio siento o bien podria ser la cantidad de picante que le puse a mi comida la que esta haciendo efecto, buennooo el sentimiento es el mismo ^^
Lastima que no tenga epílogo, no pedire epílogo porque alfin y acabo era una adaptación, seguiras haciendo adaptaciónes????? Yo espero que si, bien wenoooo sin mas me despido, espero leerte pronto :D byeeeeeeee!!!!!!
KamJ95
#2
Chapter 23: Un estupendo final :3
Gracias por adaptar y compartirnos está gran historia. Espero que no tardes en compartirnos más. Que se extrañara. :"v
Argali11
#3
Por amor a Dios no me pidan hacer epilogo yo lo único que escribo bien es la lista del mercado TnT
sabrina528 #4
Chapter 23: Oh yes!!!! Pero keria epilogo....T.T
Espero ke pronto subas otra historia!
alizeejacotey #5
Chapter 23: Pues haz un epilogo :D
alexiz21 #6
Chapter 20: Se acerca la tercera guerra mundial >.< o algo peor 0.o'
merugoo #7
Vuelve~~~~~~~~
merugoo #8
Joder, yo creo que ese grito lo escuchamos hasta nosotros jajajaja definitivamente despertaran los padres
alexiz21 #9
Chapter 19: Debo aprender que estas escenas no se deben leer en hora de clase, porque he de estar roja y tener una sonrisa de ertida o////o hasta calor empezá hacer y estoy bajo un ventilador XD
Cristina5678 #10
Chapter 19: :Q 7u7 Solar ya no aguanta :v XDDDD <3.