Capitulo Final *El mejor regalo*

Kiss Them for Me
 
Eun Ji iba un poco retrasada en sus compras. Calculó mal el tiempo por no haber previsto las largas colas que esos días se formaban en los centros comerciales. Pero había quedado en cinco minutos y no quería posponer a última hora el café. Le mandó un mensaje a Sung Eun para hacerle saber que iba a llegar un poco tarde. Tenía que cruzar todo el centro comercial y había tanta gente que pronto se vio a sí misma haciendo curvas para no chocarse. Le faltaba resuello cuando llegó a la cafetería acordada.
—De verdad. Hay veces que odio estas fechas —dijo, resoplando.
Sung Eun sonrió y le indicó que se sentara a su lado. Tenía ya un café frente a ella. Eun Ji colocó su bolso en una silla libre y le hizo una seña al camarero.
—¿Has acabado ya las compras? — se interesó Sung Eun.
—Casi. Me queda el regalo de Solar y el de los padres de Yong Jin. Aunque no sé para qué me molesto, si nada de lo que les compro les gusta. Creo que los regalos que les hicimos el año pasado siguen con el envoltorio puesto —bromeó Eun Ji.
—Bueno, mujer, ya se sabe cómo son los suegros. El mío también es un poco cascarrabias. Desde que mi suegra murió, no hay quien le aguante.
—Tienes razón. —Eum Ji  suspiró y le pidió un té al camarero, que acababa de acercarse en ese momento—. Y cuéntame, ¿cómo va todo? ¿Las niñas? ¿MoonByul sigue igual?
Sung Eun asintió. —Igual. No quiere hablar del tema. Me dice que está bien, pero no me creo ni una palabra. Suena muy triste al teléfono.
—Igualita que Solar. Cada vez que le pregunto, me cambia de tema — afirmó Eun Ji—. Es tan cabezona… A veces pienso que no sé a quién ha salido, de verdad.
—¿Vendrá a pasar las fiestas con vosotros o vais para allá?
—Se viene. Teníamos pensado coger un billete para pasar la Navidad allí, pero al final Yong Jin no tiene días libres y lo celebraremos aquí.
—¿Con tus suegros? —se interesó Sung Eun, sonriendo de medio lado.
—No. Ya le he dicho a Yong Jin que si no vamos a ir de viaje este año, la condición es que al menos pasemos la Nochebuena sin tener que amargarnos. Estaremos solos los tres. Va a ser un poco extraño ser tan pocos, pero creo que lo prefiero así. Supongo que a sus padres los visitaremos la mañana de Reyes. ¿Qué hay de vosotros?
—Un poco lo mismo. Mis padres se van a Busan a pasar las fiestas con mi  hermana. El hermano de MoonSeob estará este año con su padre, en Seongnam. Y mis hermanas van a lo suyo. Así que estamos solo los cuatro.
Eun Ji le dio un sorbo a su té distraída. En ese momento su mente estaba en blanco, pero muy pronto empezó a llenarse de ideas, planes, tal vez absurdos, pero ¿y si no lo eran? Miró a su mejor amiga, tratando de saber hasta qué punto ella se implicaría. Puede que a Sung Eun no le hiciera ninguna gracia o le molestara el papel de casamentera. Pero sabía que estaba tan preocupada por MoonByul como ella por Solar. Las chicas parecían más infelices que nunca y una madre quería lo mejor para su hija. Dejó la taza sobre el platillo, se limpió la boca con una servilleta y sonrió.
—¿Y si lo celebráramos juntos? — propuso—. Vosotros estáis solos y nosotros también. Puede ser una buena manera de pasar las fiestas.
—¿Tú crees? —dijo Sung Eun, un poco recelosa—. ¿No les sentará mal a las chicas? Yo no quiero problemas, Eun Ji, que al final somos nosotras las que salimos mal paradas de todo esto.
—No digas tonterías. Las chicas tendrán que adaptarse a lo que haya, que para eso somos sus madres. Si queremos que las dos familias pasen la Navidad juntas, no veo por qué deberíamos evitarlo por sus riñas de colegialas.
—Eun Ji, no sé…
—¿Qué tenemos que perder? ¿Tú ves bien a MoonByul?
—No, por supuesto que no.
—Pues yo tampoco veo que Solar sea muy feliz. Si se acaban peleando, no puede ser mucho peor que ahora. Se echan de menos, Sung Eun, estoy convencida de ello. Y a lo mejor nosotras podemos ayudarlas.
Sung Eun sonrió de medio lado. — Siempre te ha gustado hacer de casamentera. Todavía recuerdo cuando te ibas del cine para dejarnos a José y a mí solos…
—Y no se me dio tan mal, ¿o sí? — bromeó Eun Ji.
—No, la verdad es que no —convino Isabel con una carcajada.
Si no hubiera sido por estas estratagemas de su amiga, tal vez ahora no estaría casada con MoonSeob. Quién sabe. Y puede que Eun Ji tuviera razón. Le parecía un poco inmaduro por su parte tenderles esta trampa a sus hijas. A lo mejor se estaban metiendo donde no las llamaban. Pero tal y como acabó su historia… era muy triste. Como un vestido hecho a medias. Como una bufanda inacabada. La historia de MoonByul y Solar necesitaba un final, el que fuera, y a Sung Eun le pareció entonces que tenían la oportunidad de ayudarlas a trazar uno. Si al final decidían no estar juntas, nada cambiaría demasiado. Sería como hasta ahora. Una viviendo en Chuncheon y la otra en Seúl, sintiéndose un poco grises y miserables. ¿Qué tenían que perder? 
—¿Qué me dices? 
—No lo sé, estoy pensando —dijo Sung Eun, casi convencida—. Me parece una chiquillada. ¿Dónde has visto tú a dos madres ejerciendo de casamenteras entre sus hijas? Es una locura.
—Lo es y por eso tiene sentido — afirmó Eun Ji. 
—¿Tú crees? 
—Venga, mujer. ¿Qué es lo peor que puede pasar?
—Que MoonByul deje de hablarme para siempre. Que Solar se enfade contigo —propuso Sung Eun con cara de preocupación. Por nada del mundo quería que eso ocurriera—. Que nuestros maridos piensen que hemos perdido el juicio.
Eun Ji rio con ganas. Le hacía gracia el comentario de sus respectivos maridos. Como si no nos conocieran, pensó en ese momento, divertida. MoonSeob y Yong Jin estaban más que acostumbrados a su manera de proceder. En el fondo era como si apreciaran estas pequeñas locuras e intromisiones de sus mujeres. Se conocían de sobra. Ya llevaban muchos años de convivencia a sus espaldas, así que eso no era problema. Como mucho les dirían: «¿Pero queréis dejar a las chicas en paz, por todos los santos?». Y ya está. La cosa no iría a más.
Con las chicas era un poco diferente… Eun Ji sabía que no tenían ningún derecho a hacerles esta encerrona o a meterse de este modo en sus vidas. Eran adultas para resolver sus problemas personales como consideraran oportuno. Pero, por otro lado, tampoco era como si les fueran a obligar a estar juntas. Simplemente les proporcionarían un escenario seguro, familiar y tranquilo en el que pudieran volver a verse y hablar de sus cosas. Una cena en Nochebuena, la fecha perfecta. La sensibilidad afloraba en Nochebuena. Si lo dejaban por su cuenta, era muy probable que ni Solar ni MoonByul hicieran el esfuerzo necesario para verse y quedar. Pero de este modo no les quedaría otra opción. Y ya llegarían ellas por su cuenta a la decisión que desearan, en eso sí que no iban a meterse. Se enfadarían con ellas, eso por descontado, pero a fin de cuentas eran sus madres… ¿Podía una hija retirarle el saludo a una madre por eso? Eun Ji quería pensar que no y así se lo hizo saber a su amiga.
—Yo, desde luego, no dejaría de hablar a mi madre por algo tan nimio. Creo que no deberías preocuparte por eso —le explicó.
—Sí, tal vez tengas razón. Bueno, podemos intentarlo. Solo espero que tengamos una cena tranquila. No me fio nada de ellas.
—Saldrá bien, ya lo verás. Oh, qué bien. Le voy a decir a Yong Jin que cambiamos el plan.
—¿Se lo vas a contar a Solar? 
—¡Ni loca! ¿Tú a MoonByul? 
—No. Prefiero que se encuentre con la sorpresa una vez que ya esté aquí. Si se lo cuento ahora, a lo mejor se queda en Chuncheon.
—Perfecto. Entonces tenemos un plan. En mi casa, ¿a las ocho?
—Hecho. Cuenta con nosotros allí — dijo Sung Eun, tachando de su lista ir al supermercado. Llevarían unas botellas de vino a casa de Eun Ji y Yong Jin, tal vez unos canapés.
Incluso entonces tuvo la sensación de que aquella Nochebuena sería inolvidable, aunque no estaba segura de si en el buen sentido o en el peor de todos… Ya se vería. Ahora las cartas estaban echadas y no había vuelta atrás.
 
 
 
 
Solar llevaba en la maleta su vestido rojo y su nuevo abrigo negro. Estaba feliz por volver a casa. Sonrió al ver las luces navideñas y se fijó en la gente que paseaba alegremente con sus regalos. El semáforo se puso en verde y el taxi comenzó a rodar. Pensó que nada más llegar a casa tendría que darse un buen baño, vestirse y ayudar a sus padres. Había traído cava, aunque su padre se mostraba reacio y prefería el champán, y unos dulces catalanes muy ricos.
Se imaginó la mesa puesta, la calefacción encendida… Tenía ganas de estar en su casa, de olvidarse del trabajo, los compañeros, el hospital, los enfermos, el reloj, las prisas, el metro… Quería estar con sus padres, sentirse cuidada y protegida por ellos.
Se acordó de Byul al pasar junto al colegio en el que estudiaron juntas. Ahora Byul le proporcionaba otros recuerdos muy diferentes. Su piel, sus labios, el contacto de sus manos. Pero ¿qué importaba eso? Ni siquiera la había llamado, aunque ella tampoco se había atrevido a hacerlo.
Solar se arrepintió muchas veces de aquella decisión, pero le asustaba tener que despedirse de Byul, fue más fácil pararlo todo a tiempo. Así no habría compromisos, ausencias ni miedo. Era mejor frenar las cosas antes de destrozarlas del todo. Aunque no había dejado de pensar en ella ni un solo día. El problema era que Solar no podía enfrentarse a todo aquello sola y Byul, por motivos laborales, había tenido que abandonar la escena justo cuando más la necesitaba. Porque se había sentido completa estando entre sus manos, y después sola y paralizada. Así que había decidido seguir sin ella, por mucho que la echase de menos.
El taxi se detuvo cerca de la casa de sus padres. Después salió con su equipaje en dirección al portal. No encontró las llaves y llamó al timbre. La voz de su madre le sacó una enorme sonrisa.
Nada más abrir la puerta vio un enorme árbol de navidad y olía a mazapán y a almejas a la marinera.
—¡Cariño, pero qué guapa estás! — exclamó su padre nada más verla.
Eun Ji corrió hacia ella y la abrazó con fuerza.
—Mi niña, estás preciosa. Anda, pasa, estoy preparándolo todo.
—Qué guapos estáis vosotros también.
Solar dejó las cosas en su dormitorio y fue a la cocina a picar algo.
—Guau, qué de comida, ¿piensas matarme con todo esto?
—No, cariño, tendremos invitados. Frunció el ceño, no le apetecía nada recibir a sus tías. Quería estar completamente relajada.
—No sabía que vendrían las titas y los niños…
—Anda, ve a ducharte, descansa un poquito si quieres y no te preocupes por nada. Ya me ocupo yo, lo tengo casi todo hecho —le ordenó su madre ajustándose un delantal.
Solar desapareció por el pasillo con cierto cansancio, mientras se desnudaba. Estaba agotada de las urgencias de Navidad en el hospital y quería darse una larga ducha. Luego descansaría un poco y a media tarde ayudaría a sus padres a prepararlo todo para la cena. Le apetecía ver a sus tías, pero lo cierto es que estaba de un humor taciturno. A decir verdad, llevaba meses soportando una zozobra extraña. Nada le hacía ilusión, nada conseguía despertar realmente su interés. Sus días pasaban como páginas en blanco arrancadas del calendario. Dormir, comer, ir a trabajar, funciones básicas, eso era todo. Pero le vendría bien un poco de espíritu navideño, compartir un momento con la familia. Reírse. Oh, cuánto necesitaba reírse. A veces pensaba que se le estaba olvidando cómo hacerlo.
Cayó rendida en su cama tras una larga ducha. Las sábanas olían estupendamente bien y le costó reaccionar. Ni siquiera sabía qué hora era, pero se incorporó a duras penas y empezó a vestirse para la cena. Miró el teléfono. Tenía varios mensajes de amigos suyos deseándole feliz navidad. También uno de Eric, muy cariñoso, le deseaba las mejores fiestas en compañía de los suyos. Le respondió con la misma ternura. No se habían visto desde su ruptura, pero mantenían el contacto en ocasiones especiales y en el fondo Solar sabía que el sentimiento de cariño y ternura era mutuo. Habían pasado demasiados años juntos como para romper de malas maneras y le hacía sentir reconfortada que fuera así.
Veinte minutos más tarde escuchó el timbre de la puerta. Y luego gente que entraba y se felicitaba las fiestas. No fue capaz de reconocer ninguna de las voces, pero encendió el secador de pelo y dejó de escuchar aquel murmullo. Estaría lista enseguida y saldría a saludarles con la mejor de sus sonrisas. Toc, toc. toc.
—Ya voy, mamá, estoy acabando. 
—No soy tu madre. Pero quiero hacer pis.
Aquella voz le resultaba muy familiar. Solar arrugó la frente y detuvo el secador. ¿De qué le sonaba? Se quedó unos segundos pensándolo, con la mirada fija en el espejo, hasta que la realización empezó a escribirse en su cara. Pero aquello no podía ser… era imposible… ¿Qué estaba sucediendo? Abrió muy despacio la puerta del baño y la vio allí, sonriéndole.
—¡Hola! ¿Has acabado ya? Me estoy meando.
—Hye Jin… ¿Qué…? ¿Qué haces tú aquí? —preguntó con los ojos muy abiertos.
—Qué barbaridad, Solar, estás guapísima. ¿Puedo entrar ya? En serio que me meo.
La menor pasó entre el hueco de la puerta obligándole a abandonar el cuarto de baño y Solar se quedó temblando en el pasillo, sin saber cómo reaccionar. ¿Qué hacía Hye Jin allí? ¿Significaba eso que vendrían los demás? ¿Y Byul? ¿Ella también?
Solar trató de utilizar este tiempo para digerir lo que estaba ocurriendo. Aguzó el oído. Se escuchaban voces en la cocina. Le pareció oír la de MoonSeob e Sung Eun. ¿Por qué nadie le había informado de esto? ¿Y dónde estaba Byul? 
¿Estaba? 
Las cosas habían acabado tan mal entre ellas que Solar empezó a sentir un temblor en las manos. ¿Qué iba a hacer si Byul estaba allí, en su casa, el día de Nochebuena? Nada. No podía hacer nada tres meses más tarde. La única opción era salir huyendo, pero la descartó de inmediato. Tenía ganas de ver a Byul, abrazarla y preguntarle cómo estaba, pero no estaba segura de que ella se sintiera igual. Tras su comportamiento en verano, Solar estaba casi convencida de que MoonByul no querría verla ni hablar con ella. Ni siquiera se había despedido. En ese momento le pareció que era mejor así, pero ahora… ¡Menuda cena de Nochebuena les esperaba!
Solar se fue a su habitación mordiéndose las uñas. Estaba muy nerviosa. Eun Ji, que conocía muy bien a su hija, y sospechando que ya se había producido un encuentro con la menor, fue a buscarla a su dormitorio. Se la encontró muy seria, paseando ausente por el centro de la habitación. Solar la miró entonces como si deseara asesinarla.
—¿Por qué me haces esto, mamá? — le espetó—. ¿Va a venir ella también?
—Vamos, Solar… No seas dramática. No pasa nada, solo es una cena.
—¿Solo es una cena? Mamá, tú mejor que nadie sabe cómo acabó todo…
—Y por eso creo que tenéis la oportunidad ahora de aclarar las cosas, salgan como salgan.
—¿Dónde está? ¿Ha llegado ya?
En ese momento se escuchó la voz de Sung Eun, llamándolos a todos para que fueran al salón a comer unos cuantos canapés. Al no obtener respuesta, Solar se puso más nerviosa todavía. Fue hasta el armario y sacó su abrigo. —¿Qué haces? ¿A dónde vas?
—A dar una vuelta. Necesito respirar —replicó Solar de malas maneras. Quería posponer cuanto antes el momento de ver a Byul, ordenar sus pensamientos previamente.
Utilizó la puerta de servicio para salir sin que nadie se percatara de ello. Llamó el ascensor y lo esperó con un tic nervioso en la pierna. El edificio estaba en silencio, como si todas las familias se encontraran ya en el interior de sus casas, preparados para celebrar la Navidad, o se hubieran ausentado para celebrarlo en otro lugar. Se metió en el ascensor y sacó un cigarrillo que tenía en el bolsillo. Ella no fumaba, pero el día anterior un compañero suyo le había pedido que sujetara su cajetilla y esta se había quedado en el bolsillo de su abrigo. En aquel momento le servía cualquier cosa para calmar sus nervios. ¿No decían que fumar provocaba eso? Con dedos temblorosos sacó también el mechero de la cajetilla, justo cuando el ascensor se detuvo en el primer piso. Empezó a encender el cigarrillo en su interior, estresada. Estaba tan concentrada en encenderlo que en un principio no comprendió el golpe que se escuchó cuando empujó con ímpetu la puerta del ascensor para que esta se abriera. Pero entonces lo comprendió todo.
Byul. Un chichón. Le había dado un fuerte golpe en la frente con la puerta del ascensor.
Solar abrió los ojos aterrorizada. Llevaba tres meses sin verla ¿y así iba a ser su reencuentro? Ella con un cigarrillo en los labios, expresión de terror. MoonByul con un chichón en la frente porque le había dado una patada a la puerta del ascensor para que se abriera. Por dios santo... ¿Qué más podía salir mal?
—¿Estás bien? ¿Te has hecho daño? —dijo Solar, intentando asistirla y tirando el cigarrillo al suelo. 
MoonByul no respondió en un primer momento. Solo la miró anonadada, como si estuviera mareada o confundida. Apretaba la frente con la mano y en la otra tenía una botella de vino.
—¿Cuántos dedos tengo? —Solar le mostró tres dedos. 
—Seis. 
—¿Seis? Creo que deberíamos llevarte al hospital. ¿Te mareas? ¿Puedes caminar en línea recta?
MoonByul sonrió en ese instante. —Estoy bien, Solar. Me estaba quedando contigo.
Solar sintió ganas de estrangularla. ¿Es que no podía ver que no era momento para bromas?
—Muy graciosa —le dijo.
MoonByul se encogió de hombros y aprovechó la botella que llevaba en la mano para ponérsela en la frente. El alivio se reflejó en su cara de inmediato.
—¿Qué estás haciendo aquí? — inquirió Solar, un poco enfadada. Su corazón latía con fuerza por tener a Byul tan cerca. Estaba feliz, pero también furiosa. No le gustaba ser objeto de un complot como aquel.
—Fui a buscar esto al coche. Mi padre se la olvidó —comentó MoonByul, agitando la botella frente a su ojo.
—No me refiero aquí, ahora, sino en mi casa.
—Pues lo mismo que tú, supongo. No creas que me ha hecho ilusión. Me dijeron que íbamos a casa de mi tía, me enteré hace unos minutos, cuando mi padre aparcó el coche en tu barrio —se lamentó Byul.
—Ha sido una emboscada de mal gusto.
—Sí, eso parece.
—Pues no te veo muy preocupada por ello —refunfuñó Solar, cruzándose de brazos.
—¿Y qué quieres que haga? ¿Tengo acaso otra opción? ¿La tienes tú? 
—No…
—Pues eso digo yo. Y ahora, ¿podemos subir ya? Quiero mirarme este chichón. Me está doliendo muchísimo —sugirió Byul con cansancio.
—Ve subiendo tú, yo iré enseguida. 
—Como quieras.
Solar la vio meterse en el ascensor y se quedó sola en la oscuridad del portal. Cogió la colilla que antes había dejado en el suelo, la apagó y la llevó a una papelera cercana. Ya no le apetecía fumar. Ahora lo que quería era desvanecerse y eso no podría hacerlo con una caja de cigarrillos. Deambuló unos minutos frente al portal de la casa de sus padres. Saludó a los invitados de unos vecinos que venían cargados con una bandeja de canapés y botellas de vino. Si no subía pronto, sería su madre quien bajaría a buscarla, Solar estaba segura de ello. Además, su comportamiento empezaba a ser ridículo. Ella era una mujer adulta, madura, no debía entrar en pánico por tener que pasar una cena en compañía de alguien con quien ni siquiera había tenido una relación. Era solo… una aventura de verano, ¿no? O algo así. Por lo que debía aplacar un poco sus nervios, calmarse, subir y actuar de manera normal. Estaba en su casa, después de todo, era su territorio, así que la que tendría que estar nerviosa era MoonByul, no ella. Con este pensamiento en mente, suspiró hondo y rehízo el camino de vuelta.
Ya estaban todos en el salón cuando regresó. MoonSeob la saludó con una bandeja de canapés en la mano. Solar rechazó comer nada, tenía el estómago cerrado. Saludó a Sung Eun y también a Hye Jin.
—Byul vendrá enseguida, está en el baño. Dice que se ha dado un golpe —le informó Sung Eun.
—Lo sé, nos hemos visto abajo, en el portal. Ya nos hemos saludado.
Estas palabras fueron recibidas con un silencio sepulcral, como si ninguno de los presentes supiera qué decir. Solar imaginó que estarían deseando hacer decenas de preguntas. «¿Y cómo ha sido el reencuentro?» «¿Os habéis matado ya?». Pero todos guardaron silencio, a excepción de Hye Jin, claro, que no quiso dejar escapar la ocasión para decir lo que todos pensaban:
—¿Le has pegado tú? Porque ha venido con un chichón del tamaño de un pomelo…
—¡Hye Jin, por favor! ¡No bromees con eso! —se soliviantó Sung Eun.
—¿Qué? ¿Qué he dicho? Si todos lo hemos pensado…
—Bueno, la cena estará servida en un ratito, si queréis ir acabando esos canapés y tomando asiento —cambió de tema Eun Ji, un poco ruborizada.
—Pondré un poco de música, para amenizar la velada —propuso Yong Jin, apresurándose para llenar el silencio con algo que no fueran las preguntas de la menor.
Byul volvió en ese momento del baño. Tenía un lado de la frente claramente hinchado. Estaba rojo y le impedía abrir un ojo con normalidad. Llevaba una bolsa de hielo en la mano. Sung Eun fue a su encuentro para asegurarse de que su hija se encontraba bien. «¿Estás segura de que ha sido un accidente? Porque puedo hablar con ella, si quieres…», escuchó que le decía. MoonByul hizo un gesto con la mano para que su madre la dejara en paz, como si estuviera cansada de explicar lo sucedido y de que nadie la creyera realmente.
Al poco rato tomaron asiento en los lugares que les asignó Eun Ji. La idea de poner música fue acertada, porque muy pronto las dos familias se animaron y empezaron a charlar con naturalidad.
Las únicas que permanecían taciturnas y calladas eran Solar y MoonByul, que de vez en cuando intercambiaban miradas fugaces.
Estaban sentadas en lugares un poco alejados, pero a ambos extremos de la mesa, por lo que a poco que levantaran la mirada, sus ojos se encontraban y por primera vez Solar no tenía muy claro qué le estaban diciendo los de MoonByul. ¿Era tristeza lo que veía en ellos? ¿Rencor? ¿Rabia? ¿Qué era? Por más que lo pensaba, no conseguía averiguarlo y esto conseguía atenazarla. Había empezado la cena un poco más calmada, pero a medida que se sucedían los minutos se notaba intranquila, observada, y Solar decidió ahogar sus miedos dándose a la bebida. En poco tiempo se había bebido ya media botella de vino y empezaba a encontrarse un poco achispada, pero también más animada de lo que había estado en toda la noche. Se volvió más charlatana, con todo el peligro que ello conllevaba.
—¿Os acordáis del día que fuimos a ese restaurante? ¿Cómo se llamaba? — estaba rememorando MoonByul.
—La Traviesa —le recordó Yong Jin. 
—¡Ese! Qué exquisito estaba todo. Deberíamos volver algún día. La verdad es que lo pasamos bien este verano.
—Sí, especialmente los días en los que ya solo éramos siete —añadió Solar con una triste sonrisa. 
El resto de comensales se quedaron callados al escuchar esto. Pero Eun Ji se vio en la obligación de intervenir.
—Solar, no hace falta ser tan maleducada.
—¿Por qué? Si no he dicho nada. Lo pasamos fenomenal al final del verano. Es una lástima que te lo perdieras, Byul —dijo Solar, alzando su copa en su dirección y dándole un sorbo.
MoonByul carraspeó con incomodidad. Se limpió la boca con la servilleta antes de hablar. —Ya, bueno, tenía cosas que hacer. Obligaciones laborales, aunque no espero que alguien como tú lo entienda.
—¿Alguien como yo? ¿Qué se supone que quiere decir eso? 
Los demás las miraban como si estuvieran en un partido de tenis, solo que horrorizados. Ninguno sabía si debían intervenir o dejar que las dos mujeres se desahogaran.
—Nada. Pero a veces se te olvida que no todos somos funcionarios, ni tenemos unas vacaciones tan prefijadas como las tuyas, ¿sabes?
—O a lo mejor es que te interesaba más un ascenso que cualquier otra cosa —contraatacó Solar—. Pero, eh, lo entiendo. Yo hubiera hecho lo mismo si esa persona no me interesara en absoluto.
—¡Bueno, ya está! ¡Tengamos la fiesta en paz! —rugió Isabel, cansada de tanta acusación. Miró a su amiga Eun Ji como queriendo decirle «ya te dije que no era buena idea»—-. No vais a amargarnos la fiesta a todos con vuestras tonterías. O lo arregláis ahora mismo como personas adultas que sois o cada una por su lado.
—Por mí no hay problema. Llevo tres meses sobreviviendo sin ella —afirmó MoonByul, levantando los brazos.
—Por mí tampoco. Puedo acabar la cena en mi habitación. Si me disculpáis… 
—¡Solar! 
—Deja que se vaya, a ver si se calma —le dijo Yong Ji a Eun Ji, impidiendo que se levantara para ir tras ella. 
«¿Es que no piensas hacer nada?», fue lo último que escuchó Solar antes de cerrar la puerta de su habitación. Imaginó que era Sung Eun la que hablaba, dirigiéndose a MoonByul
¿Pero qué podía hacer ella? Lo suyo estaba roto, destrozado, si es que alguna vez había habido algo suyo, claro.
Solar se dejó caer sobre su cama. No lloraría, esta vez no, lo había hecho demasiadas veces en Seúl, sobre todo los viernes por la noche, cuando la semana laboral se acababa y los recuerdos del verano empezaban a poblar su mente sin permiso alguno. Una compañera de trabajo insistía en llamarla. Le proponía planes, cenas, visitas al teatro y a exposiciones que los críticos alababan. Pero Solar pocas veces aceptaba estas invitaciones. Estaba demasiado cansada de todo como para que algo le hiciera ilusión.
Los meses fueron pasando y Solar empezó a volver poco a poco a su ser, un poco más melancólica y triste que de costumbre, pero ayudaba que nadie en su familia le hablara de MoonByul. Su madre se comportó, ese tema murió en sus labios. Cuando se acercaron las Navidades, dudó si pasarlas en Gunsan con sus padres o aceptar la invitación de unos compañeros para sumarse a un viaje a las Islas Jeju. Pero al final creyó encontrarse lo suficientemente fuerte como para volver a la escena del crimen. Y estaba convencida de ello, al menos hasta esa noche, cuando la sombra de MoonByul empezó a proyectarse por todos lados. Entonces, simplemente entró en pánico. Y del pánico a la frustración y de la frustración a una rabia descontrolada que no sabía de dónde procedía. Pero tenía ganas de zarandearla, como si MoonByul hubiera hecho algo horrible, aunque en el fondo supiera que solo había hecho lo correcto; lo que cualquier persona en su sano juicio habría hecho.
Llamaron a la puerta y se imaginó que era su madre.
—No estoy de humor para hablar, mamá.
—No soy tu madre. Abre la puerta, por favor. 
Maldita sea, ¿es que no iba a dejarlo estar? Solar se incorporó y fue hasta la puerta, todavía furiosa. 
—¿Qué? ¿Qué quieres ahora? 
—¿Podemos hablar? —dijo MoonByul —. ¿Tú ves normal que nos estemos comportando así, como dos chiquillas?
—No sé si es normal MoonByul, pero es lo que me sale ahora.
—Bien, pues puedes seguir encerrada aquí y fastidiar a nuestras familias o darme la oportunidad de explicarme, ya que en verano no fui capaz.
Solar dudó unos segundos. MoonByul parecía muy segura de sí misma. Algo había cambiado en ella. Ya no había ni rastro de la mujer insegura y torpe que le robó el corazón en verano. Esto le hizo dudar. Sentía ganas de cerrarle la puerta en las narices, mujer con carácter, pero la intensidad con la que la estaba mirando MoonByul hizo que solo cruzara los brazos sobre el pecho y permaneciera atenta. 
—Dime.
—¿Me dejas entrar? No me apetece hablar de esto desde el pasillo, si no te importa —dijo MoonByul. 
—Pues pasa. 
Solar se hizo a un lado para permitirle que entrara en su habitación. MoonByul prefirió no sentarse y ella tampoco. Ambas se quedaron muy tiesas en el centro de la estancia, sus cuerpos rígidos y a la defensiva. Iba a ser muy difícil que se relajaran.
—¿De qué querías hablarme? 
—¿Eres feliz? —dijo de repente MoonByul.
Solar arqueó las cejas con sorpresa. No se esperaba aquella pregunta.
—Porque yo no lo soy —le confesó MoonByul—. Regresé a Chuncheon y desde entonces mi vida ha sido un infierno. Trabajo más horas que nadie, mi jefa me ha dado un ascenso pero mi sueldo sigue siendo el mismo, solo que con más responsabilidad y más horas de trabajo. Con mis amigos casi no quedo, me dedico a trabajar y poco más. Y para rematarlo todo, no sé qué ha pasado, pero no consigo olvidar lo que sucedió en verano. He estado a punto de llamarte muchas veces, pero te fuiste… Ni siquiera te despediste de mí y eso me dio miedo, te lo confieso, porque pensé que te lo habías pensado mejor y que tus motivos para hacerlo no tenían nada que ver con lo que sentías hacia mí, sino con otras cosas mucho más complejas. — MoonByul hizo una pausa para respirar, como si le estuviera costando un mundo decir todo esto—. Pero te echo de menos. Tengo la sensación de que todo se quedó en el aire, como una historia sin un final, y no sé hasta qué punto puedo avanzar con eso dando vueltas en mi cabeza. Y ya está…. esa es la pura verdad. Quise decírtelo muchas veces, pero no me atrevía. Creí que te merecías saberlo. 
MoonByul se quedó entonces en silencio, contemplándola, esperando una respuesta por su parte. Solar seguía muy rígida, pero sintió que sus músculos empezaban a relajarse. No se esperaba en absoluto esta confesión por parte de MoonByul. Pensó que había ido a su cuarto en busca de gresca, a decirle que era una inmadura, que le enviaban sus madres para poner un poco de orden, que dejara de hacer teatro y regresara a la mesa… y ahora esto. No sabía qué decir, cómo reaccionar. Las palabras de MoonByul habían sido tan exactas… se sentía tan identificadas con ellas que sufrió un ligero ataque de vértigo. Allí estaban, sintiendo lo mismo, durante meses, cada una pensando lo peor de la otra, justamente lo contrario a lo que era, y todo por no haber sabido tragarse su orgullo y hacer una simple llamada. ¿Y ahora qué?
—¿Qué has querido decir con eso de otras cosas más complejas?
MoonByul metió las manos en los bolsillos. Estaba preciosa, con aquel pantalón negro de traje que le sentaba como un guante y unos zapatos un poco altos. Hasta ese momento no se había permitido a sí misma admirar lo guapa que estaba. El gesto de su cara era un poco triste, pero igual que el suyo. Las dos lo habían estado, al parecer.
—Ya sabes… Eric… El hecho de que nunca hubieras estado antes con una mujer… No sé.. 
—¿Eso creíste? —se sorprendió Solar
—Sí. ¿Qué otra cosa iba a creer? Desapareciste. Te dije que podíamos intentarlo, pero me respondiste que no y me sentí incapaz de insistir. No quise obligarte a hacer algo de lo que no estuvieras convencida —se sinceró.
Solar empezó a deambular por la habitación, camino del armario, pensando que MoonByul tenía razón. Sin querer le había dejado pensar aquellas cosas atroces, le había creado una inseguridad que no existía. La culpa era suya, por haber sido demasiado cobarde.
—Estaba en una época muy vulnerable —empezó a explicarle—. Acababa de romper con Eric y no sabía cómo encajar lo que me hiciste sentir. La idea de mantener una relación a distancia se me hizo cuesta arriba…
—¿Y ahora ya no? —preguntó MoonByul. Sonreía, como si la posibilidad de una respuesta afirmativa incendiara su corazón.
—Ahora es… diferente. Lo veo todo diferente. 
—Bien… 
—Sí, bien… Se quedaron unos segundos en silencio, frente a frente, mirándose, y Solar sintió que podría lanzarse a sus brazos y besarla como lo había hecho en verano. O bloquear la puerta de su habitación para que nadie las molestara. O excusarse con los demás y decirles que se iban, que tenían mucho tiempo que recuperar. Eso es lo que sintió en aquel momento. Pero de nuevo estaban en familia y las madres no tardarían demasiado en acudir para cerciorarse de que no se habían sacado los ojos en una discusión.
—¿Te parece si volvemos? —le propuso Solar con todo el dolor de su corazón.
—Me parece. Pero antes quiero hacer una cosa, si no te importa —aseguró MoonByul. 
—¿Qué es? 
—Esto.
Entonces MoonByul dio dos pasos, los que la separaban de ella, la tomó por la cintura y la estrechó contra su cuerpo antes de darle un dulce y prolongado beso que la dejó sin respiración. Solar lo recibió con la misma intensidad, aunque no era un beso ardiente, sino suave y aterciopelado, el tipo de beso que se da cuando los has extrañado tanto. Ya tendrían tiempo después para incendiarse como solo ellas podían hacer.
Solar reposó su frente contra la de MoonByul, sentía la respiración entrecortada, no quería separarse de ella.
—Gracias —le dijo. 
—¿Por qué? 
—Por haber venido a por mí.
MoonByul sonrió. —Gracias a ti por haberme dejado entrar.
—Oh, Byul, ni siquiera te he comprado un regalo de Navidad…
—Ssshhh, no digas bobadas. Yo ya tengo mi regalo —le dijo MoonByul y volvió a besarla como si nunca fuera a dejar de hacerlo. Después la miró con los ojos llenos de algo. De amor: —El mejor regalo del mundo —dijo, sonriendo.
FIN
 
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
Antes de que nada gracias por leer esta maravilloso obra y adaptación… y que creen... este libro no tiene epilogo :’V… nos leemos pronto mis pequeños ertidos .
 
 
 
 
 
 
Like this story? Give it an Upvote!
Thank you!
Argali11
esta adaptación estará detenida por unos dias mas espero subir almenos 3 o 4 cap seguidos asi que no desesperen

Comments

You must be logged in to comment
alexiz21 #1
Chapter 23: Dioss!!!!!! Que vacio siento o bien podria ser la cantidad de picante que le puse a mi comida la que esta haciendo efecto, buennooo el sentimiento es el mismo ^^
Lastima que no tenga epílogo, no pedire epílogo porque alfin y acabo era una adaptación, seguiras haciendo adaptaciónes????? Yo espero que si, bien wenoooo sin mas me despido, espero leerte pronto :D byeeeeeeee!!!!!!
KamJ95
#2
Chapter 23: Un estupendo final :3
Gracias por adaptar y compartirnos está gran historia. Espero que no tardes en compartirnos más. Que se extrañara. :"v
Argali11
#3
Por amor a Dios no me pidan hacer epilogo yo lo único que escribo bien es la lista del mercado TnT
sabrina528 #4
Chapter 23: Oh yes!!!! Pero keria epilogo....T.T
Espero ke pronto subas otra historia!
alizeejacotey #5
Chapter 23: Pues haz un epilogo :D
alexiz21 #6
Chapter 20: Se acerca la tercera guerra mundial >.< o algo peor 0.o'
merugoo #7
Vuelve~~~~~~~~
merugoo #8
Joder, yo creo que ese grito lo escuchamos hasta nosotros jajajaja definitivamente despertaran los padres
alexiz21 #9
Chapter 19: Debo aprender que estas escenas no se deben leer en hora de clase, porque he de estar roja y tener una sonrisa de ertida o////o hasta calor empezá hacer y estoy bajo un ventilador XD
Cristina5678 #10
Chapter 19: :Q 7u7 Solar ya no aguanta :v XDDDD <3.