Seúl, Corea del Sur

Noviembre 1565

Wooyoung estaba con la hija de un granjero en los bancos de hierba del río cuando llegó la tormenta, y habiendo dejado que su montura vagara por la pradera, no tenía más que sus pies para que lo llevaran de vuelta al castillo. Arrancó una hebilla de plata de su zapato, la colocó sobre la palma de la chica y la vio marcharse, escurridiza, el barro manchándole las faldas. Después se colocó bien las botas y salió de camino a casa.

Llovía a cántaros en la campiña oscura que rodeaba el castillo de Seúl. Wooyoung caminaba con facilidad sobre las tumbas hundidas y el humus del cementerio; incluso en la niebla más espesa podía encontrar su camino de vuelta a casa desde aquí sin perderse. Esa noche no había niebla, pero la oscuridad y la arremetida de la lluvia engañaban lo suficiente.

Wooyoung percibió movimiento por el rabillo del ojo, y giró de repente la cabeza a la izquierda. Lo que a simple vista parecia ser un gran ángel coronando un monumento cercano se irguió hasta alcanzar plena altura. Ni de piedra ni de mármol, la chica tenía brazos y piernas. Su torso estaba desnudo, sus pies también, y sus pantalones de campesina colgaban bajos de su cintura. Saltó del monumento, su pelo negro goteando lluvia. Ésta corría por su cara, que era oscura como la de un español. La mano de Wooyoung reptó lentamente hasta la empuñadura de su espada.

-¿Quién anda ahí?

La boca de la chica diujó una leve sonrisa.

-No juguéis con el Duque de Busan.-Advirtió Wooyoung. -He preguntado vuestro nombre. Dadlo.

-¿Duque?-La chica se apoyó contra un álamo retorcido. -¿O bastardo?

Wooyoung desenvainó su espada.

-¡Retiradlo! Mi padre era el Duque de Buscan. Yo soy el Duque de Busan ahora.-Añadió torpemente, y se maldijo por ello.

La chica sacudió la cabeza perezosamente.

-Tu padre no era el antiguo duque.

Wooyoung bulló de furia ante el escandaloso insulto.

-¿Y tu padre?-Exigió extendiendo la espada. Todavía no conocía a todos sus vasallos, pero estaba aprendiendo. Se grabaría el nombre de la familia de esta chica en la memoria.-Lo preguntaré una vez más.-Dijo en voz baja, restregándose una mano contra el rostro para apartar la lluvia.-¿Quién eres?

La chica se adelantó y apartó el filo a un lado. De pronto parecía mayor de lo que Wooyoung había presupuesto, tal vez incluso un año o dos mayor que Wooyoung.

-Una de la proble del Diablo.-Respondió.

Wooyoung sintió un vuelvo de miedo en el estómago.

-Eres una maldita lunática.-Dijo entre dientes.-Sal de mi camino.

El suelo debajo de Wooyoung tembló. Explosiones de oro y grana aparecieron detrás de sus ojos. Encorvado, con sus uñas clavándose en sus muslos, alzó la vista a la chica, parpadeando y jadeando, intentanto comprender lo que estaba pasando. La cabeza le daba vueltas como si ya no estuviera a sus órdenes.

La chica se agachó para ponerse a la altura de sus ojos.

-Escucha con atención. Necesito algo de ti. No me iré hasta que lo tenga. ¿Entiendes?

Apretando con fuerza sus dientes, Wooyoung sacudió la cabeza para expresar su incredulidad, su desafío. Intentó escupirle a la chica, pero la saliva le corrió por la barbilla, su lengua negándose a obedecerle.

La chica apretó sus manos en torno a las de Wooyoung; su calor le abrasó y gritó.

-Necesito tu juramento de lealtad.-Dijo la chica.-Póstrate sobre una rodilla y júralo.

Wooyoung ordenó a su garganta reírse ásperamente, pero su garganta se constriñó y se ahogó en el sonido. Su rodilla derecha cedió como si le hubieran dado una patada desde atrás, aunque allí no había nadie, y cayó hacia delante sobre el barro. Se cayó de lado e hizo arcadas.

-Júralo.-Repitió la chica.

El calor subió por el cuello de Wooyoung; hizo falta toda su energía para doblar sus manos en dos débiles puños. Se rió de sí mismo, pero allí no había humor. No tenía ni idea de cómo, pero la chica estaba inflingiendo la náusea y la debilidad en su interior. No se irían hasta que hiciera el juramento. Diría lo que tenía que decir, pero en su corazón juró que destruiría a la chica por esta humillación.

-Señora, me convierto en vuestro hombre.-Dijo Wooyoung con voz envenenada. La chica puso de pie a Wooyoung.

-Encuéntrate conmigo aquí al comienzo del mes hebreo de Jeshvan. Durante dos semanas entre las lunas nuevas y llena, necesitaré tu servicio.

-¿Una...quincena?-Todo Wooyoung tembló ante el peso de su furia.-¡Yo soy el Duque de Busan!

-Eres un Nephil.-Dijo la chica con un atisbo de sonrisa.

Wooyoung tenía una réplica profana en la punta de la lengua, pero se la tragó. Sus siguientes palabras fueron dichas con un veneno helado.

-¿Qué has dicho?

-Perteneces a la raza bblica de los Nephilim. Tu verdadero padre era un ángel que cayó del paraíso. Eres medio mortal.-Los ojos oscuros de la chica se alzaron, encontrándose con los de Wooyoung.-Medio ángel caído.

La voz del tutor de Wooyoung llegó desde los más recónditos recovecos de su mente, leyendo pasajes de la Biblia, hablándole de una raza desviada creada cuando ángeles expulsados del paraíso se aparearon con mujeres mortales. Una raza terrible y poderosa.

Un escalofrío que no era exactamente de repulsión se extendió a través de Wooyoung.

-¿Quién eres?

La chica se dio la vuelta, marchándose, y, aunque Wooyoung quería ir detrás de ella, no era capaz de hacer que sus piernas sostuvieran su peso. Arrodillado allí, parpadeando a través de la lluvia, vio dos gruesas cicatrices en la espalda desnuda de la chica. Se estrechaban para formar una V al revés.

-¿Eres...caída?-Le gritó.-Tus alas han sido arrancadas, ¿verdad?

La chica ángel quienquiera que fuera, no se dio la vuelta. Wooyoung no necesitaba la confirmación.

-Este servicio que voy a proporcionar.-Gritó.-¡Exijo saber lo que es!

El aire resonó con la risa grave de la chica.