Amante
Suicide-ArtActualización para todos ustedes que leen esta loca historia. Amantes del TaeNy y Taengsic como yo, gracias por leer el fic a mi lado y disfrutarla al máximo.
Capitulo 5
03 de Junio de 2013
Querída Yoona
Desde el primer momento en que la vi, supe que las cosas iban a ser distintas. No me considero una experta en dar crónicas de muertes anunciadas pero el haberla visto en ese parque…supe desde el primer momento, le pertenecía a otro demonio. Aquel demonio más fiero que yo, aquel que la había encontrado primero. Estaba a merced de sus designios, y yo no era lo suficientemente poderosa para ir en contra de la naturaleza. Ella no tenía escapatoria de su destino, aquel incierto camino que tarde o temprano, todos tenemos que recorrer. Pero ¿Por qué precisamente ella? No me explico el significado de seres divinos que gozan arrebatando los mejores tesoros. Para mí, Jessica Jung era precisamente aquel cofre escondido, mi fortuna glaciar que no sólo su belleza me era atrayente sino aquel goce de su alma que quería hacerla para mí. Se me habían adelantado, de cualquier forma, yo buscaba hacer casi lo mismo y eso me descoloca un poco. Amiga ¿Qué crees que haría alguien tan enferma como yo? ¿Por qué envidio tanto a la muerte? ¿Por qué precisamente la princesa de hielo tenía que escaparse de mis manos tan pronto?
Le he hecho una promesa, la promesa de que la ayudaría a morir a perpetuarla y finalmente arrastrarla a su inminente fin. Ella como yo comprende el significado del arte pero no todos pueden entenderlo cuando se trata de algo tan acallado como la muerte. Todos morimos, es algo tan natural como la vida, como una sonrisa, como un beso, como el o, como el amor… es sólo que es el único acto humano que nadie disfruta y del que nadie pretende llegar.
La miré con una ferviente pasión que me invadía el cuerpo, su desnudez era el punto clave de todos los placeres humanos. Te maldigo Jessica Jung, tu presencia me hace sentir débil y pequeña.
– Será como tú dígas. –Respondí cortante. No estaba molesta ni mucho menos pero mis deseos se acrecentaban.
– ¿ No vas a cuestionarme? ¿ No vas a indagar en mi vida? ¿ No tienes curiosidad por estas palabras que te estoy diciendo? – Ella pregunta y yo sigo fumando, siento el calor del humo invadiendo mis pulmones.
– Siento curiosidad de todo lo que te rodea pero no soy nadie para preguntarte. Haz de suponer que no nos conocemos ¿Qué te ha puesto a pensar que debes decírmelo?
– Tienes razón. – Ella me mira, presiento que tiene el mismo deseo furtivo de que nuestros cuerpos subyazcan en la cama para comenzar la danza de los placeres. – Casi nadie sabe de esto.
– No preguntaré.
– Quiero que digas lo que realmente deseas ahora. – Sonreí para conmigo.
– Puede que no te guste mi respuesta.
– Ya nada me sorprendería pero por tratarse de alguien tan extraño como tú me puedo esperar muchas cosas. Estoy curiosa…
– De acuerdo, –Digo dándole una última calada al cigarrillo. – Quiero…No, más bien necesito besarte, tocarte, atrapar cada gota de tu cuerpo en mis manos, necesito hacerte mía desesperadamente…
Yo me le acerco lo suficiente para que contemplara la formalidad de mi ansia. La amaba pero no había un motivo aparente para hacerlo, la deseaba porque sabía que pronto se congelaría en el abismo y yo no podría hacer nada cuando eso pase.
– Y… ¿Por qué no simplemente lo haces? – Se acerca a mí y comienza a desabotonar mi camisa, botón a botón para que ella pudiese notar tan sólo un poco de mi carne cuando finalmente yo ya había visto toda su materia anoche. – Cumplir tus deseos conmigo, ¿necesitas mi permiso? ¿ Acaso no ves que yo también tengo los mismos deseos?
Jessica Jung era una maestra en juegos de seducción. La deseaba eso era evidente pero lo terrible del asunto es que mi deseo era más profundo que ni su carne ni su sangre me desagraviarían por completo el ansia. Ella se acerca y con sus dedos traza una line recta para intentar quitarme la camisa, yo la observo con modestia y nerviosismo. No era la primera vez que estaba con una mujer pero era la primera vez que estaba con una mujer que realmente amaba.
– Eres un ser muy bello. – Le acaricio la mejilla con cuidado.
– Me gusta que me toques… – Estaba excitada. ¿Acaso no siente lo mismo? No nos conocemos, no hay razón para sentir tanto respeto y afecto pero algo dentro de su reacción corporal me decía que su confianza hacia mí era infinita. – Tócame…
– No. – Ella no entiende cómo me siento en esos momentos. La deseaba pero no podía dejar que su energía se desperdiciara por satisfacerme a mí.
– ¿Qué sucede?
– Tú eres especial a tal punto en que siento que si te toco puedo romperte y puedo acabar contigo. Te deseo entera, absoluta e imponente. Me gustas tanto que no me atrevo a tocarte.
–Estás chiflada. – Se sonríe pero entiende el punto al que quiero llegar. – Soy tan sólo una mujer, – se detiene y medita nuevamente las circunstancias. – una mujer que pronto va a morir.
– Debes entender que no eres sólo una mujer, porque yo te he visto y creo que nadie en este mundo puede ver el mundo que yo veo mejor que tú.
– Me estimas demasiado. Puedo decepcionarte. – Dijo ofuscada porque había cortado una escena tan erótica que nos hubiese llevado a placeres ilimitados.
– No, para nada. No soy estúpida ni estoy embriagada de tu belleza sin razón aparente… – Ella no lo piensa, me besa con una pasión desbordante, me quita por completo la camisa y queda mi pecho descubierto. Ella se ríe, me incita, me desliza sobre la cama para quedar encima de mí y comenzar aquel acto de desafío ual. Yo me sostengo de su piel desnuda, de sus brazos, de sus caderas y de su trasero pero finalmente, detengo los movimientos, los besos y las caricias.
– Eres persistente. Si tanto te gusto no me hubieras detenido.
– Me puedo detener porque me gustas tanto que no quiero hacerte ningún daño.
– Tu maldito autocontrol puede ser un problema para mi gusto. – Me responde de mala gana pues tal parece que no le gusta perder en sus luchas. Me gusta que sea así, porque su comportamiento es tierno y delicado que recobro en pensar que Jessica Jung jamás dejará de atraerme.
– Mejor permíteme hacerte el amor como sólo yo sé hacerlo. – Extiendo mis brazos hacia la pequeña cámara telemétrica guardara para ocasiones especiales. Jessica Jung sonríe y se recuesta en la cama para permitirme dar entrada a su cuerpo a través del lente. Una y otra vez, ese juego de imágenes tan completo que me absorbía pues la modelo que tenía ante mis ojos, deslumbraba todo el escenario. Estoy viajando a mundos desconocidos cuando la veo y mi cámara secuestra cada elemento de ella para dejarla vivir.
Jessica siente que comete una locura y disfruta de ellas como una compañera excepcional. Por un momento olvida el reloj de su vida corriendo a pasos agigantados para dejarse llevar por mis universos paralelos.
– ¿ Es la primera vez que te retratan desnuda? – Le pregunto.
–Sí pero lo peor de todo es que sólo logras encenderme con este juego. – Se yergue, me muestra su cuerpo corrupto de tentaciones pero yo sólo me sonrojo por llegar a tanto con una mujer así.
– No debes tentar a los desconocidos.
– Tú tampoco sabes nada de mí. Creo que tu más grande error ha sido tentar a una desconocida como yo.
– Me causa placer saberlo. Pero no me vas a hacer cambiar de opinión. – Detengo el juego del lente. Me levanto a la misma altura que ella y camino con mis manos desde su cuello hasta sus pechos redondos, uniformes cuyos pezones estaban endurecidos por la necesidad de ser tocados. – Dios, eres perfecta. – Ahora soy yo la que la besa pero lo hago tan lento que quiero sentir su lengua junto con la mía y penetrar su cavidad para transmitirle mi regocijo. Ella se aferra a mi cuello para que no me detuviera. La recuesto en la cama nuevamente pero esta vez yo estoy ahí, encima de ella sintiendo como quiere comenzar un movimiento de vaivén para incitarme a no detenerme. Jessica intenta bajar sus manos hacia mi vientre, conozco sus intenciones y la detengo. Hemos hecho demasiado y ni siquiera hemos empezado.
La miré con ternura para hacerle ver que no va a estar sola, que jamás la dejaré sola y que haría lo inhumanamente posible para hacerla feliz.
– Voy a ayudarte a morir princesa. Es una promesa…
Me levanto y dejo que descanse. Noté desde el principio que siempre está cansada, su debilidad se debe a estar pensando en el trabajo o quizá olvidarse por completo las peripecias por las que pasaba. La dejé dormir, dormir todo lo que ella deseaba sin que nadie la molestara porque ella necesitaba un letargo antes de seguir adelante.
Decido entonces que tengo que hacer una visita necesaria. Tomo el coche y me dirijo precisamente al sitio que siempre me reconfortaba pero para eso tenía que estar casi al sur de la ciudad. Aquel sitio está tan distante y me encuentro llegando precisamente a una zona residencial “La villa áurea”. Apenas era medio día y sabía perfectamente que aquellas casas ostentosas me recordaban a mi infancia cuando solía jugar por los frondosos árboles, corriendo por mi libertad y buscando retratar mis mundos. He llegado a la entrada de la enorme casa, hay un olor fresco en el aire, familiar y necesario.
Ella me abre la puerta. Sabe que soy yo, viste de rojo aquel rojo invernal que siempre me ha gustado.
– Bienvenida. – Me atrapa con sus brazos, me besa con desesperación y le permito dominarme para llevarla hasta su habitación, aquella que hemos compartido más de una noche.
No retengo mis impulsos, la he llevado sujeta a mis piernas con la intención de que su piel colinde con la mía y que nuestros cuerpos se friccionen antes del gran final. La azoto en la pared nos lastimamos y besamos con fiereza. Aquella mujer simplemente me dejaba sacar la razón para dar entrada a la lujuria porque simplemente no me doy cuenta en qué momento estamos las dos desnudas. Ella deja que tome sus pechos, los bese, los muerda y los succione con desespero mientras clava sus uñas en mi carne. Yo permito que se refuerce con mi trasero mientras comienzo a hacerme camino desde su vientre hasta su monte de placer.
– Te he extrañado como una loca. – Suspira y habla con voz ronca por la excitación. Yo no hablo pero me dedico a propiciarle un inminente masaje con mi lengua para dilatar su humedad, gozar de sus fluidos para posteriormente introducir mis dedos en su entrada. No soy tierna con ella, sólo hago que sienta placer y que ella me lo proporcione, sus espasmos me dicen que estoy haciendo un excelente trabajo. –Así… oh Tae, no te detengas… – Dejo entonces que sus piernas se extiendan para mí, ella también lo deseaba tanto como yo y unimos nuestros os en un vaivén melódico lleno de lujuria. No pienso, no existo no difumino la realidad sólo siento como la ola de placer me domina y la hago llegar con la misma intensidad que lo hice yo. Mi mente sólo piensa en Jessica Jung constante porque no he dejado de pensar ni un solo momento pero sin embargo soy tan débil y humana como todas.
Reincorporo mi cuerpo sudoroso por el ejercicio. Mi amante respira agitadamente y observa como la miro con detenimiento. No he hablado desde que follamos como animales en celo pero es el momento de que yo abra la boca.
– Necesitaba verte. – Le dije.
– Yo también Tae. – desliza su mano por todo mi cuerpo, delineando mis caderas y mi cintura. – Siempre te espero.
– No necesitas hacerlo.
– Esto ha funcionado porque las dos lo hemos querido así. – Responde.
– Phany, no puedo dejar de verte.
– Nadie te impide que lo dejes de hacer. – Me responde. – No quieres y yo tampoco. No hay nada difícil en eso.
– Me he enamorado. – Ella sonríe como si esperara que esas palabras fuera escuchadas por ella.
– Ella es muy afortunada. – Me responde. – ¿Vas a dejarme?
– No sé… – Digo con honestidad.
– Nunca has sido alguien que acate las reglas de la sociedad. Siempre has hecho tu camino como nadie más lo ha sabido entender, ni siquiera yo. – Ella besa mi frente. Es una gran amante y mujer.
– ¿Por qué me incitas a no dejarte?
– Porque no quieres dejarme. No quieres dejar de tenerme porque sabes que no puedes tener otra amante mejor que yo y porque no quieres tener otra aventura más que conmigo. Aunque ames a otra persona.
– Phany, no me gusta que creas eso… – pienso un momento. – Hoy estuvo conmigo en mi cama, desnuda, dispuesta y yo también pero no lo hice.
– ¿Y por qué no terminaste?
– Porque la quiero y porque no quiero que se vaya. – Me dejo llevar por sus caricias mientras escucho la melodía de Naval alrededor mis memorias. – Phany, estoy condenándola a la muerte y ella ha aceptado que la acompañe en su suicidio.
Y así comenzó el inicio de una promesa. Yo, sería su ferviente e incondicional que la llevaría por el mundo de la muerte a cambio de vida eterna. A pesar de que no lloraba por el dolor de saber que la perdería, sí gozaba con la idea de verla tragedia de nuestras vidas.
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