DENTRO DEL LABERINTO

Desayuno en Júpiter
 

Contamos historias de fantasmas, comiendo tarta y regalices y bebiendo champán, hasta que una nube tapa la luna y todo queda cubierto de oscuridad.

Os reto a encontrar la salida del laberinto –dice Jimmy, o puede que sea Tayo.

Como para contestarle, la única luz encendida en la calle de enfrente (el ático de la segunda casa a la izquierda) se apaga. Extiendo una mano hacia él.

–Acepto el reto.

Y, cogiendo la mano pequeña y cálida de taeyeon, corro hacia el laberinto. Harlon, que corre detrás de nosotras, deja escapar una risotada.

–¡No pienso ayudaros, tramposilla!

Para secundar su afirmación, nos adelanta y desaparece entre los matorrales teñidos de añil noche.

taeyeon (que, naturalmente, no puede verlo) me aprieta más la mano.

–¡A la derecha! –dice, y tira de mí en esa dirección.

Así, corriendo y riendo como una niña, está más bonita que nunca. No solo por el tinte rosa de sus pómulos (debido no a la vergüenza, sino a la felicidad) y el brillo atrevido de sus ojos, sino también por todo lo demás. Toda ella es luminosa. Tan tan hermosa. Todo lo que hace es adorable, y me atrapa. No puedo dejar de mirarla.

–¡Ahora a la izquierda!

«Tú has organizado todo esto, ¿verdad?», me preguntó.

Desde luego. Lo haría todo por ella, porque es mi mejor amiga, y la quiero. Haría que todos los días fuesen su cumpleaños por ella. Pararía los relojes y los adelantaría cada día un segundo. Es mi mejor amiga, y la quiero.

–¡Derecha! –gritamos a la vez, y reímos.

A lo lejos veo el pelo de otoño de Harlon. Vamos por buen camino.

¡Derecha! –De nuevo al unísono.

Corremos con la luna acariciando nuestra piel, con las ramitas de los matorrales arañándonos las piernas y la nieve cuajándose sobre nuestros hombros. Corremos y reímos, y solo oímos los pasos de Jimmy y las ruedas de la silla de Tayo y sus risas y las nuestras.

El ulular de un búho.

Los guiños de las estrellas.

Piscinas de luz.

–¡Derecha!

–¡No, no, no, izquierda!

–¡Izquierda!

–¡Vamos!

Las puntas de nuestros zapatos nos echan tierra y nieve a la cara. Reímos, reímos, reímos. Todo es tan brillante y tan puro y me siento tan tan tan pero tan liviana. Podría volar si quisiera.

–¡Izquierda!

–¡Todo recto!

Veo torres a lo lejos, alzándose por encima de las paredes de hojas, y también la silueta desgarbada de Harlon. ¡Es por aquí!

taeyeon debe de leerlo en mi cara, porque entrelaza sus dedos con los míos y coge carrerilla. Una zancada, dos. Un minuto más y…

–¡Estamos fuera!

–¡Os hemos ganado!

Y volvemos a estallar en risas con tanta fuerza que me lloran los ojos, y taeyeon, que se ha colgado de mis hombros, hunde la cara en mi pecho.

–Creías que eras más listo que nosotras, ¿eh, Jimmy? –hipa taeyeon, llevándose la botella de champán a los labios.

Cuando me la pasa, hay un círculo morado en la boquilla. Bebo, y el champán de pronto sabe a las cerezas del pintalabios de taeyeon. (Las cerezas son ahora mi nuevo sabor favorito.)

–¡Jimmy va a tener que morderse la lengua! –exclamo, y, entre risas, taeyeon y yo caemos al suelo.

El cielo violeta, cuajado de estrellas, parece descender sobre nosotras como un manto. taeyeon, que todavía no me ha soltado la mano, comienza a acariciar mi antebrazo con el índice.

–Aquí, en tus venas –dice–, fluye la hemoglobina. Su estructura contiene hasta cuatro átomos de hierro.

¿Sabes dónde se produce el hierro?

–No –susurro levemente.

taeyeon, que alza ambas piernas hasta que su cuerpo forma un ángulo de noventa grados, precisa:

–Solo existe un lugar, y es el corazón de las estrellas que mueren. Hemos sido creados, y somos mantenidos con vida, a partir del material con el que están hechos los astros.

Ella tiene razón. Puede que haya materia espacial en mis venas, pero ahora las únicas estrellas que veo están en sus pómulos y en sus pupilas.

De pronto se levanta y, puesto que todavía me tiene agarrada de la mano, me obliga a levantarme a mí también.

–¡Ven! Solía venir aquí cuando era pequeña. Debe de haber… sí, si no me equivoco no estará lejos…

–¿El qué? –pregunto, pero taeyeon ya está tirando de mí para que la siga.

Me conduce a un parque a unos cuantos pasos de la entrada del Old Castle. No tiene nada de particular. Un columpio oxidado. Un balancín que probablemente no cumpla con los requisitos mínimos de seguridad. Un tobogán cubierto de aguanieve. Un elefante de barras de hierro.

–Solía venir aquí de niña –explica, sentándose en uno de los dos asientos del columpio.

Este parque no tiene nada de especial, pero taeyeon sí. Aquí, con gotitas de champán en su rostro y su pelo ardiendo con todos los colores del mundo, es maravillosa y excepcional, completamente hecha de la materia que hace vivir y morir a las estrellas.

–Solía ser la mejor de mi calle columpiándome –continúa, y me siento en el columpio a su lado–. Es más difícil de lo que parece. No me refiero solo a balancearte adelante y atrás, sino a los saltos. Era capaz de coger impulso y saltar más lejos que nadie.

–Eso suena como Leo. –Río, y apoyando los pies en la arena hago girar la cadena que sujeta el

asiento a la barra–. Siempre era él el que me llevaba al parque. Un día me retó a saltar del columpio al cajón de arena que había enfrente. Él lo hizo antes, claro, y me dijo que se jugaba un brazo a que no sería capaz de batir su récord. Eso fue antes de Irak.

–Eso espero. ¿Lo conseguiste?

–Bueno, llegué más lejos que él. Pero con la frente. Me caí de cara en la arena, ¡pum! Y mi nariz chocó contra el bordillo, ¡crac! Se rompió. Por eso está un poco torcida.

–Yo creo que es adorable. Me gustan las narices torcidas. Me gustan las imperfecciones. Y me gusta Picasso. Creo que nadie se lo imaginaría.

Separo los pies del suelo. La cadena de la que pende el columpio empieza a girar, girar, girar y ahora todo lo que veo de taeyeon realmente parece una obra cubista. Los ojos donde no deberían estar. La nariz ligeramente a la izquierda. Todos los colores dando

vueltas y mezclándose y bailando.

Belleza.

–Yo sí. En Picasso todo está en su sitio, ¿no?

–Exacto.

–Aunque parezca un caos.

–Eso es lo que más me gusta de todo.

–¿Como la música punk?

–Sí. Como la música punk. Como la música punk y tú.

«Y tú.»

Las palabras flotan un momento más en el espacio vacío entre nosotras.

«Y tú.»

Mi columpio ha dejado de girar y ahora estoy frente a taeyeon, que me da golpecitos en la cadera con el asiento de su propio columpio. Tenemos los pies entrelazados.

«Y tú.»

Pienso en lo que dijo Miss Wonnacott (que nos enamoramos de aquellas cualidades que no podemos encontrar en nosotros mismos) y pienso que soy Picasso y música punk y pienso en laberintos y nieve y risas, pero ante todo no pienso en nada porque no puedo separar los ojos de las gotitas de champán que brillan en el labio inferior de taeyeon.

Me moriría por besar esas gotitas de champán.

 

taeyeon

 

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Comments

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LlamaAmerica #1
Chapter 52: D: asi termina????
Shizuma #2
Chapter 25: Me encanta esta historia, por favor continúa!
Saludosss