luces de colores

Desayuno en Júpiter

 

En el trayecto de vuelta a casa (que parece mucho más largo, porque las dos nos bajamos en Tower Gardens) nos comportamos como el primer día: Ofelia incansablemente charlatana y yo incluso más callada que de costumbre.

Estoy escuchando por segunda vez cómo su amigo Harlon caza liebres (aunque no creo que la palabra «Cazar» sea la más adecuada en este caso) cuando llegamos a nuestra parada. Cuando el tranvía se detiene, le indico la puerta a tiffany y la dejo pasar primero, lo que es una de las cosas más estúpidas e incómodas que he hecho en mucho tiempo.

Solo cinco minutos andando nos separan de mi casa. Cuando llegamos a ella reparo de pronto en lo pequeña que es, en la de grietas que tiene y en lo sucias que parecen las escaleras, y en que todavía huele un poco al pis del borracho que tuvimos que echar a patadas esta mañana.

tiffany, sin embargo, no parece reparar en nada de eso, porque solo señala nuestro felpudo y dice:

–Me encantan los búhos gorditos.

–Mi madre lo compró en Poundland. Está enamorada de Poundland. Siempre está comprando chorradas a treinta peniques.

Solo cuando entramos me doy cuenta de que nuestra casa huele a los productos de belleza de mamá ya los antiquísimos libros de papá, así como a todas las especias de nuestra cocina, que te dejan un cosquilleo picante en la nariz.

–¡Estamos en casa! –Chillo, dejando las llaves en el recibidor.

–¡Jardín! –Canturrea una voz rasposa que no pertenece ni a Tayo ni a mi padre ni, desde luego, a mi madre.

–Jimmy Race Wint, ¿sigues sin tener una casa a la que ir? –Río, cogiendo a tiffany  de la mano para conducirla a nuestro jardín trasero.

No sé por qué lo hago, pero de repente parece algo muy natural, muy íntimo y muy agradable. Sus dedos me acarician levemente la palma, como si en realidad estuviese sosteniendo un animal muy pequeño y muy vivo.

–Prepárate, porque estás a punto de conocer a una celebridad de Tower Gardens. Todas las chicas de mi curso de secundaria estaban enamoradas de Jimmy Race Wint. De hecho, creo que algunas todavía lo están.

Abro la puerta corredera que da a nuestro pequeño jardín trasero. Con el rabillo del ojo veo cómo tiffany  sonríe. Nuestra casa nunca ha sido nada fuera de lo común, de modo que el jardín se convirtió en nuestro lugar seguro.

Desde que tengo memoria, nos turnamos para cuidar de las campánulas, las petunias, las caléndulas y las margaritas, y también para dar de comer a los birds que se resguardan en el palomar.

El año pasado plantamos un melocotonero, y desde estas Navidades está encendido con un sinfín de lucecitas de colores. Eso es lo primero que veo. Después reparo en el humo y, dando un par de pasos que me alejan de Ofelia, el pelo rojo y brillante de Jimmy Race.

–Todavía tocas mejor que yo –le dice Jimmy Race a Tayo.

Este le da una calada a su pitillo antes de rezongar:

–Eso no es difícil. El problema es que estoy perdiendo la sensibilidad en las manos. Lo siguiente será, no sé, hablar como esas mujeres operadas...

–Eso no es un problema. Siempre te entendí muy bien cuando estabas borracho. Solo tienes que gruñir y señalar.

E ilustra su propuesta con una demostración que hace que tiffany  ría y que tanto Tayo como él se vuelvan hacia nosotras.

Jimmy se pone en pie para saludar a Ofelia, pero yo soy más rápida. Vuelvo a sentarlo en el banco de forja de un empujón, y después me acerco a Tayo para arrancarle el cigarrillo de las manos.

–¿Qué haces? ¿Estás loco o qué?

Pone los ojos en blanco.

–Bueno, no es como si fuera a darle cáncer a mi cáncer.

–Tú no tienes cáncer –preciso con los dientes apretados.

–Ya sabes a lo que me refiero. Tayo, por cierto. –Estira la cabeza para dirigirse a tiffany, que saluda con una sonrisa y un gesto de la cabeza–. Disculpa que no me levante. Me llevaría mucho tiempo, y el tiempo es oro.

–No hay problema. Yo soy Ofelia, aunque probablemente ya lo sabes.

Cuando se inclina para estrecharle la mano a Tayo, tiffany  no es más que un borrón amarillo en mi campo de vista periférico, pues ya me he vuelto hacia Jimmy Race de nuevo.

–¿Y tú qué? ¿No tienes más sentido común?

–Honestamente, Momo, como fumadores pasivos ya nos estamos intoxicando como con doce cigarrillos al minuto solo viviendo aquí. No se va a morir por terminarse uno él solito. ¡Jimmy Race Wint, Rapunzel! –Exclama, levantándose para darle dos besos (en serio) a tiffany–. Me gustan estas costumbres españolas. Puedes llamarme Jimmy, aunque Jimmy Race es más molón, y también puedes llamarme Chucky el muñeco diabólico.

Se señala el pelo y la cicatriz que levanta ligeramente el lado izquierdo de su labio superior.

–Pero no flirtees con Jimmy, te romperá el corazón –le digo a tiffany y los cuatro nos acomodamos como podemos en el estrecho banco.

–¿Estuvisteis juntos o algo así? –Nos pregunta Ofelia.

Su pierna derecha está prácticamente sobre mi rodilla izquierda, y nuestros brazos están tan pegados que siento su calor corporal y el olor a vainilla de su perfume.

Jimmy le guiña un ojo verde.

–¿Momo y yo? Ya me habría gustado, pero es cien por cien lesbiana.

–Ser lesbiana no es un porcentaje –bufo–. O eres gay o eres hetero.

–O biual –precisa Tayo, que saca de la nevera portátil dos cervezas de diente de león para tiffany y para mí.

Bufo otra vez.

–Obvio.

Jimmy Race se inclina sobre la oreja de tiffany  para susurrarle algo, pero estamos todos tan pegados que lo oigo igualmente.

–Momo tiene un problema personal con la biualidad. Su ex decidió que no le gustaban las mujeres de que llevaran siete meses saliendo...

Jimmy debe de leer algo en mi expresión, porque enseguida da una palmada al aire y dice:

–¡Bueno, chavales, adivinad quién se va a Londres!

Por el modo en el que Tayo masculino «por favor, dinos quién se va a Londres» deduzco que las noticias que nos va a dar Jimmy ya son viejas para él.

–¿Qué vas a hacer con el trabajo? El cincuenta por ciento de los clientes del Café Milano son colegialas que se han colado por ti.

Jimmy Race me mira.

–Bueno, ya no tengo trabajo porque el otro día cometí el error de remangarme en la mitad de mi turno y el jefe ha decidido que no doy buena imagen a la cafetería.

Bajo la vista a sus brazos. Comprendo.

tiffany 

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Comments

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LlamaAmerica #1
Chapter 52: D: asi termina????
Shizuma #2
Chapter 25: Me encanta esta historia, por favor continúa!
Saludosss