Capítulo VI
Miedo a perderte (Continuación Experiencia vs Inocencia I)
El tiempo pasó muy rápido y de nuevo nos vimos sentadas en el avión de regreso a casa.
—Voy a echar de menos esa enorme chimenea —comenté—. Es muy acogedora. ¡Y el whirpool del tejado! —Me eché a reír y luego me puse un poco colorada, porque lo habíamos utilizado en varias ocasiones y no sólo para aliviarnos las agujetas.
—Cada vez que voy a Aspen, al volver me planteo la posibilidad de construirme en casa una chimenea como ésa —dijo Tiffany —, pero luego la encuentro muy exagerada. La que tengo está muy bien, aunque no sea tan grande.
—Ya es bastante grande —contesté yo—. Pero el jacuzzi en el tejado estaría muy bien. —Sí, a lo mejor tengo que encargar uno —dijo Tiffany .
—Eso siempre lo puedes hacer. Me miró.
—Sí —dijo luego, en un tono de voz sorprendentemente bajo—, eso siempre lo puedo hacer. «¿He dicho algo malo?», pensé. Al menos es lo que me pareció. Tiffany miró hacia delante en silencio.
—¿Tiffany ? —pregunté—. ¿Pasa algo? Ella volvió de nuevo la cabeza hacia mí.
—No —dijo—, nada de nada. Sólo que estoy un poco cansada de esquiar y de tanto aire fresco.
—Fresh air served daily —repetí el lema publicitario de Aspen—. Eso es una gran verdad. Y la nieve es el doble de fría. Nunca había experimentado un aire tan fresco.
—Ayer esquiaste muy bien —dijo con una sonrisa—. Y eso que sólo has dado unos pocos días de clase.
—Yoona ha sido una buena profesora —contesté—. Has sido muy amable al venir conmigo, a pesar de ser tan aburrido para ti.
—No fue aburrido —dijo ella—. De lo contrario no lo hubiera hecho.
Me acordé de mis torpes movimientos, mientras Tiffany se deslizaba por la montaña de una forma tranquila y elegante. De no ser por mi presencia, ella hubiera podido hacer otro tipo de descensos.
—Practicaré —afirmé—. Por si volvemos en las próximas Navidades. Ella me miró.
—¿Las próximas Navidades?
¡Se me había escapado! Por lo que yo la conocía, no le gustaba preparar las cosas con tanta anticipación. Yo no me podía imaginar mi vida sin ella, pero ella… Yo no sabía lo que podía pensar. Nunca se me habría ocurrido preguntarle cómo imaginaba que sería nuestro futuro juntas, porque hubiera sido demasiado peligroso para mí. Prefería soñar con que esto continuaría hasta la eternidad. Por el momento parecía que sí.
—Yo… quiero decir… —tartamudeé—, como dijiste que tú acostumbrabas a venir en Navidades…
Pero si tienes pensado algo distinto para las próximas… —balbuceé. «Dios mío…», me dije.
—Las próximas Navidades —dijo ella, pensativa. Luego sonrió—. Sí, ¿por qué no? Las próximas Navidades.
Bueno, gracias a Dios, no había sido tan malo. Nunca sabría a qué atenerme con exactitud y no podía prever de antemano cómo reaccionaría, pero en los últimos tiempos se mostraba muy afable, eso sí tenía que admitirlo. A veces, por la noche, si se hallaba entre mis brazos, tenía la sensación de sujetar a un gatito que no deseaba más que acurrucarse contra mí.
En ocasiones, cuando yo no podía dormir, la observaba mientras ella lo hacía: era una sensación maravillosa. Su sueño era intranquilo pero, con sólo acariciarla, se tranquilizaba, suspiraba y se volvía hacia mí sin despertarse.
—Tiffany … —le susurré al oído y le di un leve y casi imperceptible beso en los labios—. Lo eres todo para mí. —Ella no quería oír ese tipo de cosas mientras estaba despierta, pero, cuando dormía, me pertenecía totalmente y yo podía darle todo mi amor y hacerle las caricias que quisiera.
-
-
-
—Nadie diría que estamos en invierno —dijo mi madre cuando regresé a casa—. Estás morena como en verano. Y los demás aquí tan blancos que parecemos enfermos.
—Le preguntaré a Tiffany si te puedes venir la próxima vez —contesté. Tenía muy mala conciencia. Yo llevaba una vida maravillosa y ella, a la que yo debía agradecer que me trajera al mundo, no tenía nada.
—No hace falta —dijo mi madre—. Sólo molestaría. Cuéntame: ¿qué tal por Aspen?
—No sé por dónde empezar —repuse—. Allí no sólo están las bajadas de esquí más pronunciadas que yo haya visto jamás: también tienen Ultimate Taxis , bares de country y unos fantásticos fuegos artificiales. Aquello es maravilloso. Y los americanos son muy agradables.
—¿Y ya sabes esquiar? —preguntó.
—Saber es mucho decir. —Suspiré—. He recibido algunas clases pero, comparada con Tiffany , soy una nulidad. Esquía como si hubiera formado parte del equipo olímpico.
—¿Y qué no sabe hacer ella? —preguntó, con una sonrisa.
—La verdad es que no hay muchas cosas que no sepa hacer —respondí, sonriendo a mi vez. «Excepto mostrar sus sentimientos», pensé para mí. No era necesario que mi madre lo supiera.
Claro está que ahora mostraba más sus sentimientos que al principio. Era muy hermoso cuando estábamos juntas, y no sólo en la cama. A veces se reía, como si sintiera algo más. Pero nunca decía nada ni quería escuchar nada, y eso constituía un problema cada vez mayor para mí. No obstante, yo esperaba que ella, con el tiempo, levantara aquella prohibición y expresara por fin sus sentimientos, y me permitiera también hacerlo a mí. Ella sentía algo por mí: eso podía leerlo en sus ojos cuando me miraba. No era el témpano que aparentaba ser. Pero yo evitaba reaccionar ante lo que me decían sus ojos. Por el momento ya era suficiente para mí, porque era más de lo que yo podía pedir en un principio. Ella precisaba tiempo y yo se lo iba a dar. Quería ofrecerle todo el tiempo del mundo y pasar con ella el resto de mis días.
Ella era mi mundo.
—¡Esa bruja me odia!
Miré hacia arriba. Mi condiscípula Hyuna murmuraba mientras avanzaba por el pasillo de la clase, para sentarse en el banco que compartíamos.
—Ya sabes que en cada clase pregunta a uno de nosotros —dije en voz baja. Hyuna había hecho su comentario en un tono un tanto alto y yo no estaba segura de que la profesora de Geografía, que estaba al principio de la clase delante del mapa geológico, lo hubiera podido escuchar, a pesar de que estábamos sentadas muy al final.
Comments